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Batalla del Pico Hendido

A lo largo de la historia del Viejo Mundo se han producido algunas batallas tan elaboradas y sanguinarias que destacan como eventos únicos. Estas batallas tienen lugar en circunstancias tan inusuales que acaban forjando una narrativa propia.

Uno de estos conflictos tuvo lugar a la sombra de la montaña conocida como el "Pico Hendido". Allí, un clan Enano se enfrentó a un poderoso ejército de Skavens en la villa en ruinas de Grisswold, y ambos bandos se vieron arrollados por una aullante horda de pieles verdes decidios a pasarlos a todos a cuchillo.

Juramentos antiguos y mentiras sombrías[]

La antaño poderosa fortaleza Enana de Karak-Ocho-Picos cayó hace ya mucho, y sus gentes fueron víctima de enemigos traicioneros. Pese a la infestación de Skavens y pieles verdes a millares, los Enanos nunca han renunciado al sueño de reconquistar ese antiguo bastión y recuperar sus tesoros perdidos. Esta determinación ha provocado muchas batallas a lo largo de las eras, la más reciente de ellas ha sido el brutal baño de sangre conocido como la Batalla del Pico Hendido

Armas de Supremacía[]

Durante centenares de años, los Skavens del Clan Mors han estado enzarzados en una batalla constante por el dominio de Karak-Ocho-Picos, a la que los Skavens llaman "la Ciudad de los Pilares". En años recientes, esta guerra se volvió contra Skavens, pues el Kaudillo de los Goblins Nocturnos, Skarsnik, unió a las tribus de pieles verdes mientras que el Rey Enano Belegar reunía más y más Enanos bajo su estandarte cada año.

Siguiendo las órdenes del Señor Morskrittar, el Señor de la Guerra Queek "el Coleccionista de Cabezas" había recurrido a los Videntes Grises en busca de ayuda. Sus demandas a regañadientes fueron contestadas con la llegada del demente Vidente Gris Skretch Muñóm Ardiente. Este genio paranoide, que se desplazaba sobre una litera de esclavos vivientes, trajo consigo a varios de los mejores Ingenieros Brujos del Clan Skryre, resueltos a desarrollar nuevas y mortíferas armas con las que ganar de una vez y para siempre, la guerra por la Ciudad de los Pilares.

Pronto se vio que probar dichas armas en los angostos túneles de la fortaleza presentaba ciertas dificultades. Los prototipos pequeños se ataban a lomos de Ratas Ogro que, completamente desorientas y presas del pánico, les disparaban en direcciones aleatorias en cuanto eran desplegadas en plena batalla. Liberaban incontables rayos de energía disforme o explotaban de manera espectacular, causando derrumbes catastróficos o aniquilando a unidades enteras de Alimañas.

Imperturbable, el Vidente Gris Skretch acusó de sabotaje a un puñado aleatorio de sus Ingenieros Brijos. Y una vez que estos desgraciados fueron ejecutados a base de lanzarlos al barranco más cercano desde Garrapultas de Plaga, Skretch anunció que sus creaciones necesitaban ser probadas en lugares adecuados para ello, al fin de alcanzar todo su potencial. Con esto en mente, Queek "el Coleccionista de Cabezas" envió a multitud de Corredores de Sombras en todas direcciones, para buscar lugares donde realizar pruebas, que estuviesen a una distancia prudencial de cualquier cosa valiosa para el Clan Mors. Por fin, a muchas millas de distancia, a la sombra del Pico Hendido, los Skavens descubrieron una pequeña gruta abandonada que conectaba con los túneles de Karak-Ocho-Picos. Era una vieja mina que emergía de las faldas más bajas de la montaña, justo por encima de la villa de Grisswold en el extremo de los Reinos Fronterizos.

Los Planes de Skarsnik[]

Mapa de Batalla del Pico Hendido

Grisswold fue arrasada en una noche, sus edificios canibalizados y su población humana esclavizada. No pasó mucho tiempo hasta que las pruebas cada vez más pirotécnicas en las ruinas de la ciudad llamaron la atención de Skarsnik, el Kaudillo Goblin Nocturno. Sus espías le habían informado de grandes concentraciones de esclavos que eran sometidos a ardientes haces de energía disforme o a disparos de viento envenenado en cadena, con resultados espantosos. Skarsnik meditó sobre aquellas noticias. La idea de que el Clan Mors llegase a utilizar armas de tal potencia en los túneles y cámaras de Karak-Ocho-Picos le llenaba de terror, pero en cambio, si esos mismos aparatos podían llegar a ser usados contra sus creadores, sería de los más gratificante...

No en vano, Skarsnik era conocido como el líder más listo que jamás había tenido la Tribu Luna Torcida, y no necesitó mucho tiempo para idear un astuto plan de acción. Si se podía alertar a otros de la existencia de aquellas extrañas armas en el Pico Hendido, se verían impelidos a atacar a los Skavens por sí mismos, ya fuera por miedo o por avaricia. Entonces Skarsnik podría aprovechar el caos resultante para robar las armas de Skretch. Y si eso fallaba, al menos se aseguraría de que fuesen destruidas y se quedaría tranquilo de saber que su sala del trono ya no corría peligro. Al fin de evitar tal posibilidad, el Goblin Nocturno ordenó a sus Chamanes que empezaran a "eztender la notizia".

Pronto, un ululante cónclave de hechiceros pieles verdes hasta los topes de setas alucinógenas empezaron a proyectar visiones mágicas del Pico Hendido que serían transportadas a largas distancias por los Vientos de la Magia. Visiones insidiosas que se colaron en los sueños de los lanzadores de hechizos desde el Mar de las Garras hasta la Llanura de los Huesos, imágenes de grandes despliegues de energía arcana sobre una montaña de cima quebrada, y de miradas de ratas aullantes devorando las Tierras Yermas en una oleada de fuego y sangre. Al poco tiempo, un Hechicero Gris especialmente conectado a estas visiones las relacionó con los rumores que había oído sobre la destrucción de Grisswold, y empezó a formular planes al respecto. Así, el Forjasombras y sus insospechados peones Enanos marcharían hacia el Pico Hendido, los Skavens les harían frente para preservar sus armas letales, y Skarsnik se prepararía para derrotarlos a ambos y recoger su premio.

La Oferta del Forjasombras

En el Imperio, aquellos que practican la Magia de las Sombras son conocidos como Hechiceros Grises, y son vistos con desconfianza, como arquitectos de la intriga. Pese a eso, tienen un acceso sin igual a secretos y rumores de toda índole. Fue uno de estos hechiceros el que llegó a principios del 2522 a Karak-Azul. Acompañado por una heterogénea banda de mercenarios, el Hechicero Gris Stephan Vesterfel, también conocido como el Forjasombras, llegó en busca del Señor de las Runas Cascopétreo, sabedor de su gesta en pos del Yunque de los Antiguos. Vesterfel decía conocer un túnel secreto que llevaba desde la base del Pico Hendido hasta los reinos subterráneos de Karak-Ocho-Picos, y que por fin permitiría a Cascopétreo recuperar el artefacto que tanto le obsesionaba.

Cuando Vesterfel infirió que planeaba ir en busca del yunque con o sin la ayuda de Cascopétreo, al desconfiado Enano no le quedó otro remedio que reunir una fuerza y acompañar al Hechicero. Después de todo, era mejor confiar en aquel Hechicero sospechoso, aún a riesgo de ser traicionado por él, que ver cómo el Yunque de los Antiguos caía en manos humanas. El Forjasombras, no obstante, tenía una agenda propia: estaba buscando armas mortíferas de una naturaleza muy distinta, y en dicha búsqueda, aquellos intrépidos Enanos no eran más que un medio para alcanzar un fin.

Partida de Guerra de Cascopétereo[]

Lobos en los Pasos[]

La marcha desde Karak-Azul hasta Pico Hendido les llevó varias semanas a través de los pasos de las Montañas del Fin del Mundo. Para entonces, el Señor de las Runas Cascopétero estaba decidido a que, cuando el ejército llegase a su destino, conocería algunas verdades de Vesterfel sobre lo que les deparaba al final del viaje y qué beneficios tendría esta aventura para el enigmático hechicero.

Pero cuando el clan abandonó Karak-Azul, se encontró sometido a un constante escrutinio. Los recelos de Cascopétreo aumentaron con cada nuevos informes sobre unos Jinetez de Lobo Goblin que seguían al ejército y los vigilaban por encima de la cota de nieve, e incluso Vestrefel no podía ocultar su preocupación por la noticia. Los pieles verdes mantuvieron la distancia, y aunque los Enanos enviaron grupos de Exploradores en busca de prisioneros, no consiguieron enfrentarse a los Jinetes de Lobo.

Entre los misteriosos observadores Goblins y la introspección y ofuscación continua del Forjasombras, el nivel de tensión fue creciendo y cuando tuvieron Pico Hendido a la vista, Ordeik Cascopétreo y sus seguidores estaban más que dispuestos a matar algo.

Una Oleada de Locura[]

Cuando los Enanos montaron su último campamento en el paso alto de Pico Hendido, fueron recibidos con grandes llamaradas de energía arqueándose sobre la cima de la montaña. Con estos parpadeos inexplicables ante su ejército y las sombras de Goblins deslizándose tras sus talones, el temperamental Casco Pétreo estalló. Deteniendo la marcha de la columna, el viejo Enano se plantó ante Stephan Vesterfel y le exigió que dejase a un lado las falsedades y le contase lo que ocurría. Las cejas del Hechicero se arquearon en un gesto ceñudo y el báculo del Herrero Rúnico brilló con energía ardiente, un grupo se elevó de la vanguardia Enana.

Los Skavens había sido detectados, una marea furiosa de alimañas horrible se dirigía hacia el clan Enano desde el Pico Hendido. El Herrero Rúnico y el Hechicero compartieron una mirada con la promesa de un ajuste de cuentas por venir, antes de apresurarse a reunir sus fuerzas y enfrentarse al enemigo. De hecho, la linea de batalla no se detuvo ni un momento mientras los Exploradores cruzaban el paso rocoso, con las alimañas pisándoles los talones.

La horda Skaven que combatían al clan Cascopétreo era tan horrible como numerosa. A menos de un día de marcha de Pico Hendido habían escapado a la atención de Queek y Skretch, que se habían enterado de que el ejército Enano había llegado en las horas previas al amanecer. Como los restos del infortunado mensajero se hallaban cerca, el Señor de la Guerra y el Vidente Gris celebraron un consejo de guerra rápido que acabó con Skretch ordenando vaciar los corrales de Esclavos y las jaulas de monstruos bajo Grisswold. Las bestias deformes y Esclavos chillones serían conducidos en masa hasta encontrase con el Clan Enano, ganando un tiempo precioso que Queek reuniese a sus guerreros y para que Skretch consiguiese que sus temperamentales y maravillosas armas estuvieses operativas.

Una oleada de alimañas se estrelló contra la multitud de Karak-Azul. Los Ballesteros enviaron nubes apretadas de saetas silbando entre las líneas del enemigo, mientras los cañones rugían y tronaban. Se produjeron bajas masivas en el muro de carne retorcida y colmillos goteantes del paso, pero entonces más Skavens atacaban a los caídas con la locura en sus ojos. Montones de cadáveres retorcidos se agolpaban en el paso, enredándose entre los pies de los Enanos que avanzaban. Pero seguían apareciendo más Skavens enloquecidos.

El muro Enano empujó impasible hacia delante, obligando a los Skavens a retroceder ante su avance implacable. Los Esclavos desaparecieron pisoteados bajo las Ratas Ogro, los Martilladores Enanos machacaban las carne una y otra vez y la carga Skaven pronto se convirtió en un vuelo frenético y desordenado. Las flechas de los Cazadores Mercenarios persiguieron hasta la última de las alimañas que huían por el paso y las fuerzas Enanas se disponían a avanzar una vez más después de ellos. Toda división temporal se dejó a un lado, las fuerzas de Cascopétreo y de Vesterfel descendieron el paso y, mientras las laderas del Pico Hendido se alzaba por encima de ellos, prepararon su ataque contra lo que quedaba de la aldea de Grisswold.

Ingenieros de la destrucción[]

La Perdición de Grissworld[]

Desde el momento en que el primer Hombre Rata de dientes amarillos emergió de la vieja mina sobre Grisswold, el destino de la villa estaba sellado, En la penumbra del crepúsculo, una multitud de ojos centelleantes escrutó calculando el número de edificios y de habitantes. Aquella pequeña aldea minera, una isla de civilización perdida en el extremo de los Reinos Fronterizos, era sin duda el lugar que el Coleccionista de Cabezas y su Vidente habían estado buscando. Los Corredores de Sombras retrocedieron de nuevo, cada uno de ellos ansioso por ser el primero en levar a su líder la buena nueva de aquel descubrimiento.

El inevitable ataque llegó pocos días más tarde. Con los últimos rayos de sol escurriéndose por el horizonte y la sombra del Pico Hendido creciendo como una mancha de tinta sobre los tejados de Grisswold, miles de Guerreros del Clan manaron de las minas y descendieron sobre la indefensa aldea. La milicia de Grisswold luchó frenéticamente, pero no podía hacer nada ante la salvaje e interminable horda que se lanzaba contra sus muros. En poco tiempo toda la villa se convirtió en una bacanal de fuego y sangre, de la que apenas escaparon una docena de almas, que huyeron al norte, hacia el Imperio. Grisswold y sus habitantes quedaron a merced de los Skavens, y aquellos que fueron esclavizados no tardarían en lamentar no contarse entre los muertos.

Skretch Toma el Mando[]

El increíblemente arrogante Vidente Gris Skretch se dio bastante prisa en auparse a base de codazos y envenenamientos hasta la posición de máxima autoridad entre las ruinas de la aldea, reclamando la destruida carcasa de Grisswold como su reino personal. Según apuntó Skretch con un falso tono de respeto, el Coleccionista de Cabezas ya tenía mucho trabajo entre garras con tratar de mantener el control de la Ciudad de los Pilares (y de hecho se había visto obligado a pedir la ayuda de Skretch incluso para poder completar dicha labor). Por tanto, Skretch argumentaba que no podía encima pedir al atareado líder que distrajera su atención para encargase también del Pico Hendido.

Al día siguiente, con Queek relegado a un puesto de mando secundario, el Vidente Gris Skretch puso a trabajar a sus Ingenieros Brujos. Legiones de esclavos, entre ellos los antiguos habitantes de la aldea, fueron encargados de demoler algunos de los edificios de Grisswold, mientras que otra estructura se usaron para almacenar piezas sueltas y munición de cara a las pruebas de armas que debían llevarse a cabo. Un flujo constante de guerreros cautivos empezó a manar desde las minas, mientras que los Ingenieros Brujos iban de un lado para otros supervisando a los equipos de trabajo, dirigiendo a voz en grito las labores de construcción y despliegue del terrible arsenal del Clan Skryre.

El Arsenal del Terror[]

En pocos días, empezaron a celebrarse pruebas en las ruinas de Grisswold. Grandes hornos de bronce llenos de Piedra Bruja fueron dispuestos entre los restos de las casas y negocios de la villa, pulsando con la energía maligna que generaban. Dicha energía era conducida por un destartalado sistema de cables hasta una serie de gigantescas armas de aspecto grotesco, que escupían fuego, o haces de energía disforme, o nubes de gas venenoso, haciendo estragos entre sus desgraciadas víctimas.

Sin embargo, las pruebas de estas armas no serían sencillas de implementar, pues Skretch quería llevarlas a cabo bajo condiciones lo más parecidas al combate real. Para lograr esto, el Vidente Gris desplegó a enormes batallones de esclavos en las faldas inferiores del Pico Hendido, armados con toscos garrotes. Las siniestras siluetas de las letales máquinas de guerra de los Skryre acechaban entre las ruinas de Grisswold. Grupos de Goblins prisioneros merodeaban lanzando juramentos y insultos a solo unos pocos metros de distancia de otros prisioneros humanos tan o más andrajosos que ellos, mientras las descomunales concentraciones de Esclavos Skavens trataban de mordisquear las cadenas y sogas que les aprisionaban, conscientes de lo que les esperaba. Skretch contempló toda la escena desde lo alto de una extrañó y precario artilugio metálico lleno de gruías y poleas. A una orden suya, los Señores de las Bestias se pusieron en acción, chasqueando sus látigos sobre la carne expuesta de los Esclavos y haciendo que se pusieran en marcha como una marea, cargando torpemente en dirección a Grisswold. A una segunda orden, las dotaciones de armas las activaron, moviendo palancas, mandos y rotores.

La masacre resultante alcanzó una escalada inimaginable. Enormes esferas de cristal cruzaron el aire hasta reventar entre la masa de cuerpos que avanzaba, liberando un gas verde capaz de envenenar y asfixiar por igual a pieles verdes y a Skavens. Los miembros de la milicia del Imperio murieron a cientos, calcinados por huracanes de rayos de Disformidad incandescentes. Aquellos esclavos y prisioneros que lograron llegar a los límites de la aldea se vieron súbitamente rociados por llamas blancas y púrpura que surgían por entre los huevos en los muros. Los pocos que sobrevivieron hasta ese infernal punto se abalanzaron desesperados contra las dotaciones de armas que tenían más cerca, atacando frenéticamente con los garrotes a sus torturadores, hasta que volvieron a ser puestos en vereda por los Señores de las Bestias.

Skretch quedó encantado con aquella monstruosa batalla ficticia de un solo bando. A su término, las armas fueron recargadas, reparadas o retiradas (en aquellos casos en los que habían quedado destruidas debido a algún accidente). En cuanto a los escasísimos esclavos y prisioneros supervivientes, fueron llevados de nuevo, sollozando, hasta lo alto de la ladera para unirse a la siguiente oleada de "sujetos de prueba", y todo el proceso se inició una vez más. Así continuó durante días y días, semanas y semanas, miles de esclavos sacrificados en parodias de batallas contra el mortífero arsenal desarrollando por la maligna mente del Vidente Gris y su cuerpo de Ingenieros Brujos.

Queek El Coleccionista de Cabezas quedó gratamente impresionado por la progresión que mostraba las creaciones armamentísticas de Skretch. Si todo seguía desarrollándose a ese ritmo, bien pronto tendría a su disposición todos los artilugios de guerra que necesitaban para expulsar, de una vez y para siempre, tanto a los Goblins como a los Enanos de la Ciudad de los Pilares.

¡Waaagh! Skarsnik[]

Al convertirse en Kaudillo de los Ocho Picos, Skarsnik se vio abocado a batallar diariamente para mantener unidas las sediciosas tribus bajo su mando. Para mantener el control resultó crucial la elaborada red de espías, informadores, exploradores y chivatos que son los los y oídos del Kaudillo a lo largo y ancho de sus dominios. Los esbirros del Coleccionista de Cabezas eran siempre vigilados de cerca, así que paso poco tiempo en llegar la noticia de que los Hombres Rata hacían en Grisswold llegó hasta los puntiagus oídos de Skarsnik.

Ante tal amenaza la mayoría de líderes pieles verdes habría entrado en pánico o habría convocado al !Waaagh! para atacar inmediatamente. Pero no así Skarsnik, cuya mente brillante ya valoraba las posibilidades que aquello le brindaba. Con los informes que sus siervos le entregaban cada hora sobre los progresos de los Skavens en sus pruebas, Skarsnik empezó a dar forma a una treta que, en los años venideros, se convertiría en una auténtica leyenda entre las tribus.

Amenazas desveladas[]

Skarsnik era consciente de que sus Chamanes no iban a poder emitir las visiones mágicas durante mucho tiempo. Aparte del fastidio de algún cráneo estallado aquí y allá, un hechizo de tanto alcance desgastaría rápidamente a quiénes lo lanzaban. Pero no era necesario que el hechizo durara para siempre, sino tan sólo lo justo para que alguien convenientemente poderoso mordiera el anzuelo.

Mientras tanto, era cosa de Skarsnik mobilizar las tropas. Para que el plan funcionara, sus muchachos tenían que estar bien ocultos en sus puestos, listos para salir en emboscada cuando fuera el momento. Con ese fin partieron de Ocho Picos los mensajeros, montaron en lobos, en Garrapatos y en arañas, por túneles profundos y laderas nevadas, hacia cada confín de las Montañas del Fin del Mundo.

Estrechando el Lazo[]

La Zarpa Verde se Cierra[]

Baño de Sangre en Grisswold[]

Sospechas Confirmadas[]

La Horda Ataca[]

El Duelo de los Señores de la Guerra[]

La Marea Verde[]

Sangre y Truenos[]

El Punto de Inflexión[]

Victoria en la Derrota[]

Fuente[]