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NO TOCAR, PENDIENTE DE MEJORA
El zar Blayda es uno de los comandantes de la horda kurgan de Surtha Lenk, aunque su deseo es suplantar a su señor como Zar Supremo. Sus ambiciones se verán comprometidas por su rival, el zar Uldin, y especialmente por su guerrero bendito Karl-Azytzeen.
Descripción
El zar Blayda es ambicioso y sus pensamientos son como hierro fundido. Codicia llegar a ser el siguiente Zar Supremo y conspira para asesinar a Surtha Lenk y aquellos que supongan una amenaza a sus ambiciones. Blayda sabe cuales son sus límites y evitará la confrontación abierta si sabe que no tiene posibilidades de ganar, pero es un individuo taimado y astuto, por lo que dudará en luchar y emplear cualquier medio que pueda con tal de alcanzar sus objetivos.
El zar Blayda es una figura delgada pero inhumanamente alta, revestida de pies a cabeza por una ornada armadura negra, la cual tenía una capa de alquitrán que había sido raspada y grabada con un instrumento afilado, para trazar intrincados espirales, bucles y estrellas. Su casco es de una pieza, similarmente decorado, con una rendija horizontal para los ojos. Él y los guerreros bajo su mando adoran al dios de las manos ensangrentadas, Khar, y su estandarte es una espada ensangrentada sobre campo rojo.
Historia
A principios del año anterior a la Tormenta del Caos, el zar Blayda era uno de los comandantes de una gran horda de guerreros del Caos que cayó sobre la ciudad kislevita de Zhedevka. Allí se había reunido un ejército compuesto por tropas del Imperio y unidades auxiliares de Kislev con el objetivo de detener la amenaza del norte, pero fueron aplastados por los Kurgans. Ese día, el zar Blayda derrotó y abatió a numerosos enemigos, entre los que destacaba un Caballero Pantera llamado Von Margur al que venció tras propinarle un fuerte golpe en la cabeza con su arma. Tras la victoria, los Kurgan levantaron su campamento sobre las ruinas de Zhedevka, arrojando a numerosos prisioneros a toscas jaulas. Algunos de ellos serían decapitados para que los zares pudieran usar sus cráneos levantar monumentos dedicados a las abominables deidades a las que adoraban.
Mientras caminaba entre las jaulas acompañado del zar Uldin, quien había sido herido en batalla, vio a tres guerreros del zar Herfil a punto de ejecutar a Von Margur, al cual todavía continuaba inconsciente. Exigió saber que se proponían, y los guerreros le explicaron que su señor quería más cabezas para hacer su pila de trofeos. Blayda le prohibió matar a ese prisionero, pues estaba interesado en él. Entonces sacó un pequeño frasco de cuero del cinturón de su espada. Estaba tapado con un pegote de cera, donde había clavada una larga púa de hierro. Blayda sacó la púa, levantó por el pelo la laxa cabeza del caballero, y rápidamente le pinchó tres veces la piel del pómulo derecho, dejándole su marca que indicaba que ahora era de su propiedad.
Uno de los ejecutores trató de protestar, pero Blayda le hizo callar golpeándolo, ordenándolo que no se atreviera a cuestionar su palabra, y señalando una de las jaulas para que sacaran sus cráneos de allí, señalando a uno de los pocos prisioneros que aún estaba vivo en su interior. Los guerreros kurgan sacaron brutalmente de la jaula al aterrorizado prisionero. Otro de los cautivos, un semilancero de Imperial llamado Karl Reiner Vollen, trató de detenerlos pero fue fácilmente reducido. El zar Blayda señalo a Karl para que lo ejecutaran también, pero el zar Uldin dijo que no podían ya que llevaba su marca, por lo que Blayda señalo a otro prisionero. Ambos prisioneros fueron decapitados y el inconsciente Von Margur fue arrojado al interior de la jaula. Blayda recogio als cabezas por el pelo y se las entregó a los guerreros del zar Herfil, diciendo que su señor estaría satisfecho con la ofrenda, antes de marcharse de allí.
El zar Blayda tenía a su servicio a un chamán guerrero llamado Ons Olker el cual, durante la batalla de Zhedevka, había sido herido y derrotado por Karl Reiner Vollen, y desde entonces quería vengarse de él para compensar aquella humillación. Por ello, cuando los cautivos fueron sacados de su inhumano encierro, trató de asesinar a Karl, pero fue detenido por el zar Uldin, quien le recriminó por intentare matar a un esclavo de su propriedad a sus espaldas. Ons Olker reclamaba el alma de Karl por su ofensa, pero Uldin no le hizo caso y le ordenó regresara junto a Blayda si no quería que los despachara allí mismo.
Los cautivos fueron llevado a un terreno donde anteriormente habían ardido grandes hogueras, y fueron obligados a sacar cráneo de las cenizas y maderas calcinadas. Eran lo que quedaba de las cabezas de los cautivos ejecutados. El zar Blayda, al igual que el resto de zares de la horda, usó estos cráneos para construir su propia pirámide de muerte en honor a su dios del caos, mientras Ons Olker cabriolaba en torno a él. Rematada la horrenda tarea, los cautivos fueron devueltos a las jaulas.