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Ogros montaña

Las Montañas de los Lamentos son una cadena de montañas que forman la barrera oriental de las Tierras Oscuras y se conectan por el norte con las Montañas del Fin del Mundo. Al noreste, las montañas se deforman en mesetas, cordilleras y llanuras cubiertas de bosques de hielo conocidas como las Estepas del Este. Las montañas son muy altas y desoladas, y hasta muy secas en algunos lugares.

Los Reinos Ogros están situados entre los escarpados valles y el entramado de cuevas de las Montañas de los Lamentos. Las montañas son tan gigantescas que dan cobijo a diferentes tipos de criaturas dependiendo de su altitud, ya que a las bestias les cuesta más subsistir en los picos asolados por los fuertes vientos que en la falda de la montaña alrededor de la base de esta cordillera.

Los Reinos Ogros[]

Ogro Toro cazador por Chris Dien

Los ejércitos errantes de Ogros pueden encontrarse por todo el mundo, y mantienen numerosas fortalezas y asentamientos incluso en los reinos más lejanos y exóticos. Pese a esta tendencia natural a extenderse por la tierra, todos los Ogros consideran que su tierra natal se encuentra en el disperso conjunto de laderas, picos, valles y ríos que forman las Montañas de los Lamentos. Es allí donde los Ogros han logrado establecer un reino propio, que gobiernan con una brutal mano de hierro. Aunque un Ogro pueda pasar años de su vida asaltando, saqueando, destruyendo y alquilando sus servicios como mercenario en los cuatro confines del mundo, siempre tendrá en su mente la idea de volver algún día a las Montañas de los Lamentos, aunque sólo sea para poder fanfarronear explicando sus hazañas a sus congéneres.

Las Montañas de los Lamentos son una enorme extensión rocosa, especialmente conocida por la dureza de su clima y la letalidad de sus habitantes. Los picos nevados que forman esta cordillera se alzan desde las cenicientas llanuras de las Tierras Oscuras y se abren hacia el este antes de verse ensombrecidas por las descomunales Antiguas Tierras de los Gigantes. Escalar las Montañas de los Lamentos supone dejar atrás la línea de árboles y entrar en un reino de nieve y hielo, una escarpada región de amenazadores salientes de roca y profundos acantilados. Sus inmensas e irregulares cumbres alcanzan alturas imponentes, muy por encima de las nubes.

Antes de superar dichas nubes, es posible mirar hacia el oeste y ver la capa de humo que cubre de forma permanente las llanuras de las Tierras Oscuras, puntuadas por los diversos volcanes de las grandes factorías de los Enanos del Caos, que proyectan hacia el cielo largas lenguas de anaranjadas llamas. A dicha altitud los vientos soplan con gran potencia, arremolinándose en todas direcciones y trayendo con ellos abruptos cambios climáticos: un cielo imposiblemente azul puede, en apenas un instante, verse reemplazado por una cegadora tormenta de nieve y escarcha capaz de congelar a un Ogro en cuestión de minutos.

Mapas[]

Habitantes de las Montañas[]

Cuernos Pétreos WD198

Pese a la inhóspita climatología, las Montañas de los Lamentos rebosan de vida. Abundan los rebaños de grandes bestias lanudas, que cruzan las nevadas llanuras y las laderas surcadas de pedruscos en busca de comida. Se trata de criaturas primitivas, que han existido sin apenas sufrir cambios desde que el mundo entero estaba cubierto de hielo. Sus robustos cuerpos les permiten sobrevivir en este frío e implacable entorno, pero el clima y las traicioneras alturas no son los únicos peligros a los que han de hacer frente, ya que además la región está llena de todo tipo de carnívoros enormes e increíblemente fieros. Para hacerles frente, incluso las bestias herbívoras más insignificantes se han desarrollado hasta alcanzar un gran tamaño, una gran fuerza u otro rasgo defensivo igualmente válido.

Ya sean depredadores o presas, cazadores o herbívoros, todas las bestias de las montañas son grandes y feroces. En un entorno como ese los débiles no viven mucho: a menudo sucumben por culpa de los elementos o son cazados por alguna otra criatura, y sus carcasas quedan abandonadas a la intemperie para que los merodeadores carroñeros acaben de devorarlas.

En la parte superior de las montañas habitan los Yehtis, que acechan en sus nevados picos en los que solo hay lugar para la nieve y las crudas tormentas de hielo. Solo una criatura con una tolerancia sobrenatural a los elementos podría sobrevivir en los picos superiores durante bastante tiempo, pero el Yehti es una criatura nacida en las montañas en una época pasada, cuando los Ogros eran una raza joven y adaptable. En sus guaridas incrustadas en el hielo, recogen los huesos de humanos y bestias que han muerto congelados por su aliento glacial y sus garras afiladas.

Yehti Reinos Ogros Warhammer Online ilustración color

Más abajo de los picos helados, están los grandes Mamuts de los Hielos, un paquidermo con un colosal cuerpo peludo incrustado de carámbanos de hielo y unos larguísimos colmillos curvos. Los mamuts se mueven pesadamente por los pasos cubiertos de liquen. Son unas bestias con una constitución gigantesca de músculos, grasa y pelo enmarañado que viven cientos de años. Son animales temidos por los depredadores, y sólo una manada entera de Dientes Martirio famélicos o una criatura verdaderamente masiva como un Dragón de Escarcha se atreverán a enfrentarse cara a cara contra un Mamut de los Hielos adulto. Aún así, sus colmillos son muy valorados por los comerciantes de la Ruta del Marfil, aunque no es el marfil lo que hace que los cazadores escalen los picos para cazarlos. Un mamut adulto proporciona carne suficiente para toda una tribu y un cazador capaz de matar a una bestia de estas características y, de algún modo, arrastrarla de vuelta a los Reinos Ogros es recibido con grandes honores y el consecuente festín, además de ser galardonado con el privilegio de comerse los sesos del mamut como aperitivo y su corazón en los tres siguientes platos.

Pero hay otras presas jugosas bajando por la ladera de la montaña, donde las condiciones climáticas permiten que la flora y la fauna subsistan y donde las grandes bestias de las montañas merodean a sus anchas. Los Alces de los Hielos con sus cuernos afilados luchan entre ellos en fieros desafíos entre sus líderes. Los Colmillos de Sable acechan en los pasos, lanzándose sobre criaturas imprudentes que se apartan de sus manadas y desgarrándolas con sus colmillos de más de 30 centímetros.

Los Rinobueyes son un herbívoro bastante común; tienen un par de impresionantes cuernos con los que cargarán contra cualquier criatura que no huela como ellos, destripándola o haciéndola caer por un precipicio. Los Rinobueyes vagan por las laderas de las montañas en rebaños migratorios, aplastando con sus pesadas cargas todo cuanto les suponga una amenaza, y la tierra se estremece bajo el retumbar de sus pezuñas. Por lo tanto, a ningún depredador le hará la menor gracia arriesgarse a sufrir la carga de un Rinobuey (y ya no digamos de una manada en estampida).

Rinobuey

Pero los valles son los lugares más peligrosos, pues en ellos habitan las criaturas más peligrosas de las Montañas de los Lamentos: los Ogros. No existe una sola especie en las montañas que no hayan cazado, matado y comido en el pasado. Con fuego, garrotes rematados con hierro y una determinación nacida del hambre que atenaza sus tripas, una partida de caza ogra es capaz de cazar desde un oso cavernario a un gigante de los hielos. No pasa un solo día sin que pueda verse un rastro de pisadas ensangrentadas sobre la nieve, puesto que los Ogros necesitan un suministro constante de carne fresca que llevar a sus cuevas.

Y en las Montañas de los Lamentos, incluso estos carnívoros de baja estofa son amenazadoramente grandes. Aunque animales como los Buitres de Sangre o las Comadrejas Dientescuchillo apenas lleguen a suponer una molestia para los Ogros, son más que capaces de abatir a un Gnoblar desprevenido. En las hendiduras y grietas de las Montañas de los Lamentos se encuentran los tugurios en los que habitan los Gnoblars, particularmente en las zonas cerca de los campamentos Ogros, donde viven como parásitos en diversas grietas y rendijas de las paredes de roca. Primos cercanos de los Goblins, los Gnoblars son Pieles Verdes que han emigrado desde la falda de la montaña donde vivían sus ancestros para ser acogidos bajo la protección de sus amos Ogros, quienes simplemente los toleran, ya que los encuentran demasiado escuálidos y correosos para comérselos (al menos si tienen a mano algo más apetecible). Algunas tribus de Ogros incluso les permiten que les hagan de porteadores, o que les acompañen a las batallas.

Las colinas están infestadas con esta raza de alimañas codiciosas que roban, espían y ocasionalmente practican incursiones en las caravanas que atraviesan sus tierras. Individualmente, suponen la misma amenaza que una comadreja con colmillos afilados o un cachorro de lobo furioso, pero la fuerza de los Gnoblars al ataque reside en su número, pues conforman una oleada de seres malolientes y diabólicos. Cuando una región se llena de Gnoblars, resulta muy difícil controlarlos.

Fauna[]

Una Tierra de Cavernas[]

Cazador ogro

Las Montañas de los Lamentos están horadadas por muchas cuevas, y la competencia para reclamarlas es dura. Algunos de estos cubiles rocosos acogen a terribles monstruos mutados (no es raro oír el sonido simultáneo de las tres cabezas de una Quimera, o los ensordecedores rugidos de una Mantícora). De hecho, las guaridas ocupadas por criaturas especialmente feroces se han convertido con el tiempo en importantes puntos de referencia, como por ejemplo las Cavernas de Hielo de Yrnirdrak, un Dragón de Escarcha tan poderoso que su aliento congeló una vez a una tribu entera de Ogros de un solo soplido, convirtiéndolos en un bloque de hielo del tamaño de un glaciar (que luego la criatura fue devorando poco a poco, a medida que tenía hambre).

Aunque muchos evitarían poner el pie en lugares tan "notorios", estos lugares son de hecho como un imán para los insensatos Ogros, que acuden allí dispuestos a poner a prueba su pericia. Por ejemplo, las estatuas de piedra que hay a la entrada de los Pozos Siseantes son un testimonio mudo de las legiones de Ogros que a lo largo de los años han intentado acabar con Balorith Ojos de Piedra, una enorme, astuta y traicionera Cocatriz que lleva varios siglos asolando la región. La mayoría de Ogros ven las cuevas como lugares naturales de caza o, en el caso de aquellas cavernas que ocupan la parte baja de una montaña, como agujeros útiles en donde arrojar sus desperdicios. Aunque no sean una raza muy dotada para vivir bajo tierra, los Ogros usan las cuevas para refugiarse de las tormentas especialmente potentes, y unas pocas tribus viven directamente en ellas. Aquellos que habitan en cuevas situadas en lo más alto de los picos están considerados entre los más duros de todos los Ogros, capaces de perseverar en un clima particularmente gélido y de combatir una y otra vez con bestias enormes por hacerse con el control de las mejores guaridas.

Un Paisaje Siempre Cambiante[]

Ogros Toro por Paul Dainton

Los fenómenos antinaturales siempre han sido algo común en las Montañas de los Lamentos, pues la proximidad de las heladas estepas del Caos causa estragos en el paisaje. No es raro ver glaciares grandes como montañas formarse en las cordilleras más septentrionales, y deslizarse lentamente hacia el sur. Estas masas gélidas son a menudo creadas por la erupción de volcanes congelados, grandes montañas cónicas que no escupen magma sino ríos de hielo.

Normalmente un glaciar que no sea afectado por los poderes del Caos tardará décadas en formarse, y si alguna vez llega a desplazarse sólo lo hará una distancia muy modesta. Sin embargo, en las Montañas de los Lamentos los glaciares pueden formarse apenas en un día, y moverse tan rápidamente como un Rinobuey a la carga erradicando todo lo que encuentren en su camino: campos, carreteras y hasta montañas (en esta región, incluso las mismas cumbres parecen estar en guerra unas con otras).

Los Ogros hablan de montañas vivientes, colosales titanes de roca que una vez, hace ya mucho, caminaron sobre la tierra. Para los Ogros, cualquier temblor de tierra es un mero signo de esas enormes montañas pensantes despertándose o mostrando su enfado. La más famosa de todas es el Monte Cobravidas, un malévolo pico viviente de altura letal que los Ogros vigilan con sumo cuidado, pues aquellos que se atreven a pisar sus laderas suelen acabar aplastados por violentas avalanchas o devorados por sus fauces de roca. Las tribus nómadas de Ogros suelen prestar especial atención a los súbitos cambios de su orografía, no sólo por lo peligrosos que resultan sino por las oportunidades que pueden brindarles, como por ejemplo la apertura de nuevos pasos de montaña o de rutas de pasto para los rebaños de herbívoros.

Los Valles de la Muerte[]

La mayoría de Ogros residen en los valles, donde están menos expuestos al frío severo y a las bestias salvajes que viven en las grandes alturas. Cada valle es el territorio de una única tribu. Los Déspotas Ogros, con su mentalidad directa y simple, definen los límites de su reino por la distancia a la que son capaces de ver en todas direcciones. Esto puede parecer un método un tanto vago de determinar las fronteras, pero lo cierto es que el brusco y empinado contorno de los valles ofrece (al menos a ojos de un Ogro) una demarcación visual clara. Además, este sistema siempre deja a los Déspotas ambiciosos la posibilidad de expandir sus dominios con sólo estirar el cuello y mirar un poco más allá.

Snowburden hill Colina llena de Nieve por Rick Sardinha

Los pasos montañosos y los ríos que cruzan valles permiten unas mejores vistas, y obviamente eso acaba creando contenciosos entre las tribus vecinas. Estas disputas se solucionan de forma violenta, ya sea mediante una batalla a gran escala o mediante un duelo singular entre los Déspotas de las tribus implicadas. Teniendo en cuenta lo belicosa que es la raza de los Ogros estas disputas son tan comunes como sangrientas, hasta el punto de que la tribu más débil no sólo suele acabar siendo expulsada, sino que en ocasiones incluso es devorada. Por tanto, puede decirse que el "Sistema Ogro" funciona igual que el de todas las demás grandes bestias montañosas: sólo los más fuertes sobreviven.

Aunque los Ogros mantienen sus campamentos en la relativa seguridad de los valles, para cazar la gran cantidad de comida que necesitan se ven obligados a ascender a diario por las laderas montañosas, armados con sus enormes cachiporras forradas de metal y llevados por una determinación que les nace en las mismas tripas. Los Ogros están acostumbrados a cazar todo lo que se mueve: no hay una sola especie en todas las Montañas de los Lamentos que no haya sido perseguida y devorada por ellos. Aún así deben ser muy cuidadosos, pues en cualquier momento puede surgir de la nada una cegadora tormenta de nieve o un peligroso depredador (ya sea uno lo bastante poderoso como para enfrentarse abiertamente a un grupo grande de Ogros, o uno que prefiera usar el sigilo para atacar en solitario a cualquier individuo rezagado). En ocasiones alguno de los enormes monstruos de las más elevadas cumbres se aventura hacia los valles y ataca a las tribus Ogras, pero los Ogros están más que acostumbrados a luchar contra estas criaturas, y sólo las más grandes y feroces lograrán sobrevivir lo bastante como para tener ocasión de volver a sus guaridas.

En las zonas de menor altitud crecen los únicos árboles que se pueden encontrar en todas las Montañas de los Lamentos: pinos cuyos gruesos troncos parecen formar caras que sonríen burlonamente, y delgadas coníferas de retorcidas raíces que se agarran con tesón a las traicioneras laderas. Los Ogros valoran mucho dichas arboledas, pues la madera de las Montañas de los Lamentos es la que les permite fabricar los garrotes y mazas más resistentes. También la utilizan para crear cosas tales como mástiles de estandarte, estructuras para chozas, toscas mesas para comer e incluso las destartaladas máquinas de guerra que sus Rinobueyes transportan a la batalla.

Carreteras y Pasos de Montaña[]

Colina congelada por Rick Sardinha

Muchas son las rutas que llevan hasta las Montañas de los Lamentos, pero muy pocas de ellas las atraviesan de un lado a otro. La mayoría no son más que toscos pasos creados por las migraciones de los rebaños de bestias, y también hay algunas antiquísimas carreteras de piedra en estado ruinoso, sin duda de construcción Enana ya que serpentean hasta algún asentamiento minero abandonado desde hace tiempo (o, aún más misterioso, directamente hasta una escarpada ladera montañosa que no tiene ninguna abertura visible). Existen numerosos caminos polvorientos y salpicados de rocas entre los Reinos Ogros, aunque entrar en uno de ellos sin permiso del Déspota que lo rige (y sin pagarle un suculento peaje) equivale a una declaración de guerra.

Hay unas pocas carreteras bien conocidas, si bien llamarlas "rutas de comercio" resultaría exagerado teniendo en cuenta el mal estado en el que se encuentran y lo poco transitadas que están. La más famosa de todas ellas es la peligrosa Ruta del Marfil.

La Ruta hasta las Grandes Fauces[]

Todos los Ogros sienten la llamada de su ancestral tierra natal, la necesidad de ir hasta allí para contemplar esos páramos de leyenda y ese gran precipicio en el que se encuentra su dios viviente. Las constantes batallas, arduos viajes y sobre todo descomunales festines pueden distraer temporalmente los pensamientos de un Ogro, pero al final su mente siempre acabará volviendo a las Grandes Fauces. Si el Ogro vive lo suficiente (es decir, si las batallas y los monstruos errantes no le liquidan antes), acabará por verse obligado a responder a estos cantos de sirena. Lo más común es que esto les ocurra a los individuos o grupos pequeños, que simplemente se levantan un día e inician su viaje sin dar la menor explicación. En algunas ocasiones, tribus enteras pueden sentir a la vez la llamada y levantar de inmediato su campamento para ponerse en marcha.

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La Ruta del Marfil desciende hasta los más profundos valles y sube hasta los más elevados pasos de montaña. En varios puntos la ruta está señalizada por grandes menhires, muchos de los cuales llevan garabateado el signo de las Grandes Fauces, o quizás de algunas de las tribus que han pasado por allí. A lo largo de todo el trayecto van apareciendo los asentamientos de chabolas de los Gnoblars, con sus tiendas hechas de palos, huesos y basura apilada. Estas taimadas criaturillas venden chatarra, pieles y diversos objetos robados a los esporádicos peregrinos que pasan por allí, y obviamente no pierden la ocasión de forrajear o hurtar cualquier cosa (sea o no de valor) sobre la que puedan poner sus garrudas manos.

Innumerables son las amenazas de esta carretera, incluyendo a bestias tan mortíferas como los Dientes Martirio o los Colmillos de Sable. Cuando la ruta desciende por debajo de los picos cubiertos de nubes, se pueden ver las vastas extensiones de edificios en ruinas de las Antiguas Tierras de los Gigantes, antes de llegar por fin al extremo de estos desolados páramos. Aquí se encuentra Villaruinas, un último asentamiento comercial lleno de Gnoblars y criaturas desterradas, que venden comestibles de dudosa procedencia y baratijas (toscamente falsificadas) que según ellos son amuletos de la suerte escupidos por las Grandes Fauces, o fragmentos de la cachiporra del mismísimo Groth Undedosolo. Esta es una ruta muy peligrosa: no todos los que la inician logran completarla, y son aún menos quienes logran volver con vida, pues generalmente acaban perdiéndose o siendo consumidos por las Grandes Fauces.

Imágenes[]

Fuentes[]

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