Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Una de las figuras más destacables y características del Viejo Mundo es la del cazador de brujas. Fácilmente reconocibles por su alto sombrero de ala ancha, su oscura indumentaria, su intransigencia y su afición a arrestar y quemar mutantes, pocos individuos causan más terror en culpables e inocentes por igual que los cazadores de brujas. Se ha escrito mucho sobre estos entregados personajes, y los rumores ondean a su alrededor como el humo que brota de sus hogueras. Pero ocultan la verdad tras una máscara de competencia y fanatismo feroz. Los cazadores de brujas y sus prácticas se describen detalladamente en el suple-mento Reinos de la magia, donde podrás encontrar más información sobre ellos.

La Verdad sobre los Cazadores de Brujas

Temidos y respetados, apreciados y odiados, los cazadores de brujas son tanto un azote como una salvación para la civilización. Son asesinos despiadados que sirven a los intereses del Imperio quemando la corrupción con sus antorchas allí donde la encuentran. Se oponen a todo lo que encuentran antinatural, sea cosa o persona. Brujos y brujos oscuros, hechiceros vulgares, mutantes, sectarios, engendros del Caos, no muertos y cualquier otra cosa que no se ajuste a lo que es bueno y virtuoso es aniquilada, convirtiéndose en una víctima más de sus purgas.

La práctica de cualquier brujería ajena al auspicio de los Colegios e la Magia se considera abominación dentro del Imperio. La muerte en la hoguera es el castigo prescrito por este crimen concreto, y los cazadores de brujas no son nada quisquillosos a la hora de administrarlo. Recientemente, tras la Guerra del Caos en el norte, los leñadores y cazadores de brujas están muy ocupados, pues cada vez hay más gente que abraza supuestamente las artes oscuras. Todos los ciudadanos ordinarios están de acuerdo en que los cazadores de brujas son necesarios, y que el trabajo que desempeñan es crucial para la seguridad del Viejo Mundo, pero prácticamente todos palidecen de terror cuando ven a una figura ataviada con el Familiar sombrero de ala ancha, una túnica con hebillas y un largo manto negro.

Los cazadores de brujas varían de los fríos e indiferentes, que creen que lo que hacen no es más que un trabajo, a los fanáticos que rastrean a los sirvientes del Caos con un tesón infatigable, y que quemarían una aldea hasta los cimientos antes que arriesgarse a que un sectario escape sin castigo. Conforme los cazadores de brujas se van haciendo viejos y más experimentados, y crece la cantidad de horrores que han presenciado, muchos adoptan perspectivas más radicales, muy parecidas a las de los arquetípicos templarios de Sigmar de hace tres siglos, que creían que todo el mundo es culpable; lo único que cambia es cuánto. Algunos eruditos se han preguntado si es posible que los cazadores de brujas que siguen este camino se hayan asociado inadvertidamente con el propio Caos (claro que no se lo preguntan en voz alta).

Encontrar traidores, disidentes y revolucionarios no es responsabilidad de los cazadores de brujas, y la mayoría no tienen interés alguno para ellos (a no ser que estén confabulados con el Caos). Un cazador de brujas escrupuloso podría mencionarle a un amigo de la guardia que hay un grupo de separatistas fomentando revueltas en una universidad, por poner un ejemplo (aunque casi ningún cazador de brujas tiene amigos).

Historia

Durante cientos años, el Imperio ha languidecido en declive. Aparecían demonólogos, nigromantes y sectas con una frecuencia alarmante. y a pesar de todo lo que era el Imperio, no tenía forma alguna de evitar su multiplicación. Al no poder contar con el débil e ineficaz líder que se sentaba al trono, el pueblo acudió al culto de Sigmar en busca de ayuda. Para satisfacer las necesidades de las atormentadas provincias, el Gran Teogonista Siebold II fundó la Orden del Martillo Plateado en el año 1682, un grupo de sacerdotes guerreros e investigadores comprometido con la erradicación de los agentes del Caos. Portaban un mandato con el sello del Gran Teogonisra, por el cual ningún lugar ni persona se hallaba fuera de su alcance.

Durante los sesenta años siguientes estos cazadores de brujas no se consideraron una amenaza significativa, pero fueron expandiéndose poco a poco. tejiendo una red de espías y confidentes. Su reputación creció, y la gente empezó a temer su poder. En respuesta a la temeraria destrucción causada por demonólogos y nigromantes. el Gran 'Feogonista autorizó a los Templarios (como se les llamaba) a emplear la fuerza para poner freno a la práctica de toda magia, lo que trajo consigo una nueva era de represión brutal contra todo tipo de hechiceros.

Pero el poder corrompe. Los cazadores de brujas engrosaron sus escasas filas aceptando en ellas a cualquiera con devoción religiosa. Y así, en los años siguientes, reclutaron fanáticos incontrolables y hombres de mala catadura en su lucha contra el Caos. Y fue entonces cuando el Gran Teogonista envió a los Templarios a que purificaran la pecaminosa ciudad de Mordheim. Creyendo que las Hermanas de Sigmar (la única orden de sacerdotisas que alguna vez hayan servido oficialmente a Sigmar) eran herejes y estaban corrompidas por el mal que anidaba en la ciudad, el Gran Teogonisra marcó a las herejes y las excomulgó del culto. La guerra prosiguió ferozmente durante un año más, hasta que un corneta de colas gemelas cayó del ciclo y arrasó la Ciudad de los Condenados.

A lo largo de los tres siglos siguientes, los cazadores de brujas continuaron con su labor, pero la propagación del Caos demostró ser demasiado peligrosa para con-tenerla ellos solos. La influencia de las Fuerzas Malignas era tan terrible que, en el año 2111. el gran duque de Middenheim, que también era cazador de brujas, mandó ahorcar a todo el pueblo de Rotebach tras acusarlos de adorar al Caos. Los demás cultos montaron en cólera ante este suceso, y los de Une, Myrmidia otros más fundaron sus propias organizaciones para proteger a sus congregaciones (aunque nunca fueron más que algunas bandas de fanáticos sin apenas recursos).

Sin embargo, en el año 2301, el mundo cambió con la llegada de Asavar Kul, iniciándose así la Gran Guerra contra el Caos. Cuando Magnus y sus ejércitos lograron rechazar a la horda, se enfrentó a la tarea de volver a unificar el Imperio, pues a lo largo de los siglos anteriores se había desintegrado en su mayor parte. Para reunir a las díscolas provincias bajo el estandarte imperial, sometió a todos los cazadores de brujas bajo el control del Lord Protector. Este hombre debía responder tanto ante el Emperador como ante el culto de Sigmar. Mediante esta secularización parcial del cuerpo de cazadores de brujas, Magnus alivió el terror que provocaba la existencia de un cuerpo policial descontrolado y la posibilidad de que condenan a los seguidores de otros dioses a la misma muerte ardiente que a los mutantes y los de su especie.

Sin embargo, Magnus fue posiblemente el último Emperador firme en un periodo de casi doscientos años, y debido a la ineptitud o la ignorancia de sus sucesores, los Templarios volvieron gradualmente a sus antiguas costumbres. Al cabo de una generación, la Orden de Sigmar quemaba y mataba a todo el que deseaba sin reparo alguno por la ley, y volvió a escapar del control del Emperador. La situación continuó así hasta que Volkmar van Hindenstern fue seleccionado como sucesor del Gran Teogonista Yorri XV Gracias a los esfuerzos de los miembros más puros de la orden de los Templarios, la corrupción interna de la organización de cazadores de brujas le fue revelada a Volkmar el Adusto, quien asumió inmediatamente d control de la rebelde y violenta facción. Algunos murmuran que el Lord Protector había estado bajo la influencia de una secta oculta, responsable de las desenfrenadas matanzas que habían sobrecogido al Imperio durante años. Sea cual sea la verdad, el Gran Teogonista anuló el cargo de Lord Protector y creó tres cargos distintos, denominados General del Sur, General del Norte y General del Este. Estos generales de cazadores de brujas controlaban sus territorios con puño de hierro, y enviaban a sus cazadores de brujas a los confines más recónditos del Imperio.

Cuando Magnus el Piadoso hubo reconocido la legitimidad de la Orden del Martillo Plateado y la sometió al trono además de al Gran Teogonista, nombró a los cazadores de brujas inquisidores oficiales del Imperio, sancionados y subvencionados por el estado. Esto concedió a los cazadores de brujas un poder considerable, situándolos por encima de sus contrapartidas de otros cultos. Aunque ejercen una autoridad increíble, ahora están obligados por la ley y deben operar dentro de sus límites. Los cazadores de brujas ya no son libres de quemar a quien se les antoje. Ahora pueden arrestar a cualquier ciudadano imperial sospechoso de relacionarse con el Caos. También tienen el derecho de interrogar a dichos sospechosos, empleando la tortura si fuera necesario. Y en caso de conseguir una confesión, están en su derecho de quemar al individuo en el acto. De lo contrario, deberán juzgar al acusado frente a un jurado paritario. Pero al no haber leyes sobre la presentación de pruebas, los cazadores de brujas son libres de utilizar cualquier técnica a su disposición para convencer al jurado de la culpabilidad del sospechoso. Suelen ganar en casi todos los casos.

Hombres de Acción

En términos generales, los cazadores de brujas están acostumbrados a la lucha. Son individuos robustos y bien armados. Prefieren usar mantos con capucha y sombreros para ocultar su aspecto de miradas curiosas Algunos llevan cadenas de plomo alrededor de la garganta que les recuerdan a sus camaradas caídos, y también (o eso afirma la superstición) porque el plomo protege contra la brujería. Los seguidores de los cazadores de brujas (la chusma que suele acompañarles) son una visión aún más ominosa: hombres dementes y automutilados que han perdido o renunciado a todos sus bienes materiales y, probablemente, también a su razón.

Con una considerable presencia en los temores del Imperio, los Cazadores de brujas imponen respeto desde hace mucho; de hecho, la naturaleza de su trabajo exige que así sea. Se cuchichean cientos de historias sobre sus hazañas, algunas poco más que leyendas, otras aterradoramente recientes. Los diversos grupos de cazadores de brujas fomentan la imagen popular del torvo protector del Imperio; de ahí la creencia popular en una agencia de cazadores del Caos cohesiva y misteriosa, dispersa por todo el Imperio (y más allá).

La verdad es, desde luego, mucho más compleja que la realidad. Los cazadores de brujas no son los infalibles hombres de hierro de los mitos populares. Aunque la mayoría poseen un mandato "oficial" para perseguir lo sobrenatural, una gran cantidad de ellos no son más que justicieros rebeldes o fanáticos obsesivos. Tan variados como el Imperio al que protegen, la apariencia más o menos uniforme de los cazadores de brujas traiciona sus distintas motivaciones y afiliaciones.

Tácticas de los Cazadores de Brujas

La mayoría de las personas consideran a los cazadores de brujas poco más que alborotadores autorizados por el estado (o el culto), que controlan a las muchedumbres instigando el miedo y la sospecha; y no les falta razón. Los cazadores de brujas utilizan los recursos disponibles en una comunidad, apropiándose de los soldados y la milicia locales para que le ayuden contra cualquier amenaza a la que se enfrenten. Si no hay un cuerpo de guardia competente, echan mano de los campesinos si hace falta.

Normalmente estas actividades suelen emprenderse en los tramos finales de sus investigaciones. Los cazadores de brujas no capturan a su presa sin aguardar pacientemente a haber recopilado todos los datos necesarios. Así, a no ser que la amenaza sea inmediata y evidente, el cazador husmea por la comunidad, atento a cualquier pista o conducta sospechosa. Mientras tanto, va reuniendo a un grupo de ayudantes, lugareños que conozcan a la gente y sus idas y venidas dentro de la comunidad. También calibran la pureza de sus ayudantes manteniéndolos cerca. Los cazadores de brujas suelen trabar "amistad" con los sospechosos para vigilarlos más de cerca. Una vez descubierta la corrupción, el candor de brujas explota el miedo del resto del pueblo, con lo que logra reunirlo para que le ayuden a capturar a los mutantes o sectarios. Luego, una vez aprehendidos, el cazador de brujas los interroga (torturándolos si fuera necesario) para sacarles la información que necesita y descubrir a sus posibles cómplices. Los prisioneros que no mueren durante el interrogatorio son purificados en el fuego, y todo el que los haya ayudado es torturado o ejecutado en público para disuadir a los demás de prestar ayuda a los agentes del Caos.

Cazadores Devotos

Los cazadores de brujas devotos son los pocos motivados por el saber de su culto, un llamamiento personal de su dios, o simple preocupación por su rebaño. Estos hombres y mujeres religiosos "luchan de parte de los buenos" contra cualquier corrupción del Caos, usando fe, miedo y fuego a partes iguales. Algunos son contratados al servicio de un noble y operan de forma muy parecida a la de los cazadores de brujas mercenarios. De vez en cuando, los cazadores de brujas de alquiler se ven atraídos hacia la religión tras un incidente particularmente horrible, convirtiéndose así en devotos. Otros son sacerdotes locales que han adoptado el papel de cazadores por algún terrible estallido de brujería. Sea cual sea su historia, estos cazadores de brujas están unidos en su servicio a uno o varios de los dioses del Imperio.

Los Templarios de Sigmar

De estos cazadores religiosos, la Sagrada Orden de Templarios de Sigmar han hecho más que cualquier otro grupo por fermentar la aterradora y espantosa reputación de la que gozan todos los cazadores. El sombrero de ala ancha, su par de pistolas y la propensión a las quemas en masa tienen todos su "inspiración" en este grupo de fanáticos. Son una organización dedicada a la erradicación de brujos, incluidos hechiceros vulgares, brujos oscuros, hechiceros del Caos, adivinadores, nigromantes, adoradores de los dioses oscuros, servidores de demonios, anomalías, mutantes, blasfemos y pecadores en general. De hecho, muy pocos escapan de las sospechas de estos cazadores de brujas (con la posible excepción de otros templarios).

Financiados y apoyados desde hace mucho por el culto de Sigmar, estos templarios cazadores de brujas reciben su poder del culto y del Imperio. El deber sagrado de un templario consiste en proteger el Imperio y a sus ciudadanos de las Fuerzas Infernales, sus aliados y aquellos que los sirven. Esto incluye a demonios, sectarios del Caos, hechiceros del Caos, nigromantes, practicantes no autorizados de la magia, mutantes, hombres bestia, muertos vivientes, brujos oscuros y brujos ordinarios. Muchos cazadores de brujas se especializan en un campo concreto de investigación, y pasan años (o incluso décadas) viajando por el Imperio para encontrar a todos los miembros de una determinada secta o rastrear a un sacerdote específico de un dios oscuro.

Ordo Fidelis

Oficialmente, esta división secreta de los Templarios de Sigmar no existe. Se creyó disuelta durante la era de Magnus el Piadoso. pero la Ordo Fidelis logró sobrevivir. Está formada por un grupo de fanáticos sádicos, sin apenas control y a menudo impredecibles, obsesionado por destruir todo rastro del Caos dentro de las fronteras del Imperio. Su símbolo es una espada y un martillo cruzados sobre un corneta de doble cola y flanqueados por las letras O y E

Agentes del Emperador

Tras la creación de los Colegios de la Magia, Magnus limitó el poder de estos cazadores de brujas por un lado, mientras que por el otro lo ampliaba ostensiblemente. Convirtió a la Sagrada Orden en los inquisidores oficiales del Imperio, autorizados y financiados por el estado imperial. Los cultos de Morr y Ulric también cuentan con sus propios investigadores religiosos, pero están gestionados por los propios cultos, y si bien se toleran, no están autorizados por el estado y carece del número, financiación y adiestramiento de la Sagrada Orden de Templarios. De hecho (al menos, sobre el papel), estas organizaciones deberían responder ante un cazador de brujas autorizado por el estado mientras estén en suelo imperial; esto ha producido enfrentamientos y resentimientos en algunos sectores. Los cazadores de brujas de otras religiones podrían considerarse corno una especie de templarios y exorcistas, pero no como cazadores de brujas en el sentido que se les da aquí.

Las reformas realizadas por el Emperador Magnus obligó a los cazadores de brujas a trabajar dentro de la ley; ya no pueden seguir actuando como fiscales, jueces, jurado y verdugos (por lo menos, no con la frecuencia con que solían hacerlo). Tienen poder para arrestar a cualquier ciudadano imperial al que crean culpable de brujería o adoración demoníaca, y pueden convocar un juicio sumario para él (una petición que muy pocos ayuntamientos deniegan). El acusado tiene derecho a un juicio justo, aunque la definición de justicia varía según la región. Los templarios siempre actúan como fiscales en estos juicios, y como no hay leyes que les obliguen a ceñirse estrictamente a las pruebas, algunos emplean la oratoria, la implicación, la suspicacia e incluso amenazas veladas para convencer a un señor, juez o magistrado (y jurado, de haber uno) de la culpabilidad del acusado. Si es hallado culpable, la sentencia habitual para el acusado es la muerte en la hoguera (se cree que es la única forma de destruir el cuerpo y purgar su inmundo espíritu al mismo tiempo). Ningún templario empleará jamás magia arcana para cumplir con sus obligaciones.

Se les ha enseñado que la magia es una fuerza del Caos, y que usarla contra lo que la ha creado sería como intentar apagar un fuego echándole aceite. En parte como resultado de esto, muchos cazadores de brujas creen que todos los practicantes de la magia están corrompidos por el Caos de una u otra forma (incluso los magister colegiados). Para convenirse en templario, una persona debe unirse a una de las casas capitulares de la Sagrada Orden. Existen muchas de ellas en todo el Imperio, pero la autorización para unirse a ellas no se concede fácilmente. Algunos capítulos adiestran cazadores de brujas y los supervisan muy de cerca; otros conceden licencias a todo el que parezca cualificado y motivado. En algunas de las regiones más septentrionales del Imperio, se considera que los cazadores de brujas están descontrolados, pero por otro lado los peligros a los que se enfrenta el Imperio son tales que estos pocos creen que sus acciones están totalmente justificadas.

Buscadores de la Verdad y la Justicia

Los Buscadores son una orden dentro de otra orden: una sección clandestina de los cazadores de brujas totalmente hermética, ultra fanática y muy bien financiada. Esta organización relativamente nueva se enorgullece de su dedicación absoluta al trabajo que les ocupa. Aunque no están reconocidos oficialmente por la corte imperial, reciben subvenciones secretas del nuevo Gran Teogonista, Esmer. Si éste comprende totalmente el excesivo fanatismo o la eficacia despiadada con la que llevan a cabo su trabajo los Buscadores, o bien no le importa o incluso puede que la aliente en secreto.

La Guarida de los Buscadores

Las oficinas de los Buscadores se encuentran en un sombrío edificio anónimo, relativamente próximo al Palacio Imperial de Altdorf, marcado tan sólo con una pequeña placa de latón con el símbolo del corneta de doble cola y el Ghal-maraz. El edificio nunca está abierto al público y la puerta permanece cerrada con llave en todo momento. Como los miembros de los Buscadores tienen sus propias llaves, si alguien llama a la puerta no recibirá contestación. Muchos de los miembros de los Buscadores trabajan infiltrados como funcionarios menores de la burocracia imperial y dentro del culto de Sigmar, en concreto, entre los cazadores de brujas yen cualquier organización que tenga un contacto regular con uno o más de los Colegios de la Magia. La sobriedad externa del edificio oculta su bien acomodado inte-rior. 1 as paredes tienen paneles de madera, las sillas son cómodas y siempre hay un sirviente a mano para traer un vaso de exquisito vino o una comida de cuatro platos bien preparados. El edificio también cuenta con dormitorios para los miembros de otras ciudades que estén de visita. Los Buscadores procuran tener un agente en cada gran ciudad del Imperio en todo momento, y recientemente han reclutado a mis miembros para que se establezcan en las ciudades de otros países como Mica, Estila y Kislev.

En el sótano que hay bajo las elegantes habitaciones del piso de arriba es donde se revela el verdadero rostro de los Buscadores. Es allí donde se encuentran las celdas y salas de interrogatorio de sus víctimas. Estas celdas son mucho más lúgubres y desagradables que sus equivalentes en otras casas capitulares de los cazadores de brujas. También hay un tribunal en el que se juzga a los practi-cantes de magia ante un jurado de tres jueces autodesignado. A los acusados no se les permite recurrir a ahogados ni testigos que puedan nublar o impedir el proceso judicial. Los juicios suelen comenzar con una pregunta sencilla, normalmente del tipo "¿Cuánto tiempo lleva asociado con las fuerzas de la oscuridad?"

Si el enfoque suave del juicio no consigue una confesión (que es lo que persigue todo el jurado, independientemente de la culpabilidad o inocencia de los capturados), el practicante de la magia es conducido a la sala de interrogatorios, donde se emplean métodos más expeditivos, corno empulgueras, hierros de marcar, flagelos y cosas aún peores. Tras conseguir una confesión, puede prepararse un juicio fingido para que la doblegada víctima pueda confesar de nuevo ante un juzgado legal adecuadamente reco-nocido, antes de ser conducida a la hoguera. Por otra parte, si se considera más conveniente, el practicante de magia puede desaparecer sin más, o ser encontrado flotando boca abajo en el Reik. Muy pocos practicantes de magia han escapado con éxito de esta parodia de justicia.

Persecución de los Poderosos

Lo que hace que los Colegios de la Magia aborrezcan tanto a los Buscadores es que escogen como objetivos ante codo a los usua-rios de magia a quienes los cazadores de brujas no molestan: los magister imperiales y sus aprendices. Parece poco probable que los Buscadores hayan logrado capturar y matar a ningún magister pleno, pero los adeptos y demás aprendices a quienes se permite viajar al exterior por cualquier motivo han comenzado a desapa-recer con una frecuencia alarmante a raíz de la creación de los Buscadores, y es muy posible que los estén atacando deliberada-mente. Se sospecha que Esmer está empleando a los Buscadores en un intento por desestabilizar de alguna forma a los Colegios de la Magia, o tal vez de obligarlos a cometer alguna imprudencia.

La Orden Gris ha desviado su atención hacia las actividades de los Buscadores, y la Orden Brillante también ha manifestado abierta-mente su desprecio absoluto por ellos, aunque el secretismo y la Facilidad para desmentir de los Buscadores son tales que todavía no se han podido presentar cargos formales contra ellos. No pasará mucho tiempo hasta que se produzca una confrontación directa entre los Buscadores y uno o varios de estos grupos. Nadie sabe todavía que los Buscadores han sido fundados por Esmer. Cuando el Patriarca Supremo se entere finalmente de esto, las consecuencias no van a ser muy agradables.

Claro que tal vez sea esto lo que espera Fsmer.

Personalidades

El líder de los Buscadores es Detlef Johannson. Es un hombre cincuentón de mirada cruel y cabello canoso, que siempre viste ropas blancas y negras. Es amigo íntimo del Teogonista Esmer, y le ha ayudado a encontrar varios magos del Caos en sus treinta años como templario (aunque sólo tiene la palabra de Esmer de que eran magos, tampoco es que le importe). Es un hombre resentido, paranoico y lleno de odio, y desprecia totalmente a todos los elfos, a quienes considera brujos en el mejor de los casos.

Se rumorea que, en el transcurso de su cruzada santa, tanto él como sus cazadores de brujas de élite han hecho acopio de todo tipo de amuletos de protección que anulan hechizos, e incluso algunas armas destructoras de poder. A pesar de los esfuerzos de las órdenes por mantener en secreto este hecho, parece que alguien ha filtrado a los Buscadores que ciertos metales y piedras limitan e incluso absorben la magia. Además, los Buscadores tienen abundantes artefactos ordinarios pero eficaces que garantizan que los sospechosos no puedan lanzar hechizos. Entre ellos se incluyen gran variedad de drogas, grilletes, tenazas para lenguas, mordazas y hasta bolsas pequeñas que contienen insectos irritantes cuyas picaduras y aguijonazos continuos pueden deshacer la concentración más férrea (sobre todo cuando el practicante de magia en cuestión ha sido privado de sueño, comida y agua). Con estos artilugios y técnicas, además de los recursos financiados por el culto y de los años de demagogia y experiencia política, estos Buscadores de la Verdad y la Justicia han logrado acular movidos por sus sospechas con una impunidad casi total hasta la fecha.

Otros Cazadores de Brujas

Cuando alguien piensa en un cazador de brujas, se imagina dos cosas: a los Templarios de Sigmar y a los cazadores de brujas laicos de las provincias. Ambos grupos son veteranos curtidos impulsados por su compromiso de exterminar el Caos. Sin embargo, hay muchos más dedicados a la persecución de mutantes y demás engendros.

Los cazadores de brujas oficiales desaprueban el ejercicio de su oficio sin la autorización del culto de Sigmar. La razón es bien sencilla: para cazar mutantes y demás miembros de su calaña hay que infringir la ley a menudo, lo que crea más problemas de los que resuelve, a no ser que se respete un cierto protocolo. Más aún, sin la formación especial que reciben los cazadores de brujas, los independientes son más vulnerables al Caos y a su corrupción. Hay demasiados que llegan a creer que la mano de los dioses oscuros lo alcanza todo, y acaban quemando a inocentes por un inoportuno sentido de la justicia. En consecuencia, todo individuo que sea descubierto haciéndose pasar por cazador de brujas se enfrenta siempre a una pena de muerte.

Mercenarios

El tipo más común de cazadores de brujas (en los diversos sentidos de la palabra) son los contratados. Posiblemente son los más fáciles de comprender; casi todos son simples mercenarios sumamente especializados. Estos espadas de alquiler utilizan su talento para el combare para eliminar los peligros de una comunidad. Por la cantidad pertinente de oro patrullarán por la finca de un noble, eliminando a todos los individuos sospechosos, peligrosos y problemáticos. Dependiendo de la naturaleza del terrateniente, estos hombres y mujeres podrían ser investigadores extremadamente profesionales o sanguinarios asesinos a sueldo. De vez en cuando renuncian a su indumentaria habitual para investigar de incógnito, pero por lo general suelen aprovecharse del miedo y pánico que suscita el uniforme característico de su oficio.

Aunque matan mutantes, no son tan rigurosos en sus esfuerzos corno los cazadores de brujas legítimos, y lo que es más, son más receptivos a la corrupción y el soborno. Se han producido muchos escándalos de corrupción entre estos cazadores mercenarios. Abundan las historias de sobornos; de hecho, más de un magister ha escapado a la hoguera conjurando apresuradamente algo de oro. Ciertos nobles sin escrúpulos han llegado a conceder órdenes judiciales y encomiendas no oficiales a sus cazadores, lo que ha provocado desalojo de terrenos, confiscación de propiedades e incluso quemas "accidentales". Gran parte de la aristocracia tacha tan extremas acciones de "toscas" (suden llamar la atención del culto de Sigmar), por lo que es poco frecuente, aunque posible, que se den.

Establecidos por ley y autorizados

Aunque se consideran prácticamente incorruptibles, los cazadores de brujas de alquiler disfrutan del firme apoyo de la ley. Como legalmente son agentes de quien los financia. es la nobleza la que les confiere directamente sus poderes. Salvo circunstancias de excepción, todos portan un estatuto que detalla dónde y cómo deben desempeñar su labor. Esta licencia, o mandato como se conoce más apropiadamente, concede al cazador derecho a buscar, detener, juzgar, ejecutar, aprisionar, etc.

Técnicamente, estos cazadores actúan “como si fueran su empleador”, y por tanto se considera que todos los castigos son decretados directamente por el propio noble. Por esta razón, los nobles con gusto son especialmente cuidadosos a la hora de escoger a quién facultan. Después de todo, un cazador insensato posee una capacidad tremenda para agotar la mano de obra y dejar a uno en mal lugar. Casi todos los aristócratas se niegan a autorizar a cazadores de brujas religiosos, ya que tienden a introducir convicciones totalmente erróneas en su tarea de limpiar de brujos una propiedad.

Jurisdicción limitada

Los magister astutos se apresuran en señalar que los cazadores de brujas a sueldo suelen tener áreas de influencia limitadas. Como reciben sus poderes de un noble, su jurisdicción sude terminar en los límites de la propiedad de su financiador. De vez en cuando, la aristocracia que tiene relaciones verbales con sus vecinos tratará de extender su mandato, pero casi nunca se consigue (más que nada porque los nobles sumisos escasean más que un bretoniano aseado).

Hay algunos cazadores de brujas, normalmente ex soldados, que pese a su disconformidad con la existencia de los colegios, también comprende su valor. Incluso puede darse el caso de que se acerquen a un magister de una de las Órdenes de la Magia para pedirle ayuda en la captura de un brujo oscuro o hechicero especialmente peligroso que no puede ser llevado ante la justicia sin asistencia mágica.

Cazadores Renegados

Mientras que a los cazadores mercenarios les motiva el oro, y a los cazadores devotos la riqueza espiritual, existe una otra clase de cazadores de brujas que no encajan fácilmente en una categoría predefinida ya que no actúa por oro, por fe ni por mandato imperial. Estos "renegados" casi nunca tiene una razón sencilla que les motive a emprender la vida de cazadores. Carecen de apoyo por parte de un culto religioso o noble, sino que caminan por un sendero difícil, motivados por la culpa, el odio, la venganza, el honor y demás emociones del estilo. Son lobos solitarios de rostro impasible; a menudo pasan años tras la pista de un único enemigo, persiguiéndolo con un fanatismo sanguinario y obsesivo.

Estos cazadores de brujas sedicentes pueden hallarse por todo el Imperio, trabajando por su cuenta y sin autoridad oficial. Algunos de ellos son corruptos y acusan a los ricos para poder confiscarles sus posesiones, pero muchos son rebeldes o fanáticos que han emprendido una cruzada personal. Si bien tienen el mismo fanatismo de la organización respaldada por el culto, carecen de la infraestructura y el apoyo necesarios para ayudarles a vencer a sus enemigos. Así, la mayoría de estos individuos sufren una triste muerte a manos de sus adversarios. Pero algunos, sólo unos pocos, logran dejar huella y ganarse el respeto de sus iguales merced a éxitos imposibles.

Tal es el terror que evoca el término "cazador de brujas" en las mentes de los campesinos de las zonas rurales del Imperio que a menudo creen a todo el que afirma dedicarse a purificar el Caos. Los líderes de comunidades, sacerdotes y abogados pueden mostrarse más escépticos, pero posiblemente sean reacios a oponerse a un orador instigador, no vaya a ser que se les acuse de confabularse con las fuerzas de la oscuridad.

Juez, jurado y verdugo

Varios de estos cazadores de brujas prefieren trabajar al margen de la ley. Algunos sospechan que jamás serían capaces de arrestar algunas de sus presas para llevarlas a juicio; otros creen que la justicia de Sigmar es demasiado buena para la escoria a la que persiguen, y unos pocos empiezan a ver señales del Caos en todas partes. Si son atrapados, estos renegados son tratados tan duramente como si hieran auténticos seguidores del Caos. Hay casos de criminales que se han hecho pasar por cazadores de brujas itinerantes; visitan comunidades alejadas, despiertan sentimientos de histeria contra un inocente, consiguen que lo quemen, confiscan sus posesiones y huyen antes de que se descubra su crimen. De ser atrapados, les espera un duro castigo: hacerse pasar por cazador un delito capital.

Cazadores de Brujas de otros Dioses

Cuando Magnus hizo a los cazadores de brujas responsables de todos los demás cultos oficiales, no cardaron en aparecer otras facciones. Ahora hay cazadores de brujas al servicio de Ulric, Myrmidia e incluso Taal Aunque son poderosos, carecen del adiestramiento y financiación de los Templarios de Sigmar, y casi nunca se les consideran cazadores auténticos o incluso aprobados, por lo que reciben el mismo trato que los demás renegados.

Fuentes

Warhammer Fantasy RPG - Reinos de la magia

Warhammer Fantasy RPG - Tomo de corrupción

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