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Altar de Guerra de Sigmar por Kevin T

Hay pocas cosas que resultan más inspiradoras para las tropas imperiales que los Archilectores de Sigmar respondiendo a la llamada de la guerra montados sobre el poderoso Altar de Guerra de Sigmar.

Descripción[]

Encargado por Magnus el Piadoso tras su ascensión al trono, el Altar de Guerra es una carroza colosal decorada con la gigantesca efigie de un Grifo dorado sobre ella. Esta estatua, construida por los artesanos más expertos, fue consagrada en el Gran Templo de Sigmar en Altdorf usando la sangre del Gran Teogonista y del propio Emperador Magnus. El Grifo dorado siempre ha sido una enorme fuente de energía, algunos dicen que divina. Un Archilector de Sigmar puede extraer el poder de esta imagen gracias a la convicción de su fe, y liberarlo como una cegadora luz blanca que es anatema para todas las criaturas ligadas al plano mortal mediante la Magia Oscura. Dichas criaturas serán totalmente consumidas por el toque de esta luz, ardiendo en llamas purificadoras y convirtiéndose en polvo en un instante.

En una situación bastante grave, el Gran Teogonista puede decidir usar de nuevo el Altar de Guerra contra las fuerzas del Caos, un enemigo cuyo peligro no solo reside en la capacidad de aniquilar vidas inocentes, sino también en su poder para corromper sus cuerpos y mentes. El Gran Teogonista solo confiará el solemne mando del Altar de Guerra a uno de sus Archilectores, o bien lo comandará él mismo (si el momento es de extrema necesidad). La visión del Altar de Guerra inspira actos de gran heroísmo en las fuerzas del Imperio, reforzando su resolución para enfrentarse a los múltiples horrores que el mundo les arroja.

El Altar de Guerra ha probado la batalla en cientos de ocasiones, y porta sus cicatrices tan orgullosamente como cualquier soldado de Sigmar. Es deber de cada Gran Teogonista atender a esta reliquia sagrada, renovando los sellos de fe y añadiéndole nuevos artefactos e iconos sagrados. Estas modificaciones se hacen completamente a discreción del Gran Teogonista, por lo que el Altar de Guerra refleja en parte la personalidad de cada hombre que ha ostentado dicho cargo a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en la época del Gran Teogonista Richter, un vehemente orador que quería llevar la luz de Sigmar hasta los rincones más oscuros del Imperio, el Altar de Guerra lucia un par de braseros ardientes. El actual Gran Teogonista Volkmar el Sombrío, por su parte, fijó el poderoso cuerno de Sigismund al robusto armazón del carro de guerra a fin de que sus enemigos temblaran de miedo al oírlo sonar anunciando su llegada. Sea cual sea la mejora que se le haga, no obstante, el grifo dorado sobre el altar permanece siempre intocable, alzándose orgulloso como el símbolo de la fuerza del Imperio.

Miniatura[]

Imágenes[]

Fuente[]

  • Ejércitos Warhammer: El Imperio (8ª Edición), pág. 47.
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