
"Drachenfels. El Gran Hechicero. Un Demonio con forma humana, que engañó a la muerte quién sabe durante cuántos siglos; un hombre con apetitos insaciables; un nigromante, torturador de muertos, desmembrador de espíritus; la vileza hecha carne; un mago, un erudito, un monstruo. El extremo de su crueldad es ignoto, sus traiciones incontables, increíbles sus atrocidades. Jamás tal perversidad nació de la carne mortal."
- —Vidas depravadas, de Konrad Steinhoff (Edición de Talabheim, Schnuffer e Hijo, 2099 CI.)
Constant Drachenfels, conocido como "El Gran Hechicero", fue un poderoso e infame Nigromante y Demonólogo que ha propagando la muerte y la calamidad en el mundo durante incontables de años. El Gran Hechicero es una criatura legendaria, y se dice que ha existido desde siempre, pero lo que es seguro es que, desde que se tiene recuerdo, cuando se empezaron a escribir historias y a contar cuentos, Drachenfels estaba en su fortaleza de las Montañas Grises, desde donde aterrorizaba a las tierras circundantes del Imperio y Bretonia.
Es un personaje oscuro que acecha en los resquicios de la historia, saliendo a la luz de vez en cuando para cometer alguna atrocidad gratuita y extravagante, como para recordar que existe y que debe ser temido.
Descripción[]
Constant Drachenfels es conocido como uno de los hechiceros más poderosos e inmisericordes que jamás haya habido en el mundo hubiese conocido. Es famoso como conjurador de muertos, invocador de demonios, y tiene bajo su mando a criaturas de naturaleza tan vil como Goblins, Orcos, Trolls, Ogros,… entre otros muchos. Su lista de atrocidades es incalculable, pues lleva existiendo desde antes incluso del nacimiento de Sigmar, y solo es superada por su arrogancia, pues miraba con superioridad incluso a los propios dioses del Caos, como si fuesen meros aficionados en la causa del mal.

El Gran Hechicero es un hombre humano imponente de más de un metro ochenta de estatura... suponiendo que sea un hombre. Se cubre las manos con delicados guantes y el cuerpo con elegantes ropajes, pero sin duda lo más llamativo es que siempre lleva el rostro oculto tras máscaras. Nadie ha visto su rostro y vivido —o conservado la cordura— lo suficiente para contarlo. Algunos dicen que tras la máscara había una monstruosidad tan espantosa que habría hecho que pareciesen atractivos los rostros de calavera y jirones de carne de sus soldados no muertos. Otros sugieren que era una hermosura tan pasmosa que todos aquellos que la contemplaban caían muertos al instante. La primera observación es la que mas se acerca a la realidad.
Debajo de su mascara y exquisitos ropajes, Drachenfels no es más que una carcasa de carne podrida, hecha con fragmentos de cuerpos de varias de sus innumerables victimas. Así es como el Gran Hechicero ha logrado perdurar durante tantos siglos, a base arrebatarle la esencia de la vida a aquellos que había asesinado. Para poder seguir renovándose eternamente, cada cierto tiempo debe conseguir “material” para construirse un nuevo cuerpo en el que su negro espíritu pudiera residir.
A ojos de cualquier ser humano, Drachenfels es el Mal encarnado. Sus actos jamás han sido benévolos, justos ni nobles, aunque poseen una cualidad que algunos podrían denominar pureza. Por ejemplo, hay una cierta franqueza en sus maquinaciones. Cuando afirmó estar "arrepentido de sus pecados" ante la corte del Emperador Carolus, un hombre menos confiado que el Emperador habría advertido lo que se escondía detrás de su "conversión" al Bien, o por lo menos habría tenido el sentido común de prestar oído a los escépticos. Drachenfels "se arrepintió" tan sólo para coger por sorpresa a sus ingenuos enemigos. Pero, caprichos aparte, el Gran Hechicero, con terrible frialdad o en tremendos arrebatos de ira, ha matado, mutilado y hecho perder el juicio a mucha gente, y manipulado y destruido naciones enteras.
Según algunos, los motivos de Drachenfels para cometer tales actos de iniquidad tienen poco que ver con la "maldad", sino más bien con una forma extrema de pragmatismo: cualquier acto es aceptable si redunda en su beneficio. Su objetivo es prolongar su vida, más allá de cualquier dilema moral. El "Bien" y el "Mal" no son más que recién llegados al escenario de los asuntos humanos, y, a fin de cuentas, el Gran Hechicero procede de una época en la que tales sutilezas no significaban nada. De todas formas, las cosas que hace cuando su existencia no está en juego y su predilección por la crueldad y la carnicería son las que lo identifican como malvado sin lugar a dudas.
Drachenfels mató a muchos durante su vida, y era un hechicero lo bastante bueno para hacer que su dominio sobre las víctimas perdurara después de que murieran. Los espíritus se reunían en torno a el y se convertían en sus esclavos. Algunos incluso se convirtieron en sus seguidores. Se dice que se los veía con hábitos como los que llevan los monjes. Se rumorea que incluso se reunieron para formar una orden en el mundo de los espectros.
Historia[]
Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de Drachenfels
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Orígenes[]
El Gran Hechicero tiene sus orígenes hace más de quince mil años, mucho antes de la llegada de los Ancestrales al mundo. El ser que se convertiría en Constant Drachenfels formaba parte de una raza humanoide primitiva que habitaban en un vasto y desierto lugar de hielo. Se trataba de una raza brutos y achaparrados hombres tribales que ahora parecerían tener más parentesco con los monos de Arabia que con los verdaderos humanos.
En algún momento de su distante pasado, fue abandonado por su congéneres en las llanuras heladas. Lo habían dejado para que muriera, demasiado enfermo para que lo mantuviera la tribu. El primer hombre al que mató pasaba casualmente por allí y luchó con él para arrebatarle la vida. Él había ganado, y se alimentó de su carne durante el invierno.
Esta fue la primera vez que escapó de la muerte, y desde entonces, a lo largo de los siguientes milenios, Constant Drachenfels ha vivido muchas vidas y gastado muchos cuerpos. El propio Constant ignoraba por qué tenía esa capacidad, pero le había permitido seguir viviendo, renovando su existencia a base de arrebatar la esencia de la vida a aquellos que conquista.
- Nota aclaratoria: debido a los cambios de trasfondo de Warhammer a lo largo de los años, estos orígenes pueden ya no ser canónico por las contradicciones que generan.
La Primera Derrota del Gran Hechicero[]
Con el paso del tiempo, su poder y su arrogancia crecieron, y en la época de Sigmar, Constant Drachenfels ya era reconocido como un temible y poderoso hechicero, teniendo bajo su mando a demonios, seres no muertos y numerosas criaturas maléficas; y llevado la ruina y la destrucción a numerosos reinos y territorios.
Llegado el momento, Constant Drachenfels centró sus atenciones en el recién fundado Imperio, y en el año 11 del calendario Imperial, lideró un ejército de Goblins y demonios contra la nueva capital de Sigmar. Las tribus humanas y hordas de Enanos se reunieron en torno Sigmar, y en la Batalla de Drakenmoor, Drachenfels sufrió la primera derrota de su eterna existencia. Sigmar, el Portador del Martillo Ghal Maraz, se irguió sobre él con una bota sobre el rostro del Gran Hechicero, y lo hundió en el fango antes de rematarlo. Sus poderes mágicos lo abandonaron y su cuerpo se pudrió al ser golpearlo.
Constant Drachenfels había sido humillado a manos de Sigmar Heldenhammer, pero ni siquiera el propio Sigmar pudo acabar con el poder del Gran Hechicero, aunque lo dejó incapacitado durante mil años, destrozado físicamente de forma irreparable, hasta que su espíritu se apropió de otro cuerpo, como había hecho otras veces, y volvió a la vida. Aun así, tan impactante derrota le perseguiría hasta mucho después de que se volviera a hacer corporal varios siglos más tarde.
El Terror de Drachenfels[]
Drachenfels no permaneció ocioso durante este largo periodo de recuperación, ya que alrededor del año 184 CI levantó el Castillo Drachenfels en las Montañas Grises y desde donde más adelante aterrorizaría los territorios circundantes de los reinos tanto del Imperio como de Bretonia, usando el castillo como su sede de poder.
Al principio, Constant Drachenfels empleó sus habilidades mágicas para volver a contemplar a voluntad las fechorías que cometía y regodearse en ellas. Pero, con el tiempo, los propios muros del Castillo empezaron a atender, atesorar, a responder, a cambiar. Drachenfels se dio cuenta de que todo el que sabía escuchar era capaz de ver, oír, oler e incluso degustar las atrocidades que tenían lugar en los salones y rincones del edificio, y que, muchas veces, el Castillo dirigía los pensamientos de aquellos que se dejaban llevar y absorbía parte de sus sensaciones y recuerdos, como si también disfrutase con las maldades de sus ocupantes…
Durante los primeros siglos de su existencia, los invitados del Hechicero que participaban en las monstruosidades que se llevaban a cabo allí guardaron el secreto. Tan sólo siglos después, cuando su osadía rebasó todos los limites, sucedieron los horrores legendarios, una serie interminable de ellos…
La "Pavana de los Leprosos" de 1104 preparó el terreno para las perversiones que seguirían, cada cual más cruel que la anterior. Drachenfels, disfrazado, engañó a casi un millar de almas de los pueblos y las ciudades de los alrededores para que acudieran a un banquete seguido de un baile. A cada uno, ya fuese mercader o explorador, una dama pizpireta o un rudo jornalero, el Hechicero le contó una historia que apelaba a su mayor vanidad o deseo: calor y cobijo, comida y bebida, estatus social y presunción, cuadros, poetas y músicos elfos... Entre risas, les prometió que bailarían mientras se tuvieran en pie. Y así fue. Bailaron hasta que se les cayeron los miembros, forzados a hacer cabriolas mientras una lepra fantásticamente rápida corrompía sus cuerpos. Drachenfels pasaba entre ellos, riendo a carcajadas mientras arrancaba cabezas y las aplastaba como fruta podrida.

En el año 1851 CI Drachenfels saqueó Parravon, al este de Bretonia. Atravesó la ciudad a caballo con su ejército de muertos, ataviado con hermosas sedas y con el rostro cubierto por su máscara de oro. Las cabezas de los capitanes de la milicia de la primera familia de Parravon se bamboleaban con la boca abierta sobre las picas. Un asesino a sueldo de la primera familia salió corriendo de entre la multitud para matar a Drachenfels, solo para ser hecho pedazos por sus podridos tenientes. En el aire danzaban demonios que se llevaban pedazos del destrozado atacante y sus entrañas cayeron sobre los ciudadanos. Drachenfels recibió tributo de Parravon, pero de todos modos esclavizó a la primera familia. Como ejemplo, varios funcionarios públicos fueron servidos como comida para uno de los asistentes demoníacos del hechicero.
En el año 1907 CI llevaría a cabo el "Banquete Envenenado", para uno de sus mayores actos de infamia. Fingiendo sincero arrepentimiento por sus atrocidades pasadas, Drachenfels invitó al emperador electoral Carolus II y a toda la corte imperial y a sus familias a un gran festín a celebrar en su castillo. Allí, envenenó a sus invitados, paralizándoles, y les dejó morir de hambre frente al maravilloso banquete que había preparado.
En 2203 CI se abrió en el Castillo Drachenfels una gran grieta a los reinos del Caos, liberando una gran horda demoníaca que llevaron la destrucción en Reikland. Al cabo de más de una semana de terror, la grieta se cerró misteriosamente, después de que casi todos los seres vivos entre Bögenhafen y Übersreik fueran aniquilados. Se dice que Drachenfels fue el responsable de todo esto.
Ciertamente, es difícil seguir la carrera de todas las atrocidades cometidas por Drachenfels a lo largo del tiempo, de todos los reinos saqueados y desangrados por él, las plagas desatadas sobre ellos, los tributos impuestos, los demonios que había puesto en libertad…. Pero en lo que nadie duda es de todo el dolor, terror y muerte que desataron.
La Expedición del Príncipe Oswald[]
Desde hacia un par siglos, Drachenfels había permanecido quieto dentro de su inexpugnable fortaleza de las Montañas Grises. Algunos creían que el Gran Hechicero había muerto, pero existían demasiadas pruebas de que continuaba trabajando en todo el Viejo Mundo. Hay quienes decían que estaba demasiado viejo para ser el monstruo que había sido en otros tiempos, otros aventuraban que el Gran Hechicero estaba viajando por dentro de sí mismo, intentando sondear las profundidades de su propia oscuridad, convocar a los peores de sus demonios personales. Una canción, cantada sólo por un juglar bretoniano, sugería que Drachenfels estaba meditando sobre sus muchos pecados, buscando la fuerza para batallar con Sigmar, y que esta vez vencería para siempre al portador del martillo de guerra y provocaría el fin de todas las cosas. Se oían toda clases de rumores, pero todo parecía indicar que el Gran Hechicero se preparaba para desatar otra vez su mal por el mundo.
Sieur Jehan, un erudito que trabajaba para la Casa von Königswald, regentes de la provincia de Ostland, presentó las pruebas de los recientes actos de Drachenfels. Leyó el testamento, conseguido a través de un médium, de un hechicero al que habían encontrado en su morada, hacía poco, desollado y deshuesado. El hechicero muerto alegó que toda clase de fuerzas mágicas y demoníacas estaban convergiendo en la fortaleza de Drachenfels, y que el Gran Hechicero estaba alcanzando nuevos niveles de poder. Luego, el erudito habló de la plaga de sueños y visiones de la cual habían informado los sacerdotes de todos los dioses. Se veía a un hombre enmascarado que avanzaba por la tierra asolada, entre los incendios que habían sido ciudades y los desiertos que habían sido bosques. Los muertos formaban pilas altas como montañas y los ríos eran nueve partes de sangre por una de agua. Las fuerzas del mal estaban reuniéndose y Drachenfels se hallaba en medio de ellas.

El Príncipe Oswald se enfrenta a Drachenfels.
Ante estas señales, el príncipe Oswald von Königswald decidió organizar en el año 2480 una expedición para acabar con la tiranía del Gran Hechicero de una vez por todas. Desoyendo las advertencias de su padre, el elector Maximilian von Königswald, y del Emperador Luitpold I, partió con el erudito Sieur y su escudero Conradin al Castillo Drachenfels. Dado que no contaban con apoyo Imperial, para aquella misión, Oswald recluto a toda una serie de aventureros y guerreros: la vampiresa Genevieve Dieudonné, el cazarrecompensas Anton Veidt, el rey bandido Rudi Wegener, Stellan el Brujo, la bailarina asesina Erzbet, los Enanos Ueli y Menesh, y Heinroth el vengador. Algunos se le unieron por tener la oportunidad de participar en semejante hazaña, otros para poder vengarse de Drachenfels.
La misión fue más peligrosa de los esperado, y varios de los compañeros murieron ya fuera a manos de los sirvientes del Gran Hechicero o en las trampas que este les preparaba. A pesar de los peligros a los que se enfrentaron, guiados por la determinación y perseverancia de Oswald desafiaron los peligros del Castillo Drachenfels, y unos pocos consiguieron llegar hasta la sala del trono, donde el Gran Hechicero les esperaba. De los supervivientes, el príncipe Oswald von Königswald fue él único que pudo hacer frente a Drachenfels, y tuvo que hacerlo en solitario. Contra todo pronostico, Oswald se alzó con la victoria aquel día, acabando con la vida del monstruoso brujo que había aterrorizado al mundo durante milenios.
Los efectos de la muerte de Drachenfels fueron calamitosos e imprevistos. Los demonios quedaron liberados de su yugo o fueron arrojados de vuelta a sus infiernos. Toda un ala del castillo se desmenuzó y desplomó, y su muerte fue percibida por hechiceros menores. Por todo el Viejo Mundo, los agentes del mal —muchos de los cuales habían pasado años encubiertos como ciudadanos corrientes e incluso ejemplares, se transformaron en su auténtico yo monstruoso, heridos por flechas invisibles que les atravesaron el corazón o estallaron en pedazos. Un castillo en Kislev se derrumbó en silencio y redujo a pulpa a un aquelarre de brujas. Millares de espíritus quedaron liberados de las ataduras que los sujetaban a la tierra y pasaron al más allá, fuera del alcance de médiums y nigromantes. En Gisoreux, la estatua de un niño mártir cobró vida de pronto y se puso a hablar en un idioma que nadie entendía, al deshacerse por fin el hechizo que pesaba sobre él.
Aparte de Ostwald, los únicos que sobrevivieron a aquella expedición fueron Genevieve, Anton Veidt, Rudi Wegener, Erzbet, y Menesh. Todos y cada uno se convirtieron en los héroes de sus tiempos, aunque ninguno sería tan elogiado como el propio príncipe, quien se convertiría en uno de los héroes famosos en toda la historia del Viejo Mundo. Algunos vieron en el príncipe al mismísimo espíritu de Sigmar reencarnado.
El Emperador Luitpold I, avergonzado por su negativa inicial a contribuir a la expedición de Oswald, había enviado un destacamento de la guardia imperial para que limpiara el castillo de los patéticos restos de los inmundos servidores de Drachenfels. Goblins, orcos, trolls, humanos monstruosamente mutados, seres degenerados y hordas de criaturas inclasificables fueron pasados por la espada, quemados en hogueras o colgados de lo alto de las almenas. El Emperador había querido arrasar el castillo hasta los cimientos, pero Oswald intercedió e insistió en que debía permanecer en pie y abandonado como recordatorio del mal que había existido en él. Por los libros, papeles y posesiones de Drachenfels discutieron el Gran Teogonista del culto de Sigmar y el Ar-Ulric del culto de Ulric, pero al fin fueron a parar a santuarios y bibliotecas de todo el Imperio, accesibles sólo para los eruditos más apreciados y sin tacha.
El Gran Engaño[]
Puede que a lo largo de los veinticinco años tras su victoria, el príncipe Oswald von Königswald fue elogiado, alabado, ensalzado y recibiera toda clase de honores por acabar con el mal que representaba Constant Drachefels, pero su famosa batalla contra el gran Hechicero tuvo un desenlace muy distinto al que muchos piensan. En realidad, la famosa victoria nunca fue tal.

Constant Drachefels demostró ser demasiado poderoso y derrotó a Oswald y sus compañeros. Solo el joven príncipe quedaba aun en pie, pero enloquecido por el terror, cayó de rodillas, sollozando. El Gran Hechicero se dispuso a acabar con su vida, pero detuvo su mano al ocurrírsele una idea. En lugar de matarlo, podría utilizar a Oswald para renovar su cuerpo, y conseguir un reino al mismo tiempo. Drachefels decidió perdonarle la vida al príncipe, a cambio de ayudarlo apoderarse de todo el Imperio. Drachefels se quitó su máscara y le concedió a Oswald el privilegiado de ser el primero en ver su rostro putrefacto, explicándole que necesitaría crearse un cuerpo nuevo en el que habitar.
El Gran Hechicero le propuso un pacto: Ese día él le “mataría” y se convertiría en un héroe para todos. Por su hazaña adquirirá gran poder y prestigio hasta que, dentro de muchos años, le ayudaría a adquirir un nuevo cuerpo. Drachenfels le aseguró que hallaría el modo de regresar de su muerte. Tendría que buscar para él un hombre de alma muy pequeña pero tinto en sangre. Sería su protector y la esencia de Drachenfels entraría en él. Luego le entregará a sus aliados que habían sobrevivido a aquella misión para sacar de ellos los materiales necesarios para crear la nueva carcasa en la que revivir realmente. Entonces, tras su regreso, se apoderarán juntos del Imperio. El Emperador moriría, así como su heredero y todo los que se les opongan, y él le pondrá como Emperador en su lugar. Gobernarán juntos el Imperio durante incontables eras, conquistando el resto de naciones del mundo, esclavizando a la humanidad y el resto de razas serán exterminadas.
Drachenfels pudo ver la ambición, la sed de sangre y la codicia brillando en los ojos de Oswald von Königswald. Desde siempre, el príncipe de Ostland había tenido un no reconocido odio hacia el emperador Luitpold, su hijo Karl-Franz y toda el linaje la Casa del segundo Wilhelm.
Oswald se arrodilló ante Constant Drachefels y le juró lealtad, sellando aquel funesto pacto con sangre. Entonces lo arreglaron todo para que diese la impresión de que el joven príncipe había salido victorioso de un cruento duelo contra él. Mientras Oswald se hacia varias heridas con su daga, Drachenfels destrozó la estancia en la que se encontraban, y deshizo toda la magia que imbuía su castillo, que pudo ser fue percibida por los hechiceros menores. Para rematar la farsa, le entregó a Oswald un pesado espadón chapado en plata y que había sido bañado con la sagrada sangre de Sigmar. Sin duda, un arma adecuada para “matarlo”.
Constant Drachefels entonces se arrancó al armadura y permitió que Oswald lo atravesara con la espada.
El Regreso del Gran Hechicero[]

Drachenfels con Laszlo Lowenstein
Como Constant Drachefels había predicho, en los posteriores veinticinco años Oswald von Königswald se convirtió en una de las personas mas poderosas e influyentes del Imperio. Y como prometió, el Gran Hechicero terminó regresando de la muerte. Como había pactado, Oswald encontró a Laszlo Lowenstein, un actor de teatro con grandes dotes interpretativas pero con inclinaciones sádicas, y Drachenfels se convirtió en su “mecenas”.
En el año 2505 CI, Maximilian von Königswald, padre de Oswald y elector de la provincia de Ostland, estaba a punto de fallecer a causa de su avanzada edad. Con motivo de su inminente sucesión, Oswald von Königswald decidió llevar a cabo una obra de teatro que recrease su victoria sobre el Gran Hechicero, y que se representaría en el propio Castillo Drachenfels. Oswald contrató a Detlef Sierck, un extraordinario dramaturgo que pasaba por serios problemas financieros, para que se encargara de llevar a cabo aquel ambicioso montaje teatral.
Para que la obra fuese una representación lo más fidedigna posible a la misión, Oswald contactó con sus antiguos compañeros, para que narraran sus versiones de los hechos y aconsejaran a los actores que los representarían en la obra. Así Genevieve Dieudonné, Anton Veidt, Rudi Wegener y Menesh se reunieron con Detlef para ser entrevistados. Erzbet fue la única que no acudió, ya que se quitó la vida poco después de recibir la invitación de Oswald.

Laslo disfrazado de Drachenfels.
Laszlo Lowenstein consiguió ser contratado como actor para la obra, teniendo que interpretar precisamente al Gran Hechicero en la misma. Luego, siguiendo las ordenes de su amo, se infiltró en el Jardín de Morr de Altdorf, lugar donde reposaba el cadáver de Erzbet, y le extrajo el corazón y los ojos.
Días más tarde, mientras Oswald se quedaba en Altdorf para encargarse de los asuntos de la sucesión, la compañía teatral de Sierck y sus antiguos compañeros de aventura viajaron al Castillo Drachenfels para prepararlo todo para la gran obra. Durante las semanas que duró la producción, se produjeron una serie de terribles asesinatos. Uno a uno, los antiguos compañeros de Oswald fueron encontrados muertos y horrendamente mutilados. Se llevó a cabo una investigación, que llevó al arresto de Vargr Breughel, el ayudante de dirección de Detlef Sierck, el cual además era un mutante. Breughel se suicidó y no se produjeron más crímenes, pero Detlef y muchos siempre creyeron en su inocencia. A pesar de estos incidentes, la obra continuó según los estipulado.
Todos habían muerto por las maquinaciones de Constant Drachefels, y luego su agente Laszlo los descuartizó con gran precisión quirúrgica para conseguir lo que necesitaba de su nuevo cuerpo. De Rudi le quitó la grasa, de Menesh la piel, los riñones y los órganos reproductivos, y de Anton Veidt el esqueleto. Junto con el corazón de Erzbet, Drachefels construiría su nuevo cuerpo. A los tres también le quitó los ojos y los guardó junto con los de la bailarina. Todo lo que quedaba era la sangre de Genevieve Dieudonné para completar su resurrección, y ella fue dejada para el final.
Finalmente llegó el gran día. Las personalidades más poderosas e influyentes del Imperio acudieron al Castillo Drachenfels para ver la grandiosa obra teatral de Oswald que marcaría su inicio como nuevo elector tras el reciente fallecimiento de su padre. Entre ellos estaban el emperador Karl Franz y su hijo Luitpold, los Condes Electores, el Gran Teogonista Yorri XV y el Ar-Ulric, así como algunos miembros mas prominentes de la alta nobleza imperial y poderosos mercaderes. Todos invitados por Oswald para que contemplaran su gran triunfo…. Y el de Drachenfels.
Se produjo un pequeño incidente cuando apenas faltaban unas horas para que empezase la obra. Lilli Nissen, la actriz encargada de interpretar a Genevieve, se encontró con el rostro desollado de Anton Veidt en su vestuario. Esto hizo que la asustada actriz abandonada de inmediato el lugar sin atender a razones, obligando a Detlef Sierck a recurrir a la verdadera Genevieve para que se representara a su misma. Con este acto, el Gran Hechicero tenía todas las piezas en su sitio para llevar a cabo su gran plan.

La representación dio comienzo sin que se produjera ningún otro contratiempo, con los espectadores totalmente ensimismados por la obra de teatro. Tras salir en los momentos puntuales, Lowenstein se retiró a los vestuarios hasta el quinto y último acto, donde se representaría la famosa batalla final entre Oswald von Königswald, encarnado por Detlef Sierck, y Constant Drachefels, interpretado por él mismo. Totalmente a solas, el actor sacó el material que había estado recolectando y llevó a cabo el ritual que su “mecenas” le había intuido.
Tras completarlo, el esqueleto de Veidt quedó revestido con la grasa de Rudi y la piel de Menesh, mientras el corazón de Erzbet comenzó a latir, anhelante de la sangre de Genevieve. Luego, sacó los ojos de sus victimas, y se los fue tragando uno a uno. El dolor asoló su cuerpo mientras sufría cambios con cada ojo que ingería. Cuando hubo tragado el último globo ocular, la criatura compuesta por los trozos de los muertos lo abrazó, lo metió dentro de su pecho abierto y curvó las costillas en torno a él, fundiendo los dos en uno solo.
Laszlo Lowenstein había dejado de existir. Se había convertido a todos los efectos en Constant Drachenfels.
La Caída de Drachenfels[]
Entonces dio comienzo al quinto acto de la obra Sierck, y Drachenfels hizo acto de presencia en el escenario. Todos tardaron en comprender lo que realmente estaba pasando al pensar que en realidad se trataba del actor Lowenstein interpretando al Gran Hechicero y no el autentico Gran Hechicero, pero al hacerlo, el pánico y la confusión se desató. En el palco imperial, el príncipe Oswald von Königswald revelo su traición y tomaba a Karl Franz como rehén, posicionando la punta de su cuchillo contra su garganta, desafiando a que alguien intentase detenerlo.
Alguien del publico disparó una pistola y en el pecho de Drachenfels se abrió una herida. Este la cerró con solo pasar una mano sobre ella, y sin dejar de reír arrojó algo pequeño. Se oyó un grito cuando cayó el que había disparado, retorciéndose de dolor. Había sido Matthias, el consejero del Gran Teogonista Yorri XV, que ahora no se parecía a nada naturalmente humano.
Todo estaba saliendo tan y como lo había planeado hace veinticinco años, y lo único que quedaba por hacer esa usar la sangre de Genevieve para completar su resurrección. Detlef Sierck trató de proteger a la vampiresa con su espada de atrezo. Indiferente ante aquel acto de valentía temeraria, una mano de Drachenfels cayó sobre el hombro izquierdo de Detlef, y ejerció fuerza suficiente para hacerle pedazos los huesos, hundiendo los dedos en su carne como gusanos.
Al ver que el Gran Hechicero estaba a punto de matar a Sierck y la traición de Oswald, Genevieve se vio inundada por un frenesí asesino y se abalanzó sobre Drachenfels, quien arrojó al dramaturgo a un lado para hacerla frente. Genevieve consiguió causarle grandes daños a su cuerpo inhumano, pero al final fue derrotarla y lista para arrebatarle cada gota de sangre de su cuerpo.

Tratando de matar a Genevieve.
A pesar del intenso dolor, Detlef consiguió incorporarse solo para ser testigo de como Drachenfels estaba a punto de matar a Genevieve. Entonces, apoyado contra la pared, vio un martillo de herrero usado para montar los decorados que alguien se había olvidado en el escenario. Era un objeto corriente, pero la energía que pasó de él a su cuerpo cuando lo asió no tenía nada de corriente, y se imagino rodeado por un aura dorada. Sus dolores se desvanecieron y atacó.
Drachenfels recibió el golpe de lleno en la parte posterior de la cintura, pero retuvo a Genevieve, reacio a renunciar a la sangre que lo reviviría. Detlef Sierck giró con el impulso y se encaró con el Gran Hechicero. Drachenfels vio el brillante martillo que tenía entre las manos, y experimentó un miedo momentáneo cuando los recuerdos de su primera y humillante derrota a manos de Sigmar inundaron su mente.
Detlef siguió golpeando, y con cada golpe hacia añicos su cuerpo. El corazón de Erzbet estalló y llenó su pecho de bilis. La grasa de Rudi se licuó y filtró al interior de su cavidad estomacal. La piel de Menesh se rajó y se desprendió. Los huesos de Veidt se partieron. Drachenfels fue traicionado por sus propias victimas, y vio los espíritus de sus millares de victimas, aguardándolo. El delgado cuerpo de Lowenstein se encontraba solo dentro de la ruina que habría sido el Gran Hechicero. Los golpes del martillo continuaron, y el cráneo se partió como un huevo. Drachenfels se desplomó y los golpes continuaron.
Antes de que la vida lo abandonara, recordó al primer ser que había matado y arrebatado la vida para preservar la suya. Miles de años después de aquello, Constant Drachenfels comprendió que solo había logrado mantener la muerte a distancia durante unos pocos momentos en el infinito de la eternidad.
Al ver que el Gran Hechicero había sido destruido, Oswald von Königswald se dejó dominar por el pánico. Le cortó el cuello a Karl Franz antes de intentar escapar, pero pudo ser detenido y acabó muerto. Tras el estreno de Drachenfels, se trataron inmediatamente a los heridos. Detlef Sierck y Genevieve Dieudonné acabaron recuperándose de sus heridas. El Emperador también se recuperó del corte, aunque tuvo que hablar en susurros durante algunos meses.
El barón Johann von Mecklenberg se hizo cargo de la situación y del entierro de Oswald von Königswald en una sepultura sin marcar que cavaron en la montaña. Cortó en pedazos los restos de Drachenfels y lo arrojó al valle para que fuesen pasto de los lobos. Lo que quedaba no se parecía mucho a nada que hubiese estado vivo. Creyó ver un grupo de aparecidos que lo observaban mientras de deshacía del monstruo, pero cuando acabó con lo que tenía entre manos, ya habían desaparecido. Los lobos murieron, pero pocos lamentaron este hecho.
Los electores celebraron una breve conferencia y se decidió que debía destruirse la fortaleza de Drachenfels y llevaron a ella alquimistas para que colocaran cargas explosivas por toda la estructura. El barón Johahn que observaba desde la montaña de enfrente, volvió a percibir los fantasmas en la periferia de su visión. La construcción estalló del modo mas satisfactorio, arrojando a un valle contiguo un gran cantidad de piedras.
Legado[]

Constant Drachenfels había sido destruido aparentemente para siempre, pero su terrorífico recuerdo y su sucio legado aún cuelga como una espada sobre las poblaciones cercanas a las ruinas de su castillo, y su nombre se susurra en tonos temerosos y quedos, o se lanza contra los niños rebeldes como amenaza o como aviso. De echo, abundan los rumores acerca de que las (aparentemente tranquilas) ruinas, en su mayor parte reducidas a escombros y abandonadas desde hace mucho tiempo, están menos abandonadas de lo que parece…
Algo de Drachenfels todavía permanece allí, llamando a los débiles de mente para que le sirvan. En Suden Vorbergland ha surgido secta de Los Sin Rostro, que veneran al Gran Hechicero y esperan su regreso.
El Fin de los Tiempos[]
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
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El Sin Nombre estaba encantado con el giro de los acontecimientos. Un ejército de muertos estaba bajo su mando, y tres de los cinco Mortarcas restantes de Nagash estaban a su alcance. El Sin Nombre tenía visiones de desafiar a Nagash, una vez que el poder de los tres Mortarcas fuese añadido al suyo propio. El espíritu se había olvidado casi de Luthor Huss, pensando que la mente del sacerdote guerrero estaba totalmente ahogada bajo su propia voluntad oscura. Sin embargo, Huss era una comida que había perdido su sabor, y el Sin Nombre quería que la batalla acabara para poder buscar a otro anfitrión vivo. La gloria le esperaba, de eso estaba seguro.
Fuentes[]
- Saga Genevieve, la Vampira: Drachenfels, por Jack Yeovil.
- Prólogo.
- Capítulo 2.
- Capítulo 3.
- Capítulo 5.
- Primer Acto.
- Capítulo 2.
- Capítulo 5.
- Segundo Acto.
- Capítulo 5.
- Capítulo 9.
- Tercer Acto.
- Capítulo 3.
- Capítulo 11.
- Cuarto Acto.
- Capítulo 1.
- Capítulo 4.
- Capítulo 7.
- Quinto Acto.
- Capítulo 1.
- Capítulo 3.
- Capítulo 6.
- Capítulo 8.
- Capítulo 9.
- Capítulo 10.
- Capítulo 11.
- Capítulo 12.
- Capítulo 15.
- Epílogo.
- Prólogo.
- Warhammer Fantasy JdR: El Castillo Drachenfels (1ª Ed. Rol), págs. 7-8, 90-91.
- Warhammer Fantasy JdR 4ª Edición, págs. 272, 274, 275, 276, 287.
- Warhammer Fantasy JdR: Guía de Ubersreik (4ª Ed. Rol), págs. 5, 8, 9, 64.
- The End Times V - Archaón.