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Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
Festus con caldero

Festus preparando sus inmundas enfermedades

El sótano abovedado bajo el hospicio abandonado era cálido y tranquilo, tal como al Doctor Festus le gustaba.

El apotecario oscuro cantó en un resonante bajo que habría hecho sentirse orgulloso a Detlef Sierck mientras trastabillaba hacia un banco cubierto de vidrio. Decantando cuidadosamente un alambique de pus primaris en un recipiente a fuego lento de sangre de gallo, volvió la cabeza y respiró hondo lo que debería ser suficiente para el siguiente verso. La melodía era una cancioncilla de nurgletes que había recogido durante su estancia en el Gran Jardín de su maestro. No había sido capaz de sacársela de la cabeza desde entonces. No es que le importara - había incluso añadido unos versos propios estos últimos días.

"Rumpety-tum, Tiddle-ojo-po, hervir la sangre y allá vas..."

Festus olió felizmente el hedor repugnante que emanaba del platillo de cobre del calibre siete. Cercano a la perfección, pero todavía quedaba camino por recorrer antes de que el sexto ingrediente estuviera completo. Sin embargo, ahora que estaba de regreso en tierras civilizadas se mostraba confiado del éxito.

Había sido casi imposible hacer ninguna investigación adecuada en los yermos helados del norte, con todo el viento, aguanieve y granizo zumbando alrededor. Por mucho que a Festus le encantara la vertiginosa variedad de sujetos de pruebas allá en el norte, más de un brebaje se había congelado antes de que pudiera alimentar forzosamente con él a algún recipiente afortunado.

Sus sanguijuelas habían protestado una y otra vez sobre el constante frío, y se había arriesgado a la rotura o agrietamiento de su equipo cada vez que probaba sus venenos en batalla. Al final había empacado sus herramientas y dirigido hacia el sur hasta Altdorf, una ciudad tan ocupada que incluso uno tan fétido como él podía escapar a la detección. Para su gran placer, se encontró con su reservado hospicio más o menos como lo había dejado. Instaló su laboratorio en el sótano esa misma noche.

El tiempo del doctor entre los brutales norteños había sido muy informativo, y había obtenido algunos materiales vitales, pero al final sus pequeñas vacaciones sólo le habían desviado de la Gran Obra. Uno no podía dar vida ilimitada al mundo mientras caminaba a la sombra de la muerte. Fomentar la verdadera abundancia significaba abandonar el mundo del asesino por un tiempo, y para un hombre de aprendizaje como Festus, eso estaba bien. Recogiendo la mitad superior de un cadáver y sujetando su brazo extendido, el Señor de las Sanguijuelas bailaba torpemente a través de su laboratorio.

"Aliméntalos, retuercete y grita, roe los dedos y corrompe la crema..."

Apoyando su pareja de baile contra un remojado taburete, el médico retorció la espita insertada en el cuello de uno de los cadáveres que colgaban boca abajo de los arcos de la bodega. Un grumoso líquido gris brotaba de la boca abierta del cadáver, y Festus llenó un generoso frasco de cristal hasta el borde antes de limpiar el sobrante con un dedo gordo. No pudo resistirse a probarlo después, mirando a su alrededor con aire de culpabilidad para ver si alguno de sus cadáveres le estaban viendo. Picante pero bueno, y de todos modos, ¿quién podría envidiarle? Siempre se había preguntado si sus compañeros apotecarios producirían mejores ingredientes en su interior, que fuera. Efectivamente, sabían espléndidos. Su mente vagó con una melodía diferente.

"Distri-buir las viruelas, en las jardineras, tumpty-dum, acaricia a los convertidos..."

Hubo una serie de burbujeos en el caldero del centro entre los siete bancos de la bodega. El ruido sobresaltó Festus haciéndolo quedar en silencio. Todavía no había encendido el fogón hoy, estaba seguro de ello.

El doctor escuchó un silbido bajo y sibilante. Cada cadáver en la habitación se volvió hacia él, pronunciando su nombre. La habitación se llenó de un hedor indescriptiblemente poderoso que había olido antes, en la época en que todavía había sido humano.

"Ah" dijo el doctor, colocando lenta y cuidadosamente su material de cristal en el mostrador. Un sudor frío comenzó a aparecer en sus flácidos carrillos.

Su temor se disipó un poco cuando una diminuta cabeza cornamentada asomó saliendo del caldero, su sonrisa rezumando podredumbre recordaba a Festus un viejo amigo suyo.

"¡Abundancia!" chilló.

"Y abundancia para ti también, pequeño" dijo Festus con cautela. Miró a su alrededor, pero los cadáveres habían vuelto a la normalidad. El pequeño demonio feo le echó un vistazo por un momento, se mordió el labio irregular, y el caldero burbujeo de nuevo.

"¡Ojo trae noticias!" voceó, levantando sus diminutos brazos deformes en celebración.

"Entonces dilas" respondió el doctor, "Por tus cuernos, yo diría que tienes un mensaje de Ku'gath, ¿correcto?"

"¡Correcto! ¡Él dice, doctor doctor, quema-me-rápido!"

"¿Quemarte, pequeño?", dijo Festus con el ceño fruncido. "¿Por qué en el nombre de Nurgle iba yo a querer hacer eso?"

"¡Vienen labios goteantes, señor calabaza! ¡Labios goteantes marchan rápido!", dijo el demonio con seriedad. Otros dos pequeños demonio cornudos se levantaron a cada lado del caldero que burbujeaba y asintieron con la cabeza como niños serios.

"Labios goteantes... ¿te refieres a los trillizos? ¿Los Glottkin de Norsca?" El cornudo nurglete asintió vigorosamente en respuesta. "Los Glottkin se están acercando a Altdorf ya", reflexionó Festus. "Permite que lo dude..."

"¡Dos Altdorf! ¡Estofado de Altdorf!" cantaban, "¡Los Amortajadores harán una nueva Altdorf!"

"Hmm. Interesante. ¿Y sois los tres... Amortajadores, entonces? ¿Es por eso que Ku'gath quiere que os queme?"

El primero de los nurgletes entrecerró sus ojos y asintió alegremente. Burbujas malolientes estallaron a su alrededor, dejando bocanadas grises en el aire. "Niebla tóxica" declaró.

"Creo que entiendo", dijo Festus. "Quemándote, pequeño, podemos hacer la ciudad más a nuestro gusto. ¿Es eso cierto?'' "¡Dos Altdorf! ¡Nueva Altdorf!" chillaron los Nurgletes, remando alrededor del caldero y chapoteando entre sí.

"Sí, sí" dijo Festus. "Bueno, cuanto más acerquemos a esta antigua ciudad sombría a la gloria del jardín del maestro, más felices estaremos todos". El médico cogió un galón de suciedad fuera de la caldera con un tazón grande de vidrio, cogiendo varios Nurgletes en el proceso. "Bien mis pequeños amigos desinteresados. Es hora de que vayáis al fuego... "

Guerra en el Drakwald
Prefacio | El Desembarco | El Regreso de Festus | Una Extraña Bienvenida | Contendientes | Batalla | Grandeza para los Dioses

Fuentes[]

  • The End Times II - Glottkin.