Bestias de Nurgle (Engendro)

"Las huellas en el suelo eran desconcertantes. Estaban dispersadas como metralla de un cañón y llenas de charcos de baba nociva."
"Uno de los hombres puso una pequeña rama en uno de los charcos y se disolvió en un humo siseante. Ese mismo día enfermó y murió gritando mientras los forúnculos brotaban de su piel en una lluvia de pus y sangre. Quemamos su cadáver en la pira, junto a los aldeanos muertos."
"Parecía que una horda de diferentes bestias había arrasado la ciudad, pero cada conjunto de huellas solo duraba unos pocos pasos. Había huellas de cascos, marcas de garras, pequeños círculos de lo que parecían ser tentáculos y pies humanos deformes."
"Fuera lo que fuera lo que hizo estas huellas, no fue ninguna bestia que haya visto hasta ahora."

—Capitana Sabrina Geltz de las Víboras de Bosque de Wolfenburgo

Las Bestias de Nurgle o Bestias de Plaga, son los Engendros del Caos dedicados al Señor de la Descomposición. Esta encarnación de la obscenidad, que antaño fue una criatura mortal, mutó hasta límites insospechados gracias a los abundantes regalos de Nurgle.

Historia[]

Si Nurgle continúa otorgándole sus discutibles regalos, el destinatario acabará convertido en una criatura sin mente conocida como un Engendro del Caos. Aunque el Dios de la Plaga puede convertir a un Paladín en un Engendro a la más mínima ofensa, no es menos frecuente que lo haga sin darse cuenta simplemente por haber acumulado sobre él una mutación detrás de otra. A pesar de lo repulsivo de su forma, estas bulbosas parodias de hombre gozan de la reverencia de los seguidores del Caos, quienes creen que es preferible sufrir la existencia más breve y atroz por voluntad de los Poderes Ruinosos que hacerse viejos sin haber llamado nunca su atención.

Gigantes abotargados e hinchados, los engendros de Nurgle son una masa hirviente de furúnculos que deambulan por el campo de batalla dejan líquidos fétidos y tripas rancias a su paso, exudan un limo que quema la tierra y con sus tentáculos, bocas enfermas y sus rasposas lenguas infectan a sus enemigos con una sola caricia.