Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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El Ídolo de Gorko es una campaña que fue publicada por Games Workshop en 1997 en donde se enfrentan los ejércitos del Imperio y Orcos y Goblins. Toda la campaña, incluidos los personajes, son propiedad de Games Workshop. La campaña es obra de Nigel Stillman.

Introducción

Hace mucho tiempo, en uno de esos extraños momentos en la historia de la Humanidad en que los Condes del Imperio no estaban luchando entre ellos defendiendo sus tierras y sus vidas, los Señores del Imperio dirigieron su atención hacia los fértiles valles situados al Sur de las Montañas Negras, entre el Paso del Fuego Negro y el Río de la Sangre.

Durante los años siguientes tuvieron lugar numerosos intentos de colonizar la región y reclamarla para mayor gloria del Imperio y sus habitantes. El descubrimiento de ricos yacimientos de oro en el Río Ciego y la abundancia de gemas preciosas en las colinas de las Montañas del Fin del Mundo indujeron a mucha gente a iniciar el peligroso viaje hacia el Sur en busca de fama, fortuna y prosperidad.

Otros, aquellos cuyas vidas eran más simples y humildes, fueron tentados a abandonar el Imperio con la esperanza de iniciar una nueva vida en los fértiles valles resguardados por las Montañas Negras. Los líderes de estos colonos se autoproclamaron Reyes Fronterizos. Con el paso del tiempo llegaron a actuar como señores absolutos de la tierras situadas más allá de las fronteras de El Imperio y de los dominios del Emperador.

Historia

Rutgar era el hijo menor del Conde Wilhelm de Wissenland, uno de los Ducados del Imperio. Rutgar fue consciente desde muy temprana edad de que su hermano mayor sucedería a su padre y gobernaría Wissenland. Esto no le preocupaba. Después de todo, por haber nacido de noble cuna, había sido educado para respetar el derecho y el orden. No era susceptible de organizar una rebelión por celos, aunque hubiera albergado esos sentimientos no lo hizo. En vez de eso, Rutgar se conformaba con ser la mano derecha de su hermano cuando éste sucediera a su padre. Mientras tanto, se dedicó a practicar el arte de la guerra y obtener un gran poder por medio de gestas nobles, honrando así su noble linaje.

La nobleza y justicia de Rutgar tuvo que ser reconocida por el dios Sigmar, pues un día se le ofreció una increíble oportunidad. Una oportunidad que, de aceptarla, le otorgaría un lugar entre los guerreros más valientes y nobles del Imperio. Como caído del cielo, llegó un emisario a la corte de Wissenland. En cuanto hubo escuchado las noticias que el emisario traía de más allá de las montañas, de los distantes y peligrosos Reinos Fronterizos, el viejo Conde llamó a su presencia a Rutgar, y le comunicó los grandes acontecimientos que habían tenido lugar.

Un viejo camarada del Conde, el Margrave Frederik, había estado combatiendo a los Orcos, y finalmente había conseguido la victoria. Había conquistado un territorio muy extenso, y ahora estaba buscando guerreros poderosos de probada habilidad para ayudarle a consolidar su victoria. Las implicaciones eran evidentes: era una oportunidad magnífica para que Rutgar obtuviera su propio feudo, y se convirtiera así en Rey Fronterizo por derecho propio.

Rutgar era valiente y un aventurero, por lo que no perdió ni un instante en considerar si debía aceptar la oportunidad que el destino, o el gran dios Sigmar, tan gentilmente le había concedido. El joven noble supo que había de aprovechar la ocasión, tanto si se la habían concedido los dioses, como si no. Al conocer la decisión de Rutgar de aceptar esta oportunidad, el satisfecho Conde permitió a su hijo elegir personalmente las tropas que debían acompañarle en el peligroso viaje hasta su nuevo dominio.

En el momento de elegir las tropas, el joven noble encontró entre las tropas y los ciudadanos de Wissenland numerosos voluntarios deseosos de acompañarle, todos ellos muy hábiles con las armas. Pronto consiguió organizar varios regimientos de tropas para su ejército. Rutgar también consiguió que le acompañaran algunos maestros albañiles para construir su castillo. Además, muchos ciudadanos, mercaderes y campesinos pobres se unieron a la expedición, dispuestos a convertir una tierra salvaje en campos de cultivo y construir pueblos prósperos en el nuevo y lejano reino de Rutgar.

En menos de un mes, al frente de una gran expedición, Rutgar partió para atravesar el Paso del Fuego Negro y adentrarse en la región conocida como los Reinos Fronterizos. Allí tenía que encontrarse con su benefactor, el Margrave Frederick, que le otorgaría su nuevo reino.

Rutgar se permitió observar por última vez el lugar que había sido su hogar desde su nacimiento. Saludó lealmente a su orgulloso padre, y a continuación hizo girar a su caballo para dirigirse hacia el camino que debía conducirle a una nueva vida.

El sol brillaba en el horizonte, y las multitudes se agolpaban en las calles para despedir a la columna que lentamente desaparecía de su vista.

Rutgar de Wissenland

Nuestra historia se basa en uno de estos aventureros: Rutgar, el hijo menor del Conde Wilhelm de Wissenland, y sus esfuerzos por crear su propio reino en una tierra plagada de Orcos. Esta historia ha quedado recogida en dos documentos diferentes que describen los esfuerzos de Rutgar desde una perspectiva totalmente humana.

La primera es una breve descripción de los eventos que pueden encontrarse en los libros de Albrecht el Inexacto, un sabio interesado principalmente en la historia del Colegio Brillante de la Magia, y cuyas obras fueron escritas con el único propósito de congraciarse con su jefe, Radabald Redbrow, el Patriarca del Colegio Brillante de la Magia en esa época.

La segunda fuente de datos en relación a la aventura de Rutgar es la mucho más extensa e infinitamente más aburrida “Historia del Imperio”, una obra en veintiocho volúmenes del Venerable Ludwig, de donde procede la mayor parte de los detalles de esta campaña. Ludwig vivió varios siglos después de los hechos que describe, pero realizó un gran esfuerzo de recopilación de relatos de viajeros, y probablemente tuvo acceso a los diarios personales de Rutgar, así como a otros importantes documentos que posteriormente quedaron destruidos durante el incendio del Día de los Inocentes de Altdorf del 41.

Grotfang de la Tribu Garra de Hierro

Del gran enemigo de Rutgar, el Señor de la Guerra Grotfang de la Tribu de Orcos Garra de Hierro, no sólo disponemos del material Imperial, sino también de una canción de guerra Orca que nos ha permitido comprender los hechos y sus motivos.

Sabemos que Grotfang libró una larga y sangrienta guerra contra el Margrave Frederick, cuyas fuerzas finalmente consiguieron expulsar a los Orcos de su fortaleza, situada junto al Ídolo de Gorko. Los Orcos se retiraron, probablemente para reunir sus fuerzas para contraatacar. En este intervalo de tiempo llegó Rutgar para asumir el control de los territorios recientemente arrebatados a los Orcos.

Una tierra disputada

Rutgar descubrió la vieja fortificación Orca, que había sido derruida y quemada por el Margrave Frederick.

Comprobando su importancia como posición defensiva en una zona de llanuras abiertas y vulnerables, se dispuso a reconstruir las ruinas. Sin duda estaba siendo observado por los Orcos, que habían mantenido una atenta vigilancia sobre el lugar de su antigua capital desde que habían sido expulsados de ella. En realidad, los humanos que construían la nueva población cerca de las ruinas del ídolo de Gorko desconocían que su presencia sería la causa de que los Orcos de la Tribu Garra de Hierro descargaran toda su furia sobre ellos.

Estos son los antecedentes de la corta pero sangrienta guerra entre los habitantes de Rutgarburg y los Orcos de la Tribu Garra de Hierro; una guerra sin piedad por ambos bandos, y que debilitó considerablemente tanto a los Humanos como a los Orcos.

Es difícil decidir qué bando fue el vencedor, ya que actualmente los Reinos Fronterizos siguen siendo una tierra disputada, ocupada por bandidos y grupos de guerreros nómadas, tan inhóspita y peligrosa como en los días de Rutgar y Grotfang.

La Corona de Gorko

Escenarios

Escenario 1: El Golpe

El Ídolo

Rutgar y sus tropas avanzaron durante muchos días atravesando llanuras yermas, habitables tan sólo por Orcos y Goblins. En realidad, hasta hacía muy poco tiempo, tan sólo habían estado habitadas por Orcos y Goblins. El Margrave Frederik había arrebatado estas tierras a los Orcos, y las había entregado a Rutgar para que las gobernara en su nombre. La misión de Rutgar era establecerse y construir un castillo, mientras él y sus tropas defendían a los colonos de los Orcos. Cuando la población estuviera adecuadamente fortificada, los campesinos podrían convertir esas tierras desoladas en fértiles tierras de cultivo.

Finalmente, la columna de soldados, colonos y carromatos de Rutgar se detuvo en la ladera de unas colinas. Sus exploradores le había informado que el lugar parecía muy adecuado para construir un castillo. Cerca de las colinas había algunas formaciones rocosas de donde podría extraerse la piedra necesaria. En uno de los cerros, los trabajadores encontraron las ruinas abandonadas de una fortaleza Orca, ennegrecida y chamuscada por el fuego, rodeada por los restos de una batalla. Rutgar examinó personalmente el lugar.

Aquí es donde Frederik asedió al Señor de la Guerra Orco en su fortaleza, y le derrotó, -explicó Rutgar a sus soldados-. Sigmar nos ha conducido hasta aquí, por lo que es aquí donde construiremos nuestra fortaleza.

En los días y semanas posteriores al descubrimiento, se levantaron los cimientos del castillo sobre el mismo punto donde anteriormente se encontraba la fortaleza Orca. El lugar era la mejor posición defensiva natural en muchos kilómetros a la redonda. En especial destacaba una torre increíblemente antigua. La torre había sido construida mucho antes de que los Orcos hubieran empezado a construir su fortaleza, y habían incorporado la torre a su propia construcción, utilizándola como torre de vigilancia. Aunque había sido prácticamente destruida por los cañones de Frederik, Rutgar ordenó que la antigua torre fuera reconstruida, para que fuera la torre de su nuevo castillo. En la base del cerro, bajo la fortaleza en construcción, los civiles que habían acompañado a Rutgar construyeron sus cabañas y empezaron a labrar los campos.

Un día por la tarde, mientras continuaban los trabajos, Rutgar cabalgó hacia una colina aislada donde algunos de los trabajadores estaban intentando derribar un grotesco monolito Orco utilizando cuerdas y reatas de bueyes. “Esta piedra será magnífica para el castillo” -le gritó el capataz. De repente, pudo oírse un terrible aullido que helaba la sangre. Las cuerdas se rompieron y, con un gran estrépito, el ídolo cayó al suelo. Cayó encima de los trabajadores, que desaparecieron de la vista mientras la gigantesca imagen de Gorko caía encima de ellos. Podía leerse el terror en las caras de todos los que se encontraban cerca del lugar, y todos empezaron a hacer el signo sagrado de Sigmar. ¿Acababan de ser testigos de un maligno portento de la deforme divinidad Orca?

Rutgar tomó el control de la situación y ordenó que, de momento, nadie tocara los Ídolos. Ordenó a Manfred von Bock -un capitán de su plena confianza- y a un grupo de guerreros, que vigilaran los ídolos y observaran cualquier suceso extraño o sospechoso que tuviera lugar. La profunda fe en Sigmar de Rutgar se rebelaba ante la posibilidad de que esos malignos ídolos Orcos permanecieran allí, corrompiendo a su gente con su presencia. Al regresar al campamento, envió un mensajero a Altdorf para consultar la situación con los Colegios de la Magia y los Archisacerdotes de Sigmar y Ulric. No pensaba molestar los Ídolos hasta saber si era seguro hacerlo, pero estaba decidido a purificar sus tierras.

Relato

El golpe

Acechando sin ser vistos desde los retorcidos y raquíticos árboles de un bosque cercano, unos Jinetes de Lobo Goblin observaban los inútiles intentos de los hombres de Rutgar para derribar los Ídolos. Permaneciendo tan sólo el tiempo necesario para evaluar la situación, se apresuraron a regresar al campamento de Grotfang con la noticia. Grotfang y Oddgit quedaron horrorizados ante la posibilidad de que los humanos encontraran la Corona de Gorko antes de que ellos pudieran conseguirla.

Grotfang consultó con su leal Chamán: Prepara los Goblins para un ataque, Oddgit. Quiero que me traigaz la Corona de Gorko, arrebatádzela a ezos tipejos humanoz delante de zuz narizes.

Oddgit notó como le flaqueaban las piernas: ¡Por qué yo, ezto, quiero dezir, zí Jefe!

Grotfang sonrió malévolamente. “Zé que puedo confiar en ti, Oddgit. Tráeme la Corona y entonzes podremos expulzar a loz Humanoz de nueztras tierras. ¡Ezto ez lo que Morko y Gorko quieren! ¿A qué ezperas?

Oddgit salió corriendo para reunir a todos los Goblins que pudo encontrar. ¡Deposita tu confianza en un Jefe, para que después te envíe a una misión imposible! Por otra parte, era posible que el Jefe supiera que los Goblins tenían muchas más posibilidades de acercarse silenciosamente al campamento enemigo y desenterrar la Corona de Gorko de debajo de los ídolos. El febril cerebro del chaman empezó a trazar un astuto plan ¡Qué mejor que atacar de noche con los Goblins Nocturnos! Ellos podían ver en la oscuridad mejor que los humanos.

Oddgit empezó a creer que su Jefe estaba realmente inspirado por Gorko y Morko.

Desenlace histórico

En cuanto los Goblins iniciaron su ataque, la animosidad surgió entre sus filas, anulando gran parte de la ventaja táctica conseguida con el ataque por sorpresa y el rápido avance inicial. El ruido de las discusiones entre los Goblins que se acercaban alertó a las tropas de Manfred que rápidamente se prepararon para la defensa. Las Peñas de Goblins que no habían quedado afectadas por la animosidad siguieron avanzando para atacar a los humanos. Los Jinetes de Lobo, con su gran velocidad y maniobrabilidad, llegaron rápidamente hasta las tropas de Manfred.

Mientras tanto, en el otro flanco, los Cazadores de Garrapatos y los Goblins con Redes y Garrotes se encontraban en apuros. Los expertos arqueros Halfling dispararon contra ellos a pesar de la oscuridad, y diezmaron sus unidades a medida que avanzaban. El resto de proyectiles disparados por las tropas Imperiales fueron mucho menos efectivos, y tan sólo causaron daños menores en la horda Goblin.

Oddgit consiguió imponer su autoridad sobre la gran Peña de Goblins armados con Lanza y, al frente de ellos, atacó frontalmente a los Alabarderos de Manfred. Al aproximarse a las tropas Imperiales soltaron a los Fanáticos, que causaron un gran número de bajas entre las filas de los Alabarderos, pero las tropas Imperiales resistieron con firmeza.

A continuación se inició un salvaje combate de desgaste. Cuando Oddgit empezaba a temer que su ejército había perdido totalmente su consistencia, los Alabarderos, que habían sido prácticamente aniquilados, huyeron. El resto de la línea defensiva Imperial empezó a ceder al propagarse el pánico entre sus filas.

Oddgit consiguió evitar que su cabeza estallara al aumentar la energía del ¡Waaagh!, gracias a la gran cantidad de energía absorbida por el ídolo caído. En medio de la oscuridad y la confusión, con los Goblins corriendo desordenadamente y pequeños grupos aislados de tropas Imperiales intentando resistir, Oddgit se acercó al ídolo caído y encontró la Corona de Gorko. Furtivamente, la escondió entre sus ropas, y abandonó el campo de batalla para entregarla a su Señor.

Manfred había muerto heroicamente mientras intentaba reagrupar sus tropas allí donde el combate era más duro. A pesar de la muerte de su Capitán, Rutgar - que desconocía la existencia de la Corona de Gorko - consideró la batalla como una victoria. Después de todo, los Goblins no habían recuperado los ídolos, y se habían dispersado. Para vengar la pérdida de su buen oficial, Rutgar ordenó que los ídolos fueran destruidos con pólvora, algo que sus hombres hicieron encantados, a pesar de la desafortunada muerte de varios zapadores al ser aplastados por la caída de la otra estatua sobre los barriles que estaban colocando.

Comentario histórico

La batalla fue una dura nervios de los soldados Imperiales. El ataque nocturno y por sorpresa de los Goblins, combinado con la fantasmagórica presencia de los ídolos Orcos, era un mal presagio para las supersticiosas tropas Imperiales. Tan sólo el firme liderazgo de Manfred consiguió que sus tropas se mantuvieran firmes hasta que fueron superados por una aplastante superioridad numérica. Los Halflings demostraron su larga experiencia luchando contra Goblins al ignorar los ruidos fantasmagóricos y la violencia de los Goblins, y seguir disparando hasta el último momento.

¡La mayor parte de los Halflings sobrevivieron a la batalla para disfrutar de un espléndido desayuno!

Los guerreros de Oddgit atacaron en las condiciones más adecuadas para los Goblins Nocturnos, y por tanto tenían grandes posibilidades de conseguir la victoria, pero estuvieron a punto de ser derrotados a causa de la tan familiar tendencia de los Goblins a discutir entre ellos, que prácticamente anuló todas sus ventajas. En la batalla se demostró la efectividad de los Fanáticos utilizados ofensivamente si su ataque es seguido por el ataque cuerpo a cuerpo de una gran unidad de guerreros Goblins.

Escenario 2: La emboscada

Misión en Altdorf

Los mensajeros de Rutgar llegaron a Altdorf, ignorando el intento Goblin de recuperar la misteriosa Corona de Gorko. Su misión era encontrar hechiceros entre los diversos Colegios de la Magia, y convencerlos para que como mínimo uno, y preferiblemente más, regresaran con ellos al feudo de Rutgar para solucionar el problema de los siniestros ídolos Orcos.

Rutgar quería purificar sus tierras de cualquier contaminación Orca. Los ídolos estaban obviamente saturados de magia Orca, y eran demasiado peligrosos para dejarlos en pie ya que representaban un peligro para su gente. Rutgar había llegado a la correcta conclusión de que los ídolos actuarían como imán para los Orcos y Goblins, atrayendo a las tribus hacia ellos por medio de poderes extraños y sobrenaturales. La mejor forma de evitar que los Orcos regresaran a las tierras que les habían sido arrebatadas, era destruir los Ídolos. Pero antes de poder hacerlo, el noble sabía que para poder neutralizar el poder de los ídolos necesitaba la ayuda de un hechicero capaz de dispersar sus oscuros poderes.

Finalmente, después de mucho buscar, encontraron un hechicero suficientemente osado para acompañarles de regreso a las tierras de Rutgar. Su nombre era Zorn. Por motivos que no reveló, deseaba partir con ellos hacia tierras tan lejanas lo más rápidamente posible. Reunió una escolta de guardaespaldas y mercenarios, y atravesó las montañas en dirección a los Reinos Fronterizos. El grupo permaneció durante varios días en el castillo de Frederik, donde consiguieron cañones y nuevos avituallamientos para Rutgar. Finalmente iniciaron la última y más peligrosa etapa de su viaje a través de territorio salvaje.

Los infiltradoz de Grotfang

Algunos de los guerreros de Grotfang se habían infiltrado profundamente en los territorios de Rutgar, que antiguamente habían sido las tierras de su tribu. Su misión era descubrir la forma de acercarse al campamento de Rutgar sin ser detectados. Hasta ahora lo habían conseguido, y no habían sido detectados por los pocos exploradores humanos. En realidad, se habían adentrado hasta el único camino que comunicaba el campamento de Rutgar con el castillo de Frederick, más allá del cual se encontraba la carretera que conducía al Imperio.

Desde un lugar elevado sobre una colina, descubrió la nube de polvo que levantaba la columna de Zorn y su escolta mientras se dirigían hacia el campamento de Rutgar. Snagga, el oficial de la fuerza de infiltrados, estaba ansioso por entrar en combate. Grotfang le recompensaría muy bien si interceptaba y aniquilaba los refuerzos del enemigo.

Desenlace histórico

La escolta de Zorn estaba viajando en columna de marcha, con los Pistoleros en vanguardia y los exploradores en retaguardia. Sabían que se encontraban en territorio hostil, pero no creían que pudieran caer en una emboscada. Los Orcos aparecieron sin previo aviso sobre las colinas. En breves instantes, una aullante unidad de Jinetes de Jabalí al mando de Snagga cargó directamente contra el Carro de Guerra situado en la parte delantera de la columna.

Simultáneamente, dos unidades de Jinetes de Lobo cargaron contra la vanguardia y la retaguardia de la columna. Sin embargo, como las tropas Imperiales estaban bien versadas en la defensa de columnas, estas unidades Imperiales reaccionaron rápidamente y no tuvieron ningún problema en repeler el ataque de los Jinetes de Jabalí.

Sin embargo, los guerreros de Snagga habían aniquilado a los Grandes Espaderos que habían intentado interponerse. Con una horda de enloquecidos Orcos montados vociferando salvajemente que se acercaba rápidamente hacia ellos, el Carro de Guerra huyó presa del pánico; sus caballos estaban fuera de control, aterrorizados por la visión y el olor de los jabalíes.

Los Flagelantes, sin inmutarse por el cariz que estaba tomando la batalla, atacaron decididamente a los Orcos Negros que estaban descendiendo la colina. Las dos piezas de artillería ya habían sido emplazadas, y apuntaron a Snagga, que estaba reagrupando a sus Jinetes de Jabalí para efectuar un nuevo ataque. Los disparos de la artillería causaron numerosas bajas, diezmando la unidad en pocos segundos. Los Ogros, reunidos en el centro de la columna, avanzaron hacia la nueva masa de Guerreros y Arqueros que había aparecido sobre la colina, y les obligaron a retroceder rápidamente. En muy poco tiempo, los Ogros no eran más que unas figuras gigantescas recortadas en el horizonte, que perseguían a los Orcos que huían.

Después de haber rechazado el ataque contra la retaguardia de la columna, los Exploradores avanzaron al galope por el flanco para ayudar a las tropas de vanguardia que estaban sometidas a un duro ataque. Los Pistoleros también dieron media vuelta para cargar contra los Orcos Negros. Los Orcos Negros fueron rápidamente aniquilados entre los Flagelantes y los Pistoleros.

Ulrich se mantuvo junto a Zorn y los cañones durante toda la batalla, dirigiendo desde allí la defensa de la columna. Uno de los hechizos de Zorn, dirigido directamente contra Snagga, fue totalmente absorbido y borrado de la mente de Zorn por la temible boca pintada en el escudo de Snagga. ¡Ulrich llegó incluso a preguntarse si ese hechicero, por el que había recorrido miles de kilómetros, sería de alguna utilidad! Sin embargo, Snagga consiguió escapar. Después de deshacer la formación, la columna reanudó la marcha hacia el campamento de Rutgar.

Comentario Histórico

El plan de ataque de Snagga era correcto, como pudo comprobarse al inicio del ataque, pero es muy difícil derrotar a un ejército Imperial avanzando en columna de marcha. Los Jinetes de Lobo Goblin quizás deberían haber recibido un apoyo más decidido, ya que fueron eliminados demasiado fácilmente por la potencia de fuego Imperial. Los cañones Imperiales eran muy vulnerables, pero los Orcos no disponían de tropas rápidas suficientemente próximas para atacarlos. Los Flagelantes y los Ogros de la escolta de Zorn eran tropas excelentes, y Zorn debería haber dirigido sus hechizos contra otras unidades Orcas, en vez de hacerlo contra la unidad del líder Orco, que era muy probable que dispusiera de alguna defensa mágica.

La columna consiguió sobrevivir a la emboscada y reorganizarse rápidamente, llegando hasta Rutgarburg con Zorn, la artillería y los tan necesarios refuerzos. La Manada de Guerra de Snagga sufrió tantas bajas y quedó tan dispersa, que fue incapaz de impedir la llegada de nuevos refuerzos y avituallamientos para Rutgar.

Escenario 3: Batalla en las Rocas de los Trolls

Grotfang busca refuerzos

Desde un punto elevado, Grotfang observaba el campamento de Rutgar. Observó cómo los obreros extraían la piedra de las canteras y la cargaban en carros. A lo lejos, sobre la colina donde anteriormente se levantaba su fortaleza, los humanos estaban construyendo su propia fortaleza. Grotfang sabía que debía atacar rápidamente, antes que los humanos finalizaran la construcción del castillo. Si postergaba demasiado el ataque, ¡jamás conseguiría recuperar las tierras de la tribu!

Poco después, de regreso en su campamento, Grotfang llamó a su nuevo consejero, el Chamán Orco Dreg, que hacía poco había llegado a un puesto preeminente ante su Señor de la Guerra.

- ¡Loz humanoz eztán construyendo una fortaleza en mi colina! -gruñó Grotfang furioso-. Ezto zignifica que tenemos que echarlos ahora, antez que pongan cañonez y otras cozas allí.

- Ez zierto Jefe -afirmó Dreg.

- Zí que lo ez. ¿Lo he dicho yo, no? Pero nezesitamoz más guerreroz. Tenemos que pedir a otras tribus que noz ayuden, y quiero que tú te encarguez de ezto. ¿Zabes a qué me refiero?

- Creo que zí -dijo Dreg dubitativamente-, Pero tendremoz que prometerles algo.

- ¿El qué?

- Ezto... -dijo Dreg mientras miraba al cielo, como buscando inspiración divina.

- ¿Y zi los humanos hubieran ezcondido oro en la fortaleza que eztán construyendo? -sugirió el Señor de la Guerra con una repentina inspiración.

-¡Claro! ¡Es por ezo que están construyendo zu castillo allí! Ya zé que eztáis penzando, jefe, podemos conseguir que otros Señores de la Guerra noz ayuden con la promeza de que pueden conzeguir oro. Un plan brillante, pero...

- ¿Pero qué? -dijo Grotfang.

- ¿Y zi en realidad no hay oro, y los otros Jefes ze enfadan?

- No importa, -replicó Grotfang- Diles tan zólo que penzamos que allí hay oro. ¿Tú dejarías pazar la oportunidad de apalear a los humanos zi hay la posibilidad de obtener un tezoro?

-¡Puez claro que no! - respondió el Shaman, totalmente convencido de la viabilidad del plan.

- De acuerdo entonces, buzca a tus compañeros chamanes de las tribus del Diente Roto, Garra Torcida, Orcos Zarnozoz, y cualquier otra tribu que encuentres por ahí, ¡y hazles una oferta que no puedan rechazar!

La tribu de Orcos Zarnozoz

Dreg recurrió los diversos lugares sagrados de los Orcos de la zona buscando otros chamanes. Finalmente, en lo más profundo de una cueva en la que abundaban extraordinariamente los hongos, encontró un familiar amasijo de huesos y harapos mugrientos.

-¡Nazgob! Reconocería eztos cachivaches en cualquier lugar. ¡Zoy Dreg, tu viejo camarada! -dijo Dreg al hediondo bulto.

-¡Al fin me has encontrado, tipejo! -dijo Nazgob alegremente.

-¿Nazgob, todavía vivez con los Zarnozoz? -un gruñido pareció contestar afirmativamente a la pregunta-. He eztado buzcando a los Garra Torcida y a los Diente Roto, ¿Loz has vizto?

-No. Lo último que zé de los Diente Roto ez que ze habían marchado hacia las tierras de los taponez para divertirze un poco. Y los Garra Torcida ya no exizten. ¿No zabes qué les pasó?, coge un cráneo y reposa tus pozaderas.

Nazgob le contó el terrible final de la tribu Diente Torcido, mientras ambos chamanes asaban algunos hongos. Entonces Dreg le planteó la posibilidad de hacer un pacto entre los Orcos Garra de Hierro de Grotfang y la tribu de los Orcos Zarnozoz que estaban al mando del Señor de la Guerra Uzguz. El chamán mencionó de pasada la gran cantidad de oro que los humanos habían acumulado en el castillo que estaban construyendo. Tentado por la posibilidad de conseguir un gran tesoro, Nazgob estuvo de acuerdo en persuadir a Uzguz y su tribu para que emigraran hacia el Sur para unirse a las fuerzas de Grotfang. Se decidió que ambas tribus se reunirían en un lugar denominado Rocas de los Trolls.

Batalla en las Rocas de los Trolls

Algunos días después, un jinete entró al galope en el campamento de Rutgar para informar que se había detectado un gran grupo de Orcos acampando junto a una formación rocosa cercana. Esta formación rocosa era familiar a Rutgar, ya que delimitaba su nuevo feudo. Tenía que hacer algo rápidamente para evitar que los Orcos invadieran sus tierras.

Rutgar ordenó a su comandante más fiel, Konrad, que organizara inmediatamente un contingente de caballería para atacar y expulsar a los Orcos. Konrad era un famoso cazador de Orcos, que ya había luchado anteriormente contra ellos cuando estaba destinado en el lejano Kislev. Rutgar creía que estos Orcos pertenecían a la misma tribu que Frederik le había advertido que podían intentar reconquistar sus tierras, y no estaba dispuesto a permitir que eso sucediera.

Los Orcos en realidad pertenecían a la tribu de los Orcos Zarnozoz, que habían establecido un destartalado campamento junto a las Rocas de los Trolls. A causa de un problema de comunicación entre dialectos Orcos mutuamente ininteligibles, y a los problemas de degeneración mental inherentes a la utilización excesiva de la magia Orca, Nazgob había malinterpretado las instrucciones de Dreg, y había conducido a la tribu a un lugar totalmente equivocado. En esos momentos, los Orcos Garra de Hierro estaban acampados a varios kilómetros de distancia, ¡preguntándose por qué no aparecían los Orcos Zarnozoz! Uzguz llevaba varios días esperando, y empezaba a ponerse nervioso. Estaba empezando a pensar que los traicioneros Orcos Garra de Hierro habían cambiado de parecer, o incluso algo peor, cuando de repente aparecieron las tropas de Konrad.

Desenlace histórico

A pesar del fuerte acoso a que se vieron sometidos por las tropas Imperiales, Uzguz y los Orcos Zarnozoz defendieron valerosamente su poblado y frustraron todos los intentos de las tropas de Konrad para quemar sus chozas.

En cuanto se dio la alarma en el poblado, las zonas despejadas que había entre las chozas se llenaron de Arqueros Orcos dispuestos a defender su nuevo poblado. Esto impidió que los Arqueros a Caballo Ungol de Kislev, que se adelantaron al resto del ejército, pudieran penetrar en el poblado, y que ni tan sólo se acercaran a las chozas. Dispusieron de muy pocas oportunidades de disparar sus flechas incendiarias con suficiente precisión contra las chozas, ya que en cualquier momento podían ser abatidos por las flechas Orcas.

Los Arqueros a pie y los Ballesteros avanzaron por el flanco derecho para disparar contra las chozas, consiguiendo un éxito parcial al quemar una de las chozas, pero fueron rápidamente atacados por Nazgob, que estaba al mando de una aullante unidad de Trolls. Los Trolls avanzaron amenazadoramente, obligando a los Halflings y a los Ballesteros a retroceder, aunque reluctantemente, y a malgastar unas flechas vitales disparando contra ellos con poco o ningún efecto. En el otro flanco, Uzguz dirigió personalmente el ataque de los Jinetes de Jabalí contra los Pistoleros, a los que rápidamente obligaron a huir.

Konrad observó desesperado cómo todas sus tácticas eran ineficaces, su incursión fracasaba, y los Orcos conseguían fácilmente la iniciativa en la batalla. La mayor parte de sus hombres estaban huyendo o retirándose, y los Arqueros a Caballo regresaban después de haber rodeado las chozas sin quemar ninguna de ellas. Konrad reunió a sus tropas e intentó escapar al anochecer. Uzguz le persiguió y seguramente consiguió atraparle, pues Konrad no regresó jamás para informar de lo ocurrido a Rutgar.

Comentario Histórico

Al no regresar Konrad y sus hombres, Rutgar tan sólo pudo suponer que había sucedido lo peor. Un día después, la mayor parte de los Halflings supervivientes aparecieron, exhaustos y desaseados, y confirmaron que los Orcos les habían perseguido durante toda la noche.

La tribu de los Orcos Zarnozoz se unió a los Orcos Garra de Hierro de Grotfang. Uzguz había acampado en un lugar muy resguardado y de difícil acceso. Los Arqueros a Caballo no pudieron concentrar sus disparos contra las chozas, y la infantería no tenía el apoyo necesario de otras tropas capaces de detener el avance de los Trolls.

Escenario 4: La Batalla de Rutgarburg

¡Orcos, cientos de Orcos!

Llegó el día en que el destino de muchos pendía de un hilo. Grotfang y su ejército estaban a punto de lanzar el ataque definitivo contra el campamento de Rutgar. El noble y su séquito estaban ocupando el lugar donde anteriormente se levantaba la fortaleza de Grotfang, de donde el Señor de la Guerra había sido expulsado por el Margrave Frederik. El Señor de la Guerra había jurado que sería suya una vez más.

Los humanos habían denominado a su nuevo hogar Rutgarburg, en honor a su comandante. En lo alto de la colina más elevada, los hombres de Rutgar habían empezado a construir un nuevo castillo. No habían tenido tiempo de construir mucho más que los cimientos, por lo que en esos momentos el “castillo” era poco más que un pequeño muro de piedra incompleto y la restaurada torre de vigilancia Orca. Rutgar había decidido utilizar la torre como reducto en medio de su línea defensiva en la inevitable batalla que se avecinaba. Grotfang, muy astutamente, había decidido atacar el castillo antes de que finalizara su construcción, consciente de que cualquier retraso reforzaría las posiciones humanas y entonces sería mucho más difícil aniquilarlos. Ésta era su última oportunidad de reconquistar las tierras de la tribu. Sabía que no podía fracasar.

Todo el mundo en Rutgarburg estaba trabajando duramente construyendo los edificios del castillo, o entrenándose en el uso de las armas. De repente, el vigía situado en lo alto de la torre de vigilancia Orca sopló con fuerza el cuerno de alarma. Los humanos reaccionaron rápida e instantáneamente. Mientras las tropas se ceñían la armadura y las tropas de caballería montaban en sus caballos, Rutgar trepaba rápidamente por las escaleras de mano del interior de la torre para observar personalmente la situación. No había ninguna duda: había llegado el día. Una gran horda de tropas enemigas se acercaba por la llanura. Rutgar reunió rápidamente a sus tropas mientras la horda Orca avanzaba inexorablemente hacia Rutgarburg.

¡A la carga miz muchachoz!

Grotfang alzó su mellada espada e inició el tradicional canto guerrero de su tribu: “¡Garra de Hierro! ¡Garra de Hierro!” . El cántico fue seguido con gran entusiasmo por toda la horda. Sus voces roncas aullaban con frenesí. Sus coriáceas manos entrechocaban el filo de sus toscas armas con el borde metálico de sus escudos, en una vaga aproximación a un ritmo. A causa del estrépito, los chamanes empezaron a sentirse mareados, sus mentes empezaron a entonar hechizos salvajes. En sus dedos empezaron a crepitar las inestables energías de la magia Orca, y un ruido atronador empezó a retumbar por encima de ellos siguiendo el ritmo marcado por los guerreros con sus pies.

Muy cerca de allí, los viejos Idolos de Gorko y Morko, uno de ellos caído en el suelo, y el otro observando el campo de batalla desde su colina sagrada, crujieron y gimieron para unirse a la fantasmagórica letanía de los chamanes. Los dioses Orcos apoyaban a sus enloquecidos adoradores en este gran día.

Los Orcos Garra de Hierro habían regresado, y estaban decididos a reconquistar sus tierras.

Desenlace histórico

A pesar de la inesperada aparición del enemigo en el horizonte, el ejército de Rutgar desplegó rápidamente, y los Caballeros Pantera, los Ogros y el Cañón de Salvas pudieron avanzar por el campo de batalla mientras Grotfang todavía estaba organizando a sus temperamentales y caprichosas tropas. Las gigantescas máquinas de guerra de los Orcos empezaron disparando grandes rocas sobre los Caballeros Pantera que avanzaban por el flanco derecho Imperial. Los Caballeros, cuyas filas se habían engrosado con todos aquellos que habían realizado el largo viaje para unirse a Rutgar y ayudarle a conquistar tierras a los Orcos, siguieron avanzando decididamente. Los Ogros de Zorn avanzaron junto a los Caballeros Pantera, atacando la pantalla de hostigadores Arqueros Orcos Salvajes que se habían adelantado demasiado. Después de ser ferozmente vapuleados, los Orcos retrocedieron rápidamente hacia sus líneas.

Mientras tanto, los Caballeros Pantera habían atacado a una gran unidad de Goblins con Lanza que estaba al mando de Oddgit. Desafortunadamente, no había ningún Fanático oculto en la unidad, y los Caballeros derrotaron rápidamente a los Goblins. Al ver lo sucedido, la dotación de los Lanzadores de Rocas se dejaron dominar por el pánico, y huyeron del campo de batalla. De esta forma, la totalidad del flanco izquierdo de Grotfang estaba huyendo.

Afortunadamente, la actuación de los Orcos y Goblins de Grotfang en el flanco derecho era mucho mejor. Ninguno de los Cañones Imperiales había conseguido causar bajas significativas, y la dotación del Cañón de Salvas estaba esperando para disparar. Una gigantesca unidad de Goblins Nocturnos avanzó hacia los Alabarderos de Rutgar, precedidos por una balbuceante y aullante masa de Fanáticos. Los Fanáticos abrieron una profunda brecha en las filas de Alabarderos, pero estos permanecieron firmes en su posición para enfrentarse a los Goblins. Los Goblins lucharon bien, y obligaron a los Alabarderos a retroceder entre los Halflings y los Tileanos, que observaban lo que estaba sucediendo con incredulidad y consternación. El flanco izquierdo de Rutgar estaba a punto de ceder.

Al ver la precariedad de la situación, los Flagelantes que aguardaban junto a las murallas a medio construir de Rutgarburg, cargaron contra la unidad de Orcos más cercana, que intentaba aprovechar la brecha abierta por los Goblins. Los Flagelantes lucharon con ferocidad, y finalmente consiguieron derrotarles, aniquilándolos cuando intentaban huir del campo de batalla.

En esos momentos, cuando la batalla se encontraba en su momento álgido, la tragedia alcanzó al chamán Nazgob. La excitación que sentían la gran cantidad de tropas de Grotfang al poder enfrentarse por fin a sus odiados enemigos fue demasiado elevada para el chamán, que estaba acostumbrado a la energía creada por una tribu pequeña. Saturado de la peligrosa magia Orca, su cabeza explotó como un hongo hinchado, dejando tan sólo unos dispersos trozos de ropas harapientas. Como Oddgit estaba huyendo, Grotfang había quedado privado de cualquier apoyo mágico. Por su parte, Zorn, quizás el más enigmático de los hechiceros, aparentemente se encontraba en algún lugar de Rutgarburg. Más tarde se rumoreó que sus hechizos habían tenido algo que ver con la derrota del flanco izquierdo de Grotfang.

Las únicas tropas que permanecían inmutables en el flanco izquierdo de Rutgar fueron, evidentemente, los intrépidos Halflings, que cargaron contra el flanco de una gran unidad de Goblins Nocturnos y, con una gran dosis de suerte, los aniquilaron. Esto estabilizó la situación en ese flanco, y es posible que cambiara el curso de la batalla. En el flanco derecho, los Caballeros Pantera intentaban controlar sus monturas mientras los Ogros se enfrentaban una vez más a las tropas de Oddgit. Oddgit, avanzó con gran determinación al frente de sus Goblins, atacando y aniquilando a los Ogros.

Los victoriosos Goblins siguieron avanzando hacia los Caballeros Pantera, encontrando la muerte ante la ferocidad casi inhumana con que lucharon los Caballeros. Ulrich sopló el Cuerno de Urgok, propagando el pánico entre los Goblins que se dispersaron por la llanura. Los Caballeros Pantera espolearon a sus caballos para perseguirlos y aniquilarlos. Para ayudar a sus compañeros, los Caballeros Pantera pivotaron para atacar por el flanco al resto del ejército de Grotfang.

Con una descarga atronadora, todas las piezas de artillería de Rutgar dispararon contra el sólido centro del ejército de Grotfang, intentando detener su implacable avance. Todos los Cañones tuvieron prob lem a s en algún momento, incluido el Cañón de Salvas, matando a las dotaciones y causando muy pocas bajas en el enemigo. Zorn salió de detrás de la Torre para lanzar varias bolas de fuego y explosiones mágicas hacia Grotfang, que estaba en una posición bastante expuesta junto a una unidad de Orcos. La magia de Zorn chamuscó al Señor de la Guerra, que milagrosamente consiguió sobrevivir.

El sol empezaba a ponerse. Los enloquecidos Flagelantes habían chocado contra una unidad de Orcos Negros al perseguir al último superviviente de la unidad de Orcos Grandotes. Desprevenidos ante este feroz ataque, los Flagelantes desparecieron bajo las hachas de los Orcos.

A pesar de ello, la atención de Grotfang estaba centrada en la firme línea de Caballeros Pantera que, lanza en ristre, estaban preparándose para cargar. Grotfang sabía que las tropas que le quedaban no podrían resistir el empuje de tantos caballeros. De hecho, muchas de sus traicioneras tropas estaban desertando cobardemente al amparo de la creciente oscuridad. Grotfang también decidió huir, pues las tres cuartas partes de su tribu yacían muertas a su alrededor. Los Orcos huyeron, desapareciendo al abrigo de la oscuridad. Cuando comprobaron que no quedaba ningún Orco en los alrededores, los Caballeros se reagruparon y se dirigieron hacia las hogueras donde los Halflings ya estaban preparando su bien merecida cena.

Comentario

La decisión de Rutgar de organizar su ejército de forma ofensiva en vez de hacerlo defensivamente fue crucial. Rutgar no estaba dispuesto a ocultarse en el interior de sus fortificaciones inacabadas y esperar poder resistir el ataque Orco. Sin duda, la numerosa presencia de Caballeros Pantera que hacía poco habían llegado procedentes del Imperio, y que estaban ansiosos por entrar en combate, determinaron su decisión. Zorn estuvo a punto de matar a Grotfang con su magia, pero los cañones que Rutgar había traído eran defectuosos, al igual que la pólvora. Afortunadamente, Rutgar no confiaba demasiado en ellos.

Después de la batalla quedaban pocos supervivientes de las tropas de Rutgar o Zorn, pero Rutgar conservaba su feudo, y los Orcos habían muerto o habían sido expulsados. Los colonos Halfling procedentes del Territorio de la Asamblea habían tenido una participación excepcional en más de una batalla, y Rutgar quedó impresionado por ello. A partir de ese día, todos los Halflings disfrutaron de exenciones especiales en sus diezmos feudales, para animar a otros Halflings a establecerse en la zona.

Por lo que respecta a Grotfang, todavía conservaba la Corona de Gorko, y sus guerreros siguieron siéndole fíeles. La destrucción de los ídolos y la derrota de la tribu les obligó a abandonar la región y emigrar hacia el Sudeste. La reducida tribu de Grotfang no disponía de Chamán para que los guiara, por lo que vagó durante mucho tiempo por las Tierras Yermas.

Algunos rumores dicen que Grotfang conquistó un nuevo reino y reunificó una vez más su tribu en un lugar muy lejano. Aunque Sigmar había triunfado sobre los dioses Orcos, Grotfang quizás sí estaba protegido por Gorko, y finalmente cumplió su destino.

Personajes Especiales

Imperio

Orcos y Goblins

Fuente

  • Campaña: Ídolo de Gorko
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