Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Lunatico de las Cienaga asesinado sombrero negro por Ralph Horsley

Estas historias no son sólo cuentos de viejas para asustar a los forasteros: la Ciénaga Grootscher alberga a los Lunáticos de las Ciénagas, una caterva de locos y mutantes. Estos desgraciados son o eran personas demasiado violentas, salvajes o alteradas por el Caos para ocultarse incluso en los cuchitriles del distrito de Doodkabaal o en los tugurios de las Marismas. Para evitar ser recluidos en el Islote de Rijker, quemados por cazadores de brujas o linchados por sus vecinos, los proscritos huyeron al pantano, buscando instintivamente la compañía de otros como ellos.

Si sobreviven a las marismas y a sus nuevos camaradas, se integraran en una sociedad que parece fruto de la imaginación torturada de un clérigo. Espantosos mutantes comparten el pan (o uno o dos mercaderes capturados) con maníacos armados con cuchillos de carnicero y locos de atar. Refugiados en las profundidades de las ciénagas, lejos de las hogueras o del patíbulo que les esperan en Marienburgo, pasan los días buscando comida y las noches peleando entre sí para demostrar quién es más fuerte o soñando con vengarse de la ciudad. Hasta organizan juegos: uno o dos entran a hurtadillas en Marienburgo por accesos secretos e intentan volver con un trofeo, el más valorado de los cuales es la cabeza de uno de los vigilantes, los Sombreros Negros. En efecto se puede decir que, cada vez que hace esto, se juegan la cabeza.

El mandamás de los Lunáticos de las Ciénagas es el más fuerte de entre ellos desde hace treinta años, un antiguo trabajador portuario llamado Koos que se transformó en un mutante de piel escamosa con excrecencias anaranjadas y lengua de serpiente. Koos se mantiene al mando gracias al terror que despierta, al hecho de que está más o menos cuerdo y a la fidelidad incondicional de sus seguidores. Sabiendo que, si se exceden con los asaltos en los caminos o con las cazas de trofeos en Marienburgo, incluso el Directorio podría decidir gastar el dinero necesario para limpiar las marismas de bandidos, Koos restringe las actividades de sus seguidores y sólo les permite "divertirse" en ocasiones. Se rumorea que ha llegado a entrevistarse con agentes del Staadrholder, para llegar a acuerdos de tolerancia mutua.

Los marienburgueses procuran no pensar demasiado en los Lunáticos de las Ciénagas y la mayoría se han convencido de que no son más que cocos para asustar a los niños. Cuando algún mutante perturbado, con pelos punzantes y armado con un hacha, es abatido ocasionalmente en algún barrio pobre, no se le da importancia, considerándolo una aberración producto de los sórdidos modos de vida de las clases bajas. Los ciudadanos piden a menudo que "se acabe con los proscritos y la chusma agazapada en el pantano", pero el Directorio asiente y sigue con lo suyo.

En realidad, no se ha tomado ninguna medida en este sentido desde hace treinta años, cuando se envió una compañía de mercenarios tileanos para perseguir y aniquilar a los Lunáticos. Volvieron unos días después con el cadáver de un mutante que, evidentemente, llevaba mucho tiempo muerto y, para completar el fiasco, interpusieron y ganaron una demanda para exigir un "plus de peligrosidad". Desde entonces, y mientras puedan llevar adelante sus negocios, los marienburgeses simplemente procuran ignorar lo que hay al otro lado de la muralla.

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