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El Vidente Gris es el primer libro de la Trilogía de Thanquol y Destripahuesos. Escrita por C.L. Werner, se trata de uno de los spin-offs de la famosa saga Las aventuras de Gotrek y Félix, siendo este en concreto dedicado al Vidente Gris Thanquol, uno de los más malvados y acérrimos enemigos de Gotrek y Félix.

Cronológicamente, los acontecimientos aquí narrados se sitúan después de lo acontecido en Matabestias, la última novela de las escritas por William King en la saga principal en la que el maligno hechicero Skaven hizo acto de presencia. ¡Acompaña al vidente gris Thanquol y a su fiel Destripahuesos en sus infames aventuras!

Sinopsis[]

Cuando se descubre un artefacto venenoso conocido como Roca de Gusano, sólo un ser del insidioso Imperio Subterráneo skaven es lo bastante despiadado y temerario como para atreverse a dominar su espantoso poder: el vidente gris Thanquol.

Pero cuando unos contrabandistas roban el artefacto, Thanquol debe recuperarlo. Y no sólo eso, sino que un misterioso hechicero y su pandilla de secuaces también intentan detenerlo. Sólo si encuentra la Roca de Gusano, esquiva las asesinas intenciones de sus traicioneros subordinados y evita el disgusto de sus superiores en Plagaskaven logrará Thanquol hacer realidad su plan para poner de rodillas tanto al reino de los hombres como al de los hombres rata.

Novela[]

Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de El Vidente Gris

La historia comienza en una sección del subsuelo de Altdorf. En una zona recóndita de este, un grupo de Skavens está llevando a cabo una excavación para entrar en una antigua madriguera Skaven del desaparecido clan Mawrl, que llevaba siglos sepultada. La expedición estaba liderada por el Vidente Gris Skabritt, que andaba tras un poderoso artefacto llamado Roca de Gusano. Por lo que sabía, se trataba de un arma creada por el Clan Pestilens en la época de las guerras civiles entre los Hombres Rata y que supuso la perdición del clan Mawrl.

Junto a Skabritt, estaba su aprendiz Kratch, encargado de “motivar” a los esclavos Skavens para que cavaran más rápido. Por orden de su maestro, Kratch había registrado minuciosamente los archivos del Bajo-Altdorf, en busca de cualquier información útil sobre la Roca de Gusano, guardándose algunos datos para sí mismo, para cuando pudiera deshacerse de Skabritt y quedarse con la Roca.

Finalmente, los esclavos consiguen abrir un túnel en el que llegar hasta la desparecido madriguera. Skabritt, Kratch y una escolta de guerreros Alimañas penetran en el escondrijo, encontrándose con centenares de esqueletos Skavens, los miembros del clan Mawrl. En el centro de la estancia se encontraba la Roca de Gusano, un artefacto de enorme tamaño compuesto en mayor medida de Piedra de Disformidad. Antes de que pudiera lanzarse a por ella, Kratch notó un olor extraño procedente de la roca y recordó una advertencia de la misma que había leído, así que se contuvo. Dos Alimañas no hicieron lo mismo, lanzándose de inmediato sobre la Roca de Gusano, peleándose entre ellos por llegar primero.

Cuando el ganador posó su mano sobre la Roca, una especie de gusanos deslumbrantes se internaron en el pelaje del Skaven. De repente, este empezó a rascarse salvajemente el cuerpo y a convulsionarse de dolor. La alimaña rezagada sacó la espada cuando su agónico congénere se le acercó implorándole auxilio. No fue lo bastante rápido; la garra del enloquecido hombre rata le golpeó un pie y dejó un rastro de relumbrante contaminación sobre los dedos, antes de partirle la cabeza en dos. De la horrorosa pulpa salieron gordos gusanos verdes que se pusieron a reptar.

El resto de Alimañas prepararon sus alabardas para mantener al ahora contaminado hombre rata lejos de ellos. El Vidente Gris Skabritt sonreía de ambición al contemplar el monstruoso poder de la Roca de Gusano, pero antes de que hiciera nada, una forma monstruosa surgió de entre un montón de huesos. Se trataba de una criatura parecida a una rata consumida, pero de un tamaño desproporcionado. Todos los presentes estaban aterrados ante su presencia y se pusieron a retroceder lentamente hacia la salida.

La criatura hizo caso omiso de los Skavens, y en cambio se puso a olfatear el suelo y a recoger gusanos verdes con una lengua larga y fina, para metérselos en la boca. El hombre rata infectado también se retiró, tropezando con uno de sus antiguos compañeros, que lo abrió en canal con la alabarda, desde la garganta hasta el vientre. De la herida salieron relumbrantes gusanos, y esto atrajo la atención del enorme monstruo rata, que se lanzó sobre ellos.

Aterrados los Skavens escaparon como pudieron por el túnel mientras trataban de defenderse del monstruo. Aunque este solo estaba interesado en los gusanos, al ser atacado respondió a la amenaza con salvajismo, matando a decenas de Skavens.

Skabritt y Kratch lograron escapar, y el Vidente Gris empleó sus poderes para hechizar a los esclavos, llenándolos de una furia asesina y obligándoles atacar al monstruo. Kratch también decidió hacer usos de su magia, aunque al comprobar el precario estado de los túneles, se le ocurrió una idea no solo para acabar con la bestia, si no también para deshacerse de su mentor.

Aprovechando que este estaba distraído con el monstruo, el traicionero aprendiz lanzó un hechizo a las inestables paredes de aquellos pasadizos, provocando un derrumbe, enterrando a su maestro, a la criatura y el resto de Skavens bajo toneladas de piedra y tierra.

Kratch permaneció un momento en el lugar para asegurarse de que era el único superviviente. La Roca de Gusano ahora estaba a su alcance y los beneficios de su hallazgo sería suyos y sólo suyos. Sin embargo, al recordar las terribles consecuencias que tienen con los de su especie, decidió que necesitaría ayuda para mover (y que fueran otros los que tocaran) la Roca de Gusano.

Tiempo después, en una sección del alcantarillado de Altdorf es recorrida por un grupo de hombres. Se trata de una banda de traficantes, lideradas por Hans Dietich y su hermano menor Johann. Aprovechando que las alcantarillas estaban mejor trazadas que las propias calles de la ciudad transportaba su mercancía a expensas del señor del crimen Vesper Klasst. Sin embargo, este había decidido enviar a su mano derecha Gustav Volk para emboscarlos en el alcantarillado, produciéndose una lucha a muerte entre ambos grupos.

La banda de los Dietich consiguen escapar de la refriega a costa de perder algunos de sus miembros y su mercancía, quedando sólo seis de ellos: los propios hermanos Dietich, Emil Kleiner, Mueller, Kempf y Wilhelm. En su huida, los supervivientes acaban internándose en el alcantarillado y terminan en zonas subterráneas que les son desconocidas, ocultándose justamente en el túnel que habían cavado anteriormente los skavens, encontrándose con el cadáver del Vidente Gris Skabritt. Investigando el lugar llegan hasta la cámara donde descansa la Roca de Gusano.

Los contrabandistas están asustados ante el artefacto mágico, pero uno de ellos, Kmepf, al verlo más detenidamente considera que es Piedra Bruja, una piedra mágica que, aunque ilegal en el Imperio, se paga considerables cantidades de oro por pequeño fragmentos del mismo, y aquél era un pedrusco de considerable tamaño, por lo que sin duda aquel descubrimiento supondría unos beneficios incalculables. Hans ordena a dos de los suyos Mueller y Emil Kleiner, que cojan aquello para llevarlo a su escondrijo, pero no antes de cubrirse bien las manos y la boca para no tocar directamente la Piedra Bruja.

A ciento de kilómetros de allí, en una cámara subterránea, el Vidente Gris Thanquol despierta de una horrible pesadilla en la que estaban Gotrek y Félix. Para su horror, descubre que está totalmente maniatado, amordazado y en un lugar completamente desconocido. Intento recordar cómo acabó allí, rememora cómo, tras volver a Plagaskaven, esperaba una bienvenida digna de un héroe por sus acciones en el norte, en cambio, fue abruptamente apresado por la Guardia Albina del Consejo y llevado ante el Señor de Videncia Kritislik para que respondiera ante sus últimos fracasos y crímenes: fallar a la hora de capturar la Nave Aérea de los Enanos, no informar acerca de la invasión de Arek Corazón de Demonio y, ser acusado de ser el principal instigador de la rebelión de esclavos que azotó a la madriguera de Pozo Infernal.

A pesar de sus mejores esfuerzos por explicar sus fracasos, Kritislik ordena su castigo. Thanquol es despojado de su báculo, todos sus amuletos y drogado con un narcótico para que le llevaran a aquel lugar completamente indefenso y sin poder usar sus poderes. Al principio considera que le habían arrojado al Laberinto de la Muerte Ineludible, un lugar lleno de trampas del que ningún Skaven había conseguido escapar jamás ya que no tiene salida. Sin embargo, descubre más adelante que se trata del ligeramente menos peligroso Laberinto de la Despiadada Penitencia, que estaba diseñado para determinar si un skaven aún retenía el favor de la Gran Rata Cornuda.

Empleando su astucia, su instinto y grandes dosis de pura suerte, Thanquol consigue sobrevivir a la dura prueba, así que Kritislik le libera y ordena a Thanquol que le acompañe, pues el Consejo de los Trece necesita de un sirviente presci... competente para una importante misión. Thanquol no está contento ante esta perspectiva.

Thanquol es llevado a la Cámara del Consejo, en el corazón de la Torre Partida. Los señores de la descomposición le informan a Thanquol de que le necesitan para una misión de gran importancia. Recientemente, se había encontrado la Roca de Gusano, una poderosa arma creada por el clan Pestilens y que se creía perdida desde hace siglos. El Vidente Gris Skabritt la había encontrado pero resultó muerto cuando intentó recuperar y fue su aprendiz Kratch quien informó al consejo de su descubrimiento.

Para que pudiera redimirse de su anteriores fracasos, el Consejo había decidido enviar a Thanquol a Bajo-Altdorf para que actuara como su representante y recuperara el artefacto, antes de que pudiera ser robado. Para ayudarle en su cometido, le devuelven sus posesiones, le hacen entrega de un talismán como símbolo de que estaba allí en como representante del consejo, y dos guardias albinos para que fueran sus guardaespaldas. Antes de que Thanquol partiera, el consejo le advierte de que actúe con máxima cautela y no revele nada de la naturaleza de su misión en Bajo-Altdorf, pues han percibido un crecimiento tendencia independentista y voluntariosa entre los gobernantes de aquella madriguera.

Volviendo a Altdorf, los seis contrabandistas consiguen llegar a su escondrijo, un sótano en desuso en la taberna del Orco y el Hacha, con cuidado de no ser descubiertos por posibles espías de Volk, y con el corpulento Kleiner sujetando la Roca de Gusano contra su pecho. Una vez dentro, ocultan el bloque de Piedra Bruja dentro de un tonel de vinagre. Tras quedar todo asegurado, discuten sobre qué hacer con la piedra. Aunque Kmepf está seguro de que se trata de Piedra Bruja, hace falta verificarlo, así aconseja visitar al doctor Lowen, un alquimista. Para asegurarse de que el doctor no se la juegue, Hans arranca una pequeña esquirla de la roca para llevársela a que la examine.

Teniéndolo todo claro, los seis deciden subir a la taberna a tomarse un trago. Johann está preocupado por que se arriesgan a ser descubiertos por hombres de Volk, pero su hermano Hans le tranquiliza asegurándole que le interesa que puedan estar vigilando el lugar, para asegurarse de que ninguno de ellos decida quedarse con la Piedra Bruja para él solo. Al observar a sus compañeros, Johann que Kleiner se rasca el brazo mientras intentaba calmar una repentina y persistente tos.

En ese momento, entra en la taberna Teodoro Bear, sargento de la Guardia de la Ciudad de Altdorf, con un par de soldados. El sargento se acerca al grupo de Hans a interrogarlos, pues a tenido conocimiento de su enfrentamiento con Volk y sus hombres, y él estaba interesado en arrestarlo. Aunque le gustaría ver desaparecer a Volk, ni Hans ni el resto pueden ayudarlo, así que deciden marcharse de la taberna. Teodoro no hace nada para detenerlos, sino que se queda observando un extraño gusano gordo y verde que había en el lugar en el que se habían sentado la banda de los Dietich.

Horas más tarde, por la noche, Kleiner se encontraba terriblemente mal. Desde que había abandonado la taberna y regresado a su alojamiento, su salud se había deteriorado terriblemente. No dejaba de arrancarse los gusanos que le surgían de la piel y echándolos dentro de un orinal, que acabó tan lleno de aquellas repugnantes y apestosas criaturas, que decidió arrojar su contenido por la ventana. Unos perros flacos se acercaron para lamer el contenido. Kleiner intentó regresar a su lecho, pero se desplomó antes de lograrlo.

No lejos de allí, el sargento Teodoro y sus hombres patrullaban la zona, con la esperanza de capturar a algunos de los hombre de Volk que pudieran estar acechando a la banda de Hans. En ese momento oyen un alarido propio de un niño y corren al lugar de donde procedía. Al llegar a allí se encuentran con una niña pobre que trataba de defenderse de un perro rabioso. Al estudiarlo más detenidamente, Teodoro descubre con repugnancia que centenares de gusanos se retorcían bajo la piel del animal.

Antes de que pueda hacer daño a nadie, el sargento se enfrenta al perro y lo mata. Después ordena a sus hombres que lleven a la asustada niña a un hospicio para que vean si tiene heridas, mientras él se queda estudiando el cadáver del animal. Al morir el perro la mayoría de los gusanos dejaron de moverse, y estos eran exactamente iguales al que había visto en la taberna. Aquello tenía un cariz mucho más grave que un simple asunto entre contrabandistas, ladrones y asesinos, algo corrupto y atroz andaba por las calles de la ciudad.

Con sumo cuidado, metió el cadáver del animal en un saco que llevaba la niña, y se lo llevó a una zona apartada de la ciudad. Una zona que estaba algo más que simplemente olvidada. Estaba dejada de la mano de los dioses. Prohibida. El sargento entró en un almacén aparentemente abandonado, vacío y desvencijado. Pero el edificio tiene mucho más que lo que se observaba a simple vista. Dejó allí el saco con el cadáver y se marchó del lugar. De algún modo, por algún medio, lo que se dejaba en aquel lugar no permanecía allí siendo recogido por un misterioso hombre a quien Teodoro Bear llamaba «amo».

Tras un largo viaje en barca, el Vidente Gris Thanquol llega a la madriguera Skaven de Bajo-Altdorf, acompañado de los Guardias Albinos y de Kratch, que ahora era su aprendiz por orden del Consejo de los Trece, por mucho que a Thanquol le desagradara la idea, pues sospechaba que no lo había contado todo respecto a la Roca de Gusano y la muerte de su anterior maestro, pero de momento lo necesitaba para reconocer el artefacto del Clan Pestilens. Una vez en el puerto de la ciudad, es recibido por representantes del Consejo de Bajo-Altdorf, que lo escoltan al Nido de los Jefes Supremos, desde donde gobiernan la madriguera.

Una vez allí, Thanquol intenta presentarse como representante del Señores de la Descomposición ante los trece líderes de los clanes más poderosos, si bien, apenas logra nada pues los miembros del consejo de Bajo-Altdorf no paran de interrumpirlo para discutir entre ellos. Viskitt Quemacolmillo, uno de los representantes del Clan Skryre, quiere saber si la razón por la que Thanquol está allí era en calidad de espía del Consejo de los Trece. En un arrebato, el pontífice Pestix del Clan Pestilens le acusa de que el motivo de su presencia es por culpa de la tecnomagia herética del Clan Skyre. El caudillo Gashslik del Clan Mors acusa que es la fe de Pestix la que es herética. Rascador Pataherida, Asesino y representante del clan Eshin, interviene acusando de que el clan Skaul de haber atacado el cuartel de sus Acechantes Nocturnos con las armas del clan Skryre.

Pronto, la cámara estalla en un intercambio de acusaciones e insultos entre los miembros del consejo. Thanquol estaba sorprendido de ver semejante animadversión entre la jerarquía de subsuelo de Altdorf. Analizándolo detenidamente, comprendió que esta desunión le resultaría mucho más útil para sus planes, ya que, al ser representante de los Señores de la Descomposición en Plagaskaven, serían ellos los que intentarían ganarse su favor. El único que le preocupaba era el Vidente Gris Thratquee, líder del consejo de Bajo-Altdorf, quien no participó en las riñas de sus colegas sino que estuvo en todo momento estudiando a Thanquol.

En la superficie, los contrabandistas llevan el fragmento de la Roca de Gusano al doctor Loew, quien la analiza y les asegura con casi total seguridad de que es Piedra Bruja, y que podrían obtener mucho dinero con ella, aunque decide quedarse con el fragmento para seguir estudiándolo. Johann le dice que tienen bastante más reservas del mineral y que les vendría bien venderlas lo más rápidamente posible. Loew les aconseja que lo mejor es vender el mineral a alguien fuera de la ciudad y que conoce el contacto adecuado con el que hacer la transacción. Tras decirle que seguiran en contacto, los contrabandistas se marchan. A solas, el alquimista escribe una carta para su contacto en Nuln.

En otra parte de de la ciudad, dos personas estaban realizando una importante investigación en una sala de operaciones de la prestigiosa Universidad de Altdorf. Se tratan del anciano profesor Adelstein, y de Leni Kleifoth, sacerdotisa de Shallya. Y el motivo de su investigación era el estudio del cadáver del perro muerto por Teodoro Bear y de los extraños gusanos que lo infectaban.

Su misión era comprender la naturaleza de la misteriosa infección que había afectado al animal, pero ambos estaban totalmente perplejos ante la situación. Saben que la enfermedad es de origen antinatural, pero lo que más le desconcertaban era que, lo que creían que eran gusanos, en realidad no lo son, ni siquiera son criaturas que estuvieran realmente vivas en sentido estricto, sino más bien son “cosas vivas” compuestas de polvo, un polvo que ni siquiera Adelstein es capaz de identificar. Lo único que ambos sacaron en claro de ese estudio preliminar es que algo oscuro y terrible está sucediendo en la ciudad.

De vuelta a los subsuelos de Altdorf, Rascador Pataherida avanzaba por las tinieblas del viejo sistema de galerías. El asesino Eshin había recibido un mensaje totalmente ultrajante por parte del pontífice Pestix y estaba decidido a ajustarle las cuentas al Sacerdote de la Plaga. Siguiendo su olfato, Rascador y sus dos acompañantes se encuentran con un grupo de desquiciados religiosos de las enfermedades, pero cuando se preparaban para emboscarlos, Pataherida descubre demasiado tarde que todo era una trampa. Sus acompañantes mueren a causa de los vapores emanados por los Incensarios de Plaga de los monjes y él queda muy debilitado y es capturado, siendo llevado ante la presencia de un Skaven con un aspecto terriblemente enfermo, alguien que no era el pontífice Pestix, sino alguien mucho peor.

El sacerdote se presentó como el señor Skrolk, y le dice a Rascador Pataherida que no cuente nada a Pestix, y que desde ese momento deberá obedecerle si quiere recibir el antídoto contra la enfermedad que se habían asentado en su interior.

En otra zona del subsuelo, después de haber visitado a los otros miembros del consejo gobernante del subsuelo de Altdorf, el Vidente Gris Thanquol tiene una audiencia con su homólogo, el Vidente Gris Thratquee, acompañado por su aprendiz Kratch. Como gesto de confianza, Thratquee se muestra bastante honesto con Thanquol, agasanjándolo con quesos y revelándole algunos detalles sobre su protección personal en su nido privado. Thanquol se siente un poco confuso ante semejantes gesto de honradez pero decide no bajar la guardia.

Thanquol informa a Thratquee de que se encontraba allí debido a los Señores de la Descomposición cuestionan la lealtad de Bajo-Altdorf, pero lejos de mostrar la típica actitud de arrepentimiento de los Skavens, Thratquee se muestra bastante indiscreto con su opiniones, consideradas heréticas por Thanquol. Thratquee cree verdaderamente que la política del Consejo de los Trece, así como sus miembros, es inadecuada y tienen que ser reformados. Considera que su la política de conquistar el mundo de la superficie y destruir a los humanos es una insensatez, pues estos son mucho más útiles para los Skavens como esclavos ignorante de los cuales los hombres rata se pudieran aprovechar.

Thratquee sabe que la verdadera razón de su presencia allí es por la Roca de Gusano, y le advierte sobre ciertas cosas que tanto el Consejo de los Trece como su discípulo le ocultaron. Se trata de un arma creada por el Clan Pestilens, cierto, pero no fue creada para ser empleada contra los habitantes de la superficie si no contra los propios Skavens. El Clan Pestilens se la habían entregado a sus aliados del clan Mawrl en la época de las Guerras Civiles entre Skavens, pero el arma acabó destruyendo a todo el clan Mawrl, y para evitar que la infección se propagase, el resto de clanes derrumbaron todas las entradas de la madriguera para que nadie escapase.

Thratquee le hace ver a Thanquol el enorme poder que supone la Roca de Gusano. Con un arma así en su poder, podría derrocar a los actuales señores de la descomposición y ocupar su puesto como gobernante de toda la raza skaven. Thratquee le ofrece Thanquol aliarse con él, prometiéndole grandes recompensas y títulos por sus servicios en su ambición de convertirse en el nuevo Señor de la Videncia de Plagaskaven. Thanquol, pudo apreciar la endemoniada ambición de su homólogo, pero en su manipuladora mente se prometió que si había de haber un nuevo Señor de la Videncia, ese, desde luego, no sería Thratquee.

Mientras tanto, en la ciudad humana, el profesor Adelstein está escribiendo un informe con tinta mágica, para que solo su destinatario pudiera leerlo. En el informe estaba escrito todo lo que había descubierto hasta ese momento estudiando al perro, y al terminar, entregó el mensaje a una misteriosa criatura parecida a uno de los lagartos voladores de Lustria. La criatura voló para entregarle ese informe a su amo, la misma persona a la que el profesor servía, al igual que Leni Kleifoth y Teodoro Bear.

Vuelta abajo, después de su charla con Thratquee, Thanquol lideraba desde la retaguardia una expedición para recuperar la Roca de Gusano, compuesta por una variada colección de guerreros y especialistas que le habían cedido los clanes de la ciudad subterránea: espadachines de los clanes de los señores de la guerra, exploradores del clan Eshin y del clan Skaul, francotiradores y lanzadores de globos del clan Skryre, monjes del clan Pestilens, señores de las bestias del clan Moulder, etcétera, y también se encontraba con él algunos importantes miembros como el cantor Pusseco y el Ingeniero Brujo Viskitt Quemacolmillo.

Ciertamente aquella banda resultaba más grande de lo que había esperado, pues todos los clanes buscaban congraciarse con Thanquol pues, al ser el representante del Consejo de los Trece, sería contraproducente desairarlo. Por supuesto, Thanquol andaba con cuatro ojos ante posibles traiciones, pues siempre cabría la posibilidad de que algunos de su “desinteresados” colaboradores pudieran aprovechar la oportunidad para hacerse con la Roca de Gusano, algo que para Thanquol podría ocurrir con bastante probabilidad, especialmente tras su entrevista con el Vidente Gris Thratquee.

También estaba Kratch, desde la última conversación confiaba cada vez menos en su discípulo pues le había ocultado información y sospechaba que le ocultaba aún más cosas. En un momento a solas, interrogó a Kratch para que le hablara más sobre la desafortunada muerte de su anterior mentor, pero Kratch le asegura que Skabritt murió a causa de un derrumbe. Thanquol no se fía nada de él, así que le ordena que vaya por delante suya, pues si algo malo pasa, Kratch sería el primero en sufrirlo, y ordena a su Guardaespaldas Albinos que estén atentos a cualquier comportamiento extraño del aprendiz.

Thanquol estudió un momento la situación y estuvo tentado a abandonar aquel lugar pero pronto descartó la idea. El modo como las sombras parecían enroscarse en los pilares de aquella sección de los subterráneos para formar amenazadoras zonas oscuras contribuyó bastante a esa decisión. Thanquol giró sobre sí mismo y corrió tras los guerreros alimañas.

Después de que el vidente gris se desvaneciera dentro del túnel, una sombra se separó de un pilar cercano. Tras enfundar la espada, Pataherida estaba decepcionado pues comprendía que matar a Thanquol no sería fácil.

En la superficie, los hermanos Dietrich estaban discutiendo. Kleiner no daba señales de vida y Johann estaba preocupado por él. La otra noche después de marcharse de la taberna presentaba un aspecto bastante enfermo cuando se marcharon de la taberna del Orco y el Hacha, además también estaba la posibilidad de que hubiese sido capturado por Volk. Por su parte Hans trataba de quitarle hierro al asunto, y de que si realmente hubiese sido capturado por Volk, solo supondría que serían menos a repartir el botín por vender la Piedra Bruja. Solo cuando Johann le habló de la posibilidad de que Volk le hiciera cantar sobre el asunto, Hans sintió una repentina preocupación por la salud de su compañero.

Al llegar al edificio donde vive Kleiner ven al sargento Teodoro y a uno de sus hombres salir de él, por lo que ambos creen que ha sido arrestado y enviado al Alcázar Mundsen. Para Hans aquello era mejor que la idea de que Kleiner hubiese sido capturado por Volk, pues implicaría que su compañero contrabandista no hablaría nada sobre la Piedra Bruja, y le aseguró a su hermano que lo sacaría de allí una vez hubieran vendido el mineral mágico. Ahora su única preocupación era el persistente y molesto picor que sentía en su cuerpo.

Lo que ninguno de los dos hermanos saben es que su compañero Kleiner llevaba horas muerto. Teodoro y sus hombres habían estado vigilando las calles desde el encuentro con el perro, pues el sargento descartaba que hubiese sido un caso aislado. Habían entrado corriendo al edificio cuando oyeron los gritos de la casera. Al entrar en el apartamento de Kleiner, Teodoro se encontró con una escena horrible y difícilmente olvidable. Ordenó a unos de sus hombres que se quedara vigilando y no permitiera la entrada a nadie al apartamento. Él, por su parte, se excusó asegurando de que iría a informar al capitán de la guardia del descubrimiento, aunque en realidad iría a informar a alguien muchos más importante y poderoso que el capitán.

Mientras tanto, los skavens liderados por Thanquol llegan finalmente a la sala donde se encontraba la Roca de Gusano, y para horror de Kratch, el preciado artefacto no se encontraba en el lugar. El Vidente gris le suelta una retahíla de insultos e improperios sobre su discípulo y empieza a cuestionarse seriamente su utilidad. Mientras tanto, el cantor Pusseco y sus monjes de la plaga rebuscan entre las ruinas encontrado algo de gran importancia para el vidente gris, pero antes de que pudieran explicarle a Thanquol, un grupo de Acechantes Nocturnos del Clan Eshin se abalanzan repentinamente desde las sombras y matan a todos los monjes de Plaga, desatando el caos entre los Skavens, que se lanzan unos contra otros mientras otros tratan de no verse involucrados en la contienda.

Aprovechando esta locura, varios Asesinos Eshin se acercan a Thanquol y uno le lanza un proyectil envenenado, pero para su fortuna, un Ingeniero Brujo se interpone entre él y el proyectil, cayendo muerto sobre Thanquol. Los Guardias Albinos tratan de contener a los Asesinos pero no son suficientes, así que Thanquol saca un pequeño fragmento de Piedra Bruja de sus ropajes y se la traga. Revigorizado con las disformes energía recorriéndole su cuerpo, el Vidente Gris utiliza sus poderes para matar a todos y cada uno de los asesinos, mostrando a todos los presentes su formidable poder, lo que detiene la lucha.

Después de proporcionarle al último Asesino una larga y dolorosa muerte, Thanquol lanza una colérica mirada a todos los Skavens que no se atrevieron a auxiliarlo, especialmente a Kratch. Aprovechando el terror que había desencadenado en el corazón de sus subalternos, Thanquol les ordenó que continúen la búsqueda de cualquier pista de la Roca de Gusano si no quería sufrir la misma suerte. Para dar más fuerza a sus palabras, Thanquol tocó con los dedos el talismán de la Torre Partida. El recordatorio bastó. Guerreros skavens e ingenieros brujos, exploradores del clan Skaul y señores de las bestias del clan Moulder, en masa ansiosa y atemorizada, se escabulleron por el pasadizo y entraron en la caverna, casi tropezando unos con otros en su prisa por apaciguar la cólera del vidente gris.

Cuando se dispuso a seguir a sus subalternos, el vidente gris no prestó atención aun montón de escombros derrumbados, sin percatarse de un débil pero persistente rascar que procedía del interior del hundimiento.

En la superficie, Kakob Helmer, el guardia que Teodoro Bear había apostado para vigilar el apartamento del contrabandista Kleiner maldecía su suerte. Llevaba horas vigilando el lugar, el helor nocturno empezaba a infiltrarse en el edificio y empezaba a sentirse cansado. Creyó ver una extraña figura envuelta en las sombras y oir ruidos procedentes de las escaleras, pero tras comprobarlo, vio que allí no había nada ni nadie, volviendo a su posición y achacando aquella visión a su imaginación fruto del cansancio y aburrimiento.

Lo que no sabía es que que tanto el sonido como la siniestra silueta eran efectos ilusorios que había implantado en su cerebro una voluntad externa, que aprovechó ese breve momento de distracción del guardia figura para colarse dentro del apartamento. A pesar de la total oscuridad en que se encontraba la sórdida habitación, el intruso se movió por ella con la facilidad de un experto, y sólo el suave susurro de una capa delataba su presencia.

La misteriosa figura se acercó al cadáver del contrabandista, que presentaba los mismo efectos similares a los informes que le habían redactado. Convenientemente protegido, removió entre la horrorosa masa que había sido el contrabandista Kleiner, sacó un gusano y lo guardó en un frasco. Después se puso a investigar el lugar hasta que consideró que era el momento de marcharse. Tenía una idea de qué clase de muerte había tenido lugar en aquella habitación, pero aún tenía que averiguar el cómo había llegado a Altdorf.

Al salir no tuvo necesidad de hechizar los sentidos del Jakob Helmer; hacía ya algunas horas que el guardia se había dormido en su puesto, ignorante de todo lo que estaba ocurriendo, al igual que el resto de la ciudad. Para el misterioso visitante. El conocimiento de aquello provocaría pánico. Ahora que había examinado lo que él había encontrado, ordenaría a Teodoro Bear que destruyera las pruebas de cómo había muerto Kleiner. Se conservaría el secreto y se mantendría la ignorancia de las pululantes masas de Altdorf.

El vidente gris Thanquol se encontraba dentro de la madriguera del clan Marwl, supervisando los frenéticos esfuerzos que realizaban sus subalternos por encontrar hasta el más diminuto de los fragmentos de la desaparecida Roca de Gusano, y dado que los ahora fallecidos monjes de la plaga había recogido los extraños gusanos verdes, ordenó a Kratch que los reuniera todos. La esmerada atención con que Kratch evitaba tocar aquellos secos gusanos desmenuzables no le pasó por alto a Thanquol.

Pronto quedó explicada la suerte corrida por la propia Roca de Gusano. Los miembros del clan Skaul hallaron huellas humanas, y a juzgar por la profundidad de las mismas, se habían llevado algo muy pesado del lugar. Los miembros del clan Skaul le ofrecieron rápidamente sus servicios para rastrear a los errantes humanos. Su portavoz, un anciano espía encorvado llamado Skrim Muerdecola, prometió que la red Skaul de informadores entre los humanos de Altdorf localizaría con rapidez a los hombres que se habían llevado el artefacto.

Con sus garras enfundadas en hierro, Viskitt Quemacolmillo mostraba un gran interés por los extraños fragmento de la Roca de Gusano, y le expresó al Vidente Gris su deseo de estudiarlas. Thanquol accedió a su petición pero solo si estaba presente. No quería que los secretos que descubriera cayera en las garras del clan Skryre, y se aseguraría de que Quemacolmillo no pudiera enviar ningún informe llegara hasta el señor de disformidad Quilisk, lider supremo del clan.

En ese momento, se escuchan chillidos de terror desde la otra galería, y Kratch grita de horror al ver que la monstruosa bestia rata continuaba viva antes de escabullirse. Thanquol ordenó a los aterrados Skavens que atacaran a la criaturas empleando su magia para motivarlos, pero aún así, la bestia-rata provocó una verdadera matanza y pronto Thanquol y el resto de Skavens empezaron a huir como podía.

Aprovechando que la bestia estaba distraída matando a otros Skavens, Quemacolmillo ordena a los portadores de los lanzallamas de Disformidad que quemaran al monstruo. Uno de los Guardaespaldas Albinos se abalanzó sobre Thanquol para evitar que fuera alcanzado por la llamarada. A pesar del ardiente castigo, la criatura sobrevivió y salió huyendo del lugar enloquecida por el dolor, aplastando a más Skavens en su huida, con dirección a las aguas estancadas de las alcantarillas de Altdorf que estaban más allá de los túneles Skavens

Tras golpear a su discípulo Kratch por no contarle nada sobre el monstruo Thanquol, ordenó a los que había sobrevivido regresar rapidamente a Bajo-Altdorf.

En la superficie, a espaldas de sus compañeros, Kemps estaba vendiendo fragmentos de las Roca de Gusano a Saltapié el Ratón, un astuto perista Halfling. Saltapié sabe muy bien que Kemps necesita dinero para comprarle droga al narcotraficante Otto Ali, que trata de ser encontrado por Volk y sus hombres, y que también que no desea que Hans y los suyos sepan que está realizando chanchullos a sus espaldas, así que le compra los fragmentos por un precio más bajo de lo que realmente valen, a cambio de mantener la boca cerrada de todo aquello. Kemps no tiene más opción que aceptar el desfavorable trato, y se marcha rápidamente al antro de droga de Alí.

El vidente gris Thanquol avanzaba por las atestadas calles del subsuelo de Altdorf. A su regreso a la madriguera, había informado al Consejo de Altdorf de los acontecido y, enfrentando a un clan con otro, se había apresurado a acusar a cada uno de estar detrás de la conspiración para asesinarlo. Rascador Pataherida estaba presente y rechazaba las acusaciones de que el clan Eshin estaba detrás del ataque.

Sea como fuera, todos los clanes entregan una cantidad considerable de piezas Brujas a Thanquol como un signo de su lealtad al Vidente gris. Aún así, Thanquol no estuva convencido de la inocencia de Pataherida, pero aún menos de que ninguno de los otros no fuera culpable, incluyendo al vidente gris Thratquee en el grupo de sospechosos. Thanquol no aceptó más refuerzos de los jefes de clan. Los restos de su primer séquito, los que habían sobrevivido a los ataques de los asesinos y de la rata bestia, eran suficientes para sus propósitos y, sobre todo, podía suponía que no habían estado implicados en la conspiración destinada a matarlo a él.

Con los fragmentos de la Roca de Gusano en su poder, el Vidente Gris necesitaba conocer sus capacidades así como también saber cómo protegerse de sus efectos, por lo que se dirigió al distrito mercantil de la madriguera con intención de comprar esclavos skavens y humanos para usarlos como sujetos de prueba. Igualmente, conspiranoico antes posibles traiciones, consideraba que necesitaba protección extra, una que no conspirara a sus espaldas y no huyera ante el peligro, aún contando con los dos Guardias Albinos, así que se acercó al distrito Moulder para comprar la rata ogro mas grande y fiera del mercado, encontrándose con una monstruosidad de tres brazos y un largo cuerno en la cabeza. Considerándola una señal de la Gran Rata Cornuda, se hizo con la bestia, bautizándola como Destripahuesos.

Por su parte, Teodoro Bear se reúne con su misteriosos señor en la Taberna del Murciélago Negro, en una zona privada de oculta mediante sombras mágicas. Le informa de que, siguiendo sus ordenes, quemó el cadáver de Kleiner y tiene su habitación puesta en cuarentena. También le dice que tiene a sus hombres buscando a los restantes miembros de la banda con la orden de detenerlos en cuanto los vean. Su señor le ordena que cancele esa última orden y que sus hombres se limiten a seguirlos. Concluida la conversación Bear se marcha.

En otra parte de la ciudad Kempf llega hasta el antro de droga de Otto Alí. Era tal sus necesidad de Polvo Negro, que no se da cuenta de que estaba siendo seguido. Tras demostrarle a Alí que tiene dinero con el que pagar, le alojan en uno de los camastros de la estancia y le dan una pipa para que fume la droga y se suma en los sueños alucinógenos.

Tan sumido estaba, que no le dio importancia a la extraña criatura que le pareció un perro quese había acercado a olerlo ni a la conversación que mantuvo con Otto Alí con su de voz chirriante. Resulta que Alí es uno de los contactos humanos de los Skavens. El Hombre Rata había olfateado esencia de la Piedra Bruja en Kempf y ordena a Otto Alí que lo retenga en el local el máximo tiempo posible, a cambio de más oro y Polvo Negro.

En otro lugar, un hombre llamado Ludwig Rothfels entraba en una bodega situado en la zona portuaria. Ludwig había sido un antiguo agitador de masas que en el pasado se había unido a un grupo revolucionario que se daba a sí mismo el nombre de Garra Roja que luchaba contra la opresión de las clases altas. Ludwig descubrió para horror suyo que la Garra Roja era un culto proscrito del Caos, y hubiese sido asesinado de no ser por la oportuna aparición de un hechicero de las Sombras, que mató a todos los ocultistas y le rescató.

El hechicero, al que Ludwig conoce como Jeremías Scrivner, le obligó a convertirse en su sirviente y su espía (después de todo, la otra opción era ser ejecutado por conspiración), y ahora estaba allí para informar a su señor de que había localizado a Johann Dietrich y había seguido todos sus movimientos. Le informa de que había visitado la tienda del alquimista Lucas Phillip Loew, y que después había marchado hasta la taberna La Corona y Dos Presidentes, de donde no salió. Scrivner le ordena que vigile la tienda del doctor Loew y que observe a todos los que entran y salen del lugar hasta que reciba nuevas instrucciones.

En la madriguera Skaven, Thanquol caminaba por las calles de la zona del laberinto perteneciente al clan Moulder con Destripahuesos, Kratch y los dos guardias albinos, cuando se encontró con una nueva amenaza. Un numerosos grupo de Ratas Lobos habían sido liberadas de su jaulas y lanzadas contra el Vidente Gris y su séquito. Thanquol ordenó a los suyos resistir el ataque de las bestias mientras el recurría a sus poderes para hacer frente. Los guardias albinos consiguieron retener el avance de la bestias, y uno murió cuando Thanquol hizo uso de sus poderes contra dos de las bestia, terminando incinerado.

Otras dos Ratas Lobo superaron al otro guardia persona y se lanzaron sobre el Vidente Gris. Este intentó hacer uso de sus poderes pero alguien le empujó por detrás y lo derribó. Hubiese acabado en las fauces de las bestias de no ser por la oportuna intervención de Destripahuesos, que atrapó a las criaturas con sus enormes manazas y las aplastó. Todas las Ratas Lobo acabaron muertas, y como recompensa, Thanquol permitió que Destripahuesos se pusiera a devorar la carroña. Por otro lado, miraba furiosamente a Kratch, tentado de destruirlo. Estaba seguro de que había sido él quien le había empujado a traición, pero se recordó que tal vez aún podría necesitarlo, y por prudencia, atribuyó el empujón a un accidente inocente.

Una rápida investigación del tramo del túnel que quedaba por delante, Thanquol descubrió a un mercader del clan Moulder muerto y una perrera vacía, encontrando un trozo de su ropón, que se había ensuciado durante la lucha en la madriguera del clan Mawrl, aferrado en una garra del Skaven muerto. Para Thanquol, estaba claro que tenía enemigos en el subsuelo de Altdorf que deseaban verlo muerto, y seguramente lo volverían a intentar otro atentado. Con esto en mente, decidió gastarse más piezas de disformidad en comprarse armaduras y protecciones en las tiendas del Clan Mors y que luego visitaría el templo para hacerse con amuletos protectores, por si acaso sus enemigos decidían usar algo menos tangible que un cuchillo o una rata lobo.

De vuelta a la superficie Jeremías Scrivner, envuelto en sombras, entra en la en la tienda del Doctor Loew, pero es descubierto por el alquimista. El hechicero trata de convencerlo de que renuncia al mineral mágico que le habían traído la banda de los hermanos Dietrich, pero Loew, cuya codicia superaba su miedo, se niega y se lanza sobre él. Scrivner emplea sus poderes para tratar de hechizarlo, pero su conjuro es interrumpido ante una nueva e inesperada amenaza.

La Bestia Rata a la que se había enfrentado Thanquol surge inesperadamente del suelo, sorprendiendo a los dos hombres. El monstruo no les presta atención, sino que se pone a buscar algo en la tienda. Loew comprende con horror que lo que buscaba el monstruo eran los fragmentos de la piedra Bruja, que había guardado en una caja de metal, y le lanza un frasco con ácido. La bestia se enfurece y Scrivner se ve obligado a usar sus poderes para intentar contener a la bestia.

Dejando que la codicia volviera a imponerse sobre el terror, Loew recuperó la caja y decidió acabar con aquellos dos intrusos. Aprovechando que Jeremías retenía a la criatura con ligaduras de sombras, el Alquimista cogió un frasco de su laboratorio que contiene una sustancia altamente explosiva, que explota a los pocos segundos de ser expuesto el aire. Loew le quita la tapa y se dispone a lanzar el frasco antes de que estalle, pero un cuchillo de sombras lanzado por el hechicero alcanza a Loew, que se distrae los segundos suficiente para que la volátil mezcla .

Scrivner es lanzado hacia atrás por la fuerza explosiva y el fuego empieza extenderse rápidamente por todo el local. La bestia Rata atraviesa las llamas en dirección a la última vez que había visto la caja, mientras que el hechicero tiene que ser rescatado por Teodoro y otros de sus subordinados, dejando a Loew condenado a su suerte. Scrivner ordena a sus hombres evacuar los edificios circundantes, dejar que la tienda de Loew se consuma pero asegurador de que no se extienda. Estar alerta a cualquier cosa que trate de escapar de las llamas y, si es posible, recuperar una caja de metal de las cenizas.

Mientras tanto, en el subsuelo de Altdorf, el vidente gris Thanquol se mostraba preocupado por los últimos atentados contra su vida que había sufrido, y sospechaba que era para evitar que pudiera hacerse con la Roca de Gusano. Y no era para menos. Junto a Quemacolmillo, había estado experimentando con los sujetos que había adquirido en el mercado de esclavos, exponiéndolos a los fragmentos de la Roca que había conseguido rescatar de la madriguera del Clan Marwl. Los resultados demostraban el terrible poder de aquel arma.

Los Skavens enfermaban rápidamente tras ser infectados y morían en poco tiempo, como mucho en unas pocas horas, generando un montón de Gusanos verdes que podían transmitir la infección a más Skavens. Los humanos, por su parte, no eran inmunes a la infección, pero podía resistir durante días antes de enfermar a causa de la exposición, generando menos gusanos tras su horrible y lenta muerte.

Sin todavía descubrir la razón de esto último, a Thanquol no se le escapó el hecho de que la Roca de Gusano resultaba un arma muchísimo más peligrosa para los propios Skavens que para cualquier otra raza. Por un lado le aterraba la razón por la que los trece señores de la descomposición querrían recuperar esa arma, por otro lado, Thanquol empezó a maquinar la forma en que podría emplear la Roca de Gusano en su propio beneficio.

Sus ensoñaciones se vieron interrumpidas con la llegada de Skrim Muerdecola del clan Skaul, para llevarle el mensaje de que había encontrado a uno de los contrabandista que se habían llevado la Roca de Gusano. Thanquol le ordenó que le condujera hasta el humano para comprobar por sí mismo si era cierto.

En la superficie, Johann estaba preocupado por su hermano Hans, cuyo estado de salud se deterioraba por momentos. Junto a él, estaban el resto de miembros de la banda, salvo Kempf, y Argula Cranach, la amante de Hans, que se habían reunido alrededor de la cama en la que estaba postrado Hans en la Taberna de La Corona y Dos Presidentes. A pesar de la insistencia de Hans de que encontraba bien, Johann no podía soportar verlo en ese estado y plantea la idea de ir tras un médico. El resto de la banda se lo desaconseja, pues a lo no aparición de Kempf hacen que tema que haya sido capturado por Volk y le hiciera confesar todo. Aún así, está decidido a buscarle un médico a su hermano.

Al salir del local se encontró con Ludwig Rothfels, quien aparentemente había escuchado la conversación a través de la ventana abierta. A cambio de una pequeña propina, le prometió que le traería una sacerdotisa de Shallya para su hermano. Johann aceptó el trato, dándole una moneda de plata con la promesa de otra si traía a la sacerdotisa ante que él a un médico. Satisfecho de sí mismo, Ludwing se marchó a toda prisa para avisar a su amo y enviar un mensaje a la hermana Kleifoth. No solo había verificado el actual escondite de los hermanos Dietrich, sino que podría poner a la sacerdotisa para que vigilara a los contrabandistas desde dentro de su propio escondrijo.

Por otro lado, Kempf había regresado una vez más al fumadero de Otto Alí en busca de más Polvo Negro, y se encontraba postrado en sus ensoñaciones en un apartado privado. Sin que sospechara nada, Thanquol también estaba allí y había confirmado que se trataba de uno de los hombres que se habían llevado la Roca de Gusano. Satisfecho, ahora solo le quedaba esperar a que despertara.

De repente, el antro de droga se oyeron gritos procedentes de la sala principal, tanto de los consumidores como de los propio guardias de Ali. Thanquol se horrorizó al comprobar que se trataba del asesino Rascador Pataherida, que estaba allí para matarlo, acabando con todos los que se interponían entre él y su objetivo. El caos se desató cuando el Vidente Gris llamó a sus guerreros y a Destripahuesos para que le protegiera. Rascador le lanzó estrellas arrojadizas envenenadas pero Thanquol se salvó cuando usó al último guardia albino para salvarse. Viendo que había fracasado y ante la resistencia que empezaba a formarse en torno a Thanquol, Rascador se vio obligado a huir del local.

Skrim Muerdecola prohibió que ninguno de los Hombres Rata salieran a perseguirlo, para evitar ser vistos por los habitantes de la ciudad y ordenó a los hombres de Otto que persiguieran al asesino. Cuando el silencio volvió a imperar en el fumadero de droga, los skavens del clan Skaul comenzaron a prender a los adictos que habían sido sacados de su estupor por la violencia que se había desatado. Thanquol estaba furioso ante ese nuevo ataque contra su vida y ordenó que se secuestraran a Kempf, pero tras robarle la idea a Skrim, sugirió esperar a que despertara para poder seguirlo hasta el lugar en la que estaba oculta la Roca de Gusano.

Por su parte, Rascador Pataherida logró deshacerse de los matones de Otto Alí, pero se encontró con una nueva amenaza que no esperaba. Jeremías Scrivner, el hechicero de las sombras, había salido al encuentro del Asesino Skaven. Había ido allí siguiendo a Kempf y ahora trataba de capturar al Skaven para poder interrogarlo, pero Pataherida consiguió escapar huyendo por los tejados.

En el antro, Kempf había despertado de sus sueños en el que creía había visto ratas humanoides. Estaba furioso por que le habían quitado el dinero y al parecer alguien le había meado encima. Otto se excusó diciendo que todo había sido culpa de los Ganchos, que además de eso, también le había robado casi todo el Polvo Negro dejándole con muy poca mercancía. Kempf le imploró que no vendiera su última reserva de Polvo Negro, asegurándole que en una pocas horas volvería con más dinero para comprárselo. Otto aceptó y dejó que se marchara.

Tras ello, se posó ante el Vidente Gris, informándole de que el contrabandista iría a por más Piedra Bruja. Irritado por el sonido de su voz, Thanquol le pisó el cuello con desprecio y ordenó a Muerdecola y a sus exploradores que siguieran al humano. Tendría que ser fácil pues le había rociado con su propio almizcle. Después, ordenó a Kratch que fuera en busca del Ingeniero Quemacolmillo y el resto de secuaces para capturar a Kempf. El aprendiz le preguntó si intuía peligro pero Thanquol le amonestó violentamente, diciéndole que se callara y se diera prisa.

Una vez solo, el Vidente Gris se puso a reflexionar. Con el último Guardia Albino muerto, sólo quedaba su traicionero y cobarde aprendiz como el último posible informador del Consejo de los Trece sobre la Roca de Gusano. Pensó que sería mejor deshacerse del Kratch en cuanto pudiera y quedarse con la Roca de Gusano para él solo, ya que él era el Skaven más capacitado para hacer un uso adecuado de semejante arma. Al moverse, Thanquol advirtió que, en su colérico estallido contra Kratch, había aplicado demasiada presión sobre el cuello Alí y lo había matado. El Vidente Gris pateó el cadáver con desprecio.

En la taberna de La Corona y Dos Presidentes, Johann cada vez perdía más la paciencia con Sergei Kawolsld, un boticario que era lo más parecido a un médico que había podido encontrar, sin embargo no estaba realizando demasiado bien su trabajo en tratar a Hans. En cuanto llegó la sacerdotisa Leni Kleifoth demostrando tener mejores conocimientos que Sergei, Johann le despidió inmediatamente sin darle sus honorarios.

Kleifoth le dijo a Johann que su hermano había sido expuesto a algo nocivo, y que necesitaba una muestra de aquello que lo había enfermado para poder tratarlo. Johann salió corriendo de la taberna para irse al escondrijo de la taberna del Orco y el Hacha a por una muestra de la Roca de Gusano. La sacerdotisa se sentía mal por haberlo engañado. Sabía de antemano que Hans estaba condenado y que no tenía salvación alguna, pero necesitaba saber donde se encontraba el artefacto que causaba aquella terrible infección. Ahora Ludwig Rothfels se ocuparía de seguir el rastro a Johann hasta el lugar en que los contrabandistas habían ocultado su hallazgo y avisaría a su amo.

Johann corrió con suma cautela por las callejuelas, evitando ser descubierto por los hombres de Volk, que todavía lo buscaba e incluso había hombres apostados en la sala principal de la taberna. Con la máxima precaución, consiguió entrar en la bodega del local, solo para encontrarse con Kempf tratando desesperadamente de arrancar unas esquirlas a la Roca de Gusano. Johann confronta con su traicionero socio y trata de advertirle de lo peligroso que es aquel mineral pero Kempf se niega a creerle.

Antes de que los dos hombres se enzarzaran en una pelea, los Skavens, comandados por Thanquol, entraron a tropel en la estancia dispuestos a matarlos y ha hacerse con la roca. Pero antes de que los hombres ratas se abalanzaron sobre ellos, se ven refrendado por un terror ancestral al ver panteras negras en la estancia, que cada vez se envolvía más en las sombras. El Vidente gris se dio cuenta de que se trataba de una ilusión, consiguió deshacer momentáneamente la magia de Jeremías Scrivner, y ordenó a los suyos atacar.

El hechicero consiguió rescatar a los dos hombres y les ordenó huir escaleras arriba mientras él hacía frente a los Skavens. Empleando su magia ilusoria y su poder de las sombras, conseguía engañar a los skavens para que se atacaran los unos a los otros mientras aprovechaba para ensartarlos con su espada o con cuchillas de oscuridad solidificada. Presas del miedo, algunos hombres rata empezaban a huir, con Viskitt Quemacolmillo y Skrim Muerdecola en cabeza. Por su parte, otros Skavens, consiguieron superar al hechicero y fueron en persecución de los contrabandistas. Johann les hizo frente mientras que Kempf no dejaba de gimotear de que sus sueños se habían vuelto reales.

Tratando mantener el control de la situación Thanquol, se enfrentó a un duelo mágico pero así tenía serios problemas para hacerle frente, aun contando con la ayuda de su Rata Ogro Guardaespaldas Destripahuesos, que había acudido en su ayuda. Ordenó a su aprendiz que recuperara la Roca de Gusano mientras el mantenía ocupado al mago, antes de tomarse un pequeño fragmento de piedra bruja para reforzar su poderes.

Mientras el Vidente Gris y el hechicero de las sombras combatían, Kratch consiguió llegar hasta la Roca de Gusano, y ordenó a dos ingenieros brujos convenientemente protegidos que guardaran el valioso mineral en una caja creada específicamente para albergar la roca sin peligro, después le ordenó que regresaran a los túneles.

Tras seguirles por el agujero por el que habían entrado, Kratch consideró que había llegado el momento de deshacerse de Thanquol. La Roca de Gusano ahora estaba en su poder y el Vidente Gris era una amenaza para sus planes. Así que aprovechó la situación para realizar un conjuro que provocara el derrumbe del techo de la bodega y salió huyendo antes de que toneladas de roca, tierra y madera cayeran sobre Thanquol, Jeremías Scrivner y los Skavens que aún se encontraban en el lugar.

Kratch quedó casi decepcionado, pues había bastado con el mismo truco con que había usado contra Skabritt, pero daba igual. Ahora la Roca de Gusano era suya y solo suya, y podía usarla para conseguir favores, recompensas y protección del Consejo de los Trece. Kratch y el resto de Skavens supervivientes recorrieron unos pocos metros del alcantarillado cuando se encontraron frente a una amenaza inesperada. Rascador Pataherida, rodeado por filas de sus seguidores, estaba allí para hacerse con la Roca de Gusano.

Desafortunadamente para Kratch, Thanquol consiguió sobrevivir al derrumbe. Justo antes de que el techo de la bodega cediera por su traicionero acto, Destripahuesos se lanzó sobre Thanquol y lo protegió con su enorme corpachón, soportando con sus poderosos músculos las toneladas de ruinas. Exceptuando a su Rata Ogro, Thanquol consideró que había sido el único que había logrado sobrevivir, y ahora estaba deseoso de vengarse de su discípulo. Ignorando las súplicas de los skavens que habían quedado atrapados, ordenó a Destripahuesos que comenzara a cavar.

Por otro lado, Johann se enfrentaba a un par de Skavens que habían logrado sobrevivir. Presa de la locura Kempf se lanzó sobre uno de ellos, matándose mutuamente mientras que el otro caía bajo la magia de Jeremías Scrivner, que también había sobrevivido al derrumbe, y le ordenó al contrabandista que le acompañara al Salón de la taberna. Una vez allí, Johann se encuentra con que el local está lleno de hombres del hechicero. Uno de ellos, un Enano, le informan que se hicieron cargo de los hombres de Volk que estaban allí. El hechicero ordena que se rematen a los Skavens heridos que encuentren en la bodega.

Ludwig Rothfels, entra en el local e informa que Gustav Volk y cinco de sus hombres habían abandonado la taberna Orco y Hacha poco antes de que los agentes de Jeremías hubiesen ocupado sus posiciones. Al parecer, había marchado con Sergei Kawolski. Johann pidió ayuda al hechicero, pues aquello significaba que Sergei llevaría a Volk hasta su hermano. El hechicero accede a su petición y marcha en su búsqueda, recordándole al contrabandista que ese sería una deuda que tendría que pagar.

En las alcantarillas, Thanquol y su guardaespaldas siguieron el olor de los Skavens para perseguir a Kratch y al resto del grupo, solo para encontrarse con que su traicionero aprendiz y su banda habían caído en una emboscada preparada por Rascador Pataherida. Kratch y el resto se habían visto obligados a escapar de los guerreros del asesino Eshin, pero su huida se vio bruscamente detenida por Destripahuesos. Después de que la rata ogro despachara a unos cuantos de los que iban a la cabeza, la antigua banda de Thanquol se humilla ante el Vidente Gris, pidiéndole misericordia y jurándole eterna lealtad, aunque este no estaba para nada interesado en sus falsas promesas, mirándolos a todos con odio, especialmente a su aprendiz.

Un aterrado Kratch le implora piedad, asegurándole de que había salvado la Roca de Gusano de los verdaderos traidores, pues habían sido atacados por Rascador Pataherida y sus guerreros, y que había sido el asesino quien había estado detrás de los ataques. Kratch aconsejaba huir, pero en lugar de eso, Thanquol ordenó regresar para hacer frente a las fuerzas de Pataherida, agarrándolo a su discípulo y arrastrándolo a la refriega.

Al llegar al lugar, vio que las fuerzas de Rascador estaban formadas por guerreros de todos los principales clanes del subsuelo de Altdorf, que superaba con mucho a sus propias tropas. Rascador se había gastado gran parte de los recursos de su clan para contratar a guerreros para recuperar la Roca de Gusano y dársela a Skroll a cambio del antídoto contra la enfermedad que lo infectaba.

En cambio, desde la paranoica perspectiva de Thanquol, todo aquel ejército, con guerreros del clan Mors, Ratas Ogros del clan Moulder, maquinas infernales del clan Skryre, etc... no era sino una prueba irrefutable de una conspiración por parte de los Señores de Bajo-Altdorf para hacerse con la roca.¡Pataherida no era más que una cabeza visible, el verdadero villano era el Vidente Gris Thratquee! Después de todo, le había hablado de sus intenciones para con la Roca de Gusano para levantar una hereje Nueva Plagaskaven. Thanquol estaba dispuesto a demostrar a esa vieja rata corrupta cuan equivocado estaba.

Viendo que era el momento ideal de deshacerse de su discípulo,Thanquol le agarró con fuerza y vinculó la magia de Kratch con él, desatando el temido hechizo del Hambre Negra sobre los Skavens enemigos, mientras Kratch se iba debilitando cada vez más al ver cómo su energía mágica le era arrebatada. En pocos segundos, el ejército de Pataherida se transformó en un horda furiosa que se atacaban salvajemente al verse dominados por una furia desenfrenada y inhumana, producto del hambre caníbal e insaciable que se había instalado en sus estómagos.

Thanquol ordenó entonces a sus diezmadas tropas largarse de aquella carnicería, dejando Kratch a su suerte. Pero no regresarían a la madriguera de Altdorf, ya que consideraba el lugar un nido de traidores, buscaría refugio en otro lugar donde preparar su venganza.

Pero al igual que Kratch se había precipitado antes a dar por muerto a su maestro, Thanquol también se había precipitado en sus presunciones con respecto a su discípulo. A duras penas y con algo de suerte, Kratch había sobrevivido al hechizo y había sido una bendición que ninguno de los enloquecidos Skavens hubiese caído sobre él mientras estaba indefenso.

Cuando la matanza terminó, la mayoría de los Skavens de Pataherida estaban muertos. Desde su posición, Kratch advirtió que el propio Pataherida estaban entre los escasos supervivientes, y se largó de aquel lugar de muerte. Tras asegurarse de que no hubiera peligro alguno, Kratch se levantó y decidió seguir al Asesino Eshin. ¡Con su ayuda, se vengaría de su antiguo y traicionero maestro!

En la superficie, el perista Halfling Saltapie el Ratón oyó ruidos extraños en su tienda. Creyendo que se trataban de meros ladrones, salió a su encuentro armado con un trabuco, pero lo que se encontró era la temible Bestia Rata. Fue tal su miedo, que el Halfling no se atrevió atacar al monstruo, si no que se escabulló, incluso cuando la criatura empezó a roer la caja fuerte donde tenía sus dinero, joyas y los fragmentos de piedra bruja que le había comprado a Kempf. Cuando logró convencer a un grupo de personas de que no estaba loco, volvió a la tienda. La Bestia Rata no estaba, y había desaparecido la Piedra Bruja.

En la Taberna de la Corona y Dos Presidentes, Gustav Volk y sus matones habían peinado todo el edificio en busca de sus ocupantes, y los habían reunido en la base de la escalera. Volk había matado a uno de los hombres de Hans y estaba torturando a Mueller, preguntándole donde estaba su jefe. Al no tener respuesta, decidió interrogar a Argula por las malas. Pero antes de que pudiese hacerle daño, Jeremías Scrivner entró en el local, y acabó facilmente con Volk y sus hombres gracias a su magia.

El hechicero de las sombras ordenó a Argula que lo llevara antes Hans, al que habían escondido en una sala secreta de la taberna. Allí estaba la shallyana Kleifoth, que informa a Jeremías que trato de curar Hans por todos los medios pero sin resultados. El hechicero decidió que lo mejor era acabar con la vida de Hans para que no sufriera más, así que lo envolvió en sombras mágicas para asfixiarlo. Tras darle sus ulimas ordenes a la sacerdotisa, el magíster se marchó del lugar.

En otra punta de la ciudad, Skrim Muerdecola llevó a Thanquol y al resto de la banda a una antigua mansión abandonada, que era rehuida por los humanos debido a las historias de vampiros y fantasmas que corrían sobre ella. A Thanquol estas historias le traían sin cuidado. El lugar se adecuaba a sus propósitos ahora que apenas contaba con dos docenas de su guerreros.

El Ingeniero Brujo Quemacolmillo usó la cocina de la mansión como laboratorio improvisado para investigar la Roca de Gusano y usó la despensa de la casa como improvisado corral para esclavos (el grupo de subalternos menos útiles de Thanquol). Con su investigación halló una manera nueva de administrar la Roca de Gusano por el sistema de contaminar el agua potable de los desgraciados. El líquido diluía un poco la venenosa infección, pero si bien carecía de una parte de su antigua rapidez, conservaba su espantosa potencia.

Antes este descubrimiento a Thanquol se le ocurrió una espantosa idea. Enorgulleciéndose de su propia genialidad, el Vidente Gris ordenó a Muerdecola y los suyos que salieran en busca de planos de la ciudad que muestren los canales y acueductos: contaminaría su principal fuente de agua con la Roca de Gusano. Con ello no solo envenenaría a sus habitantes de Altdorf. Dedujo que los Skavens del subsuelo, al depender tanto humanos para mantener su estilo de vida, también dependían de la misma fuente de agua. Con ello no solo acabaría con la capital del Imperio sino también con los traidores de Bajo-Altdorf.

Mientras tanto Kratch, siguió como pudo a Rascador Pataherida. Tenían intención de convencerlo a aliarse con él para poder vengarse de Thanquol. Sin embargo, Pataherida sabía perfectamente que lo estaba siguiendo, y lo condujo al escondrijo donde estaban Skroll y sus discípulo del clan Pestilens, que lo capturaron con facilidad. Imploró por su vida al enfermizo Señor de la plaga y le juró lealtad para llevarlo hasta la Roca de Gusano.

Cuando trataba de protegerla de Thanquol, estampó sobre ella su señal de vidente, y gracias a eso, podía localizarla sin importar adonde la lleve Thanquol. Con esto, Skroll no solo perdonó la vida a Kratch sino que hizo que se uniera (sin otra opción) a la Hermandad Pestilente, privándolo de sus ropajes de Vidente Gris y entregándole los ropajes de los Monjes de Plaga.

Pataherida recordó a Skroll que Thanquol no entregará la Roca de Gusano sin luchar, contando con su magia y su monstruosa Rata Ogro. El Sacerdote de la Plaga le dijo que él se encargaría de la magia del Vidente Gris, y sus ratas ogros infectadas, Sífilis y Veneno, se ocuparan de Destripahuesos.

Mientras tanto, en la mansión abandonada, Thanquol estudió los planos que le había traido Skrim Muerdecola. Descubrió que hace mucho tiempo, los Enanos habían encontrado un lago subterráneo que estaba situado debajo de la zona más antigua de la ciudad humana. Mediante una red de canales y tuberías subterráneas, los enanos habían convertido el lago en una cisterna natural que suministraba agua a la ciudad. A regañadientes, Skrim admitió que también era la principal fuente de agua dulce de Bajo-Altdorf. Ahí sería donde el Vidente Gris llevaría a cabo su golpe maestro.

Siguiendo las órdenes de Thanquol, Quemacolmillo y sus subalternos se afanaban con morteros de piedra para moler esquirlas de Roca de Gusano hasta transformarlas en un fino polvo venenoso. El polvo, a su vez, era vertido dentro de botellas de vino saqueadas de la bodega de la casa, cuyo contenido había sido vaciado para llenarse con algo mucho más siniestro.

El Vidente Gris no se fijó en que Viskitt Quemacolmillo vertía disimuladamente una pequeña cantidad de Roca de Gusano molida dentro de una pequeña esfera de vidrio, ni se dio cuenta de que el ingeniero brujo metía la esfera con cuidado en uno de los muchos bolsillos de su cinturón.

Mientras tanto, en las profundidades del subsuelo de Altdorf, debajo de sus calles, algo se agitó en la oscuridad. La rata bestia había detectado el olor característico de la Roca de Gusano, y se dirigía allí con precisión.

Mientras tanto, Johann Dietrich permanecía bajo vigilancia por varios los hombres de Jeremías en la posada del Murciélago Negro. El contrabandista se sorprendió ante la variedad de sirvientes que tenía el mago. Miembros de la guardia, asesinos, sacerdotes, etc... cuando el mago llegó a la habitación le explicaron quienes eran y cual era su misión. Le explican que Jeremías Scrivner, es un hechicero imperial que está consagrado a la protección de la capital del Imperio, bajo el anonimato y el subterfugio, contra todos aquellos que atraigan el mal sobre la ciudad, contando con numerosos servidores en distritos estratos de Altdorf.

Su misión actual era detener las maquinaciones de los Skavens sin notificárselo a las autoridades ni desatar el pánico. Jeremías le explica que los Skavens dedican la mayor parte de sus recursos y esfuerzos en matarse entre ellos, y si se les daba un enemigo común, toda la raza se uniría en una sola horda que conquistaría el Imperio gracias a su superioridad numérica. Ahora debe evitar que se hagan con la Roca de Gusano. La roca tiene el poder de atraer los restos inofensivos de polvo de piedra que hay en el interior de todos los seres vivos y convertirlos en mortales núcleos de descomposición y mutación. Ahora ignoraba de su paradero, pero esperaba que sus numerosos espías pudieran dar con ella.

Le explica a Johann que, por culpa su inconsciencia y la del resto de la banda, ahora ese mal estaba a la ciudad, y tanto su hermano y como varios de sus compañeros murieron a causa de su exposición, y mucha más gente podría morir a causa de ella. Si quería vengarse de los Skavens por la muerte de su hermano Hans y compensar su fatal error, Johann Dietrich debía convertirse en sus sirviente, pues no tenía otra opción.

Al poco, llega el familiar del hechicero, una especia de halcón-Lagarto, al lugar y le entrega un mensaje a Jeremías. Este ordena que avisen al máximo numero de sirvientes, especialmente al enano Grimbold Barbaplateada; pues sus conocimientos serian vitales si el enemigo baja al subsuelo. Todos los agentes debían dirigirse a la vieja casa Di Argentisso, en la calle Reikhoch Prach.

Mientras tanto, cuando el Vidente Gris ya estaba casi preparado para dar su golpe de gracia, la monstruosa Rata Bestia hizo acto de presencia en el lugar. Al igual que en anteriores ocasiones, no estaba interesado en quienes estaban a su alrededor si no en la Roca de Gusano que transportaban, matando indiferentemente a quienes le salían al paso. Thanquol ordenó a Destripahuesos que acabara con la criatura antes de que devorada más polvo de Roca de Gusano. El combate entre los dos monstruo fue apoteósico, pero al final fue Destripahuesos el que se alzó con el triunfo, dejando a la bestia rata destrozada y mortalmente herida.

Debido al enorme escándalo y destrozos que habían causado, el Vidente Gris ordenó a los supervivientes que limpiaran el lugar lo mejor para ocultar sus rastro y escabullirse los más rápidamente de allí con la Roca de Gusano que todavía conservaban. Cuando los skavens comenzaron a salir de la ensangrentada ruina, ninguno de ellos miró por segunda vez la chorreante masa de carne y pelaje aplastada contra la despensa, ni vio el ojo lleno de odio que los observaba mientras se marchaban con expresión malhumorada.

Al poco tiempo, los hombres de Jeremías llegaron a la mansión, a pesar de los esfuerzos de los Skavens, todavía quedaban pruebas de su presencia Primero dieron con los planos de los subterráneos y Grimbold Barbaplateada determinó que el plan de los hombres rata era envenenar la cisterna subterránea. Después vieron a la Bestia Rata que se arrastraba agonizante en pos de los Skavens. Decidieron no matarla, si no seguirla a las cloacas pues ignoraban la ruta que habían tomado los Skavens. Sin embargo, a pesar de que el vino enmascaraba el olor de la Roca de Gusano para el resto de hombres rata y los familiares del hechicero, la criatura todavía era capaz de olfatearla y seguir su rastro, y con ello hallar a Thanquol.

Pero no fueron los únicos en tener esa idea. Rascador Pataherida también se encontró a la ensangrentada Bestia Rata recorriendo el alcantarillado, siendo seguida por la banda de Jeremías Scrivner. Corrió para informar a Skrolk. El sacerdote de plaga determinó que lo mejor era dejar que los humanos les adelantaran y se encontraran primero con el Vidente Gris y sus subalternos, para que se mataran mutuamente. Después, solo tendrían que encargarse de los supervivientes y recuperar la Roca de Gusano para el clan Pestilens.

Thanquol y su grupo llegaron finalmente al lugar en el que estaba la cisterna, y ordenó a los suyos que mataran al personal de mantenimiento que allí había, algo que hicieron con rapidez y sin ningún problema. Pero mientras su equipo estaba ocupado matando a los seres humanos, Thanquol comprendió demasiado tarde que estaba solo con Quemacolmillo, con su pistola Bruja preparada para volarle la cabeza al Vidente Gris, y así quedarse con la Roca de Gusano para sí mismo y cosechar los beneficios, sacando además la esfera de vidrio que contenía un poco de Roca de Gusano, lista para ser lanzada contra Thanquol.

Gracias a la intervención de Destripahuesos, el Ingeniero Brujo no pudo matar a Thanquol, haciéndole caer en un andamio de madera en las inmediaciones. Intentó protegerse amenazando con lanzar la esfera, pero empleando sus brujería, Thanquol hizo que la esfera se rompiera en la mano de Quemacolmillo, desparramando su mortal contenido sobre él. El Ingeniero Brujo tuvo una muerte agónica, mientras su cadáver contaminado se caía del andamio y se precipitaba a las insondables profundidades que había debajo de la cisterna.

El resto de la expedición, al contemplar aquella truculenta escena, no tardó en humillarse ante Thanquol, que se regodeaba de toda aquella reverencia fruto del miedo. Pero entonces un aroma familiar apareció en el aire, y Thanquol contempló con horror que la Rata-Bestia todavía vivía, gateando hacia Thanquol en un vano intento desesperado por acabar con su vida. el Vidente Gris ordenó a Destripahuesos que acabara de una vez con aquella criatura, pero justo de que el enorme bruto pudiera hacer nada, la cosa simplemente cayó al piso y murió, despues de gastar todas sus fuerzas por llegar aquel lugar.

Pero cuando parecía que por fin podría disfrutar de su inminente triunfo, Jeremías Scrivner entran en el lugar para detener a los hombres rata. El propio Hechicero de las Sombras se enfrenta con sus poderes a la vil Brujería de Thanquol. Mientras el Vidente Gris y su Rata Ogro Guardaespaldas entretenían al hechicero, Muerdecola y sus secuaces se lanzan sobre los humanos. Los pocos ingenieros brujos de Thanquol que aún conservaba Roca de Gusano se les había ordenado moverse de su posición y prepararse para lanzar el veneno a las aguas. Frustrado ante la magia de Jeremías, Thanquol se lleva el último pedazo de piedra Bruja que le quedaba para reforzar sus poderes, y acabar de una vez por todas con el entrometido hechicero de las sombras. Pero antes de que pudiera hacer nada, nuevos enemigos llegan al lugar: los Skavens del Clan Pestilens.

Por su parte, mientras los humanos se preparaban para hacer frente e la nueva amenaza, Johann hizo un descubrimiento horrible: estaba infectado por el mismo mal que había acabado con su hermano. El Hechicero lo sabía y no se lo había advertido.

Al contemplar la horda de clan Pestilens, Thanquol pudo ver a Skrolk, y sintió una oleada de indignidad y furia cuando sus ojos se cruzaron con los de Skrolk (o los fragmentos de piedra bruja que Skrolk tenía por ojos) , sabiendo instintivamente cuál era el plan del enfermizo Skaven. Pero cuando se disponía a lanzarle un hechizo de destrucción, el Vidente Gris pudo reconocer a su discípulo Kratch vestido con ropajes de los monjes de Plaga. Una furia infernal surgió desde lo más fondo de su alma al vio a su traicionero ex aprendiz todavía vivo y simpatizar con sus más odiados enemigos.

Sin pensarlo siquiera a causa del odio, Thanquol acabó con su aprendiz con un hechizo tan destructivo, que detuvo la batalla durante unos segundo, con todos los allí presentes observando con miedo aquel despliegue de poder. Sin embargo, al usar sus poderes de manera tan imprudente, el Vidente Gris quedó debilitado, y comprendió que matar a su aprendiz de aquella manera, aunque satisfactoria para su humor, no había sido una elección adecuada, y ahora apenas tenía fuerzas ni para lanzar un conjuro de huida.

En otra zona de la sala, Jeremías Scrivner retenía a duras penas a la Rata Ogro Destripahuesos mediante ligaduras de Sombras, cuando el enano se le acercó descargando sus pistolas y preparando unas bombas para volar la cisterna si los Skavens lograban lanzar a sus aguas el veneno de la Roca de Gusano, bombas que explotarían incluso dentro del agua. Pero en ese momento surge Rascador Pataherida de las sombras y apuñala al Enano. En venganza, Scrivner cortó en dos al Asesino Skaven con su magia.

Destripuahuesos consiguió por fín liberarse de las ataduras de sombras e intentó aplastar al hechicero, que no podía hacer otra cosa salvo esquivar a la bestia. Pero el diminuto cerebro del monstruo contempló que su amo Thanquol estaba en peligro y cargó contra las Ratas Ogro del Clan Pestilens. No fue el miedo por la seguridad de Thanquol lo que hizo que Scrivner diera órdenes a gritos a sus hombres para que atacaran a los monjes de plaga. Fue una cuestión de elegir el menor de dos males. Thanquol usaría la Roca de Gusano, si tenía la oportunidad. Los monjes de plaga, sin embargo, podrían no sólo usar la Roca de Gusano, sino, tal vez, de reproducir los hechizos que la habían creado y crear más de aquella vil sustancia.

Destripahuesos abrió un surco en la masa de monjes de plaga, pisándolos y aplastándolos con sus monstruosas garras. Los enfermos hombres rata se negaban a apartarse, y saltaban sobre el gigantesco atacante entre chillidos y gruñidos. Incluso a pesar de su monstruoso tamaño y fuerza, Destripahuesos tenía serios problemas. El rescate llegó de donde menos se lo esperaba. Se oyeron disparos que derribaron a algunos de los hombres rata que se aferraban al cuerpo de la Rata Ogro. Los secuaces de Scrivner habían oído la orden de su amo y habían corrido a atacar a los nuevos y horrendos enemigos. Los monjes de plaga se volvieron para plantar cara al renovado ataque de los humanos, y se lanzaron hacia los andamios entre gruñidos y chillidos viles.

Mientras tanto, Destripahuesos se quitaba a los últimos monjes de encima, y avanzaba hacia Skrolk, pero el señor de la plaga llamó a sus propias ratas Ogros, Veneno y Sífilis. Aunque no eran tan impresionantes como destripahuesos, le superaban en número y además su cuerpo estaba lleno de enfermedades infecciosas.

Scrivner trataba al enano agonizante, no podía curarlo debido a la herida y al veneno del arma del Skaven, pero podría retrasar la infección el tiempo suficiente. En ese momento llega Johann Dietrich hasta él, y le echa en cara que le ocultara que estaba infectado por el mismo mal que había matado a su hermano. El hechicero le responde fríamente que decírselo no hubiese cambiado nada, y que ahora su elección era huir a un agujero en el que morir, o vengarse de los skavens.

Por su parte, Thanquol consiguió a base de grandes esfuerzos ponerse de pie, justo en el momento en el que llegaban sus subordinados que todavía estaban vivos a él. Les ordenó a uno de los Ingenieros Brujos que dejara la Roca de Gusano en el suelo y que hiciera frente a los Monjes de la Plaga que se estaban acercando, empleando esferas de viento envenenado para frenar su avance. Después se volvió para ordenar al otro Ingeniero que lanzara la roca de Gusano a la cisterna, sin embargo, Thanquol ve al ingeniero muerto, y a Skrim Muerdecola listo para acabar con el desprevenido Vidente Gris, aprovechando que ahora estaba débil, y ser aclamado como el salvador de Bajo-Altdorf.

Sus garras se cerraron en torno a la correa de la bolsa de cuero que contenía las botellas de Roca de Gusano, pero al levantar la pesada bolsa para lanzarla lejos, el viejo Skaven no había tenido en cuenta su avanzada edad y se fracturó la espalda. Thanquol aprovechó la oportunidad para atacarlo, le rompió el cráneo con su báculo. El vidente gris soltó un furioso lamento mientras observaba cómo la bolsa de cuero escapaba de los dedos sin vida de Skrim y caía a las negras profundidades de la cisterna, donde el letal contenido quedaba inofensivo e inerte dentro de las botellas cerradas.

Pero aún quedaba la segunda bolsa que llevaba el otro ingeniero, pero Jeremías Scrivner apareció de la nada gracias a su magia y el bloqueó el camino. Thanquol intentó camelarlo, diciéndole que advirtiera a los humanos de la superficie de que no bebieran agua, pero Jeremías no se dejó engatusar y desafió a Thanquol. El Vidente Gris retrocedió ante el desafío del hechicero. De repente, Thanquol se encontró con preocupaciones más apremiantes. Al mirar más allá del hechicero, vio que el lanzador de globos era disuelto dentro de un torrente de llameante inmundicia verde. Más allá de los humeantes restos del skaven, Thanquol vio a su asesino, el señor Skrolk. Tanto Thanquol como Jeremías se vieron obligados a huir para evitar la magia enfermiza del señor de la plaga. El Vidente Gris se preparaba para huir empleando su magia aprovechando que Skrolk centraba sus atenciones en el hechicero de las sombras.

Con una sonrisa salvaje, Thanquol estaba a punto de terminar finalmente lo que había empezado.

Después de sobrevivir al duro combate en el que mató a Sífilis y Veneno, Destripahuesos regresó y siguiendo las órdenes de su maestro, se abalanzó sobre el desprevenido Señor de la Plaga mientras luchaba contra el Jeremías, pero empleando su vil magia, Skrolk mató definitivamente a la Rata Ogro Guardaespaldas, y volvió para hacer frente a Thanquol y Jeremías Antes de que el señor de la plaga pudiera lanzar su hechizo mortal, un nuevo enemigo volvió a acometerlo por la espalda.

Los seguidores del señor de Skrolk, enfrentados con la cólera de Destripahuesos y con la terrible magia que hacía su propio profeta, lo habían abandonado para zambullirse en la cisterna en un intento de ponerse a salvo. Al abandonar a su señor, habían dejado el camino libre a Destripahuesos. Al matar a Destripahuesos,Skrolk había dejado el camino libre a un tipo de adversario diferente.

Johann no gritó ni rugió de forma desafiante al monstruo putrefacto; no se anunció con ningún honorable grito de guerra. Lo que hizo fue trepar sobre la masa inerte de Destripahuesos y saltar sobre Skrolk, rodeando al skaven por la cintura con un brazo, y por el cuello, con el otro. Skrolk se debatió en poder de Johann, retorciéndose y serpenteando como una anguila entre sus brazos, aterrado al ver que estaba infectado con el mal de la Roca de Gusano.

Johann miró los grises ojos del silencioso Scrivner. Vio el respeto que había en aquellos ojos, algo que se acercaba a la admiración bajo la arremolinada tormenta de sombra y niebla. El hechicero le dedicó un levísimo asentimiento de cabeza. El contrabandista apretó más los brazos porque Skrolk no paraba de luchar, y zambulléndose en las gélidas aguas de la cisterna, arrastró consigo al monstruo, que chillaba, a las oscuras profundidades. Jeremías Scrivner se volvió para hacer frente a Thanquol, pero descubrió que el Vidente Gris había aprovechado toda esa conmoción para hacerse con las últimas botellas de Roca de Gusano y verter su vil contenido en la cisterna. ¡la victoria ha sido finalmente de Thanquol!.

Pero, una vez, el destino decide intervenir para transformar su victoria inevitable en un completo desastre y arrebatarle la gloria. A una orden de Scrivner, Grimbold Barbaplateada se dejó caer en la cisterna cargado con bombas que estallaría incluso dentro del aguas. Un instante más tarde, la caverna entera se estremeció con la salvaje explosión y la totalidad del muro de contención se hizo pedazos.

El vidente gris Thanquol se quedó mirando, mudo de horror, cómo el agua de la cisterna escapaba del muro roto y se precipitaba al abismo, para perderse en la oscuridad. La catarata de agua se llevó el polvo de Roca de Gusano, para diseminar su venenosa contaminación lejos de donde habría causado estragos entre las gentes de Altdorf. Incluso los traidores de la ciudad subterránea se salvarían; un torrente tan tremendo difícilmente se detendría en las lagunas y arroyuelos de los que sacaban el agua los skavens; continuaría corriendo con fuerza hasta llegar al océano hundido en el subsuelo del mundo, muy fuera del alcance de hombres, enanos, goblins e incluso skavens.

Thanquol estaba furioso, su momento de triunfo final había desaparecido, pero al contemplar los ojos fríos y duros de Jeremías Scrivner, comprendió que no ganaría arriesgando todavía más su pellejo. Con rapidez, invocó un conjuro de teletransportación, desapareciendo en una negra nube de humo.

Scrivner se quedó pensativo con el resultado final. Habían evitado que las aguas envenenadas infectaran Altdorf, pero en los tiempos venideros, las gentes de la ciudad pasarían muchas dificultades debido a la pérdida de su principal fuente de agua potable, y pasaría mucho tiempo antes de que el lugar fuera reparado. Al contemplar la única sección del muro que había resistido la demolición de Grimbold pudo ver que, al igual que la superficie exterior, el interior del muro había estado decorado por un fresco, y en ellas se podía ver la imagen de Magnus el Piadoso. Esto le animó un poco por que comprendió que para salvar al Imperio, a veces hay que realizar enorme sacrificios y desempeñar el papel de destructores.

En otro lugar, tras atravesar en el latido de un corazón el Reino del Caos, el Vidente Gris Thanquol reapareció en el mundo material reapareció en una extraña casa, con un gran número gatos que empezaron a maullar y bufar al Skaven. La dueña de los animales, una rechoncha mujer, fue a investigar el ruido y cayó desmayada al contemplar al Vidente Gris.

Habida cuenta del largo catálogo de cosas que habían salido mal ese día, Thanquol se alegraba de que la Gran Rata Cornuda aún le favoreciera y le entregara aquella gorda y desprevenida presa. Al menos, tendría la barriga llena cuando hiciera el viaje hasta Plagaskaven. Y para cuando llegara allí, tal vez habría tramado y alguna mentira que pudiera contarles a los Señores de la Descomposición.

Tal vez incluso se le ocurriría una lo bastante buena como para evitar que el Gran vidente Kritislik lo hiciera estallar y lo convirtiera en pasta grasienta…

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