
"Príncipe Apophas. Se le declara culpable de regicidio, el crimen más atroz de todos los cometidos en las tierras de Nehekhara. Por matar al amado Rey de Numas y a todo su linaje en un esfuerzo por usurpar el trono, estás condenado a sufrir una muerte lenta y dolorosa. ¡Que Usirian reclame tu alma y la someta a una eternidad de tormento!"
- —La sentencia del príncipe Apophas de Numas
Apophas, conocido como El Señor Maldito de los Escarabajos, es un Príncipe Funerario condenado por toda la eternidad por sus crímenes en vida.
Historia[]
El Príncipe Apophas había albergado durante mucho tiempo una feroz envidia del gobierno de su padre, y ansiaba profundamente ocupar su trono de Numas. Tan grande era su necesidad de gobernar, que el joven Príncipe de Numas atravesó con su espada las gargantas de toda la línea real mientras dormían y se autoproclamó Rey. Sin embargo, lejos de aceptarle, el pueblo se rebeló contra él: los ciudadanos leales al rey asesinado entraron en tromba en la sala del trono y arrastraron al usurpador hasta el templo de Usirian, el Dios Nehekharano del Inframundo, donde fue juzgado. De todos los crímenes que se podían cometer en Nehekhara, el que se consideraba más terrible era el regicidio. Por lo general, a aquellos que intentaban tomar el trono por la fuerza se les negaba el privilegio de la momificación y sus huesos eran arrojados a los buitres del desierto. Con su acceso denegando a las tierras de los honorables muertos, estos pobres diablos se veían condenados en el mejor de los casos a vagar por las torturadas profundidades el Inframundo (o en el peor a desparecer por completo).
Los crímenes de Apophas, no obstante, merecieron un castigo aún más severo: fue enterrado vivo en el interior de un sarcófago lleno de escarabajos carnívoros, el príncipe lloró y suplicó misericordia a los sacerdotes de Usirian mientras ellos sellaban tanto su tumba como su destino. Según se cuenta, sus gritos de agonía pudieron escucharse resonando dentro de los muros del templo. Pero cuando al fin se quitó la tapa del sarcófago, días después, no quedaban señales de los escarabajos ni del príncipe, más allá de un cráneo despojado de todo rastro de carne. Este único resto fue arrojado al desierto, no sin antes inscribir en él un jeroglífico mágico que marcaba a Apophas como un matarreyes y que condenaba su alma para toda la eternidad.
Mientras el alma de Apophas avanzaba hacia el vacío sin fin, destino de todas aquellas almas despojadas del privilegio de la momificación, fue reclamado por Usirian, quien pretendía atormentarle por la eternidad por sus crímenes. Sin embargo, al ser de sangre noble, a Apophas se le concedió una audiencia con Usirian y llegaron a un acuerdo: a cambio de que su alma fuera liberada, Apophas reclamaría otra para ocupar su lugar, una que equivaliese perfectamente a la suya, un alma digna de un dios. Usirian estuvo de acuerdo y Apophas renació como el Señor Maldito de los Escarabajos.
Adoptando la forma de un enjambre de escarabajos, esta nube zumbante fluye desde el suelo antes de fusionarse en la apariencia del Príncipe Apophas, en cuyo centro se encuentra su cráneo blanqueado por el sol y marcado con un jeroglífico encantado. En su mano aferra la misma espada que usó para degollar a su familia, y los pocos que han sobrevivido a un encuentro cercano con él dicen que aún gotea sangre real. Como el crimen del príncipe se cometió con esta espada serpentina, la única forma en que Apophas puede reclamar su libertad es matando a un alma perfectamente compatible con esta arma maldita.
Los escarabajos que forman su cuerpo son capaces de moverse sobre las ruinas y adentrarse por las más estrechas aberturas sin que nada se lo impida. Apophas puede vomitar una nube de insectos que cubra por completo a sus enemigos hasta ahogarlos, o incluso separar su cuerpo en centenares de quitinosas alas y huir, antes de volver a reformarse en algo que parece la cruel y escalofriante caricatura de un ser humano. Cuando Apophas detecta a una víctima potencialmente interesante, es imposible impedir que llegue hasta ella. No importa lo fuerte que le golpeen los enemigos, nuevos escarabajos surgirán curando sus heridas y haciendo crecer miembros amputados.
Cuando su presa yazca muerta a sus pies, Apophas encerrará su alma en una prisión mística y se la llevará al Inframundo. Allí, Usirian colocará el alma capturada en una balanza para compararla con la de Apophas. Sin embargo todos los intentos son en vano, pues la verdad es que no existen dos almas iguales, y por tanto la balanza nunca estará equilibrada. Sin saberlo Apophas se ha condenado a sí mismo a vagar por la tierra eternamente.
Una vez que el príncipe ha reclamado el alma de una víctima, la vincula a un dispositivo místico conocido como jaula de almas antes de llevársela a las profundidades del Inframundo. Allí, Usirian colocará el alma capturada en una balanza para compararla con la del propio Apophas. Sin embargo todos los intentos son en vano, la triste verdad es que nunca hay dos almas iguales, por lo que la balanza jamás podrás quedar equilibrada. Sin saberlo, Apophas se ha condenado a vagar por las tierras de Nehekhara y más allá por toda la eternidad.
El Fin de los Tiempos[]
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
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Poco antes de la Batalla de las Puertas de Khemri, un Skaven del Clan Eshin se infiltró en la necrópolis de Numas hasta dar con la tumba de Apophas y le convenció de que Usirian quedaría satisfecho si lograba matar al resucitado Nagash. Si bien la Espada Cruel había sido robada por Mannfred von Carstein en la Batalla de la Madriguera Mordkin, se podría usar la espada Destructora de Eternidades, guardada en la pirámide del Rey Nekhesh de Khemri. Se decía que era capaz de atravesar el acero y cortar los espíritus de sus víctimas de tal forma que no tenían modo de escapar del Reino de las Almas.
Al emerger el Gran Nigromante de la Pirámide Negra, Apophas se manifestó como una enorme ola de escarabajos carnívoros Khepra y atravesó a Nagash con la poderosa espada, convencido de que al fin había encontrado la redención. Sin embargo, Nagash acababa de regresar del Inframundo, donde había derrotado al mismísimo Usirian con el apoyo de Dieter Helsnicht, y ahora era él quien dominaba todo el poder de la Muerte. La Destructora de Eternidades se apagó, y Nagash extinguió el alma de Apophas para siempre.
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Imagenes[]
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Reyes Funerarios (8ª Edición).
- Arcane Journal - Tomb Kings of Khemri, págs. 38 y 39.
- The End Times I - Nagash.