Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Gracias a eso, el mundo mortal está relativamente a salvo de la destrucción total, no por la fuerza de las armas sino por la propia codicia divina que inició la matanza. Ya sea mediante el conocimiento erudito o la superstición primitiva, saben que es solo cuestión de tiempo que los Dioses Oscuros se unan de nuevo, y los Demonios del Caos vuelvan otra vez a asolar el mundo mortal. 
 
Gracias a eso, el mundo mortal está relativamente a salvo de la destrucción total, no por la fuerza de las armas sino por la propia codicia divina que inició la matanza. Ya sea mediante el conocimiento erudito o la superstición primitiva, saben que es solo cuestión de tiempo que los Dioses Oscuros se unan de nuevo, y los Demonios del Caos vuelvan otra vez a asolar el mundo mortal. 
 
==El Reino del Caos==
 
==El Reino del Caos==
<span style="color:rgb(255,255,255);">En el lejano norte de las tierras del </span>[http://es.labibliotecadelviejomundo.wikia.com/wiki/Viejo_Mundo Viejo Mundo]<span style="color:rgb(255,255,255);">, el </span>[http://es.labibliotecadelviejomundo.wikia.com/wiki/Naggaroth Nuevo Mundo]<span style="color:rgb(255,255,255);"> y </span>[http://es.labibliotecadelviejomundo.wikia.com/wiki/Catai Catai]<span style="color:rgb(255,255,255);"> se extiende la región conocida como el Reino del Caos.</span>
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Cada Dios del Caos tiene su particular esfera de influencia, sus propios sirvientes demoníacos, y sus propios territorios. Pero el Reino del Caos no es simplemente el hogar de los Dioses Oscuros, sino también su campo de batalla, la arena en la que desarrollan su Gran Juego por la supremacía. Son como hermanos en constante guerra entre ellos, compitiendo por el poder en los planos inmateriales. Pese a sus incontables diferencias, los Dioses del Caos comparten un objetivo común: el control total de todo lo que es. No obstante, un poder tan grande no puede ser compartido, ni siquiera entre Dioses. Por ello este peculiar lugar se ve constantemente devastado por guerras de desgaste.
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Los ejércitos demoníacos se enfrentan en paisajes de pesadilla tales como llanuras de cristal, bosques venenosos, pantanos de huesos y ríos de entrañas, peleando hasta su último aliento para ocupar y recuperar el territono y la potencia mágica asociada a él. En el Reino del Caos, donde la magia es la materia, la amplitud de un territorio no es un mero símbolo de poder, sino que es el poder en si. Cuando los sirvientes de un dios logran ocupar y consolidar una zona, ese territorio se moldea según la voluntad de su nuevo señor. Si los sanguinarios sirvientes de Khorne ocupan una porción del pestilente jardín de Nurgle, la enfermiza vegetación desaparecerá rápidamente, dejando únicamente un desierto desolado. Igualmente, si Tzeentch logran arrebatarle ese mismo territorio a Khorne, enormes estructuras cristalinas iridiscentes brotarían por doquier del agrietado suelo, proyectándose hacia el firmamento. 
 
  *<span style="color:rgb(255,255,255);">Veáse la sección [[El Reino del Caos]].</span>
 
[[Categoría:Demonios del Caos]]
 
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[[Categoría:Raza]]
 
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Revisión del 04:14 15 jun 2013

Demonios principal

"No puede haber victoria duradera contra los siervos de los Dioses Oscuros. Cuando vengan a por ti, la supervivencia deberá ser tu única meta".

Jostro el Hereje

Nadie sabe desde cuándo existe el Reino del Caos, ya que el paso del tiempo tiene poca importancia en este lugar maldito. Es posible que sea tan antiguo como la propia historia, que se formara antes de que las estrellas cobraran vida y el mundo fuera creado. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que el Reino del Caos y todos sus habitantes son la manifestación de las esperanzas y miedos de las criaturas vivas, así que, ¿cómo podría existir antes de que apareciesen las primeras razas inteligentes? Sea como sea, poco importa: lo único importante es que los Dioses del Caos existen, y que tienen un ansia permanente por devorar las almas de los mortales.        

Hay cuatro Dioses del Caos: el iracundo Khorne, el ladino Tzeentch, el pestilente Nurgle y el cruel Slaanesh. Son deidades envidiosas y engitídas, y cada una de ellas cree estar destinada a ser el amo supremo de la existencia. Luchan constantemente entre sí por el control del Reino del Caos, pero rara vez se rebajan a enfrentarse en confrontación directa, pues esa no es la tarea de entidades omnipotentes como ellas, sino de sus legiones de siervos. Por ello, cada Dios del Caos envía a sus poderosos ejércitos de Demonios a que presenten batalla en su nombre. 

Las Huestes Demoníacas y la Forja de Almas

Hueste Demoníaca

De igual modo que los Dioses del Caos son seres de magia, también lo son sus sirvientes demoníacos. Cada Demonio es como una astilla de su maestro divino, una imagen distorsionada de los anhelos, emociones y deseos más oscuros de los mortales, que ha tornado forma y tiene licencia para destruir. Así pues, cada Demonio es un reflejo de la presencia y personalidad de su amo. Los Demonios de Khorne son musculosos, brutales, y proclives a la masacre indiscriminada, mientras que aquellos que sirven a Tzeentch son taimados y arteros, dados a evitar el combate y optar en su lugar por la magia que tanto detesta Khorne. Los Demonios de Nurgle son con mucho los más resistentes, aunque también algo aletargados a la hora de pensar y actuar. Por su parte, los Demonios de Slaanesh son tan gráciles y rápidos fisicamente como salvajes de temperamento. Pero con independencia de su forma fisica, todos los Demonios son de una dureza sobrenatural, capaces de encajar golpes que destruirían a cualquier otra criatura. Además, ningún Demonio puede ser destruido por completo. Su cuerpo fisico sí que puede aniquilarse, pero lo único que eso logrará será expulsar su espíritu hasta el torbellino de energía mágica conocido como Forja de Almas. Una vez allí, el Demonio se ve inmerso en el proceso de tener que crearse un cuerpo nuevo que habitar, mientras sueña con vengarse de quienes lo han reducido a ese estado.

Aunque los Demonios comparten numerosas características, no existen dos que sean completamente iguales, pues entre los guerreros de las huestes demoníacas puede encontrarse toda la variedad infinita de la que hace gala el Caos. Muchos Demonios están dotados de extremidades adicionales, armas mágicas u otras características y poderes aún más extraños. Dichos rasgos son regalos y bendiciones concedidos por el patrón de dicho Demonio, ya sea como premio por algún servido especialmente exitoso o como castigo por un fracaso ignominioso (y en ocasiones, ni siquiera es posible diferenciar un supuesto del otro). Por lo general, los Dioses del Caos prestan la misma escasa atención a sus Demonios que a las criaturas mortales que persiguen sus favores, y a veces dicho desinterés puede llevarles erróneamente a premiar o ascender de rango a siervos que no lo merecen, o a castigar de firma injusta a sus más útiles y meritorios esbirros.

Al igual que los Demonios son parodias retorcidas de criaturas mortales, sus ejércitos tienen similar aspecto a las de los planos materiales. Las huestes demoníacas de mayor tamaño son lideradas por Grandes Demonios, monstruosos avatares de los Dioses Oscuros cuyo poder eclipsa fácilmente el de cualquier señor de la guerra mortal. Las tropas de a pie de estas fuerzas son los Demonios Menores, antinaturales guerreros que marchan bajo siniestros estandartes, ya sea a pie o montados sobre rugientes bestias de guerra y carros de aspecto infernal. 

Los Dioses del Caos están siempre enzarzados en guerras entre ellos por hacerse con el control de toda la existencia, y el poder de cada uno (y de sus huestes demoníacas) aumenta y disminuye según su nivel de éxito en este Gran Juego. Dichos enfrentamientos se libran sin cuartel ni convenciones de ningún tipo: cualquier táctica, artificio o artimaña se consideran lícitos. Las alianzas son frecuentes y cambiantes, y la traición es común. Y sin embargo, por mucho que los Dioses del Caos discutan y se peleen entre ellos, hay una causa en la que se muestran unidos: la condenación del reino mortal y de todas las criaturas que habitan en él. Con tal de lograr este objetivo, los cuatro Poderes Ruinosos se mantienen hombro con hombro (aunque vigilándose mutuamente por el rabillo del ojo), y sus esbirros marchan como una sola voluntad para aplastar a los insignificantes defensores de los reinos mortales.

Aún así, cuando tengan la victoria en la palma de la mano volverán a luchar entre ellos, buscando reclamar el control de las tierras conquistadas. Demonios que un momento antes luchaban unidos contra un enemigo común volverán sus espadas, hechizos y garras unos contra otros sin dudarlo. Dicho conflicto cobrará tal ferocidad, que cualquier ganancia que puedan haber conseguido de forma conjunta será barrido por completo. Un paraje que crepita con el poder de la magia oscura volverá casi a la normalidad en cuestión de horas pues las hordas enfrentadas de Demonios consumirán toda esa energía para poder seguir adelante con la lucha, y en cuanto no quede magia para sustentados serán inevitablemente reabsorbidos por el Reino del Caos. 

Gracias a eso, el mundo mortal está relativamente a salvo de la destrucción total, no por la fuerza de las armas sino por la propia codicia divina que inició la matanza. Ya sea mediante el conocimiento erudito o la superstición primitiva, saben que es solo cuestión de tiempo que los Dioses Oscuros se unan de nuevo, y los Demonios del Caos vuelvan otra vez a asolar el mundo mortal. 

El Reino del Caos

En el lejano norte de las tierras del Viejo Mundo, el Nuevo Mundo y Catai se extiende la región conocida como el Reino del Caos. El Reino del Caos es un lugar de sueños y pesadillas, donde una causa no siempre tiene el efecto esperado. Dentro de sus confines todo es posible, pues no existen leyes físicas comparables a las del mundo mortal. En el Reino del Caos, las esperanzas y los miedos se hacen realidad, y la realidad se reconstruye como una febril alucinación. La fuerza de gravedad, las formas, el espacio y la razón cambian constantemente según la voluntad de los Dioses del Caos. Pocos mortales son capaces de percibir este dominio en todo su esplendor, pues la mente mortal se evade de sus paisajes ultraterrenos. Por ello no solo no existen dos visiones iguales del Reino del Caos, sino que de hecho la mayoría de ellas son contradictorias. 

Cada Dios del Caos tiene su particular esfera de influencia, sus propios sirvientes demoníacos, y sus propios territorios. Pero el Reino del Caos no es simplemente el hogar de los Dioses Oscuros, sino también su campo de batalla, la arena en la que desarrollan su Gran Juego por la supremacía. Son como hermanos en constante guerra entre ellos, compitiendo por el poder en los planos inmateriales. Pese a sus incontables diferencias, los Dioses del Caos comparten un objetivo común: el control total de todo lo que es. No obstante, un poder tan grande no puede ser compartido, ni siquiera entre Dioses. Por ello este peculiar lugar se ve constantemente devastado por guerras de desgaste.

Los ejércitos demoníacos se enfrentan en paisajes de pesadilla tales como llanuras de cristal, bosques venenosos, pantanos de huesos y ríos de entrañas, peleando hasta su último aliento para ocupar y recuperar el territono y la potencia mágica asociada a él. En el Reino del Caos, donde la magia es la materia, la amplitud de un territorio no es un mero símbolo de poder, sino que es el poder en si. Cuando los sirvientes de un dios logran ocupar y consolidar una zona, ese territorio se moldea según la voluntad de su nuevo señor. Si los sanguinarios sirvientes de Khorne ocupan una porción del pestilente jardín de Nurgle, la enfermiza vegetación desaparecerá rápidamente, dejando únicamente un desierto desolado. Igualmente, si Tzeentch logran arrebatarle ese mismo territorio a Khorne, enormes estructuras cristalinas iridiscentes brotarían por doquier del agrietado suelo, proyectándose hacia el firmamento.    *Veáse la sección El Reino del Caos.