Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Grimgor Piel´ierro Karl Kopinski

"¡Voy a machacarloz hazta hacerlez polvo loz huezoz! ¡Voy a kemar puebloz y ziudades! ¡Voy a apilar a miz enemigoz en un gran montón y loz voy a churruzcar con fuego! ¡Voy a partir kraneoz, romper karaz y zaltar zobre todoz elloz! ¡Y, luego, me pondré a pelear de verdad!"

Grimgor Piel'ierro, kaudillo de los Orcos Negros y amo y señor de la Montaña del Ojo Rojo.

Grimgor Piel'ierro es un Orco Negro de una inigualable pericia en el combate, y con un ansia bélica que supera incluso al del resto de sus salvajes congéneres.

Cuando salió por primera vez de las Tierras Oscuras acompañado de su intimidante guardia personal, empezó una sangrienta cadena de eventos que aún hoy se sigue desplegando. Poco después del mes de su “aparición en sociedad”, lideró a su partida de guerra en una serie de ataques que tuvieron como resultado la absorción o aniquilación de más de una docena de tribus de Orcos y Goblins de la zona norte de las Montañas del Fin del Mundo. Y aquello solo era un aperitivo de lo que estaba por venir…

El Nacimiento de la Bestia[]

Grimgor Piel'ierro por Adrian Smith

El pasado de Grimgor es un misterio y cualquier Orco lo suficientemente estúpido como para preguntarle acabaría del mismo modo que el antiguo Kaudillo de la tribu de los Ojos Amarillos, convertido en un amasijo de fragmentos informe y sanguinolento y tirado en algún agujero. Lo único que se sabe es que Grimgor apareció por primera vez en escena procedente de los Desiertos Marchitos con una guardia personal veterana, curtida y sedienta de sangre conocida como Loz Inmortalez. Eran pocos y estaban cansados y hambrientos; pero se trataba de Orcos Negros, todos armados hasta los dientes. Parecían venir directamente de la guerra, ya que algunos sangraban y tenían heridas muy recientes; pero, ya entonces, nadie se atrevió a preguntar. Su escaso número se compensaba con una brutalidad innata. Grimgor tomó posesión fácilmente de la primera tribu que encontró, conquistó a la segunda y aniquiló a la tercera. Ninguna matanza era suficiente para saciarle.

Al mes de su aparición, ya había construido un pequeño imperio en el borde norte de las Montañas del Fin del Mundo; siempre en pos de nuevas batallas y añadiendo más seguidores a su causa a medida que los pieles verdes iban uniéndose bajo su bandera. No obstante, Grimgor no busca acumular seguidores, sencillamente encontrar desafíos dignos de él. Tolera a su guardia personal porque lleva muchos años con ellos y porque al fin y al cabo son Orcos Negros (fuertes, profesionales y únicamente interesados en el combate), pero el resto de pieles verdes que se unían a él atraídos por sus hazañas, no le provocaba más que indiferencia, cuando no directamente desprecio. Siempre que puede Grimgor alza su campamento y se pone en marcha a horas muy tempranas, antes de que la morralla de tribus y peñas que le rodean puedan organizarse y salir tras él. Sin embargo, inevitablemente siempre acaban por alcanzarle, pues el rastro de sangre y destrucción es demasiado fácil de seguir. Periódicamente, cuando Grimgor no soporta la frustración de no encontrar un enemigo digno, se da la vuelta y machaca a algunos de los Orcos y goblins que le vienen siguiendo.

Buscando un Rival Digno[]

Orcos Contra Enanos Matadores Caravan Studio

En las Montañas del Fin del Mundo, Grimgor supo encontrar tiempo para llevar a cabo su ola de destrucción. Los Enanos de Karak-Kadrin fueron los primeros de esta raza en sentir su ira, pues Grimgor les atacó con una ferocidad que rayaba con la locura y en menos de un año ya había sitiado Karak-Kadrin. Los “taponez barbudoz”, enfundados en su casi impenetrables armaduras, fueron cortados en lonchas con bastante facilidad.

A aquellos que no eliminó los capturó y torturó, arrancándoles las barbas pelo a pelo o calentando sus armaduras hasta que eran cocinados vivos. Había asado tantos prisioneros enanos dentro de su armadura que el destartalado campamento orco apestaba a Enano carbonizado. Nunca intentó tomar la inexpugnable fortaleza, sino que se contentaba con despedazar a aquellos que eran enviados contra él. Finalmente, los Enanos, desesperados por sus pérdidas, se escondieron tras sus defensas en espera del inminente invierno. Pero Grimgor no esperó ni se dirigió al Norte de nuevo, sino que atravesó el Paso de los Picos dirigiéndose hacia Kislev para hallar allí nuevas víctimas.

Waaagh Kislev

Al llegar el invierno, Piel'ierro lideró a la horda montaña abajo hasta llegar a Kislev y dejó los campos en ruinas antes de que los kislevitas pudieran reaccionar. Aunque los kislevitas eran valientes luchadores y estaban habituados a las frías garras del invierno, el salvajismo con el que Grimgor les atacó hizo que tuvieran que replegarse. El Orco Negro descubrió decepcionado que podía enfrentarse a la vez con una docena de los mejores guerreros de aquellas tierras y derrotarlos sin apenas sudar.

Tres ejércitos fueron enviados para detenerle, y él los aniquiló uno por uno, deleitándose con la matanza. Luego, mientras se aproximaba a la propia Kislev, las oraciones de la Reina de Hielo fueron escuchadas y una tormenta cayó sobre los pieles verdes que se aproximaban. Sin previo aviso, el ejército orco se vio envuelto por un helado manto de hielo que se precipitó sobre ellos como un torbellino cegando sus ojos, castigando sus pieles y confundiendo sus sentidos. Los Goblins intentaron huir, pero los Orcos les empujaron hacia adelante a pesar de que el camino no estaba despejado. Todas las señales por las que podían haberse guiado habían desaparecido en un blanco torbellino de confusión y, tras errar durante un cierto tiempo, embargado en una ira confusa, Grimgor detuvo el ejército.

Guerrero Orco por Paul Smith

La interminable espera a que aquellas tormentas heladas amainasen frustraron tanto al malcarado Orco Negro, que se dedicó a liquidar a cientos de Goblins que pudo encontrar a su alrededor en un intento de calmar su frustración por haber sido detenido. Pronto, los Chamanes Orcos comenzaron a hablar de hechicería y a decir que la tormenta no era natural sino producto de algún tipo de magia, por lo que el Kaudillo Orco entró en razón y se retiró. Grimgor ordenó que el ejército volviera a las montañas. Al tomar ese camino, la tormenta pareció desaparecer; pero, cada vez que se volvían para marchar una vez más sobre Kislev, el viento se desataba y les cubría con una tormenta de hielo.

Tragándose la rabia y la humillación lo mejor que pudo, Grimgor regresó a las Montañas del Fin del Mundo en un estado de furia tal que era temido por todos cuántos se cruzaban en su camino, incluso su guardia personal mantenía las distancias con él. Los Goblins Nocturnos de la Montaña del Ojo Rojo, antigua fortaleza de Karak-Ungor, se consideraban seguidores de Grimgor (excepto cuando los dejaba tirados o cuando los liquidaba con su hacha en uno de sus frecuentes calentones). Conmovidos por la furia incandescente de su líder, los más valientes de aquellos Goblins Nocturnos se atrevieron a acercársele y convencerle de que les acompañasen a las profundidades bajo la montaña.

Guerreros skaven adrian smith

Allí, en sus túneles más profundos, fue donde Grimgor encontró una manera de rebajar temporalmente su insaciable apetito de violencia y muerte; un suministro en apariencia inacabable de Skavens, así que pronto las viejas dependencias resonaron con el sonido de la batalla. Mes tras mes, las batallas arreciaban y miles de Skavens y pielesverdes morían en cada sala, en cada corredor. Una y otra vez Grimgor pensaba que los Skavens habían sido destruidos; pero, al poco tiempo, descubrió a un número aún mayor de ratas en otro pasadizo oculto. Sin un mapa y con los laberínticos pasillos repletos de Skavens y Goblins Nocturnos, Grimgor decidió retirarse a los niveles superiores y dejar que sus seguidores luchasen en los niveles más profundos.

Aunque los Skavens no eran ni mucho menos el desafío por el que Grimgor había estado suspirando, al menos era una batalla sin fin. Durante muchos años, Grimgor lideraba a los suyos contra Kislev o el Imperio durante la primavera y acababa con todo lo que se encontraba a su paso, y se retiraba a su fortaleza en los meses de invierno saciando su sed de sangre con la interminable reserva de Skavens que quedaban en lo más recóndito de las cavernas de las montañas. De esta forma, su ejército estaba entretenido y bien alimentado con la carne de estos seres durante los inviernos.

Grimgor se Dirige al Norte[]

Orcos Negros de James Ryman

Sin embargo, al final, Grimgor fue cansándose de esta rutina y empezó a entristecerse al pensar que no habría en todo el mundo un rival a su altura, por lo que decidió ir a buscar a un enemigo a la altura de su poder al frío norte y dejar temporalmente la fortaleza de Karak-Ungor a los Goblins Nocturnos.

Deteniéndose para saquear alguna que otra ciudad Kislevita, Grimgor se encontró al poco tiempo en las montañas al sur de Norsca. Los primeros enemigos en sentir su furia fueron, nuevamente, los Skavens, en esta ocasión los del Clan Moulder, que no se tomaron demasiado bien la presencia de tantos guerreros salvajes a las puertas del Pozo Infernal, así que estalló una guerra entre los Orcos y los Skavens.

Durante un tiempo esto resultó satisfactorio para Grimgor, pues le permitía luchar contra las monstruosidades mutadas y horrores indescriptibles que Throt el Inmundo y el resto de Señores de la Mutación lanzaban contra los suyos. Sin embargo, tras haber aniquilado a las mejores y más grandes criaturas, Grimgor y sus Machotez tuvieron que enfrentarse contra Guerreros del Clan y a lastimosos esclavos Skavens. Como aquello ya no era divertido, Grimgor perdió súbitamente todo interés y al no ver ninguna ventaja especial en la captura de una fortaleza tan repulsiva y maloliente (incluso para un orco), volvió a ponerse en marcha hacia el Norte. Quizás regresaría en un par de años en busca de más camorra.

La Batalla del Paso Elevado[]

Orcos vs Caos

No pasó mucho tiempo antes de que Grimgor y sus seguidores empezaran a encontrarse con tribus de los hombres del Norte, adoradores de los Dioses Oscuros. Estos oponentes demostraron ser decepcionantes en combate, al menos al principio, hasta que empezaron a llegar fuerzas más numerosas y acorazadas, en busca del “demonio verde” que según todos los rumores estaba asolando los helados desiertos del Norte. Sin embargo, aunque le ofrecían un buen entretenimiento, estos ejércitos fueron aniquilados en poco tiempo. A su paso Grimgor dejó verdaderas montañas de armaduras del Caos, apiladas como montones de basura.

Tras aquello, un desagradable sentimiento de congoja empezó a crecer en su negro corazón. ¿Qué pasaría si ninguna criatura que camine, vuele o se arrastre por la faz de la tierra fuese ya capaz de plantarle cara en una pelea de verdad? Y entonces para a su alivio, de los prisioneros que capturó en estas batallas, Grimgor aprendió dos cosas. La primera era que el mundo pronto iba a resultar un lugar mucho más interesante. El señor de la guerra humano Archaón iba a propinar una buena patada al Imperio. La segunda era que otro señor de la guerra humano, que irónicamente se llamaba a sí mismo el Conquistador, se dirigía al Paso Elevado con un ejército de proporciones inmensas. Grimgor presintió que se trataba de un enemigo merecedor de su atención, así que envió a sus machotez para que intentasen reunir el mayor número posible de Orcos y Goblins. Estos refuerzos debían reunirse con Grimgor al pie del Paso Elevado, en su descenso a las Tierras Oscuras.

Adrian Smith Vardek Crom

Allí el ejército de Crom el Conquistador se enfrentó a la horda de Grimgor. La batalla duró desde el amanecer al anochecer y la sangre de las dos fuerzas tiñó la nieve y el barro. Grimgor y Crom se abrieron paso hasta que estuvieron el uno frente al otro en combate singular. Mientras los dos rivales luchaban su propio duelo personal, el ejército de Crom aplastó a los pieles verdes y los obligó a retirarse al Paso Elevado. Grimgor y Crom intercambiaron golpes y paradas durante muchas horas, ya que ninguno estaba dispuesto a rendirse.

Grimgor estaba seguro de que si el combate hubiese durado un poco más, habría podido derrotar al campeón del Caos sin mayores problemas, pero a su alrededor los pieles verdes habían sido derrotados por el ejército enemigo, y empezaron a huir descontroladamente hacia el sur. Grimgor sabía que ni siquiera él sería capaz de resistir por sí solo contra un ejército entero del Caos, y se vio obligado a retirarse de la lucha pese a la ira que aquello le producía. Este contratiempo, un mero combate acabado en tablas, no hizo sino avivar aún más las ansias de batalla de Grimgor.

Las Hordas de las Montañas[]

Orcos por James Brady jimbradyart

Poco después de ese encuentro, Grimgor regresó nuevamente a su "hogar", a la Montaña del Ojo Rojo. Aquella derrota aunque fuera muy costosa para ambos bandos, a todos los efectos era una derrota para Gringor y peor aún, había abandonado una pelea por primera vez en su vida. En su regreso a la fortaleza, el kaudillos se mantuvo callado y distante a su todavía poderoso ejército y, cuando llegaron, Grimgor machacó a todo goblin que le fuera posible y se internó en solitario en las profundidades para desahogarse durante varios días, cobrándose su habitual cosecha de sangre Skaven.

Cuando las nieves se retiraron, el Gran Orco Negro planeó salir al mundo una vez más. Grimgor se había propuesto cumplir un nuevo objetivo para redimirse ante los ojos de Gorko y reclamar su título del señor más cruel y duro de cuantos habían existido. Su ejército había sobrevivido a años de batallas constantes contra humanos, Skavens, otras tribus orcas y, por último, las Hordas del Caos. Aunque no eran tan numerosos como antaño, los supervivientes de las hazañas de Grimgor eran aguerridos veteranos de innumerables batallas. Con estos "machotez", tal y como Grimgor los denominaba, el Señor de la Guerra regresó al Viejo Mundo para demostrar a Archaón quién era el jefe.

Mientras atravesaba Kislev, el ejército de Grimgor destruyó tanto a cultistas del Caos como a kislevitas arrasando todo lo que encontraba a su paso. Junto a él, sus “machotez” arrastraban la efigie de Gorko y Morko, mientras el pánico se apoderaba de las gentes ante el avance de Grimgor, la noticia también llegó a las otras tribus orcas de las Montañas del Fin del Mundo.

Torres de Asedio Gorko y Morko por Adrian Smith

Al darse cuenta de que invadir el Imperio era ahora pan comido, decenas de miles de Orcos salieron de sus guaridas en las montañas y se lanzaron al ataque, algunos de ellos transportando sus propias efigies de sus dioses talladas o toscamente elaboradas.

Grimgor construyó dos potentes máquinas de guerra contando con la mano de obra conseguida de los esclavos humanos capturados de varias tribus y hordas infortunadas que tomaron a Grimgor por un aliado. Los "diozez", como las denominaban, eran enormes torres de asedio construidas con la forma de Gorko y Morko. De la tripa de Gorko salía un impresionante ariete, mientras que Morko estaba rematado con el lanzapiedroz más grande jamás visto.

Los chamanes danzaban sobre las ingentes máquinas de guerra mientras la efigie en roca de Gorko de Grimgor latía con el poder del ¡Waaagh! Grimgor se unió al asalto del Imperio para probar su valía ante sus dioses.

La Tormenta del Caos[]

Logo Tormenta del Caos
El trasfondo que puedes leer en esta sección o artículo se basa en la campaña mundial de La Tormenta del Caos, que ha sido sustituida por la de El Fin de los Tiempos.
Portada La Tormenta del Caos por Alex Boyd

Cuando las fuerzas del Caos invadieron el Imperio se avecinaba el fin de los tiempos. Esa guerra pasó a ser llamada La Tormenta del Caos. Al mando del elegido de los dioses oscuros, el temible Archaón, Señor de Crom el Conquistador entre otros.

Cuando Grimgor se enteró de que aquel era el maestro de Crom y, por lo tanto el mejor de los guerreros del Norte, preparó a su horda y fue directo a encontrarse con él. Para ello atravesó todo el Imperio desde el este hasta las puertas de Middenheim, donde estaba teniendo lugar la batalla final, matando a cientos de guerreros enanos, humanos y elfos. En plena batalla final, en la que se decidía la batalla final del mundo entero, Grimgor primero divisó donde se encontraba Archaón y luego fue directo hacia él. Con su ejército siguiéndolo como podía por el campo de batalla, Gringor eliminaba a docenas de hombres con cada golpe de su hacha Gitsnik hasta que se topó al fin con el elegido de los Dioses Oscuros.

Recientemente Archaón había tenido un combate singular con el campeón de los ejércitos de la luz, Valten, de repente unos gritos guturales resonaron en torno al Señor del Fin de los Tiempos a los que poco después se unieron los gritos de sus guerreros. Tras volverse hacia donde oyó ese tremendo ruido, Archaón se dio la vuelta y vio a otro individuo ante él. Una frente de piel verde se estrelló contra el rostro del yelmo de Archaón nada más aparecer Grimgor. Tras él, sus "Machotez" luchaban contra los guerreros fuertemente acorazados de los Espadas del Caos después de haberse abierto paso peleando a través de los seguidores de Valten hasta llegar al Gran Elegido. Solo había una manera de que Grimgor pudiera demostrar su valía ante Gorko.

Grimgorr

Grimgor levantó a Gitsnik con ambas manos y la blandió por los aires hasta dejarla caer contra el escudo de Archaón, cortándole la parte inferior y lanzando al Gran Elegido hacia atrás. La Espada Matarreyes volvió a relampaguear, pero Grimgor había previsto aquel contraataque y lo detuvo con la empuñadura de su hacha mágica. El kaudillo orco negro pisó con fuerza el brazo de Archaón y este dejó caer la espada demoníaca. Usando la parte plana de Gitsnik, Grimgor aporreó dos veces la cabeza de Archaón y luego plantó el hacha en la garganta del Gran Elegido.

El Orco Negro miró hacia el cielo y vociferó: "¡Grimgor ez el mejor!". Los Orcos profirieron un enorme berrido de júbilo, un cántico ensordecedor que entonaba el nombre de Grimgor y que se oía por encima del entrechocar de espadas y hachas. Grimgor alzó a Gitsnik por encima de la cabeza y volvió a rugir levantando el puño en el aire. Después, miró a los ojos al sorprendido y agotado Archaón, le sonrió, y se marchó dejándolo con vida y mostrando su superioridad.

Al dejar claro su mensaje, el kaudillo se dirigió hacia el Este con su horda salvaje y los rugidos con los que celebraron la victoria siguieron oyéndose mucho después de desaparecer de la vista del sorprendido y derrotado Archaón, dejando atrás la batalla que se seguía librando entre las fuerzas de la luz y la oscuridad.

Tras la Tormenta del Caos[]

Tras la victoria más grande de su vida, Grimgor volvió a su rutina en la Fortaleza del Ojo Rojo. La victoria sobre Archaón no ha medrado sus ansias de combate, por lo que Grimgor todavía está a la espera de un guerrero que pueda estar a su altura y proporcionarle una buena pelea.

El Fin de los Tiempos[]

Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
Grimgor end times

Grimgor Piel’ierro ascendió de la oscuridad para convertirse en uno de los más grandes señores de la guerra orcos de todos los tiempos. De ocho pies de alto, monstruoso cuerpo grueso con anudados músculos y vestido con una armadura mágica casi impenetrable, Grimgor era una imponente bestia. Sin embargo, la amenaza de su presencia física no era nada comparada con el abrumador salvajismo que Grimgor mostraba en la lucha. A Grimgor le gustaba luchar. Mucho.

Para Grimgor, la lucha era su propia recompensa. Además, tenía poca ambición en reclutar seguidores o capturar territorios. De hecho, el elegido de Gorko estaba motivado por un simple deseo: quería demostrar que era el guerrero más duro, más brutal y más consumado del mundo.

La aparición del Fin de los Tiempos encontró a Grimgor combatiendo en los túneles bajo la Montaña del Ojo Rojo. Durante largos meses, él y sus Inmortalez habían aguantado contra una constante marea de Skavens que surgían de las profundidades. Sin embargo, a medida que los hombres rata comenzaron a ahorrar fuerzas para prepararse para la gran invasión del mundo exterior, la incesante marea de enemigos de Grimgor se secó repentinamente. Decir que el jefe de guerra estaba disgustado sería un eufemismo: durante largas horas, los túneles bajo la Montaña del Ojo Rojo resonaron con furiosos rugidos.

Sin embargo, cuando Grimgor salió de las cuevas a la luz de la luna, percibió algo nuevo en el aire. Alrededor de Grimgor colgaba una palpable sensación de energía, que flotaba como un espeso humo en la brisa. Sus nervios ardían y sus sentidos nadaban. Mirando a su alrededor, pudo ver que sus chicoz también lo sentían. Algo venía. Algo enorme. El tiempo de luchar en su propio beneficio había terminado. Ahora era el momento de reunir el ¡Waaagh!

Siguieron meses de derramamientos de sangre: el ¡Waaagh! de Grimgor marchó hacia el sur, a través de las Montañas del Fin del Mundo, quemando y matando a medida que avanzaban. Los tambores de guerra resonaban y retumbaban. Más pielesverdes de los que se pueden contar acudieron bajo la ensangrentada bandera de Grimgor. Cada día se veían innumerables conflictos. Los asentamientos enanos corrían. Las tribus de pielesverdes hincaban las rodillas, o morían sangrientamente. Grupos enteros de Skavens fueron sacados de sus madrigueras y llevados a la batalla, sepultados por una avalancha de músculos verdes y ataques.

Entonces, el ¡Waaagh! Grimgor se encontró con las tribus ogras que fluían del sur y el este, al principio lucharon, pero solo hasta que Gorko hizo saber su voluntad. Fue en medio de una gran batalla contra tribus enteras de ogros cuando el terremoto golpeó. Temblores masivos crearon deslizamientos de tierra que se estrellaron por las pendientes enterrando cientos de pielesverdes. Los ogros rugieron de sorpresa mientras el suelo se agrietaba bajo sus pies y los sumergía en pozos llenos de lava. Cuando el terremoto alcanzó su cumbre, Grimgor calló en una inmensa y hambrienta energía que lo infundió, derramándose desde los cielos para llenar cada centímetro de su ser. Grimgor echó la cabeza hacia atrás y lanzó un gran y ensordecedor rugido que parecía no tener fin.

Cuando finalmente cesaron los ecos del rugido de Grimgor, también lo hizo el temblor de tierra. Los pielesverdes y ogros supervivientes no tenían ni idea de que Grimgor había sido infundido por el Ghur, el Viento de las Bestias. Sin embargo, sintieron la oleada de poder divino y bestial que salía del jefe de guerra, y se miraron los unos a los otros con asombro mutuo. Casi como uno, orcos, goblins y ogros se arrodillaron y humillaron ante el Encarnado de las Bestias. De ahora en adelante, Grimgor conduciría el ¡Waaagh Bestial! y sería un ejército como el que nadie había visto jamás.

Relato Relacionado[]

Fuentes[]

  • Ejércitos Warhammer: Orcos y Goblins (6ª Edición), págs. 66-67.
  • Ejércitos Warhammer: Orcos y Goblins (7ª Edición), pág. 12.
  • Ejércitos Warhammer: Orcos y Goblins (8ª Edición), págs. 25-26.
  • Campaña: La Tormenta del Caos, págs. 56-57.
  • The End Times V - Archaón.
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