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| Miembro a cargo: Adeptus Hispanus | Fecha de inicio: 18/3/16 | Estado: Esperando revisión | ||
Los Caballeros Sangrientos son la Caballería más temible en todo el Viejo Mundo. El entrenamiento y disciplina que recibieron en vida se han visto potenciados por la velocidad y fuerza sobrenaturales de la maldición del Vampiro. Los Caballeros Sangrientos son virtualmente indestructibles, cabalgando mostrando sus colmillos a través de tormentas de flechas y disparos. Tal es su honor, que nunca rechazarán desafíos marciales, y combatirán al frente de los ejércitos de No Muertos sin dudarlo. Se dice que los famosos Caballeros del Grial bretonianos no pueden compararse con las lanzas de caballería de los Caballeros Sangrientos.
Hace siglos, los habitantes del Imperio consideraban a los caballeros de la Orden del Dragón Sangriento como los guerreros más nobles que defendían sus tierras. Su gran fortaleza, la Torre Sangrienta, protegía los pasos a Bretonia y era famosa por la robustez de sus muros y el valor de sus defensores. Tal y como recoge el Tomo de las Lamentaciones, una noche apareció ante sus puertas un hombre de gran estatura y porte noble y exigió entrar. Se presentó como Walach de la familia Harkon, y cuando los caballeros abrieron las puertas, sellaron su destino.
Walach desafió a los caballeros en combate. Los mató con facilidad porque era un vampiro que había aprendido las artes de la guerra del gran Abhorash. Aunque ningún caballero podría esperar derrotar al monstruo No Muerto, Walach perdonó a los que lucharon con más valentía y honor. A estos caballeros les concedió el vampirismo, y a los demás los mató inmediatamente, alimentándose de su esencia vital. La Torre Sangrienta se convirtió en una guarida de vampiros desde la que los caballeros cazaron a los que antaño la protegían. Muchas décadas después, el cazador de brujas Gunther van Hal descubrió la verdad y atacó Torre Sangrienta con un ejército formado por tropas de Wissenland y Reikland, y respaldado por otras cuatro órdenes de caballería. El asedio se prolongó durante tres años y los hombres del Imperio no habían sufrido hasta la fecha uno con tantas bajas. Van Hal y sus soldados destruyeron a muchos vampiros y cuando finalmente penetraron en el castillo, persiguieron a los supervivientes por los páramos durante años. Con el tiempo, la Torre Sangrienta quedó hecha ruinas y sus maestros diabólicos se convirtieron en mito. A pesar de que la Torre Sangrienta habia sido conquistada, muchos Dragones Sangrientos escaparon y se dispersaron por las tierras del Imperio, Bretonia, Tilea y más lejos. Con su gran habilidad con la lanza y la espada, estos guerreros se convirtieron en jinetes mercenarios bajo el mando de Castellanos oscuros, o en incursores solitarios.
Con el tiempo, los Caballeros Sangrientos se han convertido en una parodia macabra de los templarios virtuosos a los que había convertido Walach. Aunque conservan al Dragón como símbolo en sus estandartes y blasones, sus armaduras llevan talladas imágenes de muerte y asesinato. Sus espadas son armas diabólicas en las que hay grabadas runas oscuras, adornadas con metales preciosos y en forma de bestias malvadas. Los caballeros sangrientos no montan en caballos mortales, sino que suelen montar en Pesadillas ataviadas con bardas pesadas pintadas con iconos inquietantes de poder nigromántico.
En la actualidad, siglos después de la caída de su orden, hay rumores de que la fortaleza vuelve a estar habitada. Los que viven cerca de las montañas afirman que caballeros se alimentan de nuevo con la sangre de los hombres en esos salones centenarios, y que vigilantes esqueléticos patrullan las almenas. Algunos incluso se atreven a decir que Walach ha regresado junto a sus discípulos más cercanos, y que está reuniendo fuerzas para emprender la guerra a los hombres que trataron de destruirle.
