
Cuando las tropas incursoras de los Elfos Oscuros y del Imperio tomaron tierra en la Costa de la Tarántula, los Hombres Lagarto respondieron veloz y violentamente a la invasión de su patria ancestral.
En las ruinas que rodean el antiguo zigurat de Chapotek, los tres ejércitos entablaron una sangrienta batalla en la que abundaron las traiciones.
Hacia lo ignoto[]
Lustria es un reino de bestias mortíferas y junglas frondosas, de ruinas arcanas y fiebre virulentas. Mas se trata también de una tierra de imponderables riquezas ocultas y es por ello que los cazatesoros Elfos Oscuros e Imperiales se enfrentaron a los Hombres Lagarto en las ruinas de la antigua Chapotek, No habrá cuartel, nadie lo pedirá. Y no habrá más que un vencedor.
Tesoros de los Ancestrales[]
En el tórrido verano del 2519, los magos del Colegio Celestial hicieron un descubrimiento increíble. Su orden se hizo con una reliquia de la antigua Lustria, una tabla bañada en oro encontrada por osados exploradores. Un examen concienzudo reveló a los acólitos del Colegio que la tabla contenía el registro de cierta posición astral. En un momento de iluminación, los acólitos ajustaron su Gran Astrolabio de acuerdo con la tabla, lo que resultó en extraordinarias lecturas proféticas; en un mes, permitieron a las fuerzas Imperiales rechazar un ataque de los Orcos en Wismund y evitar una explosión en el arsenal de Nuln que habría resultado devastadora.
El Patriarca de la Orden Celestial conocía las implicaciones de este descubrimiento. Si una pequeña tablilla podía ofrecer tales presagios, ¿que beneficios no aportarían al Imperio más placas como aquella? Pronto el Patriarca postuló al Emperador Karl Franz la necesidad imperiosa de desplegar tropas en las selvas de Lustria para recuperar otras placas. Tras considerarlo comedidamente, el Emperador accedió, designando para ello al General Kristoph Ledigar, veterano de Altdorf. Sin embargo, tuvo la astucia de preservar el equilibrio de influencias entre los Colegios Mágicos decretando que el Hechicero de Batalla Mayor del Colegio Ámbar, Jurgen Helvitt, fuera el consejero de Ledigar. Al cabo de unas semanas, la flora Imperial partió de Altdorf hacia las mortíferas costas del Nuevo Mundo.
Atravesar el Gran Charco podía llevar mucho tiempo y ciertos peligros, pero Ledigar estaba convencido de que su flota suponía una amenaza suficiente como para disuadir a los piratas que infestaban aquellas aguas. Pronto descubriría la magnitud de su equivocación. En cuanto la expedición se adentró en el Mar de las Serpientes, el Arca Negra Aguijón de la Agonía, capitaneada por el notable Kalleth Flayheart, siguió su estela. Amparados en la neblina conjurada por la consorte de Flayheart, Hekathi Rencornegro, los Corsarios acecharon a las naves Imperiales, cavilando sobre su posible propósito y destino. En las inmediaciones de la Costa de la Tarántula, los Elfos Oscuros atacaron.
Amenazas por doquier[]
Deslizándose con sigilo sobre las olas, en la oscuridad e una noche sin luna, el Arca Negra cayó sobre el último navío Imperial, el Valor, que no tuvo una sola oportunidad contra la potencia apabullante del Arca Negra. La cubierta quedó arrasada bajo una auténtica catarata de virotes negros. Bajo las atenciones de Flayheart, el capitán de la nave no tardó en revelar los planes y la ruta de Ledigar. Poco propenso a arriesgar la integridad de su buque insignia soltando anclas cerca de la costa de Lustria, Flayheart ordenó fletar un Saqueador Maldito que le llevara a tierra junto con un grupo de incursores cuidadosamente elegidos. Los humanos, cual peones, les conducirian a los tesoros de Lustria inadvertidamente y luego Kaelleth Flayheart se aseguraría de que recibieran una recompensa, aunque no fuera la esperada.
A la mañana siguiente el General Lidigar fue informado de la desaparición del Valor, pero atribuyó el sino del barco a alguno de los muchos peligros del mar abierto y mantuvo sus planes inalterados. Y, mientras la soldadesca Imperial tomaba tierra bajo las órdenes del General Ledigar y el Hechicero Mayor Helvitt, los Elfos Oscuros desembarcaron en la costa como espectros, barias leguas más al norte. Sin embargo, ninguno de estos movimientos pasó desapercibido, como hubieran querido. Lejos, tierra adentro, una perturbación creciente en las hebras del destino había despertado al venerable Mago Sacerdote Xicotencatl de Tlaxtlan tras varias centurias de letargo. En sus sueños, el Slann había sido testigo de cómo los invasores robaban unas tablillas irreemplazables del ruinoso Zigurat de Chapotek. Aquello no podía permitirse. El perjuicio a los antiguos designios de los Ancestrales por una incursión de tal calibre era incalculable. Xicotencatl apostó una avanzadilla comandada por el Escamadura Kraq-Rok para que contuviera a los invasores mientras un contingente mayor marchaba a Chapotek. Los intrusos lamentarían haber pisado la sagrada Lustria.
Ledigar y Helvitt se preparaban para abandonar el campamento de la costa, desconocedores de los enemigos apostados y acechantes. Primero, el general estableció una retaguardia para vigilar el campamento y las naves hasta su regresó según los mapas proporcionados por los adivinos del Colegio Celestial, su destino estaba a dos días de viaje en dirección suroeste. Sin más dilación, la expedición Imperial inició su avance por la jungla hostil.
Muerte en la Quebrada Tlanhuicoli[]

A pesar del buen comienzo, pronto dejaron de caminar para arrastrase. La artillería quedaba varada en el cieno al vadear los lodazales hediondos, insectos montruosos y plantas venenosas atormentaban a los soldados y había que detenerse constantemente para desbrozar el camino a hachazos. Durante el día, Helvitt planeaba en clirculos sobre la expedición, a lomos de Rasganubes, su Grifo bicéfalo, intentado encontrar la mejor ruta y desviando la atención de las quiméricas aves depredadoras. Al atardecer, el Hechicero Ámbar informó de que se aproximaba un gran barranco cruzado por un robusto puente dorado. Los comandantes Imperiales dieron orden de detenerse para cruzar el puente con la luz del día, pero mientras sentaban allí un campamento, el que habían dejado en la costa ardía. El ejército de Flayheart había avanzado hacia el sur tras su objetivo y topó con la empalizada que la retaguardia del Imperio había levantado. Al caer la noche, un bombardeo de hechizos lanzados por Brujos Fuegoletal la había derrumbado y los hombres eran esclavos o cadáveres. Los supervivientes fueron mar adentro en sus buques de guerra, incapaces de medirse con tan crueles asaltantes. Vencedores absolutos, los Elfos Oscuros siguieron el camino abierto por Ledigar y sus hombres.

Cuando amaneció, Ledigar se dispuso a cruzar el gran puente de la Quebrada Tlanhuicoli sólo para descubrir un escaso peor impertérrito contingente de Hombres Lagarto ocupando el centro de la pasarela. La avanzadilla de Kraq-Rok había tomado posiciones durante la noche y estaba lista para impedir el paso al enemigo tanto tiempo como pudieran. Al contrario que al calor, al barro y a los insectos, el ejército del Imperio sabía cómo combatir con este enemigo. Los Arcabuceros se situaron disciplinadamente, mientras se preparaba el Cañón de Salvas. Con un rugido atronador abrieron fuego sobre los Hombres Lagarto, que cayeron por docenas. De entre las nubes de pólvora se alzó un coro de graznidos, seguidos de las siluetas de jinetes al ataque a lomos de semigrifos. La batalla fue brutal. Los Caballeros eran derribados de sus sillas aún cuando lograban atravesar las pieles de los Saurios con sus lanzas. En un momento dado, las fuerzas mermadas de Karaq-Rok se retiraron a la jungla, hacia la mismisma Chapotek.
Mas otros ojos contemplaron la sangrienta lid con interés. Al empezar la batalla una facción de Elfos Oscuros enfundados en cota de malla se acercó a la retaguardia ondeando una bandera blanca para parlamentar. La hermosa Hekathi Rencornegro se abrió pasó mientras las armas Imperiales les apuntaban, y solicitó audiencia con los líderes de la expedición, sonriendo con arrogancia. Su comandante tenía algo que proponerles y suficientes guerreros como para hacer que lamentaran rechazar su generosa oferta. Ledigar y Helvitt la escucharon con suspicacia. Sin embargo, el General Ledigar, rodeado de enemigos, no estaba en condiciones de negociar y se sabía obligado a aceptar la nada fiable alianza. Lamentaría tal decisión de por vida...
Oro y Sangre[]
Al tiempo que el amanecer de Lustria bañaba las piedras caídas de Chapotek, los ejércitos de Ledigar, Flayheart y Xicotencatl se escrutaban mutuamente. La expedición Imperial, enfrentada al arduo dilema entre la alianza incierta y la aniquilación, había aceptado parlamentar con Flayheart, mas la traición es inherente a la naturaleza de los Elfos Oscuros.
El Corazón de la Ciudad[]
El entorno derruido de Chapotek se reveló como un campo de batalla extraño y mortífero. Antaño el zigurat y sus alrededores era un nódulo clave de la red geomántica, una suerte de válvula de presión arcana que absorbía y disipaba el exceso de energía mágica. El templo fortificado se alzaba en medio de una maraña de edificios ruinosos que se arracimaban a lo largo de sus flancos, otrora usados para sacrificios rituales o para el cobijo de las guarniciones temporales que velaban Chapotek en un ciclo sempiterno de vigilancia.
Con el tiempo, Chapotek quedó desatendida y sus conexiones con la red mágica mundial erosionadas o quebradas. La jungla había invadido Chapotek, tanto más a medida que los días de los Ancestrales se desvanecían en la vastedad de los siglos. Ahora no quedaba más que una sombra de su antigua gloria, reclamada por la selva que la había acogido, pero aún velada sin descanso por sus guardianes de sangre fría. Aún así, sus preciosos tesoros seguían protegidos por el círculo mágico con propiedades amortiguadores de hechizos que emergía de entre la maraña de boscaje. En las inmediaciones del poderoso anillo pétreo, los Vientos Mágicos se aplacaban, cosa que proporcionaría un oportuno refugio a los contendientes de la inminente batalla. Por otro lado, obligaba a decidir la pugna por Chapotek en el choque brutal del combate cuerpo a cuerpo.
Sangre Fría Hirviente[]
Fueron los Hombres Lagarto liderados por Xicotencatl los que iniciaron las hostilidades propiamente dichas. Su ira prendió por la intrusión en el sagrado corazón de Lustria y las bajas sufridas por las dilas de Kraq-Rok en la Quebrada de Tlanhuicoli la avivaron. Ante aquellos ladrones de tumbas de sangre caliente profanando el reposo inmemorial de Chapotek, las fuerzas de Xicotencatl no podrían contenerse por más tiempo. Rugidos desafiantes resonaron por las ruinas al ritmo del avance de Kraq-Rok y las huestes de Saurios de Tlaxtlan. En sus flancos galopaban hordas de Eslizones azuzando los horrores primigenios sobre los que montaban. Jinetes a lomos de Gélidos, Salamandras sibilantes e incluso la pesada mole de un Bastiodón se abalanzaban sobre sus malhadados enemigos a toda velocidad. Xicotencatl tampoco reservó sus fuerzas: los truenos se sucedían entre las ruinas y la maleza, acompañando las centellas cerúleas que derribaban a los caballeros de sus sillas y calcinaban a los Elfos Oscuros.
Un pacto con el diablo[]
El General Ledigar hubo de tomar una difícil decisión durante la batalla de la Quebrada de Tlanhuicoli. Consciente de que su ejército estaba atrapado entre la locura homicida de los Elfos Oscuros y los no menos peligrosos Hombres Lagarto, aceptó con reservas la alianza con los Elfos Oscuros. La expedición Imperial encajaría la cólera de los defensores de Chapotek avanzando para entretener el tiempo suficiente a las tropas de Tlaxtlani como para que su flanco quedara expuesto a los hombres de Flayheart, que cargarían contra los Hombres Lagarto. A cambio, los Elfos Oscuros querían compartir el botín de Chapotek y la posesión exclusiva de los heridos como esclavos.
No obstante, Ledigar no era tan ingenuo como para confiar ciegamente en la retórica de un Elfo Oscuro. Hizo avanzar al grueso de su ejército bajo el fragor de los disparos, pero aportó a la caballería en la retaguardia para vigilar los movimientos de los Elfos Oscuros. Entre tanto, tras un breve intercambio de palabras. Jurgen Helvitt emprendió el vuelo con un cometido particular. En la colisión de fuerzas entre Lustria y el Imperio, los Alabarderos y los Espaderos cruzaron sus filos con Saurios rugientes y la tierra en torno al Círculo Mágico pronto troncó en limo resbaladizo por la sangre derramada.
Un hervidero de guerra[]

Los tres ejércitos se enzarzan en una sangrienta batalla en torno al círculo mágico de Chapotek
Los pálidos rasgos de Flayheart se contrajeron en un rictus de cruel satisfacción al ver a Hombres Lagarto y soldados Imperiales bailar a su son. Con gestos tajantes, el Capitán envió a los Elfos Oscuros a rodear el truculento combate que se liberaba alrededor del Circulo Mágico, esperando el momento oportuno para atacar. Entre tanto, él guardó la distancia en las filas de la Guardia de Sembradores del Odio, disfrutando del espectáculo de sus supuestos aliados y sus enemigos destrozándose a hachazos mutuamente.
En el seno de las ruinas, la lucha era encarnizada. La artillería Imperial había logrado frenar el avance de los Saurios y, con el veterano General al frente, la Guardia de la Puerta Gris, la Compañía de Honor y los Grandes Espaderos de Carroburgo habían llevado a cabo la carga con una ferocidad surgida de la pura desesperación. Las espadas perforaba la piel escamosa y chirriaban contra las costillas de los reptiles, al tiempo que las alabardas hendían los cuerpos de los Saurios.
Kraq-Rok, sin embargo, no permitiría verse vencido por segunda vez. Exhortando a sus seguidores, el Escamadura blandía el hacha a diestro y siniestro, cercenado miembros y partiendo cráneos a cada golpe. A su voz, la compacta fila de Hombres Lagarto se detuvo. Los miembros de la Cohorte del Sol Áureo cerraron la formación con sus escudos, repeliendo al enemigo mientras los Eslizones y los Kroxigores se desplegaban entorno a los Flancos de los humanos y desataban el caos.

Las mascotas monstruosas de Flayheart masacraron a la intrépida caballería Imperial
Fue en esta coyuntura crucial, cuando Flayheart atacó. Entre rugidos que helaban la sangre azuzó a sus monstruosas bestias, una Hidra y un Kharibdyss, contra la caballería Imperial, lanzando por los aires a los caballos aterrados como si de juguetes se tratara y aplastando a los orgullosos Semigrifos para luego desmembrar a sus jinetes. Los Elfos Oscuros hicieron honor a su reputación traicionando a sus desconfiados aliados, clavados sus espadas por la espalda a los humanos antes de lanzarse sobre los Hombres Lagarto presos de regocijo demente.
Los Elfos Oscuros llegaron a su objetivo poco después, sedientos de botín y de esclavos. Al ver a su Mago Sacerdote y la Guardia del Templo rodeados de enemigos sanguinarios, Kraq-Rok y lo que quedaba de sus tropas se vieron obligados a dar la espalda al ejercito de Ledigar en su ciega determinación de proteger al Slann.
Devastadas y traicionadas, las fuerzas Imperiales supervivientes supieron aprovechar aquel momento de tregua. Se retiraron poco a poco del despiadado combate y dejaron a sus inhumanos enemigos enzarzados en la lucha a muerte en las ruinas de la antigua Chapotek.
Cuestión de perspectiva[]

Las filas del Imperio empezaban a ceder ante el dalvajismo de los Saurios
Mientras el maltrecho remanente de expedicionarios Imperiales se retiraba, Kaelleth Flayheart contemplaba el campo de batalla encharcado de sangre. Los Hombres Lagarto que quedaban seguían trabados en combate con los Elfos Oscuros, superados en número pero sin dejar de luchar en su retroceso a los flancos del zigurat, que ofrecía mayores posibilidades defensivas, con Xicotencatl flotando serenamente entre ellos. "Que se vayan", pensó Flayheart. Que se quedaran con sus preciados escombros y conservaran sus patéticas vidas, era para él irrelevante.
Había vencido la batalla y sus esclavistas ya rondaban por las ruinas atestadas de heridos quejumbrosos. Desde que empezara la contienda, pequeñas partidas de Sombras se habían adentrado por los túneles que plagaban Chapotek y, a esas alturas, sin duda ya habrían escamoteado una cantidad suficiente de tesoros para justificar la sangrienta incursión. Tan exitoso y encarnizado asalto engrosaría la fama del Saqueador Flayheart, proporcionándole nuevos adeptos.
Una fría satisfacción invadió al Capitán a medida que sus guerreros se replegaban, cargados con el botín. Los humanos habían representado maravillosamente el papel envenenado que les había asignado: su carga, guiada por su estúpida nobleza, les había desgastado a ellos y a los Hombres Lagarto por igual, allanando el camino a la elegante victoria de los Elfos Oscuros.
Heroico regreso[]
Al comienzo de la primavera, en el año Imperial 2521, los supervivientes de la flota de Ledigar desembarcaron renqueando en los muelles de Altdorf. La multitud recibió con vítores a los andrajosos expedicionarios.
Días más tarde, Ledigar y Helvitt, con dignidad a pesar del agotamiento, se personaron ante Karl Franz para relatar con detalle su peligrosa aventura. Explicaron que, al ver las apabullantes fuerzas a las que se enfrentaban, Hellvitt había alzado el vuelo, para, en la confusión de la batalla, hacerse con varias tablillas de incalculable valor atesoradas en las cámaras superiores del zigurat. Legihar narró cómo los Hombres Lagarto los hostigaron sin piedad en su retirada hacia la costa pero, gracias a las artes místicas de Helvitt, la mayoría de los soldados lograron escapar con vida.
Con gran reverencia, los héroes entregaron las tabillas al Emperador, entre aplausos desenfrenados. Pero, a muchas leguas de distancia, al otro lado del Gran Océano, inclinado sobre su cuenco de visiones, Xicotencatl contemplaba la ceremonia y reflexionaba. Chapotek estaba a salvo a costa de muchas vidas, pero las tablillas irreemplazables que los invasores habían usurpado debían ser recuperadas. Los ojos del Slann se cerraron y su respiración se hizo profunda a medida que se entregaba a la larga y pausada contemplación de la venganza.
Fuente[]
- Suplemento: Triunfo y Traición.