
Cuando Roth emprendió una arriesgada incursión costera, saqueando innumerables tesoros de la ciudad de Zandri para financiar su campaña, no sabía que sus acciones tendrían consecuencias. Tras la profanación de su reino, el Rey Amanhotep juró una venganza eterna sobre aquel que le había robado.
Invocando sus legiones de esqueletos, Amanhotep se puso al mando de sus servidores incansables, y trabajaron día y noche hasta construir un barco con el que pudiera llevar a cabo su tan ansiada venganza. Tras muchas semanas de trabajo, acabaron la construcción de la Maldición de Zandri.
Historia[]
Los ancestrales reyes de Nehekhara tenían riquezas más allá de todo lo imaginable. Su civilización era tan avanzada que podían considerarse los amos del mundo. Estos orgullosos monarcas no tenían que lidiar con invasores que tratasen de profanar su reino, e impartían una muerte rápida a todos aquellos que se atrevían a desafiarles. Pese a estar sufriendo desde hace milenios la maldición de la no muerte (por culpa de la magia del Gran Nigromante Nagash), la vengativa soberbia de los Reyes Funerarios aún no se ha descompuesto junto con sus momificados cuerpos mortales. ¡Ay de aquel que cometa la insensatez de dar a un Rey Funerario motivos para que descargue su ira!
El Rey Amanhotep el Intolerante, conocido también como el “Arrogante Vengador de Zandri", era tenido por un monarca especialmente rencoroso e implacable. Pese a ello, Zandri fue precisamente la ciudad que Jaego Roth eligió saquear a fin de hacer una fortuna con la que costear sus planes.
El Capitán Roth, que andaba tratando de reunir el botín necesario para poder reclutar como aliados a los señores del mar de Sartosa, decidió atreverse con una incursión a través de las peligrosas aguas Nehekharianas, para desembarcar en uno de los extremos de la ciudad costera de Zandri. Usando el Heldenhammer como una suerte de fortaleza marina móvil, Roth organizó un asalto relámpago contra las estructuras funerarias que se apiñaban alrededor de los muros de acceso a la propia ciudad.
Pese a que aquellas tumbas eran los lugares de descanso de diversos nobles de rango menor, guardaban en sus cámaras los suficientes tesoros como para hacer salivar a cualquier mercader. El audaz Roth y sus hombres se llenaron las manos con dichas riquezas, y luego corrieron de vuelta a su barco justo a tiempo para escapar a las estatuas animadas y otros guardianes del desierto que aparecieron para bloquear su huida.
Roth no era tan estúpido como para creer que iba a poder escapar por completo a la "venganza Nehekhariana", pero tampoco imaginaba que al robar aquel oro se habría ganado a un enemigo tan terrible y resuelto como Amanhotep.
El Rey Amanhotep (un miserable avaro en vida, y un completo loco en la no muerte), sabía perfectamente la localización exacta de cada moneda de oro y cada piedra preciosa que había en su imperio. Jurando venganza, convocó al más poderoso navío de su flota, la Maldición de Zandri, y ordenó que las tumbas saqueadas por Roth fuesen de inmediato desmontadas piedra a piedra y vueltas a montar en el interior del barco.
Miles de Guerreros Esqueleto y de estatuas Ushabti animadas trabajaron noche y día para alzar pirámides, obeliscos y colosos en la nave de guerra. La Necroesfinge encapuchada de Zandri fue demolida y reconstruida como mascarón de proa de la Maldición, mientras que los cuatro Colosos Necrolíticos que habían ocupado los muros de la ciudad se recrearon en el casco, listos tanto para impulsar a la embarcación como para barrer las cubiertas enemigas con sus enormes alabardas. Los Sacerdotes Funerarios y los Necrotectos de Zandri usaron su magia ancestral para ensamblar a aquellos animados titanes a los costados del barco, y el propio Rey Amanhotep supervisó el montaje del Gran Filo de Kharpesh en su proa.
Finalmente, la estructura en firma de arco que se giba sobre la cubierta de la Maldición fue remodelada para sostener una gigantesca piedra preciosa, el afamado Rubí del Río Mortis, reliquia del mismísimo dios Ptra que canalizaba las energías solares captadas por la pirámide del Rey Amanhotep, y permitía a la Maldición de Zandri disparar desde su popa un gran haz de ardiente luz contra cualquier barco enemigo.
Así, la Maldición fue puesto a punto, remodelado con la misión específica de localizar y aniquilar a los insolentes intrusos que habían saqueado Zandri. Bajo el cegador sol, Amanhotep juró que destruiría por completo a Roth, y que por cada onza de oro robado consumiría el alma de un pirata humano, como lección para todas las presuntuosas civilizaciones del norte.
Mediante las adivinaciones de sus Sumos Sacerdotes Funerarios, Amanhotep aprendió que el Capitán Roth también estaba embarcado en su propia cacería. Aquel humano buscaba la destrucción de uno de los Condes Vampiros que una vez, hacía ya mucho, habían morado en las tierras de los muertos. Usando la ancestral magia Nehekhariana que emana de las estrellas, Arnanhotep pudo orientarse a través de los más tormentosos mares del mundo hasta dar con el Cementerio de los Galeones. Una vez allí estableció un pacto con Noctilus, en la intención de usar al Conde Vampiro como cebo para lograr que su presa se revelara.
Fuentes[]
- Manual de Dreadfleet, págs. 60-61.
- White Dwarf 198, pág. 21.