
Desde la llegada del Caos, los Elfos tienen una maldición que provoca que sus almas sean devoradas por Slaanesh cuando sus cuerpos mortales perecen. Por desgracia, pocas deidades élficas pueden ofrecer salvación, ya que los Dioses del Caos rompieron el poder del Panteón Élfico tiempo atrás. Los pocos que pueden interceder son poco fiables u ofrecen una alternativa poco mejor.
La esencia del alma élfica es la más deliciosa para los dioses hambrientos y Slaanesh, el Príncipe Oscuro del Caos, es especialmente voraz y ansía las almas de los Elfos sobre cualquier otra cosa, ya que ninguna otra raza posee almas tan dulces y llenas de sensaciones. Los pocos que escapan a las fauces de Slaanesh deben eludir también a Ereth Khíal, la Reina Pálida, que la alternativa al completo olvido de Slaneesh es sufrir y formar parte de su ejercito de almas torturadas.
Esos destinos son peores que la muerte, pues llevan a la aniquilación absoluta del alma, o a un interminable tormento. Solo algunas almas élficas son rescatadas por Loec, el Danzarín de las Sombras, que se enzarza en competiciones con Slaanesh y le engaña para conseguir el premio. Estas intervenciones son extrañas, pero lo suficientemente frecuentes como para albergar cierta esperanza de salvación. Aún así, las posibilidades siguen siendo bajas, por lo que cada facción élfica toma las medidas necesarias.
Altos Elfos[]
Para protegerse, los Altos Elfos ligan sus espíritus a los monolitos fronterizos de sus tierras ancestrales. Desde el momento en que queda ligado al monolito, cada Elfo siente una fuerte conexión con la tierra en que éste se halla, aunque pase toda su vida en otros lugares. Muchos Altos Elfos llevan un fragmento de monolito, una gema en sintonía con la red de monolitos que le permite "sentir" la posición de cada piedra y orientarse por el mundo.
Cuando un Elfo perece, el monolito fronterizo al que está vinculado atrae su alma, y pasa a formar parte del ritual que alimenta al Gran Vórtice. Así, el pueblo de Ulthuan protege tras la muerte el mundo que protegió en vida. Se dice que las colinas y prados cerca de un monolito tiemblan a medianoche por el galope de cascos invisibles y resuena el eco de una batalla invisible a los ojos mortales.
Por ello, la pérdida de un solo monolito es una tragedia terrible. No solo merma la potencia mágica del Gran Vórtice, sino que con su destrucción, los espíritus que estaban ligados a él quedan indefensos y a merced de la voracidad de los dioses.
Elfos Silvanos[]
Para evitar este destino terrible, los Asrai hicieron un pacto con Athel Loren que se extiende más allá de sus cuerpos mortales. Cuando uno de ellos perece, el bosque al que ha cuidado durante tanto tiempo absorbe su espíritu y le protege del sediento Slaanesh. El resultado final de esta transubstanciación varía. Muchas almas pierden rápidamente su identidad y se funden con el bosque. Algunos espíritus vagabundean por los caminos que hollaron en vida, ocultos a todos excepto de aquellos con más capacidades mágicas, llevando mensajes y advertencias a quienes pueden escuchar sus palabras. Otros, llevados por la necesidad inmortal de proteger su hogar arbóreo, echan raíces en árboles muertos y animan su madera en forma de Arbóreos. Algunos Elfos creen incluso que se han encontrado con sus seres amados renacidos en forma de animales salvajes o de los duendes y hadas que revolotean entre las ramas.
Estas creencias pueden parecer inverosímiles a los foráneos, pero pocas cosas son imposibles bajo las hojas de Athel Loren. De esta forma, cada arboleda y claro del bosque está cubierto con los ecos del pasado, presente y futuro y es hogar tanto de los vivos como de los muertos.
Elfos Oscuros[]
Al contrario de los Altos Elfos y los Elfos Silvanos, los Elfos Oscuros no tienen semejantes defensas contra el Príncipe Oscuro. Son perfectamente capaces de elaborar algo semejante pero rechazan rendir su ser a una media-vida de sentidos y sensaciones embotadas. Saber que después de su vida solo les espera el olvido anima a los Naggarothi a una existencia aún más salvaje y cruel, pues creen que vivir sin límites ni censura es su única compensación.
Esto no quiere decir que todas las almas de los Elfos Oscuros acaben saciando la sed de Slaanesh. Algunas son liberadas por intercesión de otros dioses. Ereth Khial, la Reina Pálida, siempre está ansiosa de conseguir más esclavos Elfos para el Inframundo y envía a sus siervos alados a robar almas cuando la atención del Príncipe Oscuro se centra en otros asuntos.
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Altos Elfos (8ª Edición), pág. 26.
- Ejércitos Warhammer: Elfos Oscuros (8ª Edición), pág. 25.
- Ejércitos Warhammer: Elfos Silvanos (8ª Edición).