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La Batalla de Hel Fenn fue una de las mayores contiendas de la historia del Imperio, ya que puso fin a la Guerra Invernal, la última etapa de la conocida Guerras de los Condes Vampiro.

En esta batalla, una gran fuerza aliada de las distintas provincia imperiales y Enanos comandadas por el Conde Elector Martin de Stirland se enfrentaron a la legiones no Muertas lideradas por el Conde Vampiro Mannfred von Carstein, en la llanura pantanosa de Hel Fenn.

La batalla acabó siendo una victorias más grandes y famosas del Imperio y vio el final del reinado de terror de Conde Vampiros. Sin embargo, la batalla se libró de cerca, y lo impensable bien podría haber sucedido si no fuera por la estrategia del Conde de Stirland y los fuertes corazones de sus soldados.

La brillantez táctica y estratégica del Conde Martin de Stirland ganó el día en Hel Fenn, en 2145, y proporcionó a los estudiosos de la guerra un ejemplo perfecto de la maniobra de envolvimiento para estudiar. Esta batalla se enseña en todas las escuelas militares, y es el sueño de cualquier digno general ser capaz de llevar a cabo esta táctica clásica en el campo de batalla con la mismo bravura, coraje y habilidad que Martin hizo ese fatídico día en Sylvania.

Contexto[]

Mannfred

Mannfred von Carstein.

Después del fracaso de su progenitor, Vlad von Carstein, y de su hermano, Konrad von Carstein, Mannfred se hizo con el control del clan Von Carstein y de la provincia de Sylvania. Durante los primeros años de su regencia se limitó a recuperar fuerzas y dejar que sus enemigos pensasen que habían acabado con la amenaza vampírica, volviendo una vez más a enfrentarse entre ellos.

Llegado el momento, el último de la maldita línea de vampiros volvió a invadir el Imperio en el año 2132, dando comienzo a la denominada Guerra Invernal, donde se mostró como como un enemigo formidable. Sin embargo, después de que el devastador ataque de Mannfred contra el Imperio hubiera sido rechazado, primero en Altdorf, donde el Gran Teogonista Kurt III recitó el gran Hechizo de Desunión del Liber Mortis, amenazando con destruir al ejército de Mannfred, y después en Marienburgo, gracias a la intervención del archimago Alto Elfo Finreir, dio comienzo comienzo a un juego del gato y el ratón.

Los ejércitos del Imperio y las No Muertos de Mannfred se enfrentan en más de una docena de batallas, cada uno intentando alcanzar una victoria decisiva sobre el otro, aunque parecía que ninguna de las partes tenía la ventaja en el contexto más amplio de la guerra. Tras dos décadas de batallas esporádicas Mannfred es finalmente obligado a retirarse a Sylvania por un ejército combinado de tropas Imperiales.

Martin von Stirland

Martin de Stirland.

Decididas a acabar con la amenaza de los Condes Vampiro de una vez y por todas, las diferentes facciones del Imperio acaban uniéndose y, junto a sus aliados Enanos, dan comienzo a un largo y laborioso proceso de recorrer la oscura foresta de Sylvania en busca del vampiro y su asqueroso ejército de muertos inquietos.

Martin de Stirland tenía el mando general de los ejércitos aliados, pero era diplomático y buscaba el consejo de los otros Condes Electores y de los Enanos en todos los asuntos importantes. Sabía que su mayor fortaleza era la unidad de fuerzas, y se aseguró de que se mantuviera. Pocos creían que Mannfred podría reunir mucha resistencia después de su derrota y era imperativo que lo persiguieran para que los aliados pudieran poner fin a su amenaza, de una vez por todas.

Sin embargo, después de semanas de búsqueda, una avanzadilla con Martin a la cabeza llegaron hasta Hel Fenn, y allí descubrieron que el vampiro todavía estaba lejos de ser derrotado.

La Hueste No Muerta[]

Guerreros Esqueletos por JB Casacop

Al salir de los árboles, llegaron a la llanura abierta que subía hasta una cresta y luego hacia el bosque. El conde elector y los suyos cabalgaron por la cresta, y contemplaron el lugar. La niebla flotaba a través de los árboles retorcidos frente a ellos, moviéndose lentamente en la brisa que venía del pantano hediondo. El sol estaba bajo y la luz se desvanecía, así que al principio pensó que sus ojos le estaban jugando una mala pasada, pues parecía que los árboles se estaban moviéndose.

Para su consternación, descubrió que no eran los árboles los que movían. Desde fuera del bosque marchaba los No Muertos. Del bosque salieron columnas interminables de deambulantes Guerreros Esqueletos. Junto a ellos corrían lobos, y el cielo se ennegreció cuando una bandada de atroces murciélagos lo cubrió como una arremolinada nube. Entonces, lo vieron, una mancha lejana a la luz del crepúsculo. La silueta del conde vampiro era inconfundible.

Contemplaron con creciente horror mientras cada vez más y más cadáveres salían arrastrando los pies del bosque y formaban con los infernales regimientos en absoluto silencio. No se gritaban órdenes ni sonaba ninguna trompeta. Entonces, lo vieron, una mancha lejana a la luz del crepúsculo. La silueta del conde vampiro era inconfundible.

"Enviad mensajeros a nuestros aliados" - dijo Martin -"Necesitamos su ayuda con toda la prisa que puedan reunir. El vampiro ha encontrado una nueva fortaleza y nos ha estado esperando".

Guerras conde Mannfred

La verdad era espantosa. Mientras jugaban al escondite en los malditos bosques, el conde vampiro los había atraído a una trampa. La Hueste de Mannfred había sido diezmada repetidas veces durante su retirada del Imperio, y había perdido a muchos de sus aliados vampiros. Les había hecho creer que al acosar a sus fuerzas, al reducir poco a poco su número batalla a batalla, de algún modo estaban ganando la larga guerra de agotamiento.

La prueba de que era mentira se desplegaba ahora ante ellos en forma de una vasta hueste de esqueletos, necrófagos, zombis, tumularios y, junto a ellos, las levas campesinas del vampiro. Aproximaciones del tamaño de su ejército van desde veinte mil hasta trescientos mil. Mannfred estaba acompañado por dos de sus lugartenientes más confiables, el vampiro Adolphus Krieger y el Rey Tumulario, Gothard, conocido como el Caballero Imperecedero.

De lo que podemos estar seguros es de que el ejército de Martin era superado en número en gran medida, y sabía que su destino se decidiría por si sus aliados podrían llegar hasta él a tiempo. Martin y sus subalternos observaron con creciente preocupación cómo cada vez más y más cadáveres y guerreros No Muertos de Mannfred salían sigilosamente arrastrando los pies del bosque, y comenzaron a formar infernales regimientos en completo silencio; sin que se gritaran órdenes ni sonara ninguna trompeta.

Libro, martillo y craneos

El miedo es un arma que debería ser utilizada por todos los generales: si una formación enemiga huye, es probable que otros hagan lo mismo. Pero los ejércitos de los muertos vivientes son diferentes a los demás. No conocen el miedo, y nunca huyen de una batalla. Los hombres, en cambio, son más propensos a temer cuando se enfrentan a una multitud de muertos vivientes, y el miedo es el peor enemigo de un soldado. Este hecho habría sido primordial en la mente del Conde de Stirland, al ver materializarse la hueste de Mannfred.

Afortunadamente, su ejército había estado luchando contra el anfitrión de Mannfred durante más de un año durante su invasión del Imperio y se fortaleció contra sus efectos debilitantes.

Despliegue[]

Batería de morteros

Bajo la agonizante luz, Martin desplegó sus fuerzas para la batalla. Tenía una posición comparativamente fuerte. A su espalda estaba el bosque, y sus fuerzas se alineaban en una colina, cuyo fondo estaba protegido por una vía elevada que corría paralela al pie de la colina. Su flanco derecho estaba salvaguardado por las ruinas de un antiguo fuerte de piedra abandonado, y el izquierdo por una granja amurallada y un espeso bosque.

Martin dispuso las piezas de artillería en la cresta, llamada Cumbre del Trueno por los artificieros. Desde esta posición, tanto los Grandes Cañones como los morteros tenían una buena ventaja sobre el enemigo que avanzaba, ya que podían ver y disparar a cualquier No Muerto que se acercara al frente del Imperio. Para asegurarse de que Mannfred se viera obligado a hacerlo, el Conde Elector tuvo mucho cuidado en proteger sus flancos.

Axelbrand, el Archilector de Taal

Axelbrand, el Archilector de Taal.

Entre sus fuerzas, también tenía varios sacerdotes de Taal, habiendo pedido ayuda a Axelbrand, el Archilector de Taal. Sabía que Mannfred era un hechicero poderoso y peligroso, por lo que las bendiciones de los sacerdotes serían vitales para contrarrestar su magia.

Martin dedicó una particular atención al apoyo de los flancos, instalando brigadas de su cuerpo de élite, la Guardia Negra de Ostland en el fuerte y la granja amurallada. Sabía que Mannfred tendría que superar esos edificios si quería usar su superioridad numérica para envolver a su ejército, y era imperativo hacerle pagar un alto precio por ello.

En la calma que precede a la batalla, un sacerdote de Morr pasó entre las ruinas, ante las cabezas inclinadas de los miembros de la Guardia Negra, para imponerles la bendición del dios de la muerte y los sueños. Dentro del viejo fuerte se ocultaban cuatrocientos de los temibles guerreros de negra armadura, y otros cuatrocientos estaban en la granja. Cada guerrero llevaba una bolsita que contenía dos monedas de plata, una ofrenda para pagar el paso a la otra vida en caso de que cayeran en el campo de batalla.

Tropas estatales arsenal viejo mundo

El principal cuerpo del ejército, con la infantería comandada por Ackim Brandt y la caballería a las órdenes de Dietrich Jaeger, lo mantuvo oculto detrás de la Cadena del Trueno, mientras que situó cazadores y compañías libres a plena vista, como señuelo.

Martin de Stirland necesitaba que Mannfred von Carstein le atacara, ya que su posición era fuerte a la defensiva, pero no contaba con la fuerza suficiente para ir a la ofensiva contra la hueste no muerta. Quería atraer a Mannfred al frente, donde podría resistir los ataques iniciales hasta que llegaran sus aliados, lo cual terminaría inclinando la balanza a su favor. El Conde de Stirland había estado estudiado los movimientos, las estrategias y al propio Mannfred von Carstein a lo largo de aquella larga campaña, ya que para poder vencer a un enemigo, primero había que conocerlo en profundidad y entender su forma de pensar y actuar.

El terreno, y una buena tajada de suerte, decidirían esa batalla. Martin tenía todas las intenciones de atraer a Mannfred, sin que se diera cuenta, a la más grandiosa emboscada.

Bandada de Murciélagos 6ª 02

Mannfred tenía buenas razones para estar seguro. El ejército del Imperio frente a él no era grande y los Enanos todavía estaban a cierta distancia. Sabía que si las fuerzas aliadas convergían, sería más difícil presionar para vencerlos, por lo que planeó mantenerlos separados, y tratar con cada ejército por separado. Esta fue una estrategia sensata, y si se llevara a cabo correctamente seguramente habría visto la derrota de los aliados. El amanecer se volvió frío y gris y los ejércitos formaron regimientos.

Cuando llegó el ejército de Mannfred, no se detuvo para fanfarronear, gritar, rechinar los dientes o lanzarles pullas. Sólo continuó con el avance horripilantemente silencioso, hasta que los esqueléticos jinetes y un vasto regimiento de infantería de blancos huesos, que tenían órdenes previas del conde vampiro, alteraron su rumbo y se encaminaron directamente hacia el antiguo fuerte situado en el flanco derecho de la Cumbre del Trueno.

La batalla de Hel Fenn estaba a punto de comenzar.

Despliegue de la Batalla de Hel Fenn

La Incursión de Mannfred[]

Caballeros Negros - The Empire at War

Como Martin había pronosticado, el primer ataque de Mannfred fue contra el fuerte en su flanco derecho.

Los jinetes esqueléticos trotaban por el terreno de nadie, seguido por un vasto regimiento de infantería esquelética. No hallaron resistencia ninguna. La disposición de las ruinas era invitadora, pero entrar los habría obligado a estrechar la formación y comprimir las filas. Los comandantes eras reacios a sacrificar la movilidad antes de que los esqueléticos soldados de infantería estuvieran situados. Los muertos avanzaron muy poco a poco, sin pausa y sin pensarlo, y comenzaron a apiñarse en el embudo que formaban los escombros.

A una orden, los miembros de la Guardia Negra de Ostland salieron del escondite y los acometieron con las espadas. Los muertos ni siquiera comprendieron qué los golpeaba. Lentos de reacción, en cuestión de minutos las primeras líneas fueron reducidas a nada más que destrozados huesos que exudaban tuétano, cuando los espadones de la Guardia Negra abrieron un surco entre ellas. Los no muertos no gritaron ni una sola vez al caer bajo la barrera de espadas. Por un momento, algunos de los vivos se atrevieron a creer que tal vez se acabaría con rapidez. Pero no fue así, y pronto empezaron a cruzar espadas con los no muertos, que continuaban llegando en una oleada tras otra de metal oxidado y armas improvisadas.

Carga grandes espaderos de Alexandru Sabo

La lucha de rechazo de la Guardia Negra era constante. Mientras el ejército de no muertos buscaba un punto débil, los Guardias Negros no dejaron pasar a uno solo, manteniéndose en cerradas filas tras los muros de la fortaleza en ruinas, blandiendo sus grandes espadas. Esto se habría quedado en defensa precaria, pero Martin había tenido la previsión de preparar un contraataque magistral. Pistoleros y arcabuceros regaban al enemigo con una incesante granizada de plomo desde los niveles superiores de las ruinas que destrozaba y astillaban huesos. El estruendo era ensordecedor. Los mensajeros corrían frenéticamente para aprovisionarlos de balas y pólvora con los que mantener la constancia de disparo.

Pronto, el fuerte se consumió en el tumulto de la batalla: el humo se alzaba, los huesos se fracturaban, los hombres rugieron su desafío, las lanzas se estremecieron y se partieron. Las ruinas olían al tuétano podrido de los viejos huesos partidos. Con cada golpe que rompía un hueso, el hedor se intensificaba. En torno a la Guardia Negra caían hombres anónimos, hombres buenos que tenían una vida y todo lo que eso conllevaba. Y esos mismos hombres comenzaron a levantarse, arrastrados de vuelta a una no vida infernal por el conde vampiro, antes de ser aporreados por sus amigos hasta convertirse en hueso roto y carne machacada. Y los muertos continuaban llegando.

Una y otra vez, la caballería no-muerta intentó atravesar la línea de la Guardia Negra, pero fueron rechazados cada vez. La terquedad de los grandes espaderos es bien conocida y los Grandes Espaderos de Ostland no fueron la excepción. El fuerte debía seguir siendo disputado durante muchas más horas.

Jinetes No Muertos por Mark Gibbons Caballeros Negros

Desde el lomo del caballo, Martin de Stirland observaba la batalla que se desplegaba ante él y se preparaba para el siguiente movimiento de Mannfred, asqueado y seguro de cuál sería.

Martin lo había interpretado bien. Fiel a las formas, el conde vampiro preparó sus fuerzas para lanzar un ataque contra el flanco izquierdo. Detrás de los muros de la granja, los restantes mil Guardias Negros esperaban, ocultos, junto con pesados cañones y un regimiento de infantería ordinaria, pero estos últimos no eran soldados curtidos en la batalla como la guardia de élite. Martin lo había apostado todo a que Mannfred atacaría primero el flanco derecho. Como resultado, el izquierdo era inherentemente más débil. Temía que sería el primero en caer, y con razón.

A las nueve en punto, los exploradores informaron a Martin de que una gran fuerza de Enanos, bajo los estandartes de Karak Kadrin, Zhufbar y Karak Raziak, habían marchado durante toda la noche y que los elementos de avanzada, los montaraces, llegaban al bosque del flanco izquierdo. El comandante le enviaba saludos, prometiendo lealtad a la bandera y jurando que mantendrían el flanco izquierdo contra el enemigo hasta que cada podrido y descompuesto trozo de inmundicia ambulante no muerta vuelva a estar muerto.

El Conde se sintió muy alentado por la noticia, ya que su flanco izquierdo era un punto débil y los hostigadores habían informado de que Mannfred estaba desplegando una gran fuerza para atacar la granja. Le hizo llegar al comandante enano el mensaje de que el Imperio le agradece su valor y no olvidará este día. También le pidió que formara sus fuerzas y que permanecieran ocultos entre los árboles. Debía dejar que el vampiro pensara que somos débiles, y, cuando intente aprovechar la ventaja, que aplastara a su fuerzas.

Flagelantes contra zombis

Por su parte, la llegada de los enanos fue un duro golpe para Mannfred, pero no alteró su plan. Los enanos se estaban formando a cierta distancia del ejército del Imperio, usando los árboles como cobertura; Mannfred aún podía dividir al ejército aliado al abrir una brecha entre ellos. Primero tendría que luchar por el control de la granja a la Guardia Negra.

El ejército de Mannfred avanzaba con rapidez por la llanura hacia el flanco izquierdo, con la esperanza de pillar a los vivos con la guardia baja y expulsar al ejército imperial de su posición. Con carros esqueléticos en cabeza, flanqueados por lobos y seguidos por levas de arqueros campesinos, los no muertos vieron una brecha en las defensas de Martin y se lanzaron a aprovecharla con un golpe que pretendía ser demoledor, cerrándose en torno la granja amurallada. Los Guardias Negros se alzaron heroicamente y se presentaron como objetivo. Los no muertos cargaron hacia ellos a velocidad aterradora. Las afiladas hojas en forma de hoz que llevaban en las ruedas hendían el aire, y al llegar a los vivos les cortaron las rodillas.

Fue una victoria de los no muertos que no duraría mucho.

Guerreros esqueleto contra enanos

Como habían acordado, los Enanos salieron del bosque entre gritos, y se desplegaron apresuradamente en un esfuerzo por derribarlos y permitir que Mannfred revolotear alrededor del lado occidental del Imperio. Guerreros del Clan cargando para golpear las espaldas de los muertos y hacerlos pedazos, acompañados por los rápidos disparos de los montaraces. Las hachas destrozaban cráneos y costillares, hendían pelvis y todo otro hueso fétido de los repulsivos cuerpos. Los muertos caían en silencio, y contra todo pronósticos, los flacos aguantaron.

El Conde de Stirland estaba satisfecho con esperar. Observó cuidadosamente las batallas que acontecían en los reductos de sus flancos y se felicitó interiormente por su estrategia. Como cada ataque al fuerte y a la granja era repelido, Mannfred asignó más tropas al ataque. Eventualmente, agotó todas sus reservas en el vano esfuerzo de tomar estas posiciones. Todo lo que Martin tuvo que hacer fue filtrar un flujo constante de refuerzos para reemplazar a los que caían, lo suficiente como para sostener las defensas. Esta estrategia aseguró que Mannfred comprometiera todas sus fuerzas en la batalla, mientras que Martin todavía tenía reservas para emplear.

El Centro Entabla Combate[]

Bandada de murcielagos por Matthew Starbuck Condes Vampiro

A pesar de esto, la posición aliada era decididamente tenue. Los flancos de Martin se enfrentaron con una fuerza numéricamente superior, y sería desastroso si cayeran.

El ejército de muertos vivientes que atravesaba la llanura era enorme. Regimientos de esqueletos marchaban perfectamente al unísono, miles y miles de ellos, rompiendo el silencio con los golpes de espada y lanzas contra sus escudos, emitieron un tremendo estrépito. Los zombis arrastraban los pies y rechinaban los dientes, y decenas de terribles lobos espectrales babeaban tras ellos.

Por encima de la hueste, el aire estaba negro de murciélagos que ocultaban el sol. Aunque era media mañana, era como si el anochecer se hubiera adelantado, debido a los cientos de esta alimañas voladoras que oscurecían el cielo. El aire vibraba con el batir de las alas y el suelo temblaba bajo los pies en marcha.

Martin envió órdenes a la artillería de la Cadena del Trueno: «Mantened la formación a toda costa».

Batería de cañones

Los hombres vitorearon mientras los grandes cañones y morteros, forjados en Nuln y bautizados con nombres como La Ira de Sigmar y El Martillo por sus artilleros, rugieron y atronaron, entrando en acción con disparos cortos contra los muertos que avanzaban, el cual era tan numerosos y compactado que era casi imposible que los artilleros fallaran. Enormes salpicaduras de barro y fragmentos óseos saltaron por los aires cuando las balas de la artillería impactaban contra el suelo, y las que rebotaban destrozaban más las filas esqueléticas de no-muertos. Cayeron como el trigo en una tormenta de granizo, y en la masa aparecieron grandes brechas de huesos partidos y cuerpos destrozados.

El Conde Elector no podía permitirse comprometer a todo su ejército en la lucha, ya que eso no le daría margen para maniobrar o contrarrestar las maniobras de Mannfred. Envió las primeras filas de su ejército hacia adelante para debilitar el avance enemigo: regimientos de lanceros con ballesteros entre ellos para proteger sus flancos.

Alabarderos del Imperio por Adrian Smith

Las filas de los Lanceros del Imperio solo estaba formado por cuatro líneas, y se enfrentaron a regimientos de esqueletos y zombis en números incontables. Se detuvieron en lo alto de la colina y esperaron. Sus órdenes eran mantener a la horda de muertos vivientes el mayor tiempo posible, infligiendo tanto daño como pudieran.

Martin mantuvo a la reserva bien oculta tras la cadena, e hizo salir sólo a las primeras líneas para debilitar el avance enemigo. Esa formación poco numerosa fue apodada «Empresa Desesperada» por los hombres que aguardaban tras de ellos, y que iban a lograr su objetivo con un éxito aún mayor de los que Martin de Stirland podría haber esperado.

La Empresa Desesperada[]

Regimiento de soldados estatales

El término Empresa Desesperada puede parecer contraproducente para un lector casual; de hecho, evoca la idea de que la tarea implica un enorme peligro y que cualquiera que se embarque en esa aventura seguramente morirá. Si bien esto es cierto, muchos hombres se ofrecen como voluntarios para participar en esas formaciones y se honra a quienes sobreviven. Nunca podrían ser acusados de ser cobardes.

Las fuerzas de Mannfred avanzaron para trabar combate con un centro de apariencia débil. Primero los ballesteros abrieron fuego, luego los arqueros. Martin ordenó a los arqueros disparar flechas llameantes contra el enjambre de murciélagos que ya odiaban el fuego. Pero la fuerzas de Mannfred lograron su objetivo y empezaron a golpear a los integrantes de la Empresa Desesperada. Aunque luchaban valientemente, no tenían adónde ir, salvo retroceder lentamente colina arriba, hacia la artillería.

Tropas Ballesteros arqueros

A medida que cada defensor caía en la formación aparentemente débil, otro salía corriendo de las reservas ocultas tras la cadena para reemplazarlo, así que a efectos prácticos la muralla de hombres era eterna y no podría romperse, aunque a Mannfred le pareciera que estaba siempre al borde del colapso. Animado por ese giro de los acontecimientos, Mannfred ordenó que el grueso del ejército avanzara con renovada vitalidad, pues creía tener la victoria a la vista.

Mientras que la Empresa Desesperada contenía al enemigo, las flechas y los disparos continuaron cayendo sobre los no muertos. Los hombres rezaban para que una bala de cañón alcanzara a Mannfred, que estaba en medio de la multitud, controlando a su ejército, forzando el avance, implacable en su confianza de victoria. Mannfred decidió inclinar la balanza, y para asombro del Conde de Stirland, los muertos vivientes dieron al vuelta y se marcharon, atravesando la llanura, dejando a la Empresa Desesperada celebrando su victoria.

Solo las fuerzas no-muertas que atacaban los flancos continuaban trabadas, tratando desesperadamente de entrar al fuerte y a la granja amurallada. Los regimientos en retirada marcharon en columnas y se detuvieron con amplios espacios entre ellos. Con una parte tan grande del ejército comprometido, se abrió una brecha en el extremo del campo en el que estaba Mannfred, lo que al Conde Elector de Stirland le proporcionó la oportunidad de decapitar al Vampiro de una vez y para siempre.

Empresa Desesperada

La Carga Gloriosa[]

Condes Vampiro Caballero

Desde la retaguardia apareció la caballería de Mannfred. Los Caballeros Negros de fantasmales ojos llameantes montaban en corceles no muertos, enarbolando delgadas lanzas con puntas de hierro oxidado. La caballería de Mannfred se extendió por la llanura, su trote se convirtió en un galope a medida que avanzaba. Estaba seguro de que su caballería atravesaría la Empresa Desesperada como un hacha lo haría con un pergamino mojado. Tan seguro estaba de que tenía las fuerzas necesarias para aplastar al ejército de Martin, que se olvidó de reunir la información suficiente sobre la fuerza y la composición del enemigo al que enfrentaba. Esto fue un grave error.

Mannfred sonrió al ver a la Empresa Desesperada retirarse de sus posiciones. Ahora su caballería podría derribarlos mientras lo hacían, y luego dirigir su atención hacia los Enanos. Pero esa sonrisa se desvaneció cuando vio por primera vez a la caballería del Imperio comandada por Dietrich Jaeger apareció a la vista saltando sobre la cresta.

Martin había ordenado a Jaeger que cargara.

Caballeros pantera

La caballería del Conde de Stirland se desplegó por la llanura y su trote se hizo más veloz al avanzar en torno a la elevación. Lanzaron a los caballos a galope tendido. Varios caballos tropezaron al aterrizar, arrojando a sus jinetes al suelo, pero el impulso les llevó a continuar adelante. Los muertos vivientes estaban apenas a cincuenta yardas de la caballería y seguían al trote. Mannfred hizo girar su corcel y marcharse, dejando a su propia caballería a su suerte. La ola de acero y valentía impactó contra los No Muertos y los destrozó por completo. Y allí debería haber terminado la cosa.

La carga de caballería había logrado más de lo que los aliados podían haber esperado, pero debieron haber regresado a las líneas del Imperio, para reagruparse y prepararse con vistas al siguiente ataque. Pero Martin observó con incredulidad cómo el general Jaegar, con la sangre palpitante y en una búsqueda personal de gloria, sucumbía a la vanidad. En lugar de retroceder y marcharse en busca de un objetivo más accesible, Jaeger continuó con la carga hacia Gothard, con la intención de llevarle a Martin su cabeza como trofeo.

Maniobra Precipitada por Travis Kotzebue Caballeros Imperio

El petimetre persiguió a los Caballeros Negros hasta adentrarse profundamente tras las líneas de los no muertos. Luchaba como poseído por un demonio. La caballería se agrupaba en torno a él, asestaba tajos y mataba, destripaba cadáveres y necrófagos por igual, pero no fue suficiente.

La incredulidad se transformó en horror cuando Mannfred, al ver su oportunidad, ordenó a su guardia tumularia de élite que formara en cuadros de lanceros para cortarle la retirada a la caballería, rodeando a Jaegar y todos sus hombres.

En el medio de la llanura, Jaegar que había estado tan concentrado en derribar a Gothard, no reparó en la gravedad de su error hasta que fue demasiado tarde. Los caballos estaban agotados y la carga vaciló y se detuvo. Grupos de caballeros se juntaron, y el coraje que su magnífica carga había forjado en sus corazones se enfrió. El ejército de Mannfred le cercó, con las lanzas bajas, y las brechas entre los regimientos no muertos se cerraron, mientras manadas de los lobos espectrales se aproximaron en apretadas jaurías, ansiosos por devorar la carne de caballos y hombres.

Sin tener hacia dónde huir al cerrarse la trampa de Mannfred, no hubo tajos ni estocadas de los jinetes que pudieran impedir que un millar de lanceros no muertos hirieran a los caballos hasta matarlos. Con los jinetes aplastados bajo el peso de los animales agonizantes u obligados a luchar a pie, los nigromantes de Mannfred se apresuraron a levantar a los caballos del fango y la nieve para que mataran a pisotones a sus antiguos amos.

Lobos Espectrales

Martin de Stirland observó con furia apenas reprimida mientras Jaegar intentaba reagrupar a sus soldados. En el campo de batalla, los cañones guardaron silencio porque los artilleros tenían miedo de herir a sus propios camaradas. Jaegar dirigió una carga de regreso a las líneas del Imperio, pero el terreno empapado se había convertido en un atolladero, lo que dificultaba el progreso.

Los hombres lloraron cuando la flor del ejército del Imperio se vio obligada a atravesar los muros de lanzas. Los caballos de guerra relinchaban y se alzaban mientras las lanzas los empalaban. Para crédito de Jaegar, luchó como un hombre poseído, abriéndose camino a través de una horda de zombis por el que otros caballeros pudieron pasar, pero el daño ya estaba hecho. Apenas un centenar de caballeros regresaron de los seiscientos que formaron la carga y Jaegar mismo fue derribado por una flecha en la espalda.

Su locura le había costado a Stirland un arma muy poderosa, y los caballeros tuvieron un papel muy pequeño en el resto de la batalla.

La Trampa Está Preparada[]

Von Carstein Vampire

Mannfred observó como los caballeros supervivientes lograban escapar del encierro y regresar a duras penas a las filas imperiales. Se sentía animado por el éxito. Por fin, ordenó que entrara en juego la reserva, que se unió a la guardia de los Túmulos, como retaguardia. La totalidad de las fuerzas de los no muertos avanzaron sin darles cuartel a los vivos. El Conde Vampiro ya saboreaba la victoria. Por su parte, el Conde de Stirland se encontró con varios problemas. Había perdido gran parte de sus caballeros, el fuerte del flanco derecho informaba que no podían defenderse del enemigo por mucho más tiempo, y la infantería no-muerta estaba avanzando una vez más sobre la llanura.

En reserva, tenía una segunda fuerza de Caballeros de la Orden de la Divina Espada, liderada por el propio Gran Teogonista desde Altdorf, y la infantería de la provincia. Los caballeros estaban ansiosos por enfrentarse al enemigo, particularmente al Caballero Imperecedero, Gothard, un sirviente en el ejército de Mannfred, y que una vez había sido un Caballero de la orden hasta que fue asesinado y devuelto a la no-vida. Martin ordenó a un explorador que transmitiera órdenes a este batallón. El Gran Teogonista, Kurt III, recibió las órdenes de Martin y comprendió qué se le pedía a la Divina Espada: Atacar la fuerza no-muerta por la izquierda cuanto antes y empujarlos hasta el centro del campo de batalla.

Había llegado el momento de poner en práctica su plan. Sus generales estaban bien entrenados, y los hombres sabían lo que se esperaba de ellos. Ninguno de ellos desconocía el alto riesgo que corrían, pero ninguno de ellos falló en su deber.

Caballeros de la Divina Espada

En lo alto de la colina, Martin desplegó su infantería, en su mayoría veteranos espadachines y alabarderos. Su tarea era absolutamente crucial y requería habilidad, coraje y coordinación. El Conde de Stirland se colocó entre ellos y su presencia inspiró a los hombres y les concedió valor. Lo que esta delgada línea de infantería tuvo que hacer fue tomar la peor parte del ataque de los muertos vivientes y, mientras luchaban, retroceder, paso a paso, manteniendo la línea unida, atrayendo así las fuerzas de Mannfred.

Delante de la infantería, Stirland colocó a los escaramuzadores: arqueros, ballesteros y milicias de las compañías libres. Detrás de los espadachines y alabarderos, puso otra línea de infantería: lenceros y piqueros. En el flanco izquierdo, los caballeros restantes, y a la derecha, los herreruelos, de los cuales había alrededor de mil.

Por su parte, cuando Mannfred se enteró de la llegada del Gran Teogonista, los Caballeros de la Divina Espada y tropas de Altdorf, sabía que tenía que actuar rápidamente antes de que llegaran. Además temía que el Gran Teogonista hubiera traído consigo el Liber Mortis y lo usara para destruir su ejército no muerto, tal como había hecho durante el asedio de Altdorf años atrás. Mannfred decidió que la situación exigía una acción rápida. No se podía esperar.

Guerra Condes Vampiro Imperio

Se le ocurrió que si los flancos se le habían resistido hasta ese momento era, en gran medida, a causa del desatino de Stirland. Resultaba obvio que el hombre había situado en ellos a la mayor parte de las tropas. Y él había estado librando la batalla con la falsa idea de que Stirland era más fuerte de lo que en realidad era, y de que había mantenido una fuerza de reserva fuera de la vista, en alguna parte. La llegada del sacerdote le decía lo contrario. Los Caballeros de la Divina Espada constituían la reserva, y ni siquiera habían llegado al campo de batalla. El tiempo era de vital importancia. Los vivos estaban muy presionados, hasta el punto del quebrantamiento. No podía permitir que el maldito sacerdote ocupara su posición y los reforzara una vez más.

Mannfred volvió a sentirse tentado por la visión del destacamento «empresa desesperada» que estaba al otro lado del campo. Formó a su ejército en regimientos, ordenó a sus fuerzas que apresuraran el avance y concentraran todo su peso en el centro, con el objetivo de abrir un agujero en la línea enemiga como un martillo, y lidiar con los problemáticos flancos desde atrás. Fue un error de juicio que resultaría fatal, pues era justo lo que Martin esperaba que hiciera.

Doble Envolvente[]

Regimineto esqueletos dibujo

La infantería no-muerta avanzó, con Mannfred tomando posición a la derecha. En los flancos cabalgaban los restos de la caballería esquelética y los lobos espectrales. Martin ordenó a su caballería que los atacara cuanto antes y los caballeros cargaron contra los lobos. Un destino similar esperaba a los guerreros esqueletos mientras los herreruelos, frescos y numerosos, los abatían. Los caballeros del Imperio persiguieron a los restantes Lobos de Mannfred desde el campo, conduciéndolos al Lago Sombrío. Con esta victoria, Martin estaba cada vez más confiado, pero sabía que un plan factible era una cosa, llevarlo a cabo era otra muy diferente. Aún tenía que encargarse de la caballería pesada de Mannfred, los Caballeros Negros.

La infantería no muerta estaba casi encima de ellos. Los hostigadores dispararon una descarga desordenada de proyectiles y, según lo ordenado, soltaron sus armas y corrieron tras de la línea de infantería, dando la impresión de que huían.

La infantería no-muerta cayó sobre la delgada línea de los espadachines. No hubo carga, ni corrieron, simplemente marcharon hacia la línea imperial. Aunque la presión fue enorme, la línea consiguió aguantar, con los hombres manteniendo sus escudos muy juntos y golpeando con sus espadas, con las que decapitaban a los zombies y destrozaban a los esqueletos, y luego comenzaron a retroceder. La línea se retiró lentamente, con Martin alentándolos, dando la sensación de que la cedía por el centro.

Tropas espadachines arcabuceros

Al ver esta aparente debilidad en la línea, Mannfred envió a más no muertos al centro, para aumentar la presión y forzar una brecha. Su ejército se amontonó aún más, y la línea del Imperio comenzó a desplazarse alrededor de sus bordes. Los Caballeros Negros del vampiro lucharon ferozmente, matando ballesteros y alabarderos con aparente impunidad.

Los muertos vivientes fueron atraídos aún más profundamente, sobre la cúspide y hacia las tierras bajas pantanosas. La Cadena del Trueno se alzaba sobre ellos. Los morteros, en los extremos de su elevación, arrojaban proyectiles a los niveles más atrasados de la hueste no muerta. Los ojos de Mannfred siempre estaban fijos en el centro de la línea imperial, una línea que parecía tentadoramente delgada, una línea que se retiraba y que podía romperse en cualquier segundo como un hilo, permitiendo a su ejército atravesar y aplastar al ejército del Imperio.

En el tumulto de la batalla, Martin escuchó una trompeta. ¡Su caballería se aproximaba! Esa fue la señal. Más trompetas respondieron a la llamada, y los hostigadores y la infantería pesada cargaron desde detrás de las filas delanteras y cayeron sobre los flancos de muertos vivientes. Incapaces de moverse, los muertos vivientes se vieron obligados a luchar por tres frentes, y cuando la caballería del Imperio se estrelló contra la retaguardia, no había escapatoria. Mannfred vio que había sido engañado al permitir que su ejército cayera en una trampa.

El último clavo en el ataúd fue clavado con la llegada de los Caballeros de la Divina Espada, formando una columna acorazada, como una de las mitades de una pinza de un poderoso semi-kraken. Miles de caballeros con resplandecientes armaduras de batalla entraron a caballo en el campo de muerte. Llevaban en alto antorchas encendidas. El rojizo resplandor del fuego danzaba sobre los contornos de las bruñidas armaduras. Eran un espectáculo pasmoso de contemplar, parecían salir de la tormenta. Daba la impresión de que la nieve se fundía ante ellos. Espolearon a los caballos de guerra para lanzarlos a una carga salvaje, y abrieron limpiamente una brecha en las filas de los muertos. Bajaron las antorchas encendidas que sujetaban como grandes espadas con la mano derecha, y golpearon con ellas a la horda de no muertos, cuyos harapos prendieron. El fuego se propagó como una plaga. El olor dulzón de carne asada atravesó el campo de batalla.

Portada Imperio No Muertos por Wayne England

En llamas, lo No Muertos continuaron marchando, impelidos por la inflexible voluntad de Mannfred, pero no pasó mucho tiempo antes de que los chamuscados huesos se volvieran tan frágiles que las piernas se les partían como ramitas secas, y los esqueletos se desmenuzaban en una fina capa de negro hollín que comenzó a cubrir la nieve. Las cornetas de los Caballeros de la Divina Espada sonaron para hacer llegar un mensaje de esperanza a los defensores. Atacaron a los muertos vivientes que peleaban contra los enanos, y manejando sus caballos de guerra, cargaron directamente contra los Caballeros Negros. Los enanos, al ver que los muertos ardían y los caballeros corrían entre el fuego, lucharon con renovada determinación, ensangrentados pero desafiantes.

Con las llamas rugiendo a su alrededor, Kurt III, el Gran Teogonista de Sigmar, le hizo una señal a todo el flanco izquierdo para indicarle que había llegado el momento de abandonar la defensa y avanzar ladera abajo con el fin de acorralar al enemigo en el terreno central.

Al otro lado del campo de batalla, en el flanco derecho, se repitió la señal, tres notas secas de trompeta, para indicarle a Ackim Brandt, al mando de la reserva, que cargaran por el flanco derecho. Del mismo modo que los Caballeros de la Divina Espada habían golpeado por la izquierda, las reservas de Brandt lo hicieron por la derecha, y comenzaron a empujar al enemigo hasta el terreno central.

Sin duda, para entonces Mannfred ya se había recuperado de la sorpresa de ver que no entraba en la refriega un regimiento, sino dos. Vería con claridad que la estrategia final de Martin era envolver a su ejército de no muertos en una poderosa pinza y aplastarlo. Pero identificar un plan y neutralizarlo eran dos cosas muy diferentes, y por las líneas enemigas corrían órdenes y contraórdenes. Sólo servían para sembrar la confusión entre las legiones de soldados de infantería no muerta , necrófagos y lobos, que no tardaban en descubrir que no tenían hacia dónde avanzar ni retroceder. Estaban atascados en el pantano, e indefensos.

Capitán del Imperio contra Esqueletos por John Gravato

En torno al círculo imperial, piqueros y lanceros avanzaron trabajosamente por el fango para formar los dientes de la mandíbula que devoraría a los no muertos. Kurt hizo avanzar a la Divina Espada. Los caballeros cabalgaron en círculos alrededor del campo de batalla para empujar a los rezagados del ejército de Mannfred hacia la refriega del centro. Luego, se unieron al flanco derecho. La totalidad del ejército de Mannfred estaba atrapado dentro del lazo. Lo único que Martin de Stirland le quedaba por hacer era apretarlo. Ordenó a los fusileros, cañoneros, arcabuceros y herreruelos de lo alto de Hel Fenn que comenzaran un implacable e incesante bombardeo contra el corazón de las atrapadas fuerzas de Mannfred.

Lo que siguió fue una masacre, si tal palabra se puede usar para describir la matanza de los que ya están muertos. Los No Muertos estaban rodeados por todos lados, soportando interminables cargas de caballería y la implacable furia de la infantería de Stirland.

El Conde Elector Martin de Stirland vio con perfecta claridad el capítulo final de la batalla.

Doble Envolvente

Se Cierra la Trampa[]

W6 vc Mannfred von Carstein

Mannfred, atrapado en el centro, fue presa del pánico. No se trataba de una emoción con la que estuviera familiarizado. La extraña sensación de miedo le hizo sentir vértigo. Tiró de las riendas e hizo girar a la pesadilla en círculos. Salieron llamas por la nariz de la bestia. El olor a sangre inundaba el aire. Allá donde miraba, veía que los vivos avanzaban.

Una corriente subterránea de salmodia comenzó a adquirir forma. Poseía un melodioso ritmo regular que parecía sumir en un trance a las líneas exteriores de muertos y mantenerlos a distancia con tanta eficacia como cualquier espada o hacha. Los devotos sacerdotes de Taal estaban uniéndose al círculo. Era su canto lo que penetraba por las cavidades de los cadáveres en busca de sus almas. De ordinario, un guerrero no muerto era un cadáver vacío desprovisto de toda luz sagrada, pero, como había descubierto el Gran Teogonista, cuando algunos humanos caían, sus cuerpos eran resucitados con tal rapidez para que lucharan en las legiones de no muertos que sus almas aún no habían tenido tiempo de cruzar al otro lado y quedaban atrapadas, a menudo impotentes, dentro de la carne de sus antiguos cuerpos.

Ahora, en torno a algunos cadáveres, de uno en uno, floreció un halo de azul luz sagrada. Al ver la luz espectral que se propagaba por el campo de batalla, el Gran Teogonista comprendió la extensión de su tarea y comenzó la invocación. Alzó los brazos hacia los cielos para implorarle a Sigmar que intercediera ante Morr, dios de la muerte y los sueños, a favor de aquellas desdichadas almas. Le imploró a Sigmar que rompiera los lazos que los sujetaban a la voluntad de Mannfred, y le devolviera a cada hombre su destino y, más importante aún, su muerte, pues merecían morir como guerreros no como prisioneros del vampiro.

Las últimas palabras de la invocación salieron de su boca, y se produjo un espectáculo milagroso. En las filas de los muertos, unos soldados se volvieron contra otros, los iluminados contra los oscuros.

Portada Condes Vampiro 8ª Edición por Dave Gallagher

Esto hizo que algunos de los guerreros humanos se vieran reducidos a luchar con las lágrimas corriéndoles por las mejillas al ver que a algunos hombres con los que habían luchado hombro con hombro durante los largos días sangrientos de la campaña se les permitía luchar y, finalmente, morir con dignidad. Con la caída de cada sombra, el ejército de Von Carstein simplemente disminuía, pero cuando caía un iluminado, el hipnótico halo que había llegado a definirlo hallaba la libertad; relampagueaba al hundirse en la nieve y surgía ondulando en una última gloria palpitante que alumbraba el suelo a los pies del cuerpo devuelto a la tierra.

Cuando se desvaneció el último de los iluminados y su esencia onduló a través del hielo rajado y la nieve fangosa, vio la oportunidad para acabar con el resto de las fuerzas de Mannfred. Encabezó la carga que apretó el lazo con que tan magistralmente había rodeado el cuello del conde vampiro. Habida cuenta de que el resto de comandantes se aproximaban para reunirse con él en el centro, el brutal curso de la batalla estaba innegablemente a su favor. Los otros regimientos escogieron sus objetivos y se apoderaron de la noche.

Los Caballeros de la Divina Espada hicieron girar las monturas en persecución del señor tumulario conocido como El Caballero Imperecedero. Como uno solo, fueron tras el que una vez había sido paladín de la orden, y alzaron los espadones en su honor antes de descargar sobre la corrupta carne una lluvia de tajos que finalmente le otorgó el descanso. Su muerte fue salvaje. Incluso después de caído, lo descuartizaron e hicieron pedazos su cadáver.

Imagen Carta Adolphus Krieger

Adolphus Krieger

Mannfred von Carstein comprendió que la batalla estaba perdida. Mientras el ejército se desplomaba a su alrededor, Mannfred vio que se abría una senda. Su aliado, Adolphus Krieger también se dio cuenta de ello. Cuando el caos reinaba en torno a ellos, carecía de sentido resistir y luchar. Señaló el camino con su negra espada. Se lanzaron adelante e hicieron saltar a las pesadillas que montaban por encima de los cuerpos de los caídos en la prisa por atravesar la brecha antes de que se cerrara y les fuera arrebatada la oportunidad. Su objetivo era llegar el Lago Sombrío, oculto en las profundidades del bosque, donde había cuevas submarinas y grutas ocultas entre los juncos. Si podían llegar hasta el lago, sería el escondite perfecto para descansar y recuperarse. Adolphus logró escapar a duras penas, Mannfred no tuvo tanta suerte.

Sus enemigos no estaban dispuesto a concederle tal oportunidad, y muchos trataron por todos los medios de detenerlo, y aunque cayeron ante el filo de su espada maldita, no lo hicieron sin producirle profundas heridas, aún con su inmortal cuerpo de Vampiro. Mannfred gimió y se puso trabajosamente de pie. Corrió, cayó, corrió y volvió a caer. La gruesa capa de densa nieve ocultaba la naturaleza traicionera del terreno.

Colmillo Rúnico-Ralph-Horsley

Llegó tan lejos como las marismas alrededor del Lago Sombrío, donde Martin de Stirland, después de una furiosa persecución, y después de haber derrotado a la guardia funeraria del vampiro, lo derribó con su Colmillo Rúnico. El Conde Elector era un hombre de gran fuerza y habilidad marcial, pero en cualquier otro día Mannfred lo habría superado.

Pero el repugnante vampiro estaba derrengado y herido, la energía gastada para controlar a su ejército lo había agotado, y su espíritu estaba roto por la derrota. Aunque el Conde Elector subió graves heridas en su combate contra el Vampiro, finalmente logró derribarlo a base de poderosos golpes de su espada rúnica. Con el cráneo cortado en dos, el último de los condes vampiro dejó de existir.

El tajo definitivo del Colmillo Rúnico fue asestado con tan decisiva fuerza que Mannfred von Carstein fue lanzado de espaldas al lago, muerto de verdad antes de que las salobres aguas se cerraran sobre su destrozado cadáver, hundiendose en las tenebrosas profundidades del pantano. Pese a llevar a cabo una larga búsqueda, ningún Hombre ni Enano localizó nunca el cuerpo de Mannfred.

Conclusión y Legado[]

Vincke por Dave Kendall Imperio

En el momento de la muerte de Mannfred, los restos de su ejército se habían desmoronado, convertidos en polvo. Los grupos de campesinos supervivientes de las levas sylvanas gateaban por la nieve, llorando por la muerte de su señor vampiro, lo que dejaba perplejos a los supervivientes cómo aquellos lastimosos desdichados podían luchar por el no muerto, lloraban por él. Salieron huyendo del campo de batalla, pues carecían del coraje o la elegancia necesarios para dejarse caer sobre sus propias armas y acelerar el viaje que los reuniría con su vil señor.

Espesos doseles de humo flotaron durante sobre el pantano en los sitios en que los vivos habían reunido a sus muertos en enormes piras para comenzar el horrendo trabajo de la cremación. El precio de la victoria fue muy elevado. Las bajas eran horrendas, no solo a causa de los cientos que habían caído en la batalla luchando contra el ejercito no muerto, si no también por el elevado numero de desaparecidos. Durante la batalla, mientras el ejército imperial atravesaba con dificultad el terreno, manos surgían de las frías aguas arrastrando a los soldados a su perdición. Más de la cuarta parte del ejército imperial murió en Hel Fenn sin haber intervenido siquiera en la batalla. Incluso tras la derrota de Mannfred, la ciénaga se cobró un gran número de vidas pues de los soldados que sobrevivieron a la batalla contra el vampiro, decenas de ellos no lograron salir de las garras de Hel Fenn.

A pesar de todo, aquella había una gran victoria que ponía punto y final de manera definitiva a la Guerra Invernal, y por ende las Guerras de los Condes Vampiro. Martin de Stirland fue proclamado héroe y se erigieron estatuas en su honor en todo el Imperio. Gracias a tan heroica hazaña el Príncipe Martín pudo reclamar todas las tierras de Sylvania como parte de sus dominios sin oposición. Nadie discutió su derecho porque consideraban que se lo merecía al haber matado al Conde Vampiro (además de que ninguno deseaba realmente la responsabilidad de gobernar esa tierra maldita). Martin de Stirland asumió el control de Sylvania y se mantuvo como un Conde Elector respetado hasta su muerte.

Warhammer Total War Escaleras Condes vampiro

Con aquella victoria, los ciudadanos del Imperio declararon que la amenaza de los Condes Vampiro había terminado para siempre. Sin embargo, el miedo a que esos maléficos seres vuelvan a aparecer algún día ha servido hasta la actualidad para que nadie vuelva adoptar esta siniestra y maldita región. Aunque ahora forme parte de Stirland, Sylvania sigue siendo en realidad una provincia abandonada en la que los muertos siguen siendo muy fáciles de despertar de su sueño eterno, y cuyos bosques aún están habitados por toda clase de innombrables horrores, y todavía quedan Vampiros Von Carstein que consideran esta región como suya, y gobiernan sus territorios sin oposición.

En los últimos años, se ha extendido numeroso rumores acerca de que los Condes Vampiros se están reorganizando y reuniendo fuerzas para volver a alzarse de nuevo, y la mas siniestra de todas estas habladurías es que Mannfred von Carstein ha regresado de la muerte para vengarse del Imperio y sus habitantes.

Fuentes[]