Este cuartel de grandes dimensiones antaño albergaba al 3er regimiento de infantería de Übersreik, el 33º de Reikland, apodado ‘Los Ciervos Luchadores’. El regimiento se retiró al acercarse el Ejército Estatal de Altdorf, por lo que el edificio actualmente está vacío. Un gran muro rodea el campo de entrenamiento donde antes se ejercitaban los soldados. Junto a la pared hay torres, talleres, camaretas, cocinas, refectorios y capillas, la mayoría de los cuales están cerrados con llave y en silencio.
Consciente de que los cuarteles se podrían convertir en un punto de reunión para los simpatizantes de los Jungfreud, el general von Daberninck ordenó que los muros fueran patrullados por soldados de Altdorf. En cualquier momento, dos escuadras de ocho alabarderos, cada una de ellas dirigida por un sargento, hacen la ronda por el perímetro, completamente aburridos y soñando con un servicio mejor. Cuando están fuera de servicio o descansando, los soldados se reúnen en la torre septentrional para comer, beber, jugar a cartas o a dados y masticar raíz extraña.
El sargento Rikard Jaekel hace todo lo que puede con los cuarteles de los Ciervos Luchadores. Ha conseguido requisar unos cuantos barriles de cerveza, por lo que la vida podría ser peor. Como quiera que las capillas más cercanas están cerradas con llave, ha construido un pequeño santuario a Ranald, Dios de la Suerte y otro a Ulric, Dios de la Guerra, en la torre septentrional. El primero es un montón de dados junto a un gato toscamente labrado, y el otro es un montón de armas junto a un lobo tallado.