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Señor de la Guerra Skaven por Adrian Smith

Imagen ilustrativa

Eekrit Calumniador fue el Señor de la Guerra del clan Rikek, y líder del ejército de Skavens que trató de conquistar y arrebatarle el dominio de Pico Tullido a Nagash.

Historia[]

Plantilla Spoiler Cazador de Brujas
Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de Nagash, el Inmortal.

Después de que los Skavens descubrieran el enorme filón de Piedra de Disformidad que había debajo de la montaña de Pico Tullido, tras una feroz serie de politiqueos, intrigas, sobornos e intentos de asesinatos, en el año –1325 el Consejo de los Trece organizó una enorme fuerza expedicionaria compuesta de guerreros de todos los grandes clanes y sus vasallos. El tamaño de la fuerza era enorme: contingentes iguales procedentes de cada uno de los clanes principales la convertían en el ejército Skaven más grande hasta la fecha.

Eekrit Calumniador, fue elegido por el consejo para que fuera el caudillo al mando de aquella fuerza, instándole a que regresara con sus tesoros lo más rápidamente posible. Cuando finalmente llegaron a la pequeña colonia que se había establecido en las profundidades de la montaña, Eekrit quedó estupefacto al comprobar que las riquezas enterradas dentro de Poco Tullido superaban ampliamente sus sueños más avariciosos. Ante aquellas riquezas disponibles, se imaginó conquistando la gran montaña y reclamarla para sí, gobernando desde las profundidades como uno de los grandes señores que formaban parte del Consejo.

Por supuesto, aún quedaba el problema de que Pico Tullido no estaba deshabitada. Eekrit había sido informado de que había unos cuantos cientos de No Muertos mineros que excavaban la montaña para extraer la Piedra Bruja, pero Eekrit restó importancia pues sus fuerzas eran muy superiores. Desconocido en aquel momento por los Skavens, siglos antes de su llegada, el Gran Nigromante Nagash había estableció su fortaleza de Nagashizzar en la montaña, conquistando a las tribus bárbaras circundantes, y alzando a decenas de miles de cadáveres para que cavaran galerías con las que extraer el oscuro mineral con el que potenciar sus poderes, y llevar a cabo sus planes de conquista.

Por ello, cuando Eekrit dio comienzo a la invasión del Pico Tullido, lo que parecía en un principio una conquista fácil terminó desencadenando en un largo conflicto entre el Imperio Subterráneo y las huestes No Muertas de Nagash que duraría casi un siglo.

Eekrit Calumniador obtuvo un enorme beneficio personal a lo largo de la Guerra de Pico Tullido. La piedra de disformidad se extraía de los pozos mineros bajo su control y se enviaba a Plagaskaven en cantidades asombrosas. Su fortuna personal y la de su clan aumentaron a cada estación que pasaba; se habían vuelto tan grandes que el Rikek llegó a contarse entre los clanes caudillos más poderosos, pudiendo permitirse lo mejor de todo, hasta pociones mágicas y amuletos de piedra divina para conservar su atractivo y vigor juvenil durante décadas. Eekrit incluso empezó a considerar seriamente comprarse un puesto en el Gran Consejo en cuanto la guerra terminase.

Por supuesto, así sería si conseguía ganar, pues aquella larga guerra también supuso una enorme, dura y extenuante prueba para Eekrit. Ni los Skavens conseguían imponerse a los No Muertos ni Nagash lograba expulsar a los inmundos Hombres Rata de sus dominios, suponiendo una constante sangría de recursos para ambos bandos. Eekrit tuvo que cortar más de un cuello tanto como castigo por los fracasos como para imponer su autoridad y advertir a aquellos que pretendían suplantar su posición.

Finalmente, tras varios años de conflicto, cansados del punto muerto al que había llegado, el Consejo envió al Señor Gris Velsquee para cambiar de estrategias que permitieran ganar la guerra. Oficialmente, Velsquee no tenía autoridad directa sobre la fuerza expedicionaria. Eekrit conservó su rango y título; Velsquee y su enorme contingente de tropas de élite simplemente estaban allí para observar el curso de la campaña y proporcionar consejo y ayuda cuando fuera necesario. Nadie se creía ni una palabra, naturalmente, pero tampoco nadie estaba dispuesto a contradecir al Señor Gris.

Al principio, Velsquee había "aconsejado" a Eekrit a que fuera a atacar los poblados de los humanos adoradores de Nagash y los nidos de los necrófagos, o directamente se dirigiera al corazón del enemigo, atacando las torres y almacenes de la mismísima fortaleza, socavando sus cimientos o encendiendo fuegos en sus entrañas. Velsquee esperaba que Eekrit muriera en alguna de esas incursiones, pero tras varios años de brutales incursiones, tanto el Señor de la Guerra como sus tropas se habían convertido en intrépidos y curtidos guerreros, con una amplia colección de cicatrices en sus cuerpos.

Igualmente, tras unas batallas especialmente costosas para los Hombres Rata, Velsquee no hizo ningún movimiento para hacer que lo despojaba de su rango y título y lo ejecutaran en el acto, pero la situación precaria en la que el Señor Gris llegó a encontrarse hizo que abandonara semejante ideas con tal de mantener el equilibrio de poder con el resto de señores de la Guerra que también formaban parte del ejército. Mientras tanto, Eekrit registró la fortaleza en busca de cualquier cosa que le proporcionara ventaja sobre Velsquee y el resto de los señores skavens. Sabía perfectamente que, en cuanto la guerra terminara, su vida valdría menos que nada.

Finalmente, tras una batalla especialmente desastrosa para los Skavens, Velsquee le devolvió el mando a Eekrit, mientras él y sus fuerzas supervivientes regresaron a Plagaskaven para recuperarse y asegurarse de que la culpa de la derrota recayera directamente en Eekrit. El señor del clan Rikek se defendió asegurándose de que remesas regulares de Piedra Bruja consiguieran llegar a la Gran Ciudad. Aún se aferraba tercamente a la idea de que todavía se podía derrotar Nagash y conquistar la montaña. Así que soportó las calumnias de Velsquee y la inevitable deshonra a la que lo sometió el Consejo. Sabía que nunca podría volver a Plagaskaven, al menos hasta que no fuera lo bastante rico para reformar su imagen.

El señor de la guerra también había hecho lo indecible para “agradecerle” públicamente a Velsquee sus muchos años de útiles “consejos” durante la larga guerra, además de su continuo apoyo a la fuerza expedicionaria… existiera aún ese apoyo o no. Incluso llegó a contratar a un orador para que le pronunciara un grandilocuente discurso al Consejo de los Trece para ensalzar las virtudes del Señor Gris como guerrero y líder, además de asegurarse de que recibiera una asignación regular de piedra bruja procedente de las minas, cercionándose de que los otros señores del Consejo lo supieran, todo para que Velsquee comprendiera que su fortuna estaba ligada a la gran montaña, y que le convenía apoyar a la fuerza expedicionaria todo lo posible.

El hecho era que Eekrit necesita todo el apoyo que pudiera conseguir. Los grandes clanes se habían cansado de aquel largo conflicto que parecía no tener fin; muchos habían perdido tanta sangre y dinero a lo largo de los últimos cuarenta años, que sus posiciones en el Consejo se habían vuelto vulnerables. En los meses y años posteriores a la derrota en el pozo cuatro, la alianza de clanes comenzó a desmoronarse. Los clanes más poderosos empezaron a retirar a sus guerreros y Eekrit no contaba con el poder o la influencia para detenerlos. Lo único que pudo hacer fue intentar atraer al mayor número de clanes menores que pudo para que ocuparan su lugar, además de todos los mercenarios que le permitiera su empobrecida fortuna.

Durante varias décadas, las fuerzas del Gran Nigromante fueron reconquistando poco a poco la montaña, y lo poco que Eekrit podía hacer era retrasar lo máximo posible el avance de los No Muertos, mientras se agarraba a la esperanza de que Plagaskaven enviase un nuevo ejercito. Tras años de ausencia, Velsquee regresó a Pico Tullido pero no con tropas frescas sino para informar a Eekrit de que el Consejo de los Trece había decidido dar por finalizada la alianza de clanes y desistir en conquistar Pico Tullido. Aquello indignó a Eekrit pues, aun después de casi ochenta años de guerra continua, aún creía que tenían posibilidades de derrotar a Nagash.

Por azares del destino, varios mensajeros del Gran Nigromante fueron a la fortaleza Skaven con una proposición: A cambio de que abandonaran la montaña y le hicieran entrega de esclavos y otros tributos, Nagash se comprometió a pagarles con parte de la Piedra Bruja que extragera. Aquello no era lo que los Hombres Ratas querían pero era mejor que continuar con la costosa guerra así que aceptaron el trato. Además, puesto que la fuerza expedicionaria había sido disuelta oficialmente, eso dejaba a Eekrit y a Velsquee a cargo de toda la producción que Piedra Bruja que saliera de la montaña, lo que los haría indecentemente ricos.

Antes de regresara a Plagaskaven, el Señor Gris ordenó a Eekrit que se quedara en la fortaleza subterránea tanto para supervisar el intercambio de bienes entre ellos y Nagash, como para espiarlo y averiguar los planes del Gran Nigromante, así como sus puntos débiles para cuando llegase el momento de apuñalarlo por la espalda.

Y así durante los años siguientes, el señor del Clan Rikek se encargaba de los libros de contabilidad cada vez que hacían las transacciones “comerciales” con el Gran Nigromante, al tiempo que enviaba informes a Plagaskaven sobre cualquier cosa que descubriera de este. Era un trabajo que le hastiaba y le ponía de mal humor, pero no podía hacer otra cosa. Velsquee regresó una vez más para hacerle entrega de la Espada Cruel, un arma terriblemente poderosa creada específicamente para matar al Gran Nigromante.

Eekrit siguió con sus obligaciones hasta que el momento de asesinar a Nagash llegó. Después de llevar a cabo un ritual nigromántico especialmente potente, Nagash había quedado totalmente agotado. Ese fue el momento que Eekrit estaba esperando. Por supuesto, no quería usar la Espada Cruel pues era tan poderosa que le matarían, pero tenia conocimiento de la existencia de un prisionero que languidecía en la fortaleza de Nagash. Tras liberarlo y entregarle de la Espada Maldita, el prisionero se dirigió a la sala del trono donde Nagash todavía se estaba recuperando de su ritual, y tras un intenso combate, logró matarlo. Tras su proeza, el trastornado prisionero arrojó la Espada Cruel a una grieta y huyó Pico Tullido llevándose con él una corona que el nigromante solía llevar.

Con la muerte de Nagash, las legiones de No Muertos se desmoronaron, y Eekrit y los suyos se hicieron rápidamente con el control de la montaña y sus ricos filones de Piedra Bruja, además de recuperar la Espada Cruel. Para asegurarse de que su tan ansiado enemigo estaba bien muerto, apilaron en una carretilla todos los pedazos de armadura y hueso de Nagash que pudieron encontrar. A pesar de su concienzuda búsqueda, no encontraron al mano derecha del nigromante, por lo que asumieron que el prisionero se la había llevado junto a la corona.

Luego, registraron la fortaleza en busca del mayor horno que pudieron encontrar y lo llenaron de carbón y de toda la piedra bruja que pudieron transportar. Cuando el material estaba fundido, Eekrit sacó la calavera de Nagash de la pila. Tras quedarse mirándola un rato largo, escudriñando en las profundidades de sus cuencas vacías, con gran satisfacción arrojó el cráneo a las llamas. Cada trozo del Gran Nigromante fue quemado en los fuegos de piedra bruja que había utilizado para crear sus artefactos.

Tras este acto, Eekrit reclamó Pico Tullido y la fortaleza de Nagash para sí, y el clan Rikek se convertiría en uno de los clanes Skavens más poderosos y ricos durante varios siglos.

Contradicción[]

En el libro de ejercito Skavens de 7ª Edición se menciona que el líder del clan Rikek se llamaba Graskk, y que era miembro del Consejo de los Trece.

Fuentes[]

  • Libro de Ejército Skavens 7ª Edición, págs. 20-21.
  • Novela: Nagash, el Inmortal por Mike Lee.
    • Prólogo: El monte de los Pesares.
    • Cap. 1: Guerra en las profundidades.
    • Cap. 3: Punto muerto.
    • Cap. 5: Revés de fortuna.
    • Cap. 7: Conclusiones poco gratas.
    • Cap. 9: Últimos recursos.
    • Cap. 13: El precio de la victoria.
    • Cap. 17: Preparativos de guerra.
    • Cap. 30: Todo es polvo.
    • Epílogo: La Tierra de los Muertos.
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