Trasfondo Antiguo
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"De las cenizas de la antiguo nacen lo nuevo, y cuando el fuego os haya limpiado estaréis libres de todo mal"
- —Chronus Goodheart, en la pira funeraria de la Hermandad
Chronus Goodheart era un miembro de una singular banda de cruzados en la guerra santa contra los árabes, siendo uno de los miembros de la hermandad. Chronus provenía de una familia profundamente religiosa y creía firmemente en los caminos de Occidente, que aborrecía los hombres de Arabia y su cultura insidiosamente malvada. Hasta que se encontró con la escena más horrible que jamás hubiese visto.
Antes de él se alzaba un espectáculo que le revolvía el estómago, y un hedor impregnaba sus fosas nasales y su alma. Era carroña humana, carroña de lo que habían sido sus amigos y compañeros cruzados. Chronus y otros tres caballeros estaban horrorizados ante la carnicería abominable que había caído sobre sus semejantes. Razonaron que aquello no podía haber sido el trabajo de un hombre, al menos no uno cuerdo.
Construyeron una gran pira funeraria para consumir lo que quedaba de los Caballeros de la Hermandad. Mientras las llamas rugían y crepitaban, uno de los caballeros hizo un extraño descubrimiento entre las ruinas, donde había tenido lugar la matanza. Volviendo a Chronus para comentarle su hallazgo, quien decidió investigar. Lo que el joven caballero había topado era un santuario subterráneo, originalmente parte de un templo, pero ahora escondido entre las ruinas. Al entrar en el interior, Chronus vio los frescos manchadas de sangre, frescos que representaban escenas de horror y la perversión de una naturaleza totalmente inhumana. Lo peor de todo, en el suelo yacía el uniforme y equipo desechado de un caballero de la hermandad.
“'Eroneus”- comentó entrecortado, al reconocer la ropa de uno de la compañía. Eran las de Eroneus Balbadron, su propio primo.
La mente de Chronus se volvió un caos. Era evidente que su primo había sido asesinado, y de una manera totalmente cruel e despiadado. Todo el asunto olía a algún tipo de ritual religioso perverso, de un terrible sacrificio a quién sabe qué dios infernal.
Pero fue Garland, el portaestandarte, el que vislumbró la verdad, ya que en su juventud se había topado con santuarios de los Dioses del Caos ocultos en los bosques, y había oído historias de sus siniestras obras. Venía de los bosques del Imperio, que era los suficientemente grandes y oscuros como para ocultar a los esbirros del caos y a sus víctimas. En las ruinas del templo reconoció los signos.
Chronus se quedó mudo ante lo dicho por Garland. Saber que su propio primo había sido el monstruo que, sin duda, había causado la muerte de tantos buenos caballeros, era un golpe devastador.
Los caballeros llenaron el santuario con paja, al igual que toda la estructura con cualquier material inflamable que tuvieran a mano. En apenas una hora todo el lugar estaba envuelto en llamas, y lo poco que quedaba de los Caballeros de la Hermandad, así como del extraño templo, fue destruido por completo. Mientras las llamas ardían, cada Caballero pronunció un gran juramento vinculante.
Esta será nuestra llamada a las armas y nuestro símbolo, la llama de nuestros hermanos incinerados. Debemos mantener viva esta llama hasta el momento en que nuestro juramento se haya cumplido y el mundo este limpio de la mácula del Caos. Sólo entonces podrán nuestras almas descansar en paz. La llama será nuestro emblema, los sirvientes del Caos nos temerán, y seremos conocidos como los Vengativos Caballeros de la Llama Purificadora.
Así fue que los cuatro caballeros viajaron al extranjero en busca de Eroneus. Se encontraron con mucha evidencia de su paso, y muchos hombres se unieron a ellos en su búsqueda, pues son muchos los actos atroces que cometen los servidores del Caos. Los caballeros perseveran en su búsqueda, sin apenas detenerse o parar en un lugar el tiempo suficiente para descansar.
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- En el juego de mesa los Caballeros de la Llama Purificadora eran un regimiento de renombre, pero en el videojuego total war: warhammer II son una sub facción bretoniana.