Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de La Tormenta del Caos
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Recuerdo una experiencia muy desagradable que tuve que soportar hace trece o catorce años. Creía que era un asunto olvidado para siempre, pues había tomado las medidas oportunas para asegurarme de que así fuera. Pero recientes acontecimientos, de modo especial todas esas habladurías sobre un Señor del Caos llamado Archaon, han avivado aquel particular nido de víboras.
En aquella noche crucial, con un estado de ánimo especialmente imprudente, me atreví a visitar el templo en ruinas que se encuentra fuera de las murallas de esta ciudad. Incluso entonces, era un lugar hechizado, y una ley del Emperador prohibía la entrada a la gente. Frau Weirde contará con todo detalle a quien quiera escucharla que yo creo estar por encima de tales leyes (y en este punto no le falta razón), y, como si quisiera confirmar su convicción, me interné en las ruinas.
En aquel lugar había polvorientas arcadas rotas y nidos de pájaros; los rayos de la luna iluminaban las nubes de polvo que levantaban mis botas. Bajo maderas requemadas y cristales rotos y manchados esparcidos por el suelo, había losas ennegrecidas y agrietadas.
Los rumores de que el lugar estaba hechizado demostraron ser ciertos. Vi una figura, borrosa pero lo bastante precisa como para que me llevan el susto de mi vida, agazapada en la nave central. Trataba de hacer algo en el suelo. De un tamaño nada común, parecía ir vestida con las galas de un Templario de Sigmar. Vi que agarraba algo con firmeza y, luego, se convulsionaba. Volvió la cabeza en dirección a mí y chilló. Entonces yo perdí el conocimiento y, cuando lo recuperé, advertí que tenía sangre en el cabello. La aparición se había desvanecido.
Hice la señal de Sigmar, y me acerqué al lugar donde había visto al fantasma. Encontré un trozo de pergamino que me heló la sangre. Lo guardé con llave en un cofre de cuero de color plomizo, que enterré en el sagrado subsuelo de la Gran Catedral, decidido a borrarlo de mi memoria, pero ha vuelto a mí. Os advierto que no proporciona una lectura placentera. No tengo más remedio que llegar a la conclusión de que forma parte de la Gran Verdad que llevó a la locura a la torturada alma que vi. Por mucho que lo intento, no consigo apartar de mí la impresión de que el templario loco era un glaubegeist, un fantasma de la fe, los postreros restos, devastados por el tiempo, del alma de Archaon.
He oído decir que Archaon había sido templario de Sigmar. Averiguó algo que le hizo perder el juicio y abandonó el Imperio y su fe después de maldecir los nombres de sus dioses. Se convirtió en un obseso que sólo pensaba en destruir su tierra natal y en establecer pactos con los Dioses Oscuros con objeto de alcanzar su propósito.
Fragmento[]

Se ha predicho que el mismísimo tiempo llegará a su fin.
En el Norte se alza un poder diferente de cualquier otro.
La mano del Caos ha arrojado una enorme e impenetrable sombra sobre el mundo.
Y no puede ser rechazada ni derrotada.
Está escrito que pronto las estrellas caerán del cielo y que las lunas se volverán rojas como la sangre.
Cuando la tormenta despierte, volverán los ejércitos de los Dioses Oscuros. Los débiles príncipes y lores del mundo mortal reunirán sus pobres ejércitos, pero todo será inútil. Los Señores del Caos caerán sobre ellos y los aplastarán por completo.
Es propio de la patética vanidad de los mortales confiar en que nuestros débiles gritos y nuestras frágiles armas podrán detener la marea de la noche. Y es demasiado tarde; todas las esperanzas se perdieron hace siglos.
El momento de la Gloria Oscura se acerca rápidamente y nada podemos hacer salvo arrodillarnos ante los Dioses del Caos mientras aún queda tiempo. Pero hay que darse prisa, pues de la hora de la llegada del Caos sólo nos separan unos pocos latidos de corazón.
Con el triunfo final del Caos, toda vida se corromperá y formará una masa tumultuosa de almas perdidas y gimientes condenadas al aspecto que les han destinado los despiadados Dioses del Caos. Abandonad cualquier esperanza: la Tormenta del Caos ha comenzado.
Fuente[]
- Libro de Trasfondo: La Tormenta del Caos.