
"El hielo me llamó y yo respondí. Eso es todo lo que necesitas saber."
- —Dama de Hielo anónima
Cuándo las aprendizes de brujas terminan su instrucción, son liberadas de sus maestras con el propósito de buscar una comprensión más profunda de la Magia de Hielo. Para ello, deben encararse a la Antigua Viuda lo más cerca posible, jurando votos de castidad (representando así su viudedad) antes de seguir adelante con fría determinación en sus corazones.
Se pueden encontrar a las Damas de Hielo en los lugares más inhóspitos en su búsqueda de conocimiento, pero por lo general, vagan por la congelada Oblast, enfrentándose a los kyazak, los espíritus de la tierra, y a los feroces pieles verdes con igual resolución. El voto de castidad de una Dama de Hielo termina cuando adquiere la profunda visión de la magia invernal y se convierte por completo en una Bruja de Hielo; sin embargo, algunas nunca obtienen esta comprensión, y se quedan solas para siempre.
Una Recepción Fría[]
Magdala Ostrovek, conocida como Mima por sus amigos de la infancia, siempre había sentido cierta afinidad por los climas helados de su tierra natal. Los visitantes iban y venían, quejándose del amargo frío y de los vientos que aullaban como lobos a lo largo de la noche. Pero para Mima, éstas eran cosas reconfortantes.
Fuera una noche particularmente fría, con el aire denso por la escarcha y el aliento tanto de hombres y animales se congelaba mientras respiraban, cuando Magdala abandonó su pueblo de Vostoya y se aventuró en lo profundo del bosque. Hasta el día de hoy, no puede explicar por qué eligió aquella noche. O por qué se sentía obligada a vagar por el bosque sin nada más que un traje de algodón para mantenerla a salvo.
Era como si Magdala y el amargo frío hubieran alcanzado algún tipo de pacto, como un respeto mutuo entre ellos: ella respetaba su temible gelidez y el poder que poseía sobre la vida y la muerte, el frío respetaba el propósito y destino de Magdala, pues fue en aquella noche cuando Magdala Ostrovek encontró la cabaña de hielo tallado de Babya Yigg, la bruja de los bosques que impregnaba el miedo en los corazones de la gente del pueblo. Pero tal temor no alcanzó el corazón de Magdala. Cuando se acercó, Babya Yigg la saludó en la puerta y la cubrió los hombros de la joven con una espesa piel de oso de los hielos.
“Te he estado esperando” dijo la vieja bruja, con una sonrisa en su rostro marchito. Magdala recuerda que Babya tenía los ojos más increíbles e intensos, como si hubiera sido creados a partir de un pedazo del hielo más puro y frío. Los ojos, esa sonrisa, el abrazo reconfortante y las pieles cálidas. Todas estas cosas le dijeron a Magdala que había encontrado realmente su hogar. Vostoya era ya un recuerdo apagado, un lugar que una vez conoció. Aquél lugar es donde ella aprendería, crecería y viviría verdaderamente, por primera vez en su vida.