Adelhard fue el rey de la tribu de los Ostagodos en la época de Sigmar. Se caracterizaba por tener un bigote caído encerado hasta alcanzar una brillante forma puntiaguda. Acudía a la batalla armado siempre con Ostvarath, la espada ancestral de los reyes Ostagodos.
Historia[]
La Amenaza de los Pieles Verdes[]
El año previo a la batalla del Paso del Fuego Negro, las tierras de los Ostagodos fueron atacadas por una horda de Orcos y Goblins, la más grande de la que se tuviera memoria. Habían llegado formando una marea verde desde las montañas del Fin del Mundo, quemando y destruyéndolo todo a su paso. Asentamientos enteros de Ostagodos habían sido arrasados. No se habían hecho con ningún botín ni se habían llevado a ningún cautivo, los Pieles Verdes sencillamente masacraban a toda la gente del este por el puro placer de hacerlo.
El rey Adelhard reunió a todas las fuerzas que pudo para hacerles frente, pero acabaron arrasadas ante el poderío de la hueste orca, y los Ostagodos desperdigados no pudieron enfrentarse a los brutales asesinos. Los hombres del este siguieron luchando, su rey congregó a todos los hombres posibles bajo su estandarte mientras los supervivientes de la veloz invasión huían al oeste. Muy necesitado de ayuda, envió al guerrero Galin Veneva a Reikdorf, para reunirse con el Rey Sigmar de los Umberógenos.
Por aquel tiempo Sigmar ya era un reconocido guerrero y estratega militar que había unificado la mayor parte de las tribus humanas bajo su estandarte. Adelhard esperaba que Veneva lograra convencerlo de que enviara guerreros a sus tierras para luchar contra los orcos. Tal fue su desesperación que Adelhard no solo le prometió a Sigmar su Juramento de Espada a cambio, si no que incluso le ofreció Ostvarath, la propia espada de los reyes Ostagodos, como obsequio. Por fortuna, Sigmar aceptó el Juramento de Espada de Adelhard y le ofreció el suyo, pidiéndole a Galin Veneva restituyera Ostvarath a su rey, ya que la necesitaría en los días venideros.
Sigmar envió toda la ayuda posible a las tierras de los Ostagodos, y sus aliados Enanos contuvieron durante meses a las tribus de pieles verdes en las montañas para que no se adentraran más en las tierras de los Ostagodos. El tiempo que se había comprado con vidas de Enanos no fue malgastado, pues el rey Adelhard había vuelto a formar a sus guerreros y se le unieron Lobos Blancos Teutógenos, hacheros Querusenos, lanceros Taleutenos y carros de guerra Asoborneos. En una gran batalla en el Camino Negro, Adelhard aplastó a los Orcos e hizo retroceder a los supervivientes cubiertos de sangre a las montañas. Esta gran victoria hizo que el rey Ostagodo recuperase buena parte de su orgullo perdido hasta el momento.
Cuando Sigmar fue informado de que una horda piel verde aún más grande se estaba concentrando en el otro lado del Paso de Fuego Negro, hizo llamar a todos sus hermanos reyes para una reunión para planificar la estrategia. Adelhard fue el último en llegar, y lo primero que hizo fue expresarle su gratitud a Sigmar antes de ocupar su asiento en la mesa. Fue uno de los reyes que se mostró reacio a cederle el mando de sus tropas a Sigmar, pues no quería ser un mero espectador en la inminente batalla, deseoso de bañar su espada en sangre de Orco. Finalmente accedió a darle a Sigmar el mando de sus tropas al recordar que le debía la salvación de su pueblo.
Adelhard y sus guerreros participaron en la Batalla del Paso del Fuego Negro, y pese a sus temores iniciales, no estuvieron faltos de Pieles Verdes que matar. El ejército aliado de la tribus humanas y los reinos Enanos obtuvieron la victoria aquel día después de que Sigmar aplastara con Ghal Maraz al Kaudillo Orco de la horda. Aquella misma noche, Adelhard se reunió con el resto de reyes, y todos juntos acordaron proclamarle su Emperador, arrodillándose ante él.
Conde de los Ostagodos[]
Un año después de la gran victoria en el Paso del Fuego Negro, Adelhard viajó a Reikdorf para asistir junto a los demás reyes a la coronación oficial de Sigmar como emperador por el propio Ar-Ulric, aunque primero debía superar la prueba del Caldero de la Aflicción para recibir la aprobación de Ulric. Después de que Sigmar se sumergiera en la congeladas aguas del Caldero, los reyes aliados rodearon el mismo, y el Ar-Ulric les hizo un corte a cada uno en la mano para que vertieran su sangre en el mismo. Sigmar superó la prueba y emergió del caldero, renaciendo en sangre de reyes, y fue declarado Emperador.
Ahora con el título de Conde de los Ostagodos, Adelhard regresó a sus tierras para gobernarlas en nombre de Sigmar, siempre dispuesto a prestarle ayuda en cuanto pudiera. Adelhard formó parte de la campaña de venganza de Sigmar contra los Ropsmenn por la muerte del Conde Wolfila. Unos años más tarde, marchó junto a otros Condes del Imperio en ayuda de Sigmar, que aquel momento se encontraba en Middenheim, aguantando durante días un feroz asedio de una gran horda de Guerreros del Caos, Hombres Bestia y demonios, llegando a tiempo para auxiliarlo.
Maestros de la espada Ostagodos derribaron a los campeones norses con estocadas tan mortíferas como elegantes, mientras el arma del conde Adelhard destrozaba a cualquiera que se atreviera a acercarse. En menos de una hora, la roca Fauschlag estaba rodeada por guerreros del Imperio y los servidores del Caos fueron derrotados.
Tras el asedio de Middenheim, continuó gobernando sus tierras. Unos años después, tanto él como la Condesa Freya de los Asoborneos, notaron y advirtieron a Sigmar sobre la creciente actividad de los pieles verdes en las Montañas del Fin del Mundo, los Hombres Bestia en las marcas meridionales y una creciente coordinación entre los bandidos y los saqueadores en el norte. Pero el nuevo gran enemigo al que se enfrentaría el Imperio no sería ninguno de ellos, si no algo mucho peor.
La Invasión de Nagash[]
En el año 15 CI, el Nigromante Nagash invadió el Imperio para recuperar la Corona de la Hechicería, que estaba en posesión de Sigmar en Reikdorf. Nagash era un genio táctico, y para evitar que Sigmar pudiera recibir ayuda de su aliados, él y sus servidores levantaron a todos los muertos posible para atacar los distintos territorios que conformaban el Imperio.
El conde Adelhard dirigió audaces ataques relámpago contra los muertos, cabalgando a la cabeza de gloriosos y magníficos lanceros, aullando de entusiasmo mientras cargaban de acá para allá entre las filas de los muertos con salvaje abandono. Los Ostagodos no construían ciudades, sino que su gente vivía en poblados que se podían desmontar de un momento a otro y cargar en carromatos para transportarlos. Los muertos no tenían un centro que atacar y los ejércitos de caballería Ostagodos rodeaban y destruían a sus enemigos poco a poco.
Sigmar destruyó a Nagash en la batalla del río Reik, y con la muerte del Gran Nigromante, la nigromancia que animaba a los No Muertos se disipó, cayendo desplomado e inertes. En las zonas orientales del Imperio, el conde Adelhard reunió a sus guerreros en una loma alrededor de la Bechahorst, una aguja de piedra negra situada en las marcas septentrionales de sus tierras, y bebieron koumiss para brindar por el fin de esta batalla.
Fuentes[]
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: Heldenhammer, por Graham McNeill.
- Cap. 18: Skaranorak.
- Cap. 19: Las espadas de los reyes.
- Cap. 21: El paso del Fuego Negro.
- Cap. 22: La muerte de los héroes.
- Cap. 23: El nacimiento de un imperio.
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: Imperio, por Graham McNeill.
- Cap. 1: Los últimos días de los reyes.
- Cap. 2: El ascenso de un emperador.
- Cap. 14: La justicia de Sigmar.
- Cap. 15: El precio de la traición.
- Cap. 22: La destrucción de los hombres.
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: El Rey Dios, por Graham McNeill.
- Cap. 4: Nuevos amigos y viejos enemigos.
- Cap. 19: La última noche.
- Cap. 23: El fin de todas las cosas.
- Libro de Trasfondo: La Vida de Sigmar, por Matthew Ralphs y Gav Thorpe.
- Cap. 9: La Batalla del Paso del Fuego Negro.