Las Cruzadas contra Arabia siguen siendo uno de los acontecimientos que moldearon el Viejo Mundo, y aún se dejan sentir sus consecuencias en las naciones que participaron en ellas. Las Cruzadas contra Arabia fueron una de las más grandes expediciones militares jamás organizadas, y probablemente la mayor de las guerras librada contra un adversario que no fueran las hordas del Caos.
A modo de preludio, estas cruzadas fueron el punto álgido de las Guerras Árabes, una serie de conflictos que enfrentaron a los árabes y a las naciones del sur del Viejo Mundo desde el siglo XIII del calendario imperial, comenzando con la ocupación de Sartosa por parte del corsario árabe Nafel Muq. Aproximadamente en el año 1430 del calendario Imperial, el Sultán Jaffar, un poderoso hechicero árabe, forja una coalición entre muchas tribus del desierto y expandió su poder hasta forjar un pequeño imperio al capturar Al-Haikk, Copher, Martek y Lashiek, y derrocar al Gran Sultán del momento. Las leyendas hablan de que invoca a demonios y parlamenta con los espíritus, creando la célebre e infame Confederación de Latón. Los Skavens de Arabia se alían en secreto con Jaffar, espiando para él y asesinando a sus enemigos a cambio de piedra de disformidad. Sin embargo, Jaffar jamás consiguió unificar toda Arabia, pues los sultanes de El-Kalabad, Aiir y Ka-Sabar se negaron a obedecerle, y conformaron sus estados propios. Muchos afirman que de contar Jaffar con toda la fuerza de Arabia, el resultado de esta guerra podría haber sido diferente.
La Invasión del Viejo Mundo[]
Las Cruzadas comenzaron en el año 1448 CI, cuando el tiránico soberano de Arabia, el sultán Jaffar, fue convencido por los Skavens de que Estalia tramaba invadir Arabia. En respuesta, este cruzó el Gran Océano con un inmenso ejército para invadir la nación vecina.
Los estalianos son un pueblo duro y feroz, pero a pesar de su férrea defensa, pronto se vieron abrumados. Innumerables estalianos fueron esclavizados y enviados al otro lado del mar, a los infames mercados de esclavos de Lashiek. La gran ciudad de Magritta pronto cayó en poder de los invasores, y el resto de territorios aún no conquistados pidieron ayuda al resto de naciones del Viejo Mundo.
Esta situación causó una gran alarma en todo el Viejo Mundo. Varios enviados diplomáticos de Estalia suplicaron la ayuda de Bretonia, cuyo Rey, Louis el Justo, preocupado por la posibilidad de que el sultán regresara al Viejo Mundo, ordenó la llamada a las armas y reunió un poderoso ejército de caballeros que juraron liberar Estalia y castigar a Jaffar. Todos los ducados respondieron a dicha llamada y un sinfín de caballeros acudieron desde todos los rincones de Bretonia para prestar sus lanzas de caballería a la causa y hacerse merecedores de gloria y honores en esta noble y justa causa. Mientras esta magnífica hueste avanzaba hacia Estalia, iba reforzándose con tropas procedentes de tierras muy lejanas, empeñadas también en aquella noble misión.
Leal al verdadero espíritu de la caballería y la nobleza, y haciendo gala de su noble sabiduría, el Rey Louis el Justo envió emisarios al Emperador Frederik III y sus Condes Electores para que hicieran lo mismo, concediéndoles permiso para que los guerreros del Imperio, a pesar de la falta de honor que habían demostrado en tantas ocasiones, pudieran atravesar Bretonia para dirigirse a Estalia, ya que también ellos habían prometido ayudar a aquella lejana nación.
Por aquella época, el Imperio estaba sumido en una guerra civil, por lo que no prestaban mucha atención a los acontecimientos fuera de las provincias, y resulta evidente que ni siquiera las peores amenazas para el Imperio bastaron para imponer una solución a aquellos conflictos y feudos. En efecto, incluso cuando el sultán de Arabia invadió Estalia con un ejército tan numeroso que amenazaba todo el Viejo Mundo, las grandes provincias no movieron un dedo contra él. Sin embargo, cuando llegaron los emisarios de Bretonia, se convocó un concilio en Altdorf, y aunque muchas de las provincias estaban sumidas en una guerra civil, las hostilidades se dejaron a un lado temporalmente y todos los Condes ofrecieron una pequeña cantidad de sus propias tropas para la causa.
Hay que aclarar que, aunque en un principio, ni los cultos ni los Condes Electores las apoyaron abiertamente, las Cruzadas contra Arabia son dignas de mención, pues varios nobles e individuos devotos de todos los confines del dividido Imperio respondieron a aquella llamada. Aunque la mayoría de las órdenes de caballería han jurado defender el Imperio y a su gente, ha habido veces en las que se han visto impulsadas a combatir en tierras lejanas, y los grandes maestres de las órdenes de caballería del Imperio se adscribieron a esta causa tan noble con la intención de demostrar su valor más allá de la lucha civil en la que estaba sumido el Imperio.
Jaffar saqueó la tierra mientras sus enemigos del norte reunían a sus huestes, devastando pueblos y aldeas, y capturando cada ciudad estaliana en su camino. En su marcha hacia el norte, encabezó un ejercito hacia la ciudad tileana de Tobaro, pero estos habían guarnecido la ciudad a consciencia, y pudieron rechazar al sultán. Este acto le ganó el odio de los príncipes tileanos, quienes lucharon junto a los viejomundanos contra el cruel déspota.
Los caballeros de Bretonia y sus ejércitos feudales, los soldados de los Condes Electores y una ingente tropa reunida por las órdenes de caballería del Viejo Mundo formaron un descomunal ejército en Brionne. Lo que había de ocurrir a continuación era algo nunca visto en el Viejo Mundo. En lugar de prepararse para defender las fronteras y pasos de Bretonia y el Imperio contra los ejércitos del sultán, el gran ejército marchó hacia el sur para liberar a Estalia de su yugo. Estas tropas se unieron a los estalianos que todavía resistían, formando un gigantesco ejército formado por numerosos contingentes de tropas. Los sacerdotes más renombrados y fervientes del Imperio bendijeron muchas de las armas de aquellos soldados, para que pudieran enfrentar a los guerreros infieles de los reinos del desierto. Tales armas se transformarían en reliquias de incalculable valor para los imperiales.
Liberación de Estalia[]
El sultán era avaricioso y cruel, pero desde luego no era ningún estúpido, y comprendió que no tenía nada que hacer contra las fuerzas combinadas del Viejo Mundo, por lo que huyó a Arabia. Las fuerzas árabes se retiraron, aunque algunos de sus generales se quedaron para ganar tiempo para su señor. Tal fue el caso de Mustafa Amar, castellano de Magritta, que enfrentó a los bretonianos en su avance, para ser asesinado por el Duque de Aquitaine. Tras eso, muchos otros decidieron retirarse.
Tan sólo un emir rebelde llamado Wazar (también conocido como Wazar el Cruel) fue lo bastante obstinado como para quedarse y plantar cara a los ejércitos del norte. La creencia general es que era tan excesivamente avaricioso como necio. Consolidó su posición en la ciudad de Magritta, obligando a sus esclavos a deslomarse fortificando la ciudad contra el ejército que se aproximaba. Un pequeño contingente de caballeros sitió Magritta; el asedio duraría ocho años, hasta que finalmente los Caballeros del Sol Llameante y sus aliados lograron irrumpir en la ciudad y expulsar a los ejércitos del emir.
Durante el asedio, se produjo una suerte de intervención divina; unos sesenta caballeros del Imperio se prestaron a ayudar a los Estalianos a recuperar el templo de Myrmidia de manos de los árabes. Tras numerosos combates, los cruzados se tuvieron que retirar al templo, en un desesperado intento de resistir a los invasores. Cuando la batalla parecía perdida, una sacudida de tierra hizo que una gigantesca estatua de Bronce de Myrmidia, que estaba colocada en lo más alto del templo, se viniera abajo y aplastara a los enemigos de los caballeros. Entre las víctimas se encontraba Wazar el Cruel y su Guardia de la Cimitarra Negra. Gracias a esa intervención divina, estos caballeros se transformaron en ferreros creyentes en Myrmidia, formando así a los Caballeros del Sol Llameante.
Entre tanto, el resto del ejército marchó por toda Estalia, hallando tan sólo ruina y destrucción tras la huida de las tropas del sultán. Aldeas y ciudades enteras habían sido calcinadas por los vengativos árabes; sus habitantes fueron esclavizados o asesinados. Al ver el destino sufrido por Estalia, y la ciudad de Magritta en particular, infundió a todos los que habían luchado para liberar Estalia un gran deseo de venganza, por lo que decidieron perseguir a Jaffar hasta su propio país. Los caballeros juraron llevar su cruzada a la tierra natal de los árabes para liberar a los esclavos que aún vivían y vengar las muertes de los que habían sido asesinados por los invasores. Algunos decían que en Arabia podían encontrarse riquezas incalculables, y que tendrían la oportunidad de conseguir mayores honores por sus hazañas militares.
Los cruzados se detuvieron en los puertos de Estalia para reunir una numerosa flota; zarparon barcos de todos los puertos de Estalia, Tilea y más allá para continuar la Cruzada en Arabia, al otro lado del Gran Océano. Para cuando toda la flota hubo zarpado, los ejércitos de Jaffar ya habían llegado a Arabia y comenzado los preparativos para la inminente invasión, reclutando esclavos y fortificando sus pueblos y ciudades.
Invasión de Arabia[]
Los cruzados desembarcaron en el puerto de Copher, famoso por su comercio de especias. Aunque habían construido defensas, los habitantes de la ciudad no estaban preparados para la cólera que había provocado su sultán: los caballeros arrasaron el puerto y exterminaron a todos los que opusieron resistencia. Los cruzados descargaron gran parte de su furia y su odio sobre la población indefensa, y las elevadas murallas y elegantes torres de la ciudad portuaria fueron demolidas. El Saqueo de Copher pasó a la historia como el acto mas deshonroso de la historia de la caballería, y las ordenes de caballeros lo recuerdan con vergüenza, jurando no volver a atacar a inocentes e indefensos.
Pero aquello era justamente lo que había planeado Jaffar, que se retiró a la inmensa ciudad de Al-Haikk junto a la mayor parte de su ejército. Confiaba en que los cruzados perderían su sed de venganza cuando terminasen de saquear Copher y tuvieran que padecer meses de combates y marchas bajo el sofocante calor de Arabia.
Ciertamente, cuando los cruzados desembarcaron en Arabia, descubrieron que no estaban preparados para los rigores de una campaña en el desierto, ni para la guerra en un clima tan asfixiante y caluroso, ni para la escasez de agua. Los progresos del ejército fueron lentos y la marcha desde Copher hasta Al-Haikk fue larga y ardua. Incluso sufrieron numerosas bajas durante el trayecto por las condiciones del desierto y las escaramuzas de los ejércitos árabes. Las tropas de Jaffar, equipadas de forma más ligera y mucho más móviles, evitaron trabarse en batallas campales. La campaña se prolongó año tras año.
Un punto crítico en las cruzadas fue la Batalla de los Nueve Chacales. En aquel enfrentamiento, los cruzados avanzaron para capturar el Oasis de Gazi. Su oponente fue uno de los mejores generales de Jaffar, Mehmed-bey, al que apodaban "Mehmed el Carnicero". La batalla resultó en una emboscada, y las fuerzas cruzadas fueron masacradas. Los pocos que sobrevivieron acabaron colgados de las palmeras por los pies, con las bocas llenas de sal y los labios cosidos. El terror que producía Mehmed era atroz, y ningún viejomundano podía escuchar su nombre sin temblar.
Pero Jaffar había subestimado el honor de los caballeros y los votos que habían jurado en Estalia, y nadie podría pararlos en su sagrada misión. Gradualmente, las penurias vividas durante el año que tardaron en llegar a Al-Haikk no hicieron sino reafirmar la furia justiciera que ardía en los corazones de los caballeros cruzados, y cuando finalmente se enfrentaran al sultán en combate estaban más decididos que nunca a darle cuartel. Al cabo de varios meses muy frustrantes de pequeñas escaramuzas, los bretonianos se enfrentaron a Jaffar en la Batalla de Al-Haikk.
Asedio y Batalla de Al-Haikk[]
A medida que las guerras alcanzaron el tercer año, las fuerzas de Jaffar empezaron a disgregarse, debido a que muchos de sus guerreros empezaron a cansarse de su gobierno. El Sultán Jaffar había sido un déspota y un tirano, casi tan odiado por su propio pueblo como por los viejomundanos, y durante las Cruzadas contra Arabia muchos de sus súbditos aprovecharon la oportunidad para alzarse contra el sultán. Algunas tribus simplemente desertaron y desaparecieron en el Gran Desierto en espera del desenlace. Por lo general, estas sublevaciones tuvieron un escaso impacto en las Cruzadas, pero cuando los caballeros viejomundanos cayeron sobre la ciudad de Al-Haikk y comenzaron a asediarla, centenares de guerreros tribales reclutados por el ejército del sultán decidieron rebelarse, así como muchos nobles árabes, sumiendo la ciudad en la confusión y frustrando los planes de defensa meticulosamente trazados por el sultán.
Jaffar se vio obligado a renunciar a su estrategia de resistir con firmeza el asalto de los caballeros y desgastarlos en una guerra de asedio. El caos había tomado la capital árabe, así que en su lugar tuvo que enfrentarse a ellos en campo abierto. Jaffar mandó invocar a los Djinns de lo más profundo del desierto para que lucharan junto a sus ejércitos, confiando en que el sol del desierto y el miedo que inspiraban a los hombres le procurasen la victoria. Pero los invasores ya habían aprendido a utilizar la magia y el sentido común para resistir los estragos del sol, manteniendo frías sus pesadas armaduras metálicas hasta el momento justo de entrar en combate. Aunque ambos ejércitos estaban igualados en número, los cruzados contaban con varios miles de caballeros equipados con armaduras de placas que cabalgaban a lomos de corceles igualmente acorazados; eran como una oleada de metal imparable, miles de toneladas de acero que aplastaban las livianas armaduras de los lanceros y espaderos del sultán. Si bien los caballeros viejomundanos eran imparables, el poder de los elementales y la terrible magia de Jaffar arrasó a la infantería enemiga, y durante unos segundos eso fue el final de la invasión. Pero en aquel instante, un segundo contingente de caballeros aparecieron sobre las dunas, y cargaron nuevamente contra la retaguardia árabe.
Aquella carga, inmortalizada en numerosas leyendas y baladas, aplastó y dispersó por completo al ejército del sultán; la sangre tiñó de rojo aquel suelo rocoso, y aún hoy prevalece el color. El propio Jaffar, desesperado, convocó a Kairos Tejedestinos en busca de ayuda, el cual respondió con demonios que brotaron de las dunas, y una lluvia de sangre sobre los enemigos del sultán, pero no fue suficiente. Jaffar fue muerto por una lanza bretoniana mientras huía del campo de batalla. Los caballeros sentían un celo justiciero que les impedía ser clementes, por lo que destruyeron todos los decadentes palacios del sultán, quemaron los libros de sus bibliotecas e hicieron añicos los ídolos de sus templos, dedicados a los Djinns, los dioses de Arabia.
Un ejército, dirigido por el temible Mehmed-bey, intentó socorrer a Jaffar mientras el Asedio de Al-Haikk duraba, pero fueron interceptados por el Duque de Aquitaine. Cayó sobre ellos en un uadi, mientras los jinetes árabes descansaban. La Batalla del Lagarto Negro fue tremendamente dura, especialmente por la fiereza de los árabes y la dureza del terreno. Pero gracias a la estrategia de El Syf, el inmenso ejército de Mehmed-bey acabó dispersado, y el general árabe asesinado.
Durante estos años, una orden de caballeros bretonianos conocida como la Sagrada Orden de San Origo arribó en las costas de Arabia, en busca de venganza y honor. Tomaron la rica isla de Fyrus, que se encontraba desprotegida, pues sus tropas habían acudido a la llamada de Jaffar, y allí edificaron un grandioso templo conocido como el Sagrado Monasterio del Divino Origo. Aquella isla era sumamente importante para los árabes, pues allí había nacido el reverenciado Mullah Aklan’d, un héroe legendario para el pueblo árabe, por lo que esta invasión no quedaría impune para los habitantes del desierto. Los caballeros por su parte se dedicaron a lanzar una campaña de saqueo por la costa de Arabia, arrasando con aldeas y pueblos, y acabando con cuanta oposición encontraban en alta mar.
Asedio de Lashiek y Martek[]
Una vez muerto el sultán, las Cruzadas no tocaron a su fin. Otras dos grandes ciudades se mantenían bajo el poder de los leales a Jaffar; la inexpugnable Martek y la temible Lashiek. La primera fue sitiada por los viejomundanos y los árabes rebeldes, mientras que Lashiek fue asaltada por un gran ejército. Los aliados marcharon al sur para tomar la ciudad, y con torres y escalas asaltaron sus murallas. En el Asedio de Lashiek, el famoso Duque de Aquitaine, conocido por los árabes como El Syf, desapareció. Tras la batalla fue encontrado, ya moribundo tras ser atacado por un asesino árabe, para ser llevado a Bretonia, donde se convertiría en el temido Duque Rojo.
Al no agradarles aquella tierra seca e inhóspita por ser demasiado extensa y hostil para poderla conquistar adecuadamente, los caballeros bretonianos, que componían más de la mitad del ejército, declararon que su honor había quedado satisfecho, regresaron a Copher y zarparon rumbo a su tierra en sus barcos con las bodegas cargadas de tesoros exóticos. Pero los caballeros imperiales no opinaban igual, pues en su juramento a Estalia habían incluido la promesa de una victoria más absoluta. En aquel punto, la Cruzada principal comenzó a dividirse en varias cruzadas menores mientras los diversos contingentes de caballeros se dedicaban a perseguir a los restantes soldados de Jaffar y a liberar hasta el último de los esclavos capturados en el Viejo Mundo.
Uno de aquellos contingentes persiguió al resto del ejército del sultán hasta la región escarpada del sur de Al-Haikk, en los alrededores de la ciudad montañosa de Martek. Allí se enfrentaron a buitres gigantes capaces de apresar a un caballero blindado junto a su montura, y a feroces felinos que atacaban a todos los caballeros que se alejaban del grueso de su ejército. El contingente de cruzados buscó y mató hasta al último de los soldados supervivientes del ejército de Jaffar, sin mostrar ninguna piedad con aquellos árabes a los que consideraban asesinos fríos y sanguinarios. A día de hoy los habitantes de aquellas montañas todavía narran entre susurros las historias de los caballeros de piel plateada que se adornaban con pieles de grandes felinos, agentes de venganza y justicia. Al regresar a su hogar, aquellos Caballeros Pantera formaron una hermandad, una orden rebosante de honor y riquezas, y el propio Emperador les concedió la independencia del Imperio.
La Caída de Jaffar: Las Cruzadas continúan[]
Las Cruzadas duraron casi cien años durante los cuales el ejército del Imperio campó a través de los desiertos y montañas de Arabia en busca de venganza. Aunque las batallas más célebres, el asedio y Saqueo de Copher y la Batalla de Al-Haikk, tuvieron lugar durante los dos primeros años de las Cruzadas, fue a lo largo del siglo de guerras posteriores cuando la mayoría de las órdenes imperiales de caballería obtuvieron riqueza, prestigio y renombre. El nuevo Gran Sultán reconquistó la isla de Fyrus, y expulsó a los bretonianos que la habían ocupado, masacrando a cuantos opusieron resistencia. El Sagrado Monasterio del Divino Origo fue destruido, y Fyrus fue devuelta a la corona árabe. De este modo, Arabia volvía a estar unificada, comenzando por tanto su reconstrucción.
Durante las Cruzadas de Arabia, los bretonianos no solo lograron grandes riquezas, sino que obtuvieron multitud de extraños artefactos mágicos. Muchos de ellos, especialmente las Lámparas Mágicas, tienen su origen en el Culto de Ishmail. Esta misteriosa secta se había instalado en algún lugar de las montañas árabes, desde las cuales habían extendido sus redes de influencia por toda la península, y mucho tiempo antes de las cruzadas, una coalición de tribus árabes asaltaron su fortaleza con la intención de borrar su mácula de esta tierra. Tras la batalla, los Ishmailitas fueron derrotados y erradicados, y la cábala de magos árabes que acompañaba a los nómadas encerró a sus maestros demoniacos en extraños artefactos, siendo estos repartidos por toda Arabia. Finalmente, los cruzados se toparían con los arcanos recipientes, llevándolos como trofeo al Viejo Mundo, siendo perseguidos hasta la actualidad por los miembros supervivientes del Culto de Ishmail.
Saqueo de Bel-Aliad[]
En el año 1475 CI, un gran contingente de caballeros imperiales y bretonianos decidieron saquear las ruinas de la antigua capital árabe, Bel-Aliad. Durante su exploración de las ruinas desataron un poder antiguo, un secreto antiguo y prohibido que los borró de la faz del mundo. Años antes, un demente hechicero árabe llamado Mahik al'Rak creó en las ruinas el Portal del Crepúsculo, encantando una serie de espejos. Desde entonces, lo poco que quedaba de la antiguamente gloriosa Bel-Aliad se transformó en sede del Culto a los Espejos, secta adoradora de Tzeentch. Los cruzados activaron este portal durante su saqueo, y acabaron perdidos en el Reino del Caos, donde pasaron a formar parte de la eterna guerra de Khorne.
Cruzada Negra[]
Los Caballeros de Morr, también llamados la "Guardia Negra", rara vez marchan a la guerra, rechazando conquistas y amenazas a favor de vigilar a los enemigos de los reinos de los muertos, sin embargo, participaron en las Grandes Cruzadas. Su presencia resultó clave durante el Asedio de Al-Haikk, cuando su conducta silenciosa y firme aterrorizó a muchos de los defensores, quienes creían que eran los espíritus enojados de sus antepasados que regresaban para matarlos.
Las verdaderas razones detrás de la participación de la Guardia Negra en las cruzadas quedaron claras después de que el sultán fuera asesinado y sus ejércitos se dispersaran. En lugar de regresar a casa, la Guardia Negra avanzó hacia la Tierra de los Muertos, hacia Khemri. Allí intentaron luchar contra los ejércitos de No Muertos de los Reyes Funerarios y entraron en una guerra prolongada con ellos, aliándose con algunos de los nativos que vivían bajo su fría sombra. Muchos miembros de la Guardia Negra perecieron en la Cruzada en Khemri, llamada "Cruzada Negra" en su honor, pero aquellos que regresaron trajeron consigo tesoros fabulosos y tomos oscuros, ahora ocultos en bóvedas selladas debajo del templo en Luccini, abiertas solo en tiempos de gran necesidad.
Y este no fue el único conflicto contra los Reyes Funerarios que protagonizaron los viejomundanos. Durante su regreso de Arabia, el Duque Cheldric de Brionne fue asesinado por el infame Príncipe Apophas. Este evento provocó un siglo de cruzadas de represalia contra Nehekhara. Del mismo modo, en la Batalla de Shanidaar, el Rey Esteban de Estalia derrota a un gran ejército de No Muertos salidos de la ciudad maldita de Lahmia.
Asedio de Zarekten[]
Las tropas cruzadas de Wissenburgo alcanzaron Arabia bajo el mando del Príncipe Friedrich Weiss, en busca de gloria y riquezas. Sus hombres abrieron una brecha en las murallas de Gobi-Alain en la Costa de Arabia, y derrotaron a todos los ejércitos reunidos apresuradamente que marcharon a su encuentro. Donde hallaron los cruzados resistencia fue en Zarekten, sitiando la ciudad durante varias semanas sin éxito.
Una revuelta de esclavos viejomundanos, apoyados por árabes que querían deshacerse del yugo del cruel Emir de Zarekten, resultó en la toma de la ciudad. Los cruzados la saquearon durante tres noches y dos días y luego partieron hacia el Gran Desierto para encontrar la legendaria ciudad de Jabal Sinjar.
Arenas Movedizas de Hammurabi[]
En el año 1459 CI, cuando el ejército No Muerto del temido Rey Funerario Philzhar el "Señor de los Escarabajos" se retiró inesperadamente de la puerta de Copher y marchó hacia el desierto, la orden cruzada de los Caballeros Jaguar los persiguió con fervorosa ferocidad. Durante un día y una noche, los Caballeros galoparon tras el ejército de No Muertos, que siempre se las arreglaba para mantenerse delante de ellos como un espejismo en el horizonte, justo fuera de su alcance. Durante dos días los persiguieron a través de las tierras rocosas yermas. Finalmente, las nubes de polvo de los carros enemigos los condujo a un estrecho valle arenoso, con acantilados de arenisca que se elevaban abruptamente a ambos lados. En el otro extremo del cañón estaba el ejército del Señor de los Escarabajos en formación de batalla.
El Gran Maestre ordenó a sus hombres de la columna de marcha que formaran en una línea de batalla, preparándose para atacar. Tenía a Philzhar a su merced, atrapado sin ningún lugar al que huir. El reinado de terror del Señor de los Escarabajos pronto terminaría. Entonces, mientras los Caballeros se preparaban para cargar, hordas de esqueletos surgieron de las arenas movedizas, agarrando los cascos de los caballos y haciéndolos retroceder y corcovear incontrolablemente por el miedo. Fue entonces cuando el Gran Maestre Jaguar se dio cuenta de que habían caído en una trampa. Este no era un valle desértico cualquiera, sino las Arenas Malditas de Hammurabi, el lugar donde en la antigüedad, o eso dice la leyenda, un rey loco había ordenado enterrar vivo a todo su ejército en tumbas subterráneas, para que lo acompañaran al más allá.
Las criaturas No Muertas comenzaron a surgir de las arenas, privando a los honorables Caballeros de su gloriosa carga y creando pánico en las filas. La fuerza principal de Philzhar avanzó hacia los Caballeros, ahora en peligro. Se produjo una retirada desesperada. Eventualmente, después de sufrir muchas bajas, solo unos pocos de los Caballeros Jaguar lograron escapar del valle. El Gran Maestre fue visto por última vez siendo arrastrado de su caballo y desapareciendo bajo las arenas. Los sobrevivientes huyeron a Copher con historias terrible sobre un valle maldito y arenas que cobraron vida. Muchos de los sobrevivientes se volvieron locos por el horror de la emboscada y nadie creyó su historia. Hasta el día de hoy, el valle de Hammurabi sigue siendo un escalofriante mito.
Cruzada de las Esposas[]
El concepto de cruzada fue ideado para atraer a guerreros, proporcionando un motivo para que caballeros y templarios marchasen a la guerra; pero durante las Cruzadas contra Arabia (y en muchas otras posteriores) numerosos campesinos y plebeyos se unieron a los caballeros, a menudo con consecuencias trágicas. Los beneficios materiales y espirituales que puede reportar una cruzada son muy tentadores, y mueven a muchos individuos ajenos al campo de batalla a jurar votos junto a los guerreros. Aunque la idea de que los campesinos participen en una cruzada es encomiable, el hecho de que consumen unos recursos ya de por sí escasos, por no mencionar la falta de entrenamiento y la vulnerabilidad de estos irregulares, suponen un quebradero de cabeza para los líderes de la cruzada. Si bien los dirigentes de los cultos hacen lo posible por disuadir a estos miembros de séquitos de que se unan a una cruzada, en definitiva poco pueden hacer para detenerlos. Se tiene constancia de varias tragedias acontecidas en cruzadas a causa de estos individuos ordinarios.
La Cruzada de las Esposas fue un peregrinaje emprendido por las mujeres de muchos cruzados en un intento por prestar ayuda a sus maridos como miembros de sus séquitos. Durante su viaje a Arabia la mayoría iban desarmadas y desprotegidas, por lo que fueron presa fácil de los esclavistas y soldados que las recibieron nada más poner pie en las costas de Arabia; muchas de ellas fueron esclavizadas, asesinadas o sufrieron destinos aún peores.
Después del Conflicto: Fin de las Guerras Árabes[]
Para los árabes, el recuerdo de esta época sería aciago, y el rencor y las ansias de venganza los atormentaría en los años venideros. Aun en plena cruzada, el Gran Sultán Daryus-e Qabir lanzaría una serie de guerras religiosas contra el Viejo Mundo. Estas se centraron en intentar mantener el control árabe más allá del mar, en Tilea y los Reinos Fronterizos, pero no logró evitar que al año siguiente, el 1501 CI, el Emir Abd al Wazaq fuera expulsado de la isla de Sartosa por Luciano Catena de Luccini, tras 300 años de ocupación árabe, poniendo fin a las Guerras Árabes. Finalmente, en el año 1550 CI, los caballeros viejomundanos deciden retirarse definitivamente de Arabia, manteniéndose algunos pocos en Antoch y Sudenburgo. Los leales a Jaffar habían sido destruidos, y con ellos sus ambiciones de conquista murieron también. A las tierras de Arabia volvió la paz, quienes restablecieron sus antiguas rutas comerciales con el Viejo Mundo, restaurando su rico imperio, con el Gran Sultán nuevamente como soberano absoluto de las dunas.
Después de las Cruzadas, los caballeros veteranos que regresaron fundaron algunas de las más grandes órdenes de Caballería del Imperio, entre las que se incluyeron, además de los Caballeros Pantera, los Caballeros del León Dorado, los Caballeros Jaguar, y muchas más. Esto no fue del agrado de los cultos, pues anteriormente sus templarios habían sido las únicas órdenes de caballería formales, pero el oro Árabe compró el apoyo de los Condes Electores, que las reconocieron formalmente. Los Caballeros del Sol Llameante, una nueva orden de caballeros imperiales que se habían convertido a Myrmidia durante las Cruzadas, eran la única orden no secular; pero como adoraban a una deidad extranjera, tampoco recibieron mejor aceptación.
Batallas conocidas[]
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Bretonia (5ª Edición), págs. 13 a 14.
- Ejércitos Warhammer: Bretonia (6ª Edición), págs. 33 y 39.
- Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (7ª Edición), pág. 28.
- Ejércitos Warhammer: Mercenarios (5ª Edición), págs. 84 y 89.
- Inferno! 10, págs. 5 a 17.
- Novela: Zavant, por Gordon Rennie.
- Capítulo 1.
- Novela: The Red Duke, por C. L. Werner.
- Capítulo 2.
- Capítulo 7.
- Capítulo 18.
- Relato: Sangre y Arena, por Matt Ralphs.
- Warhammer Fantasy Juego de Rol, 1ª edición, págs. 259 y 264.
- Warhammer Fantasy JdR: Tomo de Salvación (2ª Ed. Rol), págs. 198 a 203.
- Warhammer Fantasy JdR: Hijos de la Rata Cornuda (2ª Ed. Rol), pág. 35.
- Warhammer: Forces of Fantasy (Fighting Fantasy Battles), págs. 32 y 33.
- The Citadel Journal 43, págs. 2, 3 y 16.
- The End Times I - Nagash.