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La Batalla del Vado de Essen fue la primera gran batalla de las Guerras de los Condes Vampiro, donde los ejércitos no muertos de Vlad von Carstein se enfrentaron y aplastaron al ejercito de Talabecland de la emperatriz Ottilia III, comandadas por Hans Schliffen.

Aquella batalla fue la primera muestra del terror y la muerte que representaban los ejércitos de los Condes Vampiro, y un prefacio al horror a los que los habitantes del Imperio tendrían que enfrentarse a lo largo de varios decadas.

Contexto[]

Después de hacerse con el trono de Sylvania, Vlad von Carstein usaría su poder e influencia para extender su dominio sobre la región, convirtiendo aquel desapacible territorio en una tierra prospera. Pero al mismo tiempo que extendía su gobierno Sylvania, la maldición del vampirismo también los hacía entre muchos noble sylvanos que juraban lealtad a Vlad.

Vlad von Carstein

Por aquella época, el Imperio era una nación dividida y en constantes conflictos, donde los distintos pretendientes al trono imperial guerreaban entre si por el derecho a asir sobre su cabeza la corona del emperador y gobernar sobre todo el territorio. Tan enfrascados estaban en sus guerras, que poca importancia le dieron a lo que estaba aconteciendo en Sylvania, incluso cuando los sacerdotes eran expulsados o desaparecían y los templos eran abandonados o incluso destruidos, una actitud que posteriormente se demostraría como equívoca.

En medio de esa división Vlad vio la oportunidad para cumplir un plan que había ideado mucho tiempo atrás. No se contentaba con gobernar sobre aquella región apartada, Vlad deseaba hacerse con el trono imperial y convertirse en un emperador vampiro. Todo el mundo al fin pudo conocer la verdadera naturaleza de Vlad von Carstein en el invierno de 2010, en la víspera de Geheimnisnacht , cuando después de llevar a cabo una gran masacre en el castillo Drakenhof., Vlad usó  páginas de uno de los Nueve Libros de Nagash para levantar un ejército de No Muertos y marchar con ellos a reclamar el Imperio para sí mismo. 

La invasión de los No Muertos[]

Von Carstein Vampire

Los ejércitos de Sylvania se dirigieron al noroeste, con dirección a Talabecland, el territorio de Ottilia III, de la casa Untermensch, una de los tres pretendientes al trono imperial. Durante las últimas semanas la provincia había tenido un extraño levantamiento, un levantamiento de no muertos, a lo largo de las tierras fronterizas de Talabheim, y la propia Ottilia envió un gran ejército, a las órdenes del comandante Hans Schliffen, para poner remedio a la situación.

Las fuerzas ottilianas se dirigieron hasta el otro lado del río Stir, acabando con fuerzas no muertas menores, y enviando a grupos de exploradores y batidores para hacer frente a otras amenazas dispersas e investigar la situación al otro lado del río. Los informes de aquellos que lograron regresar no pudieron ser mas desalentadores. Se le informó de que Vlad von Carstein iba a la cabeza de una enorme fuerza no muerta con intenciones de atravesar el río e invadir el resto de territorios del Imperio.

Sabiendo que se avecinaba la lucha, acampó el grueso del ejército de Ottilia fuera de Essen, cerca del vado del Stir, enviando cebos para atraer a las fuerzas de Sylvania hacia aquel lugar, pues era el campo de batalla ideal para su ejército. Hizo construir fortificaciones y preparar trampas. Con el río a sus espaldas sólo eran vulnerables por tres lados; además, al encontrarse entre dos de los principales brazos del Stir, Von Carstein sólo podía enviar el ejército a trozos. Hasta que se produjera el choque con la fuerza enemiga, al ejército Ottiliano sólo le quedaba esperar, rechazando las eventuales incursiones menores de no muertos, hasta la llegada del infame ejército de los Von Carstein.

Batalla del Vado de Essen[]

Alabarderos del Imperio por Adrian Smith

El día en que se produciría el choque entre las dos fuerzas, la climatología cambió drásticamente. Antes del amanecer, la nieve cedió paso a la lluvia: primero unas pocas gotas, y luego más persistente. Una hora después de la salida del sol, el cielo continuaba oscuro debido a las nubes gris acero, bulbosos cumulonimbos, y la lluvia que caía en cortinas fundía la nieve y empapaba el suelo. A mediodía, el precioso campo de batalla de Schliffen se había convertido en un lodazal, sobre el que era muy difícil caminar. Ahora tendrían que andar con torpeza por el fango, tratando de mantener el equilibrio y moviéndose como zombis ellos también. De esta manera, la gran ventaja que tenían, la movilidad, había quedado mermada con la presencia del lodo.

Poco después llegó el ejército de Vlad.

La fuerza de muertos vivientes era inmensa hasta el punto de oscurecer el horizonte, pues cada uno de los Vampiros aristócratas de Sylvania lideraba a un ejército entero de Esqueletos y Zombis. Y aún más extraño era que las levas de campesinos de aquella tierra marchasen al lado de sus maestros No Muertos, luchando igual que si lo hicieran para cualquier señor mortal. Estos degenerados iban acompañados de necrófagos de la Cripta, tumularios y otras criaturas mucho más oscuras. Antes de la batalla, Vlad von Carstein prometió a los humanos clemencia si se rendían y le servían en vida, y ninguna piedad si se enfrentaban a él, sirviéndolos en la muerte. Aunque temeroso, el general de Ottilia ordenó atacar.

Soldados imperiales agua

Los virotes de ballesta y las balas de cañón atravesaron a las legiones de muertos vivientes mientras éstas cruzaban el vado, pero la magia de Vlad volvía a reanimar a todas las criaturas que caían y las lanzaba de nuevo al ataque. Las cargas de los caballeros de Talabecland lograron destruir a cientos de No Muertos, pero tras ellos habían muchos miles más que seguían avanzando como una imparable muralla de carne y hueso.

Las espadas hendían para cortar los brazos de los muertos, que intentaban agarrar y derribar a los soldados. Los muertos avanzaban con paso tambaleante y los vivos retrocedían con rapidez, desesperados por eludir las extremidades extendidas que intentaban atraparlos en sofocante abrazo. El suelo que pisaban era traicionero. El modo en que daban traspiés y se tambaleaban para mantener el equilibrio mientras intentaban rechazar a los muertos eran una mímica de los movimientos del monstruoso regimiento de Von Carstein. Por muy desesperadamente que lucharan los soldados de Talabecland, los muertos continuaban llegando, avanzando inexorablemente, sin miedo ni preocupación por su propia seguridad.

Los muertos eran una marea, una fuerza que escapaba a los límites naturales y lo barría todo a su paso. El ejército de Von Carstein era implacable y letal. No tenían necesidad de armas. Se lanzaban en peso contra los aterrorizados soldados, los derribaban sobre el fango y, una vez que los tenían en el suelo, los muertos se les echaban encima para arañarlos, morderlos y desgarrarles la carne hasta haberlos despojado de toda humanidad. Los necrófagos mordisqueaban los cadáveres mientras los combatientes los pisoteaban hasta hundirlos en el lodo. Las viles criaturas arrancaban filetes de carne humana y se atiborraban con ellos. Amigos, enemigos; los necrófagos no hacían distinciones.

Espectros Condenadores

Los Jinetes Espectrales atravesaron como una exhalación las líneas de Talabecland chillando y matando a diestro y siniestro, seguidos por una masa de Zombis que abatía a cualquier enemigo que aún quedase en pie. Así, las fuerzas de Ottilia bien pronto se vieron cercadas y completamente arrolladas por lo que parecía ser una horda No Muerta inacabable. Vlad lideró el victorioso ataque final al frente de sus Caballeros Negros, mientras los Tumularios de la Guardia de Drakenhof rodeaban al general enemigo.

Pero no pudo cuestionarse la valentía de los soldados, ni siquiera cuando el propio Von Carstein entró en la refriega, montado en una pesadilla a la que le salían regueros de fuego de las dilatadas fosas nasales, y abriendo tajos con la espada sedienta entre las aterrorizadas filas de defensores humanos. Los alaridos que lanzaba la espada al hender el aire eran espantosos. Los soldados que no resultaban derribados huían y hacían caer a otros al intentar ponerse a salvo de la voraz espada. El propio Von Carstein se mofaba de ellos y reía como un maníaco mientras asestaba tajos que diezmaban a los vivos y, casi con negligencia, resucitaba a los muertos que quedaban atrás para que formaran parte de su legión de condenados.

La batalla se prolongó durante seis horas, pero finalmente, enfrentados con el poder de Vlad y sus vampiros, las fuerzas de los Ottilianos fueron superadas y rodeadas. Pronto se alzaron gritos por todo el Vado de Essen: el ejército de Vlad von Carstein había ganado la batalla. Pero lo peor aún estaba por llegar para las fuerzas derrotadas.

La primera muerte de Vlad[]

Conde Vampiro Octava

Los hombres de Vlad deambularon entre los vivos y los muertos para hacer correr la voz: el conde vampiro quería los supervivientes. Habían sobrevivido muy pocos, entre ellos el propio comandante de las tropas de Ottilia, y todos fueron conducidos como reses hacia Von Carstein. Muchos soldados trataron de rendirse, pero Vlad mantuvo su palabra de que si no le servían en vida, le servirían en la muerte. Tras dejar marchar a un aterrorizado prisionero para que transmitiera el mensaje de lo que acababa de ocurrir, ordenó matar a todos los demás, tras lo cual usó sus poderes para reanimar sus cuerpos y añadirlos a su creciente legión.

Al ver cómo sus hombres eran ejecutados, Hans Schliffen fue presa de la ira. Tras lograr soltarse de sus captores se apoderó de la espada encantada del Conde Vampiro y le decapitó con ella de un solo golpe. Tras ello Schliffen trato de enfrentarse al resto de vampiros, pero fue rápidamente superado y despedazado miembro a miembro por Konrad von Carstein, el más desquiciado de todos los seguidores de Vlad.

Con Vlad aparentemente destruido, los restantes Vampiros empezaron a luchar entre ellos para ver quién ocuparía su puesto. Finalmente Herman Posner, Barón de Waldenhof, acabó imponiéndose a los demás, matando a todos los que se oponían a él, y reclamando toda la herencia de Vlad como suya, incluida su esposa Isabella, quien en ese momento se encontraba presa de una furia asesina debido a la muerte de su esposo. Esa misma noche, mientras Posner se pavoneaba al frente de su ejército, Vlad von Carstein volvió. Posner afirmó que se trataba de un truco y le desafió por el control del ejército, pero Vlad acabó con él sin pensarlo ni un segundo.

Esta no fue la única vez que el esquivo conde Vampiro volvería de una muerte aparente, continuando con la invasión del Imperio

Fuentes[]