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Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
Alarielle1

Alarielle, actual Reina Eterna

La luna estaba llena sobre la cabeza de Alarielle cuando llegó al corazón del gran claro.

Había un poder antiguo en ese lugar, supo la Reina Eterna. Podía sentir una conciencia durmiente que le presionaba el fondo de su mente, un millar de susurros y ecos, todos diferentes pero a la vez todos iguales. Era la música más dulce que jamás había oído. Los árboles de Avelorn nunca le habían cantado así, no en todos los años en que había caminado por sus calveros y, pese a todo lo ajeno que le era Athel Loren, una parte de Alarielle sintió que por fin había llegado a casa.

Ese había sido un árbol magnífico en su momento, pensó Alarielle mientras miraba fijamente la gloriosa corona de ramas en lo alto, sobre su cabeza. Quizá lo volvería a ser, pero ahora sus hojas estaban marchitas y arrugadas, y su corteza, manchada por lívidas ronchas de colores, se caía. Recorrió con sus dedos el tronco, pero los apartó con preocupación al sentir que la corteza temblaba bajo su caricia.

Las hermanas que la habían guiado hasta el claro la miraron con expectación.

"El Roble Eterno", le dijo Naestra solemnemente. "Se muere".

"Quizá ya ha muerto", dijo Arahan.

"¿Puede ser salvado?" preguntó Alarielle.

"No nos corresponde decirlo", respondió Naestra.

"Sino a vos probarlo", dijo Arahan.

"O no hacerlo", resonó su hermana.

Con un suspiro chirriante, la tierra frente a Alarielle se hundió, revelando una escalera de raíces que se perdía en la oscuridad bajo el árbol. Pequeños puntos de luz brillaban en la penumbra mientras los espíritus, molestados por el movimiento de las raíces, se elevaban hacia el cielo nocturno. La Reina Eterna sintió un extraño pinchazo de terror.

"No hay nada que temer", dijo Naestra.

"No le mientas", intervino Arahan. "Es mejor que sepa la verdad".

"La verdad no es absoluta, creas lo que creas", argumentó Naestra. "En cualquier caso, la jugada está hecha; no se puede renunciar a ella sin pagar el coste".

"Un coste que no podemos afrontar", aceptó Arahan.

"Así es. Pero tienes razón", concedió Naestra, "la decisión debe ser solo suya".

Alarielle apretó con fuerza su báculo. Naestra tenía razón, pensó: la jugada ya estaba hecha. La Reina Eterna no pensaba deshonrar a los Asur renunciando a ella ahora.

Sin una palabra, Alarielle comenzó el descenso. El aroma del suelo se espesaba a su alrededor, pero en el aire también colgaba la amargura de la corrupción. Conforme abandonaba un escalón, las raíces se movían tras ella para ocultar el cielo nocturno. Mientras el último nudo volvía a su lugar, la Reina Eterna oyó a una de las hermanas:

"Por favor, salva a nuestra madre".

Fuente[]

  • The End Times I - Nagash.