
Imagen ilustrativa
En el contexto de las Cruzadas contra Arabia, el Sultán Jaffar se encontraba asediado por los cruzados en Al-Haikk, mientras que buena parte de sus fuerzas habían sido derrotadas por los viejomundanos. Una sola esperanza aguardaba al hechicero, la llegada de uno de sus mejores generales, Mehmed-bey. Este había reunido las fuerzas de los sultanatos y ciudades del oeste, y marchaba con un ejército de varias decenas de miles de hombres para romper el asedio de la capital. Si llegaba hasta sus muros, la cruzada acabaría en ese preciso instante, y Jaffar triunfaría. Pero gracias a la valentía del Duque de Aquitaine y sus caballeros, el malvado general árabe no pudo reunirse con su maestro.
Mientras que Mehmed-bey, al cual apodaban "Mehmed el Carnicero", atravesaba un profundo uadi con su ejército, los cruzados aprovecharon la ventaja del terreno para caer sobre ellos. Mehmed contaba con muchas fuerzas en su bando. Guardias de Arabia, Derviches fanáticos, Guerreros Esclavos Mamelukos en retaguardia, Caballeros Sipahis en vanguardia y Jinetes Akincis cubriendo los flancos. Bajo el estandarte personal del general, el Lagarto Negro, sus fuerzas fueron asaltadas por un gran ejército cruzado, que brotó desde cada rincón, y sobre cada duna, comenzaron a brotar flechas. Mehmed estaba borracho del orgullo y arrogancia que caracteriza a los árabes, y enfrentó tercamente a los cruzados, pues se negaba a retirarse frente a tan patético enemigo. Pero ya había caído en la trampa del Duque. La incesante lluvia de flechas no cesaba, y aunque las devastadoras cargas de la caballería de Mehmed arrasó las filas cruzadas, sus jinetes poco a poco comenzaron a desgastarse. Muchos huyeron tras abrir brecha, y cuando la infantería estaba sola al fondo del uadi, el Duque envió a sus caballeros. Tribus nómadas se unieron a los cruzados en la batalla, contrarias a los fieles a Jaffar, sentenciando cualquier oportunidad de victoria de Mehmed-bey.
El gran ejército árabe fue dispersado, y el refuerzo evitado, y los caballeros fueron capaces de darle muerte a Mehmed-bey en aquel campo de batalla. Al terminar la disputa, los caballeros bretonianos supervivientes, exhaustos y sedientos, se arrodillaron y dedicaron largas plegarias de agradecimiento a la Dama del Lago.
Fuente[]
- Novela: The Red Duke, por C. L. Werner.
- Capítulo 18.