"Así como el fuego siempre quema, el valor de esta banda de soldados de élite nunca se extingue."
- —Anónimo
Los Caballeros de la Luz Eterna son los campeones de la justicia y las causas perdidas. pero probablemente se les conozca mejor por ser una Orden de Caballería maldita. Los infortunios y la mala suerte son habituales en esta hermandad, pero nunca admitirán ni hablarán abiertamente de ninguna maldición, ni especularán sobre el origen de la misma.
Descripción[]
Conocidos en todo el Viejo Mundo, los Caballeros de la Luz Eterna son una orden condenada, una institución sobre cuyos hombros recae la pesada carga de una antigua maldición. Muchos ven a estos guerreros con una mezcla de simpatía y burla, pues son incapaces de comprender por qué aceptaría alguien voluntariamente esta maldición uniéndose a ellos.

Estos caballeros se caen o son derribados por sus propios caballos en los momentos más inoportunos y sin venir a cuento. Se les rompen las espadas cuando van a asestar el golpe de gracia y parece que la tierra firme bajo sus pies se convierta en un pantano o en arenas movedizas cuando sus corceles la pisan. Solo una casa capitular en la historia imperial ha sido engullida a un abismo a causa de un terremoto: la suya. De hecho, tras una serie de desastres tales como incendios, terremotos e impactos de cometas, su base de operaciones se trasladó de Altdorf a la ciudad de Essen, en Ostermark. Un miembro de esta orden, Kurt von Tzalza, fue herido en el ojo por un proyectil que había sido disparado por detrás, y uno de sus Grandes Maestres, Sigismund Drak, se cayó en un carro de estiércol durante un desfile militar organizado en Altdorf; todas estas y muchas más son las historias que solo puede pasarle a estos caballeros.
A pesar de su infortunio, los Caballeros de la Luz Eterna son devotos en su servicio a la diosa Verena y entre las innumerables historias sobre su maldición existen otras tantas que relatan su heroísmo y valentía, aunque siempre suelen estar adornadas con finales tristes y desesperados esfuerzos por contener el efecto de la maldición que pesa sobre todos ellos. Esta abnegación es lo que les hace tan queridos por el pueblo llano.
Al igual que muchas otras Órdenes Templarias, el origen de los Caballeros de la Luz Eterna se remonta a las Cruzadas contra Arabia, donde acumularon toda su fama y fortuna tras participar en las guerras. Sin embargo, toda su riqueza y notoriedad conllevaba una maldición. Cuenta la leyenda que cuando aquellos caballeros pasaron por un pequeño pueblo habitado en su mayoría por niños y mujeres, endurecieron sus corazones y los mataron a todos. Con su último aliento, la matriarca de la aldea maldijo a los caballeros por toda la eternidad, condenándolos a una vida de servicio heroico destinada a una muerte ignominiosa.

La maldición se manifestó por primera vez cuando la Orden regresaba de las Cruzadas con los barcos cargados de tesoros. Pese a que el mar estaba en calma y en la flota de la orden navegaban muchos más barcos, sólo los suyos se hundieron, enviando todas sus riquezas al fondo de la Bahía Negra. En los siglos posteriores, la Orden sufrió desgracias cada vez mayores, desde extraños brotes de enfermedades que sólo ellos contraían hasta plagas que afectaban a los alimentos que compraban, pasando por caballos cojos y cosas aún peores. Casi todos sus caballeros han sufrido un final innoble, y sus historias están llenas de heroicos guerreros que sobrevivieron a innumerables batallas sólo para sucumbir a una plaga, ahogarse con un trozo de carne, resbalar en unas escaleras y romperse el cuello, entre otras. En todos los casos las muertes son naturales; raro es el Caballero de la Luz Eterna que goza de un final honorable.
A pesar de tan aciago destino, los Caballeros de la Luz Eterna son célebres por su valentía y coraje. El código del guerrero de esta Orden se fundamenta en defender los valores de Verena (la verdad, la justicia y la equidad), aunque dada su clase social (casi todos nobles), la mayoría de estos valores están sesgados y su idea de justicia contrasta ampliamente con la de la gente corriente, pues muchos de los plebeyos a quienes "entregan" a la justicia no siempre están de acuerdo con sus declaraciones. Con todo, no se puede negar que a menudo combaten para defender a aquellos a quien nadie más defendería. Fueron los únicos guerreros que trataron de proteger la aldea de Hafbad de la horda enemiga cuando la plaga se extendió por entre sus habitantes y nadie más se atrevió a acercarse. Y fueron los caballeros de esta Orden los que lucharon contra el temible Shaggoth Brakorth en la cima de las Montañas del Fin del Mundo.
Los Caballeros de la Luz Eterna casi nunca se dedican a las tareas menores que muchos templarios acometen como parte de sus quehaceres cotidianos como proteger los templos o a sus sacerdotes. En su lugar, los miembros de esta orden se embarcan constantemente en cruzadas o búsquedas, ya sea para defender causas justas o en un intento por expiar su culpa y librarse de la maldición (si es que tal cosa puede conseguirse).
Caballeros[]

Los Caballeros de la Luz Eterna proceden casi todos de la clase noble; normalmente son hijos intermedios de nobles que son enviados a las filas de la orden como compromiso entre una profesión marcial y una educación religiosa. Pese a la infamia y notoriedad de la orden, jamás les ha faltado candidatos, pues en el mundo hay muchos individuos extravagantes (normalmente nobles, como ya se ha mencionado) que ven preferible pertenecer a una orden maldita pero famosa, antes que ser miembro de otra más normal pero desconocida.
Los Caballeros de la Luz Eterna esgrimen grandes espadas que representan el filo de la justicia, y visten armaduras de placas costosas y muy elaboradas, que pulen hasta que brillan como espejos. Tienen cierta tendencia a arrojarse temerariamente a la batalla, sin ninguna consideración por su propia seguridad ni por la maldición que pesa sobre ellos. Su razonamiento es que ya que están condenados de todos modos y poco tienen que temer.
Miembros Conocidos[]
- Sigismund Drak.
- Kurt von Tzalza - Fue herido en el ojo por un proyectil que había sido disparado por detrás.
- Hilda van der Kratt.