Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Arúspice magia

Dural Durak podía notar la vibración retumbante de la energía mágica en bruto que corría por su cuerpo. El círculo de piedras estaba cerca y, a cada paso que daba, sentía cómo sus poderes se fortalecían. El Arúspice marchaba al frente de una columna de Elfos. Había guiado a la justa gente de la flota de Ulthuan hasta la isla sagrada. Tras varios días de abrirse paso luchando a través de las tribus de Hombres Bestia, habían conseguido romper el cerco y se acercaban al corazón de la isla. Dural ya podía divisar las piedras a través de la densa bruma.

Un súbito dolor desgarrador le hizo caer al suelo. Un sentimiento de desesperación llenó su mente: nunca antes había sentido que unos poderes tan oscuros tomaran control de su voluntad. Dural se obligó a sí mismo a levantarse con su báculo e intentó rápidamente concentrar sus pensamientos. El Triskele controló sus pensamientos y un aura de paz se creó a su alrededor, una pequeña burbuja de protección a través de la que no podrían pasar los sortilegios oscuros. Algo malvado había penetrado en el círculo sagrado de piedras y una amenazante parecencia estaba manipulando el poder de las Piedras Ogham atándolas a su oscura voluntad. Dural supo que debían llegar al lugar sagrado antes de que aquello que había tomado control de las piedras se volviese demasiado poderoso como para destruirlo.

Instó al comandante de los Altos Elfos a que espoleara a su ejército hacia delante. Los Elfos avanzaron como uno solo, con sus brillantes banderas izadas con orgullo. Mientras los regimientos cubiertos de ithilmar avanzaban, los cielos se oscurecían cada vez más. Negros nubarrones aparecieron en los cielos, ya de por sí grises, transformando en noche el día. al acercarse al borde del círculo, los lanceros empezaron a gritar. Algunos dejaron caer sus armas y agitaron salvajemente sus brazos en el aire como si intentaran luchar contra algún enemigo invisible. Otros corrían con sus caras transfiguradas por una expresión de completo terror.

Dural levantó su báculo. Desde su extremo, una tenue luz brilló con una intensidad creciente y sus rayos penetraron la oscuridad.

‒No temáis estas visiones de pesadilla, no pueden haceros daño ‒gritó Dural. Su voz era fuerte y nítida. Tenía una profundidad que penetró en las mentes llenas de terror de los Elfos. Dural avanzó hacia la vanguardia del ejército, utilizando su báculo de luz como un faro para los Elfos. Reuniendo su coraje, la hueste de Ulthuan reanudó la marcha y los músicos hicieron sonar sus cuernos desafiando el mal que les había asaltado. Al atravesar las enormes piedras que señalaban los límites de la zona mágica, todos los Elfos se quedaron pasmados de su tamaño. Empequeñecían a sus propias piedras de vigilancia y cada uno tenía extraños bajorrelieves primitivos esculpidos en su superficie. Dural podía sentir cómo su propia fuerza crecía incomensurablemente. Un gran poder recorrió su cuerpo y, cuando cruzó el límite del círculo, la luz de su báculo brilló incluso con más fuerza.

A los pocos segundos de entrar en el círculo divisó la maligna presencia que había corrompido la energía de las piedras. Desde el interior de la niebla, cientos de pequeñas criaturas cargaron contra los Elfos. Eran unas malvadas bestias con forma de rata que rodearon a los lanceros, ocultándolos de la vista con su aplastante superioridad numérica. En la lejanía, Dural podía oír cómo los otros regimientos estaban entablando combate. Una visión fugaz cruzó la mente de Dural, emanando de su Triskele. Se giró inmediatamente, justo a tiempo para desviar el golpe de una gran criatura con forma de rata que había topado sobre él e intentado clavarle un cuchillo en la base de su médula espinal. Dural hizo descender su báculo con fuerza y aplastó con facilidad el cráneo de aquella abominación.

Duelo entre Emisario Oscuro y Arúspice

Una repentina explosión de energía envió al Arúspice volando hacia atrás y, al caer al suelo, supo que había sido atacado por un rayo mágico. Afortunadamente, el aura del Triskele había absorbido gran parte del impacto. Antes de tener la oportunidad de levantase, Dural sintió que algo se aferraba a su torso. Una neblina mágica parecida a una serpiente se había enredado a su alrededor y le apretaba más fuerte a cada segundo que pasaba. Dural no podía respirar y, en pocos segundos, la presión sobre su pecho se hizo insoportable. Indefenso ante ese ataque mágico, Dural cayó inconsciente.

Al abrir los ojos se encontró con los rasgos afilados de un Elfo cubriendo su frente con un paño templado. Intentó erguirse, pero un agudo dolor en el pecho lo disuadió del intento.

‒Descansa, amigo. Estás muy magullado, pero te recuperarás ‒la voz del Elfo era suave y tranquila, así que Dural se volvió a echar‒. Solo la oportuna carga de los Yelmos Plateados nos ha salvado, mi Señor. El flanco Skaven se derrumbó y huyeron del círculo. Abatimos a la mayoría de las malvadas criaturas, pero su mago se nos escapó.

Dural meneó la cabeza.

Ese no era el vidente de las ratas. He oído hablar de su oscura magia de estos videntes, pero, aunque sean poderosos, ninguno tiene la habilidad necesaria para lanzar hechizos como esos ‒Dural cerró los ojos. Tenía que recuperarse rápidamente, así que necesitaba reposar‒. No, alguna fuerza oscura conspira contra nosotros y me temo que sus conocimientos sobre la magia son superiores a los míos. Debemos actuar con rapidez si queremos llegar a la ciudadela antes que él.

Dural dejó que la fatiga lo venciera, pero en sus sueños lo perseguía un adversario misterioso.

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